lunes, 16 de mayo de 2011

Eliseu Climent, Font de Mora y Alberto Fabra

Eliseu Climent


Tiene el mérito de aquellos equipos de fútbol capaces de jugar siempre fuera de casa sin amilanarse. Lo suyo de ser catalanista en Valencia, nadie lo negará, es más difícil que jugar en la NBA siendo cojitranco. Pero el hombre, ya ven, treinta y tantos años después ahí sigue, erre que erre.

Otra característica envidiable del personaje es su capacidad de sacarles dinero a los sucesivos presidentes del Principado, desde Jordi Pujol a Artur Mas, pasando por Maragall y Montilla. Si ahora no consigue tanta pasta como antes, no se debe a que Climent haya perdido dotes de persuasión, en absoluto, sino a que por culpa de la crisis a Cataluña no le queda un euro ni para los suyos. Así que Eliseu debe ponerse el último de la cola.

Alguien con tales prendas personales tiene que provocar necesariamente pasiones encontradas, con más detractores en su caso que admiradores. Quizás por ello, y para curarse en salud, el hombre ha acabado por mezclar sus negocios personales con la causa catalanista de sus patrocinadores.


En esto, mírese por dónde, no resulta nada original, ya que lo de desviar fondos hacia bolsillos distintos de los primitivos viene siendo práctica repetida en Barcelona, desde el caso Pallerols al del Palau de la Música. Y es que donde fueres haz lo que vieres.


Alejandro Font de Mora


Acostumbrado a lidiar con muertos en su lejana etapa de médico forense, los vivos tampoco se le resisten a este político imaginativo y audaz. Imaginativa fue sin duda su idea de impartir Educación para la Ciudadanía en inglés. Y audaz, por pretender imponerla a un colectivo tan beligerante como el de la docencia.

Hombre de ironía fina, brillante pluma y vasta cultura, parecía predestinado a ser conseller de Educación, donde da al menos tantos palos como los que recibe. La paradoja es que, con él o sin él, nuestra Comunidad sigue ofreciendo los peores ratios de España en los distintos niveles de la enseñanza, sin que nadie haya podido ni sabido ponerle el cascabel a un gato tan salvaje como ése.

Claro que lo suyo es la labor parlamentaria y que si está donde está solo es por disciplina y lealtad a su presidente. Pasó por Las Corts con nota, gracias a su verbo erudito, su capacidad de reflejos y una habilidad poco común para el adjetivo mortificante. Ahora espera, confiado, en volver a esa casa para presidirla.


Semejante perspectiva seduce a más de un periodista parlamentario, aburridos éstos de la rutinaria y espesa presidencia de Milagrosa Martínez. Algunos ya se relamen por anticipado, pensando en unas sesiones que presumen jugosas, chispeantes y efervescentes.


Alberto Fabra


Es el otro Fabra, para distinguirlo de Carlos, el de las loterías, como le conocen hasta en los Juzgados por esa propensión a que le toque el Gordo que desafía todas las leyes de la estadística.

A diferencia de su homónimo, Alberto es un hombre discreto, sin estridencias, que prefiere el sosiego a la pugna dialéctica. Llegó a la alcaldía de Castellón por sus méritos como concejal cuando el PP decidió que debía suceder al primer edil. Y es que Alberto Fabra es un hombre de partido que está siempre ahí para cuando se le necesita.

Por esa tranquila actitud de disciplina, se dice que Mariano Rajoy lo tiene en su agenda para relevar a Francisco Camps en cuanto sea posible o, al menos, deseable. Él, que se sepa, no ha hecho movimiento alguno en ese sentido; por fortuna, porque en política quien se mueve a destiempo o no sale en la foto o lo hace escarmentado y con moratones.

A nuestro hombre no le faltan hechuras presidenciales, ya que tiene la figura espigada y esbelta de los anteriores presidentes de la Generalitat, como si el PP hubiese establecido un patrón fijo al que deben ajustarse los aspirantes al cargo. Claro que, como la política es veleidosa y tornadiza, a lo mejor mañana mismo el partido donde decía digo dice Diego y las cosas son justamente lo contrario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario