martes, 31 de mayo de 2011

Los niños saharauis


Nunca he entendido la estancia fugaz de niños saharauis durante unos veranos placenteros en España para regresar luego a la miseria de los campamentos de refugiados en Tinduf. ¿Qué ventajas les reporta?


Por eso, comprendo a la señora Rosa María Sánchez, quien ha prolongado indefinidamente la estadía con ella de Saltana el Bardi, su hija de acogida, aun al coste de ser condenada por el Tribunal de derechos Humanos de Estrasburgo.


Por supuesto que es punible privar de su retoño a una madre biológica. ¿Pero no lo es también impedir el bienestar, la formación y el desarrollo de miles de niños abocados al hambre, al sufrimiento y a una vejez prematura en Darfur, Haití, Sierra Leona y tantos sitios más?


No se trata del ominoso y retorcido argumento con el que se han robado muchos niños a sus padres legítimos, afirmando que tendrían un futuro más digno con sus secuestradores. En absoluto. Pienso, tan solo, si no sería mejor para muchos niños saharauis estudiar en España y pasar los veranos con sus padres en Tinduf, y no al revés. Lo de ahora es como mostrarles un caramelo para arrebatárselo casi de inmediato.


Sé que con ello tranquilizamos nuestras conciencias, lo que resulta a todas luces honesto. No sé, en cambio, si es tan loable la actitud de los dirigentes del Sahara al mantener a sus niños en campamentos insalubres como rehenes de su causa independentista. Y lo mismo podría decirse de los sátrapas árabes que derrochan petrodólares en fastos suntuosos en vez de dar educación a los niños de los refugios de Gaza y Cisjordania.


Y es que muchas veces los culpables de la indigencia no son aquellos que lo parecen a simple vista.

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