sábado, 31 de diciembre de 2011

Alberto Fabra: un hombre solo

Alberto Fabra sigue estando solo.

Está solo porque el Consell con el que gobierna la Comunidad lo heredó tal cual de Francisco Camps.

Está solo porque los miembros del grupo parlamentario de su partido en Les Corts también fueron elegidos, uno a uno, por su predecesor.

Está solo porque tampoco puede mover un pelo de la estructura orgánica del PP regional que confeccionó a su medida Francisco Camps.

Tanta soledad se debe, claro está, a que Alberto Fabra nunca soñó con ser presidente de la Generalitat y, lógicamente, ni creó un equipo para ello, ni concitó voluntades, ni maniobró en las entrañas partidistas para colocar a gente afín a su persona.

Esta inmensa soledad podía haberla quebrado ayer, cuando por fin fue autorizado a hacerlo, tras la espera a que Mariano Rajoy nombrase los miembros de su Gobierno de España.

Ni por ésas. El nuevo vicepresidente de la Generalitat, José Ciscar, es más veterano que el propio Fabra en el Consell, y la mínima sustitución de Paula Sánchez de León por María José Catalá se asemeja más a un ejercicio de cosmética que a un ánimo real de cambio.

Es más: si algo manifiesta este relevo es que los políticos cesantes jamás se quedan a la intemperie. Si en su día Francisco Camps pasó de delegado del Gobierno en la Comunidad a Presidente, ahora su vicepresidenta hace el camino inverso para acabar sentándose en el Palau del Temple.

Entre tanta soledad, Alberto Fabra sí tiene un amigo que vale un tesoro: Mariano Rajoy, que fue quien le designó para ese puesto.

Pero, ¿puede bastar su apoyo cuando el déficit de España es un 2% superior al previsto, cuando el Gobierno del PP se ve obligado a subir impuestos, contra lo prometido en campaña, y cuando no hay un euro con el que poder beneficiar a la Comunidad?

La última baza que le queda a Fabra es la de confeccionar un partido a su medida de aquí al Congreso regional del PP la próxima primavera. Sin embargo, con tanta penuria a cuestas, tantos frentes políticos abiertos y tantas guerras de guerrillas dentro del partido, la esperanza de quebrar su soledad resulta bastante problemática.

lunes, 26 de diciembre de 2011

¿Delenda est Monarchia?

La Corona ha pasado en poco tiempo, de ser la institución más valorada por los españoles, a resultar una de las más cuestionadas.


Hace cuatro años, la monarquía parlamentaria era preferida por el 69% de los ciudadanos frente al 22% que optaban por la república. Esa tremenda diferencia ha quedado reducida hoy día a sólo 22 puntos. Y la tendencia continúa a la baja.


Es que el sentimiento monárquico, como el del amor, tiene que ejercitarse día a día; si no, obviamente, desaparece. En consonancia con ello, se atribuye a Don Juan Carlos esta frase dirigida al príncipe Felipe en 1981: “Yo ya he justificado mi puesto; tú aún deberás ganarte el tuyo”.

Se refería al decisivo papel del monarca en defensa de la democracia cuando el golpe de Tejero, Armada y Milans del Bosch. La actitud y el talante del rey en aquel y en otros trances explica lo que de él dijo el entonces presidente de Italia Sandro Pertini, socialista y antiguo resistente antifascista: “Es el monarca más parecido a un presidente de república que conozco”.


Al margen de otras consideraciones y de las preferencias políticas de cada cual, es innegable el papel moderador ejercido por la Corona en estos años y que ha servido para limar, en el interior y en el exterior, no pocas asperezas, incluida la deriva secesionista de algunas regiones.


Por eso, los enemigos de la institución no saben cómo agradecer a Iñaki Urdangarín el daño que la ha causado con sus trapisondas. Sólo un esclarecimiento total de su conducta, con posibles responsabilidades penales añadidas, puede frenar el que, si no, parece ya un irreversible deterioro de la Corona.

domingo, 25 de diciembre de 2011

El laberinto socialista

Después de perdido el Gobierno, ¿puede el PSOE dejar de ser el principal partido de la oposición?
Esta hipótesis, impensable hace sólo cuatro años, la manejan hoy día en privado gentes tan distintas como Cayo Lara o Mariano Rajoy.


El dirigente comunista, por ejemplo, ha mostrado una amable condescendencia con el nuevo presidente durante el debate de investidura. Rajoy, por su parte, enfatizó varias veces su acuerdo con Lara en varios asuntos.


Y es que para Izquierda Unida —la nueva Izquierda Plural, incluyendo en ella al despechado Gaspar Llamazares— éste puede ser el comienzo de una nueva etapa tras el desconcierto provocado por Rodríguez Zapatero en las huestes socialistas.


De creer esta hipótesis, en IU están pensado ya, como en la época de Julio Anguita, en un posible sorpasso a la italiana, cuando el descalabro del malhadado Bettino Craxi convirtió a los comunistas de aquel país en alternativa a la extinta Democracia Cristiana.


Dentro del PSOE, ya se ve, comienza a gestarse un tsunami de imprevisibles consecuencias. De momento, sólo es la carta de Chacón, Borrell, López Aguilar y otros notables socialistas pidiendo casi la refundación del partido. Pero el movimiento resulta aún más profundo en las agrupaciones territoriales, donde se está cuestionando todo el aparato partidista. En Salamanca, sin ir más lejos, se viene a pedir la cabeza de Fernando Pablos con todo su equipo.


En este escenario de descomposición acelerada del PSOE es en el que incuban sus esperanzas los terceros partidos que hasta hace bien poco ni levantaban cabeza.


Ahí tenemos, si no, el caso de la ascendente UPyD. Con quien estuvo más duro Rajoy en su debate de investidura fue, curiosamente, con Rosa Díez, a propósito del sistema electoral. Si en tema tan nimio el líder del PP adoptó semejante postura, ¿quién nos dice que no lo hizo para otorgar a UPyD un papel protagonista a costa del PSOE?


Puede ser. Ese protagonismo, precisamente, es el que en muchas partes de España pretenden robar a los socialistas partidos regionalistas que aspiran a ser la alternativa al PP en lugar del PSOE: la Chunta en Aragón, Compromís en la Comunidad Valenciana,…


En cualquier caso, un partido socialista desnortado, perdidos sus referentes ideológicos y el respaldo popular, dubitativo sobre el camino a seguir y con un líder provisional y contestado —Pérez Rubalcaba—, tiene bastante complicado salir rápidamente del laberinto en el que él solo se ha metido.

El laberinto socialista

La (pésima) imagen de la Comunidad Valenciana

Cualquiera que viaje con frecuencia por España sabe que la imagen que en ella se tiene de la Comunidad es la peor de estas dos últimas décadas.


En contraste, Baleares ha logrado salir indemne del expolio sistemático al que la han sometido Jaume Matas y María Antònia Munar, con o sin ayuda de Iñaki Urdangarín.

Nuestra Comunidad, en cambio, permanecerá unida durante mucho tiempo al caso de los trajes por el que se le juzga a Francisco Camps, aunque se trate de un tema mucho menor.


Y es que su repercusión mediática no ha tenido parangón con ningún otro asunto de corrupción política. Claro que, sumado a los juicios pendientes de Carlos Fabra, al caso Brugal de Alicante, en el que están implicados José Joaquín Ripoll y Susana Castedo, y a otros más como el de la empresa pública Emarsa, el caso Gürtel produce la equívoca sensación de que aquí se han cometido todo tipo de tropelías con absoluta impunidad.


También los propios valencianos hemos ido divulgando esa especie que nada nos favorece. Ahí tenemos si no la intervención parlamentaria del diputado de Compromís, Joan Baldoví, al que hubo de replicar el propio Mariano Rajoy, quien no aceptó “de ninguna manera el panorama que ha pintado aquí de la Comunidad valenciana”.


Pero lo peor, con todo, es la situación económica que nos ha dejado la política de derroche sin control de Francisco Camps.


Las últimas consecuencias de ese despilfarro generalizado y de la subsiguiente falta de confianza de todos los agentes sociales han sido los impagos a las farmacias y la huelga de ese sector, la escasa colocación de los bonos de la Generalitat en el tramo minorista —menos del 60 por ciento de lo previsto— y la rebaja de calificación de nuestra deuda al nivel de los bonos basura, como las emisiones de CACSA, de las universidades públicas y de Feria Valencia.


Todo eso, sin contar con la evaporación del sistema financiero valenciano, tras el final de la CAM, la quiebra de Banco de Valencia y la entrega de Bancaixa a Caja Madrid por José Luis Olivas.


En este escenario tan desolador, ¿cómo se puede recuperar la confianza perdida del resto de España?


No parece que vayan a hacerlo los políticos. A diferencia de otras comunidades autónomas donde se han puesto a la labor de profundas modificaciones presupuestarias —como las realizadas por Mas, De Cospedal, Monago y otros—, aquí no hemos pasado de la fase de maquillaje de las cuentas, confiando en que una imposible prodigalidad de Mariano Rajoy nos solucione el problema.


Pero es que, además, nuestra clase política ofrece a su vez la imagen de una triste provisionalidad, con un presidente, Alberto Fabra, contestado por aquellos nostálgicos de Camps, como Juan Cotino o Rita Barberá, y un líder de la oposición, Jorge Alarte, sin anclajes en Madrid y al que le mueven todos los días la silla desde Francesc Romeu a Manuel Mata, pasando por Ximo Puig.


¡Menudo panorama!


La única esperanza de revertir las cosas, de regenerar nuestro tejido productivo, de inspirar confianza y de cambiar la imagen de la Comunidad la ofrecen los escasos emprendedores que han sabido capear el temporal sin penosas componendas con la Administración.


Es, pues, la hora en que los Juan Roig, Vicente Boluda, Francisco Pons y pocos más tomen las riendas y muestren el camino para que la Comunidad vuelva a ser aquella tierra de promisión que la torpe megalomanía de algunos impidió que diese los frutos que merecía.

domingo, 18 de diciembre de 2011

¿Pero hay justicia?

No sé la millonada que habrá costado el proceso de todos estos años contra Alfredo Sáenz para que al final lo indulte el Gobierno. Tampoco sé la millonada que nos va a costar a los contribuyentes el juicio de Francisco Camps para acabar, todo lo más, con una multa de 41.250 euros.


Mientras tanto, en los juzgados se demoran durante años cientos de miles de expedientes. Además, los incipientes sistemas informáticos de los distintos tribunales son diferentes e incompatibles entre sí, los procedimientos judiciales resultan lentos y farragosos y apenas se acude a la mediación y al arbitraje para agilizar los procesos.


Una ruina, vamos. Pensemos que el coste medio de un proceso es de 1.300 euros, entre atestado policial, trámites judiciales, acusación de la fiscalía, secretario del juzgado, abogado defensor, juez, ejecución de sentencia, posible trámite de embargo… Todo ello, muchas veces, por una simple pelea de vecinos o por una presunta difamación.


Si multiplicamos el coste unitario por los casi 10 millones de asuntos que llegan cada año a los juzgados, nos hacemos una idea de la magnitud del problema.


Para mayor inri, esa cantidad de trabajo recae en 4.500 jueces y magistrados. La imposible cifra de 200 casos anuales por barba explica la sima en la que ha caído la administración de la justicia.

No es de extrañar que los decanos de la judicatura pidiesen hace un mes la simplificación y agilización de los procesos, la limitación del recurso de casación y hasta el establecimiento de tasas disuasorias.Si no, la justicia en España seguirá siendo una entelequia y los juzgados continuarán llenos de asuntos que no llegarán a ninguna parte.

sábado, 17 de diciembre de 2011

¿Quién arregla esto?

Francisco Camps está siendo juzgado por un asunto tan nimio que, de resultar culpable, su condena sólo sería de 41.250 euros de multa.


Pues bien. A cualquier observador desapasionado le llama la atención el contraste entre el despliegue mediático por el juicio de los trajes y la indiferencia ante el hundimiento económico de nuestra Comunidad durante el mandato del mismo Camps.


Con mucho menor agujero en las cuentas de Castilla-La Mancha, Dolores de Cospedal montó el cirio contra su predecesor, José María Barreda, apaciblemente incorporado al Congreso de los Diputados.


Lo mismo podría decirse del caso catalán, donde Artur Mas está lidiando con la catástrofe heredada de José Montilla, apartado éste ya de cualquier cargo orgánico y vegetando en el cementerio de elefantes del Senado, donde compadrea con otros ex presidentes autonómicos como Marcelino Iglesias, Joan Lerma, Álvarez Areces, Juan José Lucas, Francesc Antich…

En cambio, muy pocos parecen escandalizarse por el saqueo sistemático de nuestra Comunidad efectuado por cualquiera que pasase por aquí, desde Calatrava a Eclestone, y desde Correa y El Bigotes a Urdangarín. Total, debían pensar, qué más da unos cuantos millones de más en los presupuestos sufragados por todos los ciudadanos. Aquéllos eran tiempos de bonanza, claro está, en los que el dinero parecía surgir de debajo de las piedras.


Lo más grave del marrón al que se enfrenta ahora Alberto Fabra es que él no puede achacárselo al anterior Consell, ya que no sólo gobierna el mismo partido de entonces, sino que todos los miembros actuales son los mismos que puso allí Francisco Camps.


Y es que la gestión económica de la Generalitat ha sido suicida. Como le gusta razonar a un economista al que frecuento, “Camps es el Bernie Madoff español, practicando el mismo sistema piramidal de irse endeudando de forma creciente para pagar las deudas anteriores con nuevos créditos”.

Pero, claro, el sistema siempre acaba por estallar. La última emisión de bonos patrióticos, con la que el conseller Enrique Verdeguer pensaba pagar los emitidos hace un año —y, de paso, a los pobres farmacéuticos, en quiebra ante los reiterados impagos de la Administración—, ha resultado un fiasco, no vendiéndose ni el 70%.


Y menos mal que la ministra saliente Elena Salgado ha adelantado 480 millones de la próxima liquidación del Estado, con el fin de evitar la quiebra.

Aun así, seguimos donde estábamos, con una deuda de 20.469 millones, el 19,9% de nuestro PIB, aunque las recientes medidas de contención del gasto sí que han servido para frenar el endeudamiento autonómico y para que el optimista conseller de Hacienda, José Manuel Vela, afirme que se cumplirán los objetivos previstos para fin de año.


¿Y luego, qué? ¿Cómo atender a los próximos vencimientos? ¿De dónde obtener un dinero que no llega al haberse llegado al final de la pirámide?


Ya no podrá argüirse que la culpa es de Rodríguez Zapatero, pues nadie más empeñado que el nuevo presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, en hacer un alarde de austeridad que satisfaga a Merkel, Sarkozy y compañía. Así que no habrá otra que realizar grandes recortes por la brava, ante la ingente cantidad de dinero sin retorno enterrada en absurdas obras elefantiásicas.

Aprestémonos, pues, para resistir a tiempos difíciles en los que medidas como las tomadas hasta ahora por el catalán Artur Mas son sólo una nimiedad comparadas con todo lo que nos espera.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Si los corruptos devolviesen el dinero...

Hace 22 años, un hermano del entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, se aprovechaba del parentesco para lograr sus buenas comisiones. A mayor escala, es lo que ha hecho ahora el yerno del Rey, Iñaki Urdangarín.


Es que no hay nada nuevo bajo el sol, salvo el tamaño de las fechorías, que ha crecido al ritmo de la economía española.


Quizás estemos hablando solo del modesto chocolate del loro, probablemente, pero se trata de una suma y sigue. Si no, ¿cuántos miles y miles de tarjetas VISA oro han sido usadas estos años por senadores, diputados, concejales, gerentes de empresas públicas, consejeros… para pantagruélicas comilonas, regalos fastuosos, exóticos viajes sin motivo y hasta el pago de servicios en prostíbulos?


Claro que hay casos y casos. El mismo año en que se descubrió el asunto de Juan Guerra fue el del caso Filesa, la empresa con la que se financiaba el PSOE al margen de la ley mediante el soborno en contratas públicas. Pero eso también fue una minucia al lado de las comisiones ilegales que cobraron los intermediarios en las gigantescas infraestructuras del AVE.


Desde entonces a acá, sólo hemos conocido la punta del iceberg de la corrupción, con episódicas noticias sobre deudas de todos los partidos políticos condonadas por las entidades de crédito, encubiertas ayudas públicas a amigos del poder político de turno, falsas peonadas del PER, uso ilegítimo de subvenciones oficiales, etcétera, etcétera.


No se trata de un problema ideológico, sino de actitud, pues la corrupción ha afectado a administraciones de todos los colores políticos. En Baleares, por ejemplo, el entonces líder del PP, Jaume Matas, y la regionalista María Antonia Munar compitieron en ver quién se lo llevaba más crudo.


En algunos casos, a los amaños contractuales, a los sobrecostes y al simple latrocinio hay que añadir la megalomanía de nuestros representantes para derrochar a manos llenas unos dineros que no eran suyos sino de quienes les votamos.


¿De cuánto dinero malversado durante estos años estamos hablando? Un amigo economista aventura que “por lo bajo, se trataría de más de 15.000 millones de euros”.


¿Y qué pasaría si, por un milagro, los corruptos devolviesen de golpe todo lo robado?: “Pues que el Estado no necesitaría entonces recortar gastos sociales imprescindibles para enjuagar su déficit”.


Ya ven pues, la brutal magnitud de lo que estamos hablando.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Sin Merkel y Sarkozy no hay futuro

No me perturba, a diferencia de otros, la visión de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy hablando con una sola voz. Por el contrario, me parece el mayor logro de la Unión Europea.


Precisamente, su tratado fundacional tuvo como objeto acabar con las periódicas guerras entre Francia y Alemania que asolaban a Europa. Más allá de este objetivo conseguido, todo lo demás es discutible, hasta la existencia misma del euro.


En un reciente viaje a Estocolmo, pude comprobar la satisfacción de los suecos con su vieja corona, la cual les ha permitido un crecimiento económico desconocido en gran parte de Europa. Poco antes, en Lituania, vi cómo el país remolonea para cambiar su moneda por el euro, operación que debía haber realizado hace dos años.


Y es que no todo han sido días de vino y rosas en la UE. Escribo este artículo en Portugal, donde la crisis ha abocado al copago en la sanidad y a nuevos peajes en las autovías, para desconcierto de viajeros y retracción de turistas. Pues bien: desde hace años, anticipándose a los problemas monetarios, muchas empresas lusas vienen colocando sus beneficios en Polonia y otros países fuera de la zona euro.


Portugal, por cierto, ejemplifica algunos de los problemas de la Europa periférica. Gastó ayudas comunitarias en un consumo desaforado, en vez de invertirlas en infraestructuras necesarias. Ahora, no le queda otra que apretarse el cinturón y no tiene ni para hacer el imprescindible trazado del AVE con España.


Por eso, insisto, el acuerdo polifónico Merkel-Sarkozy, en vez de una ominosa imposición, me parece el único camino posible para mantener todo lo logrado hasta la fecha.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Si Camps resultase absuelto...

Aunque suene fatal lo que voy a decir, a los dirigentes del Partido Popular les perturba más que Francisco Camps sea declarado inocente en el juicio que comienza mañana que el que lo condenen.


Entiéndaseme bien. Todos ellos desean la exculpación del ex presidente, por supuesto. La absoluta mayoría cree, además, en su inocencia. Y, por si fuera poco, considera que es prácticamente imposible demostrar otra cosa.


Aun así… Aun así resulta que “el daño causado por el caso Gürtel ya está completamente amortizado”, me dice un alto cargo del PP, “por lo que una hipotética condena no supondría ningún coste político añadido para el partido”.


“Al contrario —añade, bajando el tono de voz—, ¿te imaginas a Paco volviendo por la puerta grande a su escaño en Les Corts? ¿Dónde se colocaría? ¿Cuál sería su papel? ¿Qué deberían hacer en ese caso desde Alberto Fabra hasta el último parlamentario?


Lo cierto es que hace tiempo que Paco Camps ha desaparecido de la vida pública, plegándose, más que a las exigencias de su defensa jurídica, a la conveniencia de Mariano Rajoy, quien no desea más problemas colaterales ante el gran reto que tiene de enderezar la economía española.

En cambio, el ex presidente se ha visto en privado con alguna asiduidad con partidarios suyos, haciéndoles confidencias sobre su intención de volver al primer plano de la política.


¿Cómo se compaginaría eso con la pacificación lograda dentro del partido, donde hasta en Alicante conviven ya campsistas y ripollistas en la ejecutiva que preside Miguel Ortiz? ¿No resultaría perturbador agitar las tranquilas aguas de esta nueva convivencia? ¿Y cómo hacer compatible la anterior política de Camps con la radical estrategia de cambios realizada por su sucesor?


Por eso, insisten con el mayor secretismo algunos cargos del PP, “lo mejor para el propio Paco, una vez demostrada su inocencia, sería marcharse con la cabeza bien alta y dejar su escaño en Las Corts a otro compañero de partido”.


“Lo contrario es un lío —reconoce esta misma fuente—, ya que todos los consellers, desde la vicepresidenta Sánchez de León, hasta los novatos, como Isabel Bonig, deben su cargo al anterior presidente y, como dice el refrán, de bien nacidos es ser agradecidos…”


Ésa sería la última razón para una amplia remodelación del Consell, en la que coinciden todas las fuentes consultadas. Con bastante probabilidad, un veredicto de inocencia de Camps solo serviría para acelerarla. En cualquier caso, su horizonte está en el próximo congreso regional del partido, en abril, que debe refrendar el poder orgánico de Alberto Fabra.


Y es que, aunque el interesado parezca ignorarlo, Francisco Camps es ya historia en la Comunidad; sobre todo, para el PP nacional: “Entre lo descubierto ya de su fantasiosa gestión política y lo que aún pueda aparecer —comenta otro miembro de la dirección—, el suyo no es el mejor ejemplo de lo que pretende realizar Mariano al frente de España”.


Sin mencionarlos expresamente, es obvio que mi interlocutor se refiere a los contratos con Urdangarín, a los sobrecostes de las obras de Calatrava, a los grandes eventos de discutible rentabilidad y a las infraestructuras ruinosas, desde el aeropuerto de Castellón a la Ciudad de la Luz.


Por todo eso, nadie hay más interesado que el propio PP en pasar página cuanto antes a la era Camps. Como me suele preguntar irónicamente un amigo, “¿Camps? ¿Y quién es Camps?”

domingo, 4 de diciembre de 2011

Sobornos y otras conductas

Me deja perplejo que haya que recordar cosas de lo más obvias. El Parlamento Europeo, por ejemplo, va a prohibir a sus diputados “aceptar sobornos o regalos valorados en más de 150 euros”.


¿Quiere decirse que hasta ahora estaba bien vista la golfería de sus señorías?


Algo parecido ha pasado en la empresa depuradora de aguas de Valencia, saqueada por sus directivos con comilonas, viajes fastuosos, joyas, pagos a presuntas traductoras rumanas,… por más de 20 millones.


¿Nadie se daba cuenta de lo que sucedía con el dinero que pagaban los pobres usuarios en su factura de agua?


Me temo que no es cuestión de códigos éticos ni otras prédicas morales por lo demás evidentes. Una estricta aplicación del sentido común y del código penal basta para poner a cada uno en su sitio. Veamos: ¿cómo ha sido posible que un alcalde onubense gastara en putas 4.000 euros del presupuesto municipal? ¿Quién le concedió una VISA oro para semejante dispendio?


Por eso, me parece ingenua y hasta redundante la nueva norma del Parlamento Europeo.


Es lo mismo que aquella bienintencionada asignatura de La moral en la vida de los negocios, que impartía el benemérito padre Uriarte en la Universidad de Deusto. Toda la ética allí explicada no ha impedido que uno de sus mejores alumnos, Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco de Santander, fuera condenado por un delito de acusación falsa contra unos inocentes proveedores.


Por eso, en lo que respecta a nuestros políticos, démosles, pues, menos inoperantes códigos de buena conducta y, en cambio, más palo y tentetieso cuando pretendan levantarnos la cartera con alevosa reiteración.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Emarsa, Bancaja y otros casos

El que el alcalde de Valverde del Camino gaste 4.000 euros en un burdel es un asunto privado. El que lo haya hecho con una tarjeta de crédito municipal constituye, en cambio, un escándalo público.


Pero lo que más me perturba es que ediles de pueblos de 12.000 habitantes puedan tirar de tarjeta oro como si tal cosa. ¿Cuántos centenares, o miles, de concejales españoles tienen esas tarjetas con cargo a los contribuyentes, tanto si las usan para ir de putas como para otros menesteres más honestos?


La sencilla explicación de este dislate es que en los años de bonanza económica se creía que el maná del dinero público era ilimitado y eterno. Por eso, en una tenebrosa confusión de lo público y lo privado, nuestros políticos y el personal asimilado a ellos han dilapidado fondos que ahora no llegan para gastos sociales absolutamente imprescindibles.


Eso ha sucedido también con Emarsa, la depuradora de los residuos del área metropolitana de Valencia, durante el mandato de Enrique Crespo y su gerente, Esteban Cuesta. La empresa ha sido saqueada sistemáticamente en un derroche de lujos extravagantes, desde joyas hasta viajes a Johannesburgo, pasando por mariscadas y hoteles para presuntas traductoras rumanas.

Todo ello ha sido financiado por los vecinos de los pueblos afectados mediante la factura del agua. Y cuando ese dinero no ha bastado ahí estaba la Generalitat para subvencionar a la depuradora. Aun así, se estima que el agujero patrimonial resultante supera los 20 millones.


Esa alegría monetaria, sin necesidad de llegar a lo delictivo, como en este caso, se ha prodigado asimismo durante años en las cajas de ahorro. Sus gestores, una vez más, no han sido eficaces profesionales de las finanzas, sino gente puesta allí por el poder político. ¿Quién, si no, colocó a Hernández Moltó en Caja Castilla-La Mancha, a Modesto Crespo en la CAM o a José Luis Olivas en Bancaja?


Esos mismos políticos y sus amigos son los que luego han concedido préstamos sin avales, con periodos de carencia o a coste cero a los consejeros de las cajas y bancos participados por ellas. Hay, incluso, quien llegó a su puesto con una mano delante y otra detrás y ahora, tras esos enjuagues y con la información privilegiada que le proporcionaba su cargo, se va con el riñón bien cubierto.


Pero, ¿por qué demonios los políticos han de ser diferentes a los demás mortales? ¿Qué ciencia innata garantiza que presidentes de diputación cesantes, como Joaquín Ripoll o Carlos Fabra, vayan a ser por ello mejores presidentes de puertos o aeropuertos que otros contrastados gestores de empresas privadas?


Sin poner en cuestión sus cualidades, la omnipresencia de políticos expertos en gastos, pero que nunca han tenido que generar los ingresos correspondientes, explica la prodigalidad de muchísimas facturas.


Por eso, hay que agradecer al presidente Alberto Fabra que, frente a la pasiva autocomplacencia de su predecesor, cree ahora un cuerpo de interventores que fiscalicen los gastos de empresas y fundaciones públicas y limite el dinero de las comidas y los viajes de altos cargos.


Aun así, éste es un tímido paso para combatir la crisis no solo económica, sino sobre todo moral, que ha propiciado una extraña y morbosa coyunda de políticos y banqueros. Para corroborarlo, Rodríguez Zapatero deja el Gobierno indultando a Alfredo Sáenz, convicto él de un grave delito contra la libertad de las personas.


Ya me dirán si no es todo un síntoma.