Jamás
Europa ha vivido una época de paz tan prolongada como la actual. Ése fue el
objetivo del Tratado de 1957 y ése ha sido el éxito impensable de los
precursores de la UE. ¿Por qué, entonces, la creciente desafección de los
ciudadanos a la Unión?
Una
gran mayoría de los europeos de hoy, claro está, no vivió la tragedia de la
última guerra mundial ni las represalias ni éxodos de la posguerra. Por eso no
tienen pretéritos horrores que enterrar.
Al
revés: beneficiarios que han sido de un sistema de protección social sin igual durante
décadas de expansión económica, bastantes de ellos sólo perciben ahora los
recortes de la actual crisis económica y añoran un pasado nacional de
autarquía, de fuerte identidad nacional y de falso e idealizado bienestar.
También
es verdad que los ciudadanos no entendemos muchas de las decisiones de los
políticos y los burócratas de Bruselas, es verdad que a veces legislan sobre
detalles ínfimos y prescindibles de nuestras vidas y es verdad que la actividad
de los eurodiputados se asemeja en ocasiones a unas vacaciones políticas bien
remuneradas.
Pero,
sobre todo ello, sigue siendo verdad que la paz de que goza Europa es algo
envidiable e impagable y que lógicamente atrae a los desheredados de otras
partes del mundo.
Aún
así, los políticos de la UE, con el ánimo de aparentar que rigen una auténtica potencia
política mundial, en vez de administrar un amable acuerdo de convivencia
vecinal, se meten en berenjenales para los que no están cualificados. Por
ejemplo, toman partido en el conflicto sirio por el bando rebelde que, sin ser
mejor que el otro, va a perder la guerra civil, y animan en cambio en Ucrania a
los partidarios de ingresar en la UE al precio de provocar la escisión de la
parte pro rusa del país.
Son
muchas contradicciones que los políticos europeos se muestran incapaces de
explicar. En vez de ello, bastaría con que nos transmitiesen cómo podría ser
una Europa de vuelta a las fronteras y los enfrentamientos internos que ello
podría generar, para vencer de ese modo nuestro euroescepticismo y darnos
cuenta de que, con todos sus defectos, la UE es lo menos malo que nos puede suceder.