domingo, 26 de febrero de 2012

Exportar deporte


En el diminuto pueblo sudafricano de Malelane, un camarero me puso al día, el pasado lunes, de la Liga española de fútbol con una precisión matemática. No es de extrañar, ya que con siete canales televisivos de deportes, los sudafricanos ven todos los días partidos de las principales competiciones mundiales.
La que se lleva la palma, con todo, es nuestra Liga: no en vano las camisetas que más se ven en la calle son las del Barça, que han sustituido definitivamente a las de la selección brasileña. “Pero yo soy del Madrid”, me dice mi interlocutor, “por llevar la contraria a mis amigos”.
Ya ven. Pocos días antes, en la capital del país, Pretoria, una simpática señora —neerlandesa, se autodefinió ella, en homenaje a sus ancestros boers— me estuvo elogiando las excelencias de Rafa Nadal: “¡Qué muchacho!, ¡qué maravilla! Soy una fan incondicional suya”.
En este pequeño periplo sudafricano, nadie me ha ponderado, en cambio, las excelencias de ningún político español, ningún artista ni ningún empresario. Nadie conoce tampoco ninguna de nuestras grandes firmas multinacionales, desde Telefónica hasta FCC.
Mis interlocutores sólo me han hablado de deporte.

Anteayer mismo, en Johannesburgo, un aficionado al golf me comentaba su emoción al haber coincidido en el green con Sergio García y otro golfista español cuyo nombre ahora no recuerdo.
Ante la notoriedad internacional de nuestro deporte, las autoridades españolas deberían hacer algo al respecto: desde protegerlo como a un bien precioso, hasta asociarlo a otras características menos conocidas de nuestro país.
Ya que tenemos algo que conoce todo el mundo, explotémoslo pues como es debido.

sábado, 25 de febrero de 2012

Camps y las conspiraciones

No sólo en la vida pública abundan las conspiraciones y las zancadillas dentro de un mismo partido político. Otro tanto sucede, también, en el mundo de la empresa privada. Mi propia experiencia personal en una multinacional y en varias grandes empresas españolas me lo han ratificado.

Pero no es igual. En el sector privado, cuando alguien pierde una batalla interna se va a otro sitio, muchas veces con más sueldo y mayores responsabilidades de las que tenía. ¿Qué sucede, sin embargo, en el mundo de la política? ¿Adónde ir y qué hacer si el horizonte profesional acaba enfrente de las propias narices de uno?

Tan difícil es cambiar de partido político que sólo lo han conseguido unos cuantos privilegiados: Rafael Blasco —ahora en el ojo del huracán—, José María Chiquillo, Rafael Ribó y pare usted de contar.

El problema de los profesionales de la política no reside sobre todo en la dificultad de encontrar acomodo en una ideología distinta de la que tenían, sino en que muchos de ellos no saben hacer gran cosa en la vida real y, claro, se aferran con uñas y dientes a lo que tienen, zancadilleando a diestro y siniestro con tal de continuar en el machito. Ésa es, sin duda, la enfermedad general de los políticos, al margen de su ideología.

Ocurre de manera permanente en el socialismo valenciano, con la zarabanda de conspiraciones internas en las que siempre se repiten los mismos nombres —Joan Lerma, Ciprià Ciscar, Ximo Puig, Jorge Alarte, Leire Pajín…— y sólo cambian las alianzas coyunturales en un momento u otro.

Con menos notoriedad, por aquello de las mieles del poder, sucede lo mismo en el PP. Pero la brusca y traumática sucesión de Francisco Camps por Alberto Fabra, con la recolocación de unos y otros al alza o a la baja, ha abierto la caja de Pandora dentro del partido.

El principal responsable de ese guirigay interno es el propio Paco Camps que “lógicamente aspira a recuperar su puesto de presidente de la Generalitat”, como me apunta alguien próximo al personaje.

Según esa tesis, “Camps tuvo la generosidad de dejar su cargo para afrontar un proceso judicial sin perjudicar al partido y ahora, una vez exonerado de toda culpa, lo normal es que se le reponga en el puesto para el que le eligieron los valencianos”.

Ya. Conociendo al personaje —que manifestó en su día ser “el político más votado del mundo occidental”—, es muy plausible dicha hipótesis, aunque ya el filósofo Heráclito se empeñó en argumentar —y Rita Barberá ha vuelto a recordarlo a su manera— que nunca la misma agua vuelve a pasar por el mismo río.

Otros ilustres colegas de Camps lo evidenciaron antes que él, con mucha prudencia, tras sendos procesos judiciales. Gabriel Cañellas, presidente balear, fue absuelto del caso Sóller al haber prescrito y el hombre se dedicó a partir de entonces a sus negocios particulares. Demetrio Madrid, presidente de Castilla y León, fue absuelto con todos los pronunciamientos favorables tras una demanda laboral y hasta tres años después no volvió discretamente a la vida política, como diputado, primero, y senador, más tarde.

¿Por qué, pues, Camps parece dispuesto poner patas arriba su partido por una mera reparación de carácter personal?
Precisamente, dada su valía muy por encima de la media de nuestra clase política, haría bien el ex presidente —ya que él puede hacerlo—, en dedicarse a otras cosas y dejar las conspiraciones y similares a aquéllos que sólo saben aferrarse a su mediocridad.

sábado, 18 de febrero de 2012

En manos de Madrid

Por mucho que nos empeñemos, los valencianos no tenemos en nuestras manos la solución de los gravísimos problemas de deuda pública, déficit presupuestario, falta de financiación y desempleo galopante que nos afectan.
De hecho, nunca la hemos tenido. Ni siquiera en los tiempos en que Francisco Camps presumía de una gestión impecable y de que vivíamos en el mejor de los mundos posibles.
¿De qué nos han servido, si no, los famosos planes de empleo cuando ahora tenemos un paro que ronda el 25% de la población activa? ¿Y de qué margen de maniobra han dispuesto nuestros sucesivos gobiernos autónomos cuando tienen comprometido por ley el 80% del presupuesto en ineludibles gastos sociales?
Por eso, Alberto Fabra y su conseller de Hacienda, José Antonio Vela, están entregados de pies y manos a Mariano Rajoy y a Cristóbal Montoro para que les resuelvan a corto plazo la situación generalizada de impago con créditos públicos y autorizaciones de deuda y, a largo plazo, con un modelo de financiación autonómica más generoso con la Comunidad.
Por esa dependencia del Gobierno de la nación, nuestros angustiados empresarios echan cada vez más en falta una adecuada interlocución con Madrid. ¿Dónde encontrarla, si carecemos de representantes significativos en la Administración central, si hemos perdido instrumentos financieros autóctonos y si el peso de nuestra economía en el conjunto de España cada vez es menor?
Por mor de la dichosa globalización, la dependencia de instituciones ajenas también le sucede al Gobierno de España: cada vez que Mariano Rajoy quiere dar un paso, debe explicárselo a cantidad de personas, desde Durao Barroso a Angela Merkel, pasando por Van Rompuy. A su vez, el ministro de Economía, Luis de Guindos, debe hacer lo propio con los inversores extranjeros, las agencias de calificación y otro montón de gente más.
La cadena de dependencias no acaba aquí. El propio Nicolas Sarkozy se enfrenta ahora a una difícil reelección presidencial precisamente por la implicación de Francia en las dificultades financieras de otros países, entre ellos España.
La interdependencia económica hoy día resulta tan global que, como en el famoso síndrome de China, el aleteo de una mariposa en un punto del planeta acaba afectando a sus antípodas. Es el caso, por ejemplo, de Sudáfrica, donde me encuentro estos días. Resulta que una economía saneada, como es la suya, se ha visto afectada por la disminución de sus exportaciones a una Europa en crisis. En consecuencia, se está viendo forzada a aumentar su penetración en el resto de países africanos.
Ya ven qué poca capacidad de autonomía tenemos unos y otros.
En el caso español, los más afortunados son aquéllos que, como Euskadi, poseen un concierto económico que les permite dar al Estado central las migajas de su recaudación fiscal y poder tener, por consiguiente, una enorme capacidad de decisión sobre su propio futuro.
Eso es lo que reclama para Cataluña Artur Mas, disfrazado en su caso de pacto fiscal, pero también es lo que con hiriente y precisa ironía califica Rosa Díez como la existencia en España de un paraíso fiscal, al tiempo que criticamos que existan esos agujeros negros económicos en las Bahamas o en las Islas Caimán.
Así, pues, mientras no se arregle la situación económica global tampoco se solucionarán nuestros problemas. Lo peor, en nuestro caso, no es tanto eso como el haber sido engañados con que ésta era una Arcadia feliz y que cualquier crítica era obra de envidiosos, resentidos o traidores.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Sudáfrica en la encrucijada

Mientras paseo por el inquietante centro de Johannesburgo, observo menos presencia de blancos que en mis visitas al Harlem neoyorkino. Como en él, también existe aquí un enorme porcentaje de suntuosos edificios de oficinas vacíos.



El repliegue de los anteriores dueños y señores del país a barrios más exclusivos, como Standton, muestra que la integración racial, social y económica de Sudáfrica aún queda muy lejos.



Por otra parte, la mala conciencia europea por el reciente apartheid se manifiesta en las constantes visitas de blancos al emotivo museo dedicado a aquella ignominia o a la antigua cárcel de Constitution Hill y en sus excursiones a castigadas localidades como Soweto.



En cambio, la población de color pasa olímpicamente de monumentos como el Voortrekker, dedicado a la gesta colonizadora de los primitivos boers. Y eso que la colosal obra ha sido privada ya de las connotaciones racistas con las que fue creada.



Sudáfrica, con el 25% del PIB del continente, es pues un país en contante cambio, con una carta magna de las más ejemplares y avanzadas de todo el mundo. Aun así, con la vida política dominada ya por la mayoría negra y con una economía controlada aún por los descendientes de los colonos, está por ver si la mayor igualdad actual aumentará el bienestar medio de la población o no.



Hasta ahora, el milagro de esta transformación ha sido posible por la presencia de un hombre providencial y magnífico como Mandela. Pero, ¿podrá mantenerse tras su inevitable desaparición o surgirá el revanchismo en forma de alguna memoria histórica que dé al traste con la reconciliación obtenida?



Ésta es la encrucijada ante la que se halla este espléndido país.

sábado, 11 de febrero de 2012

¿Tiene arreglo el PSPV?

A tenor del afán autodestructivo de sus dirigentes, no parece que la crónica enfermedad política del PSPV tenga solución. Hasta los jueces se permiten criticarlo, como el magistrado que decide sobre la demanda de Antoni Asunción contra Jorge Alarte por difamación y atentado contra su honor: “La desunión de un partido político dice muy poco de éste”, han sido las palabras textuales del juez.


Mucho peores son las que se dedican en privado unos a otros los caudillos de las diferentes facciones socialistas. Menos guapos, se han llamado de todo.


Mientras tanto, durante las últimas semanas han proliferado en foros de opinión, periódicos afines y medios digitales distintos análisis sobre los males del socialismo valenciano. Todos coinciden en el diagnóstico: los dirigentes del partido viven alejados de la realidad, más preocupados en apropiarse del último despojo de poder que en resolver los problemas de los ciudadanos.


El último congreso del PSOE ha evidenciado la fractura cainita del partido, habiendo buscado unos y otros el amparo de Pérez Rubalcaba o Carmen Chacón, no tanto para colaborar en sus proyectos respectivos como para recabar su protección en la guerra fratricida que se libra en la Comunidad.


Lo acaba de reconocer el ex presidente Joan Lerma, hombre que de ordinario prefiere el trabajo político oscuro a la estridencia y a los titulares de prensa, al advertir a Jorge Alarte que ni el apoyo del nuevo secretario general del PSOE le garantiza su reelección.


Contra esa reelección se ha concitado un grupo de notables del partido. De un lado Francesc Romeu, “el chico de los trenes”, como despectivamente he oído que le llaman en la sede del PSPV por su cargo en Renfe. De otro, el bullidor Manuel Mata, el único con propuestas ideológicas específicas. Y luego, en un totum revolutum, Ximo Puig, Leire Pajín y todos aquellos que, por un motivo u otro, no quieren apearse del machito.


El caso de Leire Pajín es significativo: la otrora poderosa mano derecha de Rodríguez Zapatero se ha convertido en un cero a la izquierda en el partido y cree que para mantener algunas migajas de poder le resulta más valiosa ahora la alianza con Ximo Puig que su anterior apoyo a Alarte.

Es el problema de los profesionales de la política que no saben hacer nada fuera del acomodo orgánico en el partido. Ahora le sucede a ella y más tarde les ocurrirá lo mismo a los otros lópeces de Rubalcaba: Patxi López y Óscar López, cuyo recorrido profesional empieza y acaba en el PSOE.
El antiguo dirigente del partido Joaquín Leguina definía el otro día con acierto ese síndrome: “Son todos aquellos que nunca han trabajado en la vida real y sólo han pasado por las Juventudes Socialistas, la peor escuela posible y que debería desaparecer”.


Viviendo, pues, en esa permanente burbuja de irrealidad, no resulta extraña la desconexión de los dirigentes del PSPV-PSOE con los electores y la pérdida creciente de votos y de influencia social. Los problemas de los ciudadanos son unos muy concretos mientras que el discurso socialista está lleno de abstracciones.


Aun así, los dirigentes del PSPV siguen creyendo en el tirón electoral que tenían sus siglas en el pasado. No se dan cuenta de que mientras ellos continúan enzarzados en sus guerras internas el PP sobrevive tan ricamente a sus repetidos y recientes errores y terceros partidos, como el Bloc y Esquerra Unida, crecen a costa de los desencantados de nuestro socialismo autóctono.


viernes, 10 de febrero de 2012

La sombra del dopaje

España tiene, por desgracia, la dudosa reputación deportiva que acompañó durante décadas a la desparecida Alemania del Este. Claro que en aquella época las técnicas antidopaje no eran tan sofisticadas ni se aplicaban tan a rajatabla como ahora. Por eso, nadie pudo discutir los espectaculares records de Marita Koch y otras campeonas de atletismo.


Tampoco las pruebas de sexo se practicaron en forma durante muchos años, más allá de la sospecha que acompañó siempre a atletas como Tamara Press o Jarmila Kratochvilová.


Hoy día, en cambio, los controles de todo tipo menudean que da gusto, sin distinguir modalidades ni colores deportivos y así grandes campeones olímpicos se han visto desposeídos de sus títulos.

Ahora le ha tocado el turno a Alberto Contador por un mínimo y discutible asunto que seguramente no habría ido a más de no ser por esa sospecha generalizada sobre nuestro deporte que, en el ciclismo, concretamente, ha provocado la sanción por dopaje de Roberto Heras, Aitor González, Mikel Astarloza y muchos campeones más.


Si el éxito general y continuado del deporte español explica el celo justiciero de envidiosos y de despechados, éste no sería suficiente sin la reiteración de escándalos y la existencia de tramas como la Operación Puerto, de fraude a gran escala en la práctica deportiva.

Aquellos polvos, pues, han traído estos lodos. Claro que según un amigo mío resulta desproporcionado tanto rigor con los pobres deportistas. ¿Por qué no se aplican también medidas antidopaje —se pregunta— a los políticos antes de los mítines, a los jueces antes de dictar sentencia o a los contertulios antes de un debate televisivo?


Si así se hiciese, según él, sus resultados nos dejarían totalmente estupefactos.

domingo, 5 de febrero de 2012

Matrimonio de pago

No entiendo las críticas a la propuesta de Ruiz-Gallardón de que los notarios puedan casar y descasar al personal, sin necesidad de que pase por el juzgado.


Menos lo comprendo, aun, si el argumento es que de esa forma los enlaces resultarán más caros, como si ahora fueran gratis las bodas y, sobre todo, algunos divorcios, que dejan a uno u otro de los cónyuges literalmente en cueros.

Además, para fastos y dispendios ya están las ceremonias religiosas. ¿O es que ya no recordamos el boato con que casó a su hija José María Aznar? Y, dado que su nombre está ahora tan en boga, ¿qué no decir del casorio de Iñaki Urdangarín con la infanta Cristina?


Pero no se trata aquí de realizar una casuística personal, sino de reivindicar el papel de los notarios, tan castigados también ellos por la infausta crisis económica. ¿Por qué habría de tener menos valor el contrato matrimonial ante un notario que ante un concejal del PSOE o del PP, pongo por caso? Más durabilidad tiene una compraventa inmobiliaria o una hipoteca y ya ven, ningún edil está legitimado para legalizarla.


Por otra parte, el matrimonio ya no es lo que era. Hoy día, un tercio de los españoles nacen fuera de esa institución y, lo más sintomático de todo, las parejas de hecho están equiparadas jurídicamente a las de derecho.


Así, pues, no me parece mal que se den facilidades al personal para casarse. Además, habida cuenta de lo poco que duran en la actualidad las uniones conyugales, resulta más rápido y más lógico pasar por una notaría que por esos juzgados colapsados por casos de corrupción y por miles de diversas querellas, muchas de ellas a cuál más pintoresca.

sábado, 4 de febrero de 2012

Sobran municipios

Hace once días dejó de emitir Tele Cullera, después de 16 años de emisión. Lo sorprendente, para mí, no es su cierre, sino la dilatada vida de una televisión municipal con nueve trabajadores y un coste anual de 450.000 euros en una población de sólo 23.000 habitantes. Para mayor inri, seguía emitiendo en el sistema analógico, con lo que reducía aún más su menguada audiencia.


El caso de Cullera no es la excepción, sino la regla, de la gestión dilapidadora y megalómana realizada en muchos municipios de nuestra Comunidad.


Una a una han ido cerrando esas costosas e inútiles emisoras públicas, con la sorprendente protesta en muchos casos de la oposición, más preocupada por las televisiones municipales que por el incumplimiento de otros servicios mucho más necesarios.

La situación de estas miniteles no es comparable, por supuesto, a la de la dispendiosa televisión autonómica, pero también son un síntoma de cómo nuestros administradores públicos han venido disparando impunemente estos años con pólvora de rey.


En contraste, recuerdo muchas veces mi visita en 1989 a la emisora del periódico norteamericano USA Today, perteneciente al grupo Gannet, propietario de 92 periódicos regionales más. Pues bien: en un grupo tan importante la producción televisiva para todo el país la realizaban sólo 16 personas. Para que se vea.


Aquí, insisto, hemos venido gastando en fantasías televisivas y otros absurdos un dinero que no teníamos. También lo han hecho muchos ayuntamientos en faraónicas instalaciones deportivas, pabellones municipales y otras construcciones apenas utilizadas a lo largo del año. Mientras tanto, han dejado de atender prestaciones de verdad imprescindibles para sus ciudadanos.

Se entiende así la propuesta de Romain Muzzati, coordinador de UPyD, de fusionar el 71% de los municipios de la Comunidad.

La idea no es del todo novedosa y responde a lo que ya se ha venido realizando en Grecia y otros países comunitarios para ahorrar costes y paliar la dichosa crisis económica.

Resulta que en la Comunidad existen 542 municipios, de los cuales 384 tienen menos de 5.000 habitantes. Y, lo que es más dramático, en 218 de ellos no viven ni mil vecinos. O sea, que el 40% de nuestros municipios apenas si es habitado por el 1,8% de la población.

¿Pueden ser atendidas las necesidades de los ciudadanos con una demografía tan escasa? ¿Es justificable la existencia de una amplia infraestructura administrativa para tan pocos usuarios?

Es obvio que no. Por eso, Muzzati propone fusiones municipales que permitan “evitar duplicidades, abaratar costes, renegociar a la baja contratos con proveedores y compartir inmuebles”.

Sin embargo, algo tan evidente y que, insisto, ya se ha realizado en otros países no cuenta aquí con la disposición favorable de los partidos. Y es que la estructura municipal supone una fuente de poder político y de medro personal. Los ayuntamientos emplean, además, a asesores variados, a políticos excedentes de otros puestos y a amiguetes que no precisan realizar oposiciones para el cargo.

Hablamos, pues, de mucho dinero en juego que va a los bolsillos de la clase política. Pero, ¿es lógico que, con tanto funcionario municipal eficiente maltratado, ayuntamientos como el de Onteniente, pongo por caso, tengan 21 concejales cobrando del municipio?

Ahí, precisamente, en esa frondosidad de cargos totalmente prescindibles, radica la dificultad de reducir el excesivo número de nuestros ayuntamientos.