viernes, 30 de septiembre de 2011

La ciudad a oscuras

¿Se imagina a su ciudad con todos los comercios cerrados, abiertas solamente las grandes superficies?

En pocos días, la población se convertiría en un gigantesco cementerio, con sus habitantes deambulando como esos zombis de las películas de terror. Inicialmente, los ciudadanos se apiñarían en los gigantescos centros comerciales de la periferia, temerosos de vagar por un cemento urbano sin color ni sonido, sin vehículos ni peatones.

Luego, ni eso. Solo el silencio.

No me estoy inventando un relato de ciencia ficción porque situaciones similares han sucedido a lo largo de la historia. Grandes metrópolis, desde Tombuctú a Petra y desde Persépolis a Tartesos, han quedado reducidas a cenizas, al simple recuerdo o a monumentos pétreos de su pasado y desaparecido esplendor.

Esta reflexión no es baladí, porque la sumisión irresponsable de muchos munícipes a las grandes superficies está matando el comercio tradicional y, con él, la vida de las ciudades que administran.

Tenemos el modesto ejemplo de los cambios de la calle María Auxiliadora en Salamanca: convertida en calzada de dirección única por el anterior alcalde, para favorecer el negocio de El Corte Inglés, su sucesor ha debido devolverle su doble dirección tras el follón producido en el tráfico rodado, las constantes vueltas y revueltas de vehículos y su difícil acceso al centro histórico.

Todo eso, por beneficiar a una gran empresa en perjuicio de las centenares y centenares de pymes que conforman el tejido de la ciudad de servicios que es Salamanca.

¿Qué hacer, pues, para que los administradores municipales se percaten de que si siguen perjudicando al pequeño comercio sin buscar maneras imaginativas de protegerlo se suicidan ellos y liquidan a la vez a las ciudades que los han puesto en el cargo que ostentan?

Veamos una hipótesis verosímil: si un día —una noche, más bien—, todos los establecimientos dejasen apagadas sus luces, el siniestro aspecto de la población evidenciaría que sin ellos la ciudad no es nada en absoluto.

No es que uno proponga que el gremio de comerciantes implante esta medida u otra similar antes de que la incuria municipal acabe con él y, por ende, con la seguridad ciudadana, el turismo y el bienestar colectivo.

Pero sí es cierto que de producirse tal suceso sería un llamativo toque de atención. Y no les cuento si una acción semejante se llegara a realizar en toda España.

Ésta es solo una simple idea, claro; pero también una advertencia antes de que tengamos que llorar todos por el comercio que un día fue y que ya nunca más será.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Grecia, España y Portugal

En una reunión de antiguos economistas no hemos encontrado ningún motivo para el optimismo. “Lo más insólito de esta crisis”, reconoció uno de nosotros, “es que nunca tantos países han debido a la vez tanto dinero”. “Y que los acreedores sean los países llamados emergentes”, apostilló otro.


Sobre la actuación de la UE y la situación de Grecia ha habido menos unanimidad, aunque no han faltado posturas apocalípticas: “El dinero prestado es dinero tirado”, dijo alguien: “El BCE está convirtiendo los euros de los países ricos en confeti, ya que los griegos nunca los devolverán”. “Y también cuando revenda la deuda de Italia, España y Portugal perderá una pasta gansa”, volvió a apostillar el más agorero.


Al salir el tema de los PIGS se añadieron algunos matices. El primero, el de la ineptitud de sus Gobiernos: “Solo saben ahorrar quitándole el dinero a los funcionarios y pensionistas”, en alusión a las medidas de Grecia. “Y, claro, la gente se cabrea, hace huelgas y deja de trabajar, con lo que la crisis empeora”.


“Es que nadie quiere vivir peor que antes, aunque lo hayamos hecho con un dinero que no teníamos”.


Gran parte de los contertulios atribuimos el negro futuro colectivo a esta frustración producida por una clase política incompetente. “Quien mejor lo tiene es Portugal”, opinó uno, “ya que su Gobierno lleva tiempo haciendo los deberes y los portugueses, por su parte, son más trabajadores y más sufridos que nosotros”.


Puede ser. En cualquier caso, al terminar la reunión, alguien recordó la frase de Juan Roig, el presidente de Mercadona, a comienzos de este año: “Lo mejor de 2011 es que 2012 será peor”.


sábado, 24 de septiembre de 2011

El víacrucis del PSPV-PSOE


Una última encuesta ratifica el declive del PSPV-PSOE, que perdería tres escaños en las próximas elecciones al Congreso, en beneficio a partes iguales del PP, el Bloc y Esquerra Unida.

Para taponar esa constante vía de agua ha estado el jueves en Valencia el candidato socialista a la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Venía arropado por dos noticias estimulantes. De una parte, el respiro que le acaba de dar la Audiencia Nacional en el caso Faisán, pese al denuedo con que lo ha estado atacando el diputado popular Ignacio Gil Lázaro. De otra, su demagógica propuesta de restaurar el impuesto del patrimonio, de imposible aplicación a corto plazo y de improbable vigencia en un futuro si las comunidades autónomas se niegan a aplicarlo.

Mas ni por ésas. Su presencia para animar a las alicaídas huestes socialistas se redujo a un breve mitin en el polideportivo de El Cabanyal, de escaso aforo, a fin de que así no se evidenciase la menguada movilización del que otrora fuera hegemónico partido en la Comunidad.

Al día siguiente, el candidato desayunó con los principales empresarios de la región, colectivo, éste, que tiene perdido para su causa, sobre todo después de la restauración del impuesto de marras. En Madrid ha puesto a parir esa idea David Taguas, presidente de la patronal de la construcción y asesor que fue de Rodríguez Zapatero: “Este impuesto —al que ha calificado de “inoportuno”— grava única y exclusivamente al ahorro”, por lo que viene a ser una insensatez, ha sentenciado.

Si Rubalcaba no le ha sacado, pues, ningún rédito a su visita a Valencia y Castellón, el peor parado de ella ha vuelto a resultar, una vez más, el secretario autonómico del partido, Jorge Alarte, a quien la dirección federal del PSOE le reprocha no haber obtenido ningún beneficio de la dimisión de Francisco Camps. “Es más —me dice alguien crítico con el líder regional—, parece como si todo el mérito de esa renuncia lo tuviese Mariano Rajoy y no nuestra política de denuncia sistemática del caso Gürtel”.

Ése es un reproche más a Jorge Alarte, como si no tuviese suficientes hasta ahora. Sus enemigos dentro del partido le acusan de haber quedado sin argumentos, más allá de la machacona “dignidad” que ofrecía frente a un presidente “indigno”. ¿Y ahora qué, cuáles son las razones que oponer al actual gobierno de Alberto Fabra?

Al parecer, ninguna, más allá de la de mantenerse en el cargo de secretario general a todo trance, pese a haber sugerido en su día que de obtener peores resultados que Joan Ignasi Pla en las elecciones autonómicas dimitiría. No lo ha hecho, se ha justificado a posteriori, porque entonces “las circunstancias eran otras”.

La creciente debilidad del líder se suma, pues, a la propia del PSPV-PSOE y a la del todo socialismo en el ámbito estatal. Por ello, más allá de la permanente conspiración del inevitable Francesc Romeu, el ruido que trasciende del interior del partido no es el del debate ideológico, sino el de cuchillos que se afilan para la noche misma del resultado electoral.

“En nuestro partido tiene que cambiar todo, de abajo a arriba” — me dice un militante decepcionado—, desde la manera de hacer política hasta el rostro de quienes encarnen esa política”.

Todo eso lo sabe, mejor que nadie, la actual ministra Leire Pajín, quien ante el inminente descalabro electoral se está buscando un refugio. ¿Y cuál mejor que encabezar su partido en la Comunidad Valenciana?

Ya. Aunque para ese viaje, en opinión de los militantes más críticos, sobran todas las alforjas.


jueves, 22 de septiembre de 2011

El coste del bienestar

Recorría ayer las salas del inacabable y grandioso museo ruso del Hermitage, subyugado ante tanta belleza artística. En cierto momento, al pasar junto a objetos embalados sin aparente protección, alguien comentó a mi lado: “Parece que se los llevan para venderlos”. Se suscitó entonces la discusión de si la hipotética liquidación de su patrimonio artístico podría salvar de la quiebra a algún país; más en concreto a Grecia.


El debate no fue baladí. “¿Por qué no podrían vender los griegos El Partenón, por ejemplo, para pagar su deuda?”, preguntó una amiga.


“Eso sería como perder la dignidad colectiva”, replicó otro. “Pues la Junta de Andalucía tuvo muchos años en prenda La Casa de las Conchas, de Salamanca, y nadie se rasgó las vestiduras”, apostilló un tercero.


La discusión se generalizó y hubo quien recordó la novela Las sandalias del pescador, de Morris West, donde un Papa de ficción, Cirilo I, se desprendía de los tesoros del Vaticano para paliar la hambruna del mundo.


No hubo acuerdo entre mis interlocutores, por supuesto, pero sí que quedó planteada la gran cuestión: ¿qué vale más, la dignidad nacional o el bienestar material?


De eso se trata, en el fondo, en el drama de Grecia y en los que le pueden seguir. Los ciudadanos de aquel país se niegan a vivir peor que hasta ahora, aunque lo hayan estado haciendo tramposamente, por encima de sus posibilidades. Pero, ¿qué sacrificio están dispuestos a hacer, no ya para mantener su nivel de vida, que es imposible, sino para recuperarlo en un futuro?


Por lo visto en manifestaciones callejeras, bien poco. Y es que, allí como aquí, nos hemos habituado a creer que solo tenemos derechos sin contrapartida alguna.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

Lo que se cuenta por ahí

De regreso a la Comunidad Valenciana tras diez días de viaje, observo con sorpresa que el mayor tema de conversación ciudadana es el arranque liguero del Valencia CF, que hoy se enfrenta al Barça, y la buena marcha en segunda de los equipos alicantinos. La crisis económica, siempre presente, queda relegada a un segundo plano.

Los más iniciados en cuestiones políticas tienen, con todo, otros temas para la discusión. Uno, el presunto diálogo de Rita Barberá y Mariano Rajoy, aunque los enteradillos no se ponen de acuerdo sobre él. La hipótesis más plausible es que podrían haber pactado la marcha de la alcaldesa al Congreso de los Diputados, para sustituir a Pepe Bono en la presidencia, caso del triunfo electoral del PP.

El trasfondo de esa posible operación serían los números rojos del consistorio, que de esa manera le estallarían en la cara al sucesor de Rita Barberá, manteniendo inmaculada la brillante ejecutoria de la actual munícipe.

Es una hipótesis creíble en un momento en el que las cuentas de todas las instituciones van de capa caída y en que la penuria propicia enfrentamientos impensables hasta hace bien poco, como el del alcalde de Paterna, Lorenzo Agustí, con el presidente provincial del PP, Alfonso Rus, sobre la pervivencia o no de las diputaciones.

Lo cierto es que las arcas públicas no tienen un duro y nadie sabe cómo van a atender los pagos previstos en los próximos seis meses. ¿Es posible la insumisión municipal, como propone Rita Barberá —siempre la hiperactiva Rita, una y otra vez—, no devolviendo al Estado el dinero adelantado por éste a cuenta de la liquidación del año pasado?

Eso parece improbable, menos aun con Rajoy en La Moncloa, como vaticinan todas las encuestas. Es más: la crisis económica produce alianzas imprevistas, como la de Alberto Fabra y Ramón Luis Valcárcel con el catalán Artur Mas, defendiendo hoy mismo ante la UE en Bruselas la conveniencia del corredor ferroviario mediterráneo.

Sin embargo, nadie se atreve a coger por los cuernos al toro de los recortes económicos imprescindibles para salvar los muebles. Por otra parte, ¿de qué han servido los fastuosos gastos realizados durante estos años de vacas gordas si la costosa Ágora de Santiago Calatrava, proyectada para grandes actos deportivos, no sirve para la final de la Copa Davis y se ofrece en su lugar el viejo velódromo Luis Puig?

Un sinsentido más. Como el de la mastodóntica RTVV cuya reducción —jibarización, dicen algunos, aludiendo a que inicialmente afectará solo a su cabeza— analiza hoy el consejo de administración del ente. ¿Y cómo se justifica la prédica de austeridad y el amago de un gran ERE sobre los trabajadores si se recoloca en ella como directiva a Nuria Romeral, principal ejecutora de la política de comunicación campsista?

La sensación resultante de todo ello es que se están dando vueltas en círculo mientras se vacila sobre el camino recto a seguir. Eso le pasa también al PSPV, por supuesto, cuyo líder autonómico, Jorge Alarte, recibe esta semana a Pérez Rubalcaba con la triste convicción de un inminente descalabro electoral.

Es que éste no es, pues, tiempo de alegría. Tampoco para el batallador Francisco Camps, convencido el hombre de su exoneración penal, la cual le permitiría regresar al primer plano de la política. Él parece ser el único que a estas alturas no sabe que su marcha ha sido un camino sin retorno y que la reciente condena de Víctor Campos y Rafael Betoret alimenta los peores presagios.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Solo nos queda la austeridad

Aunque parezca mentira, hace solo unos meses Francisco Camps aún decía que “la Comunidad Valenciana está liderando la recuperación económica de España”.

La doble falsedad era obvia: no había recuperación alguna y si el Consell del entonces presidente de la Comunidad estaba a la cabeza de algo era de la deuda pública, el déficit y el paro.

Afortunadamente, el caso Gürtel ha acabado con la perenne huida hacia adelante, el constante enmascaramiento de los datos macroeconómicos y el incremento del gasto público como coartada de una errática política autonómica. Por carambola política ha llegado al Palau de la Generalitat Alberto Fabra y, con él, por fin, la claridad, la transparencia informativa y la austeridad financiera.

Ahora sabemos que para una posible recuperación económica nos queda un largo y difícil camino por delante. Hay que apostar, para ello, por obras como la del corredor mediterráneo, que cuenta con el apoyo de Jorge Alarte y de Enric Morera, pero que en el escenario de la política nacional va a resultar preterida ante otras, al menos durante década y media.

Y es que nos hemos dado cuenta, de repente, que la cosa va para largo y de que la mayor parte de aquellos grandes eventos propiciados por Eduardo Zaplana y Paco Camps han sido ruinosos —desde Terra Mítica al Ágora, pasando por la Ciudad de la Luz—, no se han llegado a realizar —como Mundo Ilusión y la Ciudad de las Lenguas—, resultan deficitarios incluso antes de haberse inaugurado — caso del aeropuerto de Castellón— y siempre, más allá de su presunta rentabilidad, han drenado las arcas públicas de unos recursos necesarios para otras inversiones productivas, como ha sucedido con lo gastado en el Palau de les Arts, la Copa América o las pruebas de Fórmula 1.

Estamos, pues, sin un duro y ante un panorama cada vez más difícil para obtenerlo. Incluso algunas instituciones, como la Feria de Muestras y el Palacio de Congresos, se fagocitan unas a otras en su afán de competir por los mismos ingresos.

No quiero cargar las tintas en exceso, pero hasta que no nos demos cuenta de nuestras limitaciones y del contexto en el que nos movemos será más difícil que hallemos la solución.

Un ejemplo: el del empleo. En los momentos de mayor nivel de ocupación, los dirigentes autonómicos —de aquí y de toda España— presumían de que el haberlo logrado era mérito suyo. ¿Y cómo lo habían hecho? Misterio absoluto, ya que la creación de empleo va ligada a la actividad económica, a la demanda de las empresas y a la adaptabilidad del mercado laboral, tres variables en las que los Gobiernos autonómicos apenas si tienen nada que rascar.

Nuestro marco laboral es de ámbito estatal y, como me recuerda un eximio y veterano economista, “mantiene todavía una rigidez proveniente de tiempos de Franco”. Según él, la demagogia populista de la dictadura sobreprotegió la seguridad en el empleo a cambio de la pérdida de las libertades de los obreros: “Lo que nuestros sindicatos califican de derechos de los trabajadores no son muchas veces más que inventos del franquismo; de ahí el que tengamos un mercado laboral rígido e ineficaz y que por ello aumente brutalmente el paro en tiempos de crisis”.

O sea, que tenemos un largo camino de cambios por delante. Y que para salir de ésta, en España y en la Comunidad, hará falta esfuerzo, austeridad y sacrificios. Todo lo demás es un camelo, aunque los demagogos de uno u otro signo traten de ocultárnoslo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Fraude fiscal

Estamos metidos en el torpe debate de si subir o bajar los impuestos, de cuánto deben pagar los ricos y de quiénes son ricos y quiénes no.
Pero no se trata de eso.
Los países del centro y norte de Europa no nos reprochan a los del sur nuestro esquema fiscal, sino que mientras ellos pagan rigurosamente sus impuestos, aquí defrauda todo quisque. Por eso, cuando se ha sabido que el fraude impositivo en Grecia es superior al 25 por ciento, muchas voces europeas han dicho que a los griegos les ayude su señora madre.
Y es que el rigor fiscal resulta imprescindible.
Cuando Carlos Solchaga era ya exministro de Hacienda fue a asesorar a algunos países suramericanos. "¿Qué debemos hacer para mejorar nuestra economía?", le preguntaron. "Que la gente pague sus impuestos", dijo el exministro. "Si empezamos pidiendo lo imposible, mal vamos", fue la respuesta de los otros.
Ya ven que la cosa tiene sus perendengues.
¿Cuál es el fraude fiscal en España? No existen cifras, claro, y probablemente no alcance al de Grecia, pero que seguro que no le va muy a la zaga, al igual que en Italia y en otros países vecinos. En los impuestos indirectos todo el mundo conoce la consabida frase: "¿Le facturo con IVA o sin IVA?". En el alquiler de pisos aun es peor: solo en Benidorm, por ejemplo, se estima que la oferta ilegal de apartamentos y viviendas turísticas supera las 80.000 plazas. Han leído bien: 80.000.
¿Y qué decir del impuesto general sobre la renta? Desde gente que simplemente no declara por el morro a otros que se inventan hábiles desgravaciones, la picaresca es infinita. Y quienes menos pagan, por supuesto, son quienes más ingresan, porque no lo hacen mediante nóminas fácilmente comprobables.
Fui testigo, una vez, de una reunión empresarial en la que se hacía el balance anual de la entidad. "¿Cuánto tenemos que pagar de impuestos?", preguntó el presidente: "Dadas nuestras ganancias, 20 millones", le contestó el director general. "Ni de coña", replicó el otro: "Arregla los números para que solo paguemos 6". Y así se hizo.
No se trata, pues, de inventar nada ni de rescatar absurdos impuestos, como el de patrimonio, sino de que paguen quienes deben de pagar.
Unos más, por supuesto, y otros menos, pero que lo hagan todos. Y que al defraudador se le caiga el pelo. ¡Ah!: y que las empresas no tributen por los beneficios reinvertidos que sirvan para crear empleo, mientras que se les de un palo, en cambio, por el dinero que se llevan por la cara sus directivos.
Ya ven que las cosas son más fáciles de lo que parecen.



La hora de los espíritus libres

Tan acostumbrados estamos a la borreguil aquiescencia de los políticos a las directrices emanadas de su partido, que la crítica de Rita Barberá al trato que dispensa Rajoy a la Comunidad Valenciana ha originado una insólita conmoción.

La verdad, sin embargo, es que, tímidamente aún, algunos políticos españoles empiezan a pensar por su cuenta, casi, casi, como si fuesen anglosajones.

Hasta ahora, apenas si Esperanza Aguirre se autodefinía, con más exhibicionismo que convicción, como un "verso suelto" dentro del partido Popular. Pero la errática deriva de Rodríguez Zapatero ha propiciado declaraciones de notables socialistas, como Joaquín Leguina y otros, en contra de su persona. El último acto de indisciplina lo ha protagonizado el diputado Antonio Gutiérrez votando contra la reforma de la Constitución.

Es que, claro, el antiguo secretario general de CCOO anda huérfano de cobijo ideológico en esta hora de incertidumbres. Otro tal le sucede a su predecesor, José María Fidalgo, aunque éste no oculta su decepción con la izquierda clásica: próximo a las tesis de Rosa Díez, asistió la semana pasada a una conferencia de Rodrigo Rato y animó al PP a "hacerlo bien" cuando gobierne en España.

Ya nada parace ser, pues, lo que era, aunque los políticos más vulnerables o más necesitados de la protección del partido sean disciplinadamente obsecuentes con él. Es el caso del ex presidente de la Diputación de Alicante, Joaquín Ripoll, recolocado como presidente del puerto alicantino, en otro episodio más de la ocupación por políticos cesantes de instituciones empresariales, financieras, jurídicas o culturales: una auténtica desgracia.

Pero frente al entreguismo y a la dejación de la capacidad crítica de la mayoría, empiezan a menudear los espíritus libres que no acomodan su vida como un trozo de plastilina a los dictados del partido.

Un caso singular es el del joven alcalde de Paterna, Lorenzo Agustí, quien toma iniciativas que no solo chocan con la prédica oficial del PP, en el que milita, sino que dejan áreas sensibles del gobierno municipal en manos de la oposición socialista. "Es que Lorenzo no cree que tienen que llevar las riendas los amigos de uno, sino los más capacitados", dice el empresario Manuel Palma, un independiente al frente de las finanzas de ese municipio.

Habrá que acostumbrarse, en estos momento de crisis, no solo económica, sino de mitos y valores preestablecidos, a actitudes de auténtica libertad de espíritu y no al entreguismo servil que impuso Francisco Camps durante su mandato.

Donde esa libertad de pensamiento y acción resulta hoy día más evidente es en el mundo empresarial, atenazado hasta hace poco por una Administración que lo trataba con desigual fortuna según su grado de sumisión. Frente al silencio cómplice de hace bien poco, empresarios de la talla y el fuste de José Vicente González, Juan Roig o Vicente Boluda le dicen ya verdades como puños hasta al lucero del alba.

Esto es, precisamente, lo que esta sociedad necesita para salir adelante: líderes políticos, empresariales y sindicales con un espìritu libre de ataduras ancestrales, ideológicas y grupales que puedan imaginar nuevos caminos por donde avanzar. Si no, como dice el viejo proverbio, seguiremos con los mismos perros aunque se cambien de collar.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Los sueldos de la CAM y otros escándalos

La declaración del patrimonio de nuestros senadores y diputados muestra que la mayoría de ellos tiene un discreto pasar. Vamos, que sólo son ricos aquéllos que ya lo eran antes de dedicarse a la cosa pública, sea por herencia, por su actividad profesional previa o por un fructífero braguetazo.

Aun así, jamás he creído en ese forzado strip-tease de nuestra clase política, la cual, si miente en sus promesas electorales, ¿cómo no va a hacerlo en sus ingresos personales? No hay más que ver la valoración catastral de muchos de sus inmuebles, que es inferior a las hipotecas adeudadas, con lo que a bastantes políticos les sale un patrimonio negativo, como si fuesen pobres de pedir. Además, en previsión de esta morbosa e impuesta exhibición financiera, resulta muy fácil desviar fondos a cuentas de familiares, infravalorar activos inmobiliarios, disfrazar la titularidad de ciertas acciones, etcétera, etcétera.

Por cierto, y como inciso, llama la atención la querencia de los políticos por el ladrillo, habiendo colaborado como los que más a la sedicente burbuja financiera.

Lo escandaloso no son, pues, ni las rentas ni el patrimonio de nuestros representantes políticos, sino los de esa otra fauna próxima a ellos compuesta de directores y consejeros de empresas públicas, asesores, intermediarios, adjudicatarios y similares, que ni dan cuentas a nadie ni nadie se las pide.

Un lugar preeminente entre todos ellos lo tienen los directivos de las cajas de ahorros.

Conozco el caso de un político designado consejero de una caja por el partido en el que milita que llegó a ese puesto con una mano delante y otra detrás. Gracias a la privilegiada información financiera que ha obtenido en su cargo y a los créditos sin interés que le concedió la entidad financiera, a los cuatro años ya era millonario, en euros, se entiende.

También, con mayor o menor grado de incriminación, las prácticas cuando menos dudosas del socialista Hernández Moltó han llevado a la quiebra a Caja Castilla-La Mancha y las del cabildo catedralicio de Granada han hecho lo propio con Caja Sur.

¿Y qué ha pasado con nuestra CAM? Pues que por una desastrosa gestión la entidad alicantina sólo vale en realidad la tercera parte de lo que figura en los libros de contabilidad y necesita ahora 4.000 millones de nuestros impuestos para salir a flote. Mientras tanto, sus máximos gestores, Modesto Crespo, Roberto López y María Dolores Amorós, se lo han llevado crudo y son unos felices ricachones como lo era el difunto Alí Babá del cuento infantil.

¿No tienen ninguna responsabilidad en ello los políticos que lo han permitido a cambio de la financiación de proyectos sin ninguna rentabilidad o de préstamos a actividades partidistas inviables?

Menos mal que aquí no hubo la fusión regional de cajas que se habría llevado por delante a Bancaixa, bajo la tutela, hoy día, del prudente Rodrigo Rato. En una huída hacia delante, Núñez Feijóo impuso la fusión de las dos cajas gallegas y el engendro resultante es ahora un problema para el Banco de España. Lo propio hizo en Castilla y León Juan Vicente Herrera con Caja España y Caja Duero, a fin de tener una herramienta financiera regional, y a la postre ambas han caído en manos de Unicaja, andaluza y presidida por el socialista Braulio Medel, para más inri.

Si algún día llegáramos a conocer todas las interioridades de las cajas, ése sí que sería un auténtico escándalo. Pero me temo que toda la clase política está salpicada por él y que impondrá una férrea ley del silencio.





lunes, 5 de septiembre de 2011

Los economistas no se aclaran

Leía el otro día las recetas de una docena de premios Nobel de Economía para salir de la crisis actual. Todas eran contradictorias y hasta antagónicas la mayoría de ellas. Si los economistas más prestigiosos no se aclaran de qué hay que hacer para arreglar las cosas, ¿por qué demonios lo han de saber esos políticos a quienes criticamos con todo merecimiento?



Resumiendo las posturas, de un lado están los que dicen que hay que gastar menos, aunque se frene así el crecimiento económico, porque si no nos damos el batacazo. De otro, quienes dicen que hay que seguir inyectando gasolina en el motor de la economía, porque si no la crisis será peor.



En cualquier caso, nos hallamos ante la clásica disyuntiva entre Guatemala y Guatepeor, pasada ya la reciente euforia de un crecimiento continuado y permanente. Y lo paradójico del caso es que ninguno de esos reputados economistas previno entonces que el dichoso ciclo iba a cambiar y que estaríamos debatiendo ahora qué es lo menos malo para un futuro que se vaticina sombrío.



Tantas vacilaciones, dudas y contradicciones de los sabios oficiales han alimentado, además, las criticas de quienes indefectiblemente hemos empezado ya a vivir peor que antes. Pero, ¿ante quién tenemos que protestar?: ¿ante el Gobierno?, ¿la oposición?, ¿los bancos?, ¿Obama?, ¿Merkel?, ¿el destino?, ¿los ciclos económicos…?



Me temo que nadie, empezando por tanto economista indocumentado, nos ha explicado que también debemos protestar ante nosotros mismos por haber sido manirrotos e insensatos y haber creído que nuestra vida era un chollo continuo que tenían que financiarnos los demás.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Ya nada será igual

Mal que le pese a Francisco Camps, el futuro de la Comunidad Valenciana será muy distinto sin él al frente de la Generalitat.

Claro que tanto el ex presidente como Carlos Fabra se aferran a un pasado irrepetible, tal como pusieron de manifiesto este viernes en Beniccàssim. Bastó que el juez Antonio Pedreira archivase la causa del caso Gürtel contra Luis Bárcenas y Jesús Merino, para que Camps sacase pecho soñando con su tardía absolución.

La efímera demostración de fuerza de ambos políticos se ha hecho, además, a menos de tres meses de la probable victoria electoral de un Mariano Rajoy que, lógicamente, no se andará con chiquitas con aquellos cargos del PP que le han causado repetidos problemas, como es el caso de los dos citados. De ahí la prisa de éstos en mostrar presumibles apoyos antes de su total laminación de la vida pública.

El natural enfado de la dirección nacional del partido se ha visto agrandado por el menoscabo que ambas intervenciones han causado a la figura de Alberto Fabra. Tanto es así, que éste ha debido recordar que “estoy aquí para deciros que soy vuestro presidente y que estoy dispuesto a liderar este proyecto”. ¿Habría sido necesaria, en otro contexto, semejante obviedad?

“Es que Camps se ha convertido en un problema para el partido”, me confiesa un alto cargo del PP: “Si acude como diputado a Las Corts, malo, porque la oposición podrá meterse con él todos los días, enturbiando así el proceso político, y si no lo hace, también es negativo, porque se nos reprochará el que mantengamos a un parlamentario que solo hace pellas”. “Lo mejor —concluye— es que dimita de Las Corts y deje su puesto a otro”.

No parece, sin embargo, que ése sea el propósito del ex presidente, sino el de protegerse con su aforamiento como diputado.

En cualquier caso, estos rifirrafes internos no trascienden al exterior. “Pasa como con los futbolistas de la selección —me dice otro político—: se llevan a matar entre ellos durante los partidos Barça-Madrid, pero si luego hay una tángana con los chilenos, Iniesta, Arbeloa, Busquets y Ramos hacen piña contra ellos”.

Así, pues, aunque no haya broncas de puertas afuera, Camps y Fabra son ya dos cadáveres políticos a punto de enterramiento, a pesar de que este último se resista a ceder las riendas del partido en Castellón a Javier Moliner.

El ex presidente, por su parte, no es consciente de que ha dejado la Comunidad hecha un erial. “Con los números en la mano —explica un economista de prestigio— estamos técnicamente en quiebra. Lo de Castilla-La Mancha, por mucho que gesticule Dolores de Cospedal, no es nada, en cuanto a su volumen, con lo nuestro: solo el agujero de Canal Nou es superior a todo el déficit de la comunidad vecina”.

De ahí los sucesivos recortes de gastos anunciados por Fabra, de ahí sus propuestas de diálogo con la posición, de ahí sus promesas de transparencia informativa,… Justo, lo contrario de lo realizado por su manirroto predecesor.

“Pero todo esto no puede hacerse, por supuesto, con los consellers heredados de Camps —argumenta la fuente ya citada—, y menos con la vicepresidenta, Paula Sánchez de León, destinada a haberle sustituido. Pero esa remodelación total del Consell tendrá que esperar hasta después de la elecciones”.

O sea, que una vez producido el cambio en el escenario, en el guión y en los protagonistas de la vida política valenciana, ya nada volverá a ser igual que antes en nuestra Comunidad.





El rencor de la izquierda

Acaba de concluir la serie televisiva Plaza de España, una sorprendente comedia sobre la guerra civil donde no hay buenos ni malos, sino gente que quiere vivir al margen del conflicto y que se halla en uno u otro bando simplemente porque en aquel momento pasaba por allí.


Siento que la serie no haya tenido el éxito de audiencia que merecía, posiblemente porque seguimos instalados en el cainismo de odiar al prójimo en vez de intentar comprenderlo.

Algo de esto sucede en el último artículo de mi admirada amiga Maruja Torres, Hay un rencor en la derecha, del que discrepo totalmente. Y es que la derecha de hoy, pasada por el tamiz del liberalismo, el relativismo, el laicismo y otros ismos de la modernidad, resulta muchísimo más tolerante que una izquierda anclada en 1936 y que se empeña todos los días en reescribir la historia a su propio gusto, como evidencia el evanescente Rodríguez Zapatero, convertido ya en un espectro del político que fue.


Por eso, o por miopía política, uno no encuentra en la derecha actual el dogmatismo y el resentimiento de cierta izquierda. Un ejemplo: no he oído jamás en el otro bando —qué horror tener que hablar de bandos— lo que a la escritora Almudena Grandes, "cada mañana fusilaría dos o tres voces de la derecha".


Tamaña monstruosidad pasó en su momento casi inadvertida, cuando si su autor hubiera sido un intelectual conservador se le habría exigido, al menos, su exilio de España.


En la cotidiana y metódica falsificación de nuestra memoria histórica se enfatizan ahora las barbaridades del régimen de Franco durante la guerra y la posguerra —que las hubo, a montones—, pero se ocultan o hermosean las perpetradas bajo el manto republicano, desde los fusilamientos de Paracuellos a vesánicos interrogatorios en checas, como los de Grífols en Casa Tapias.


Incluso se ha convertido en héroes a todos los combatientes del maquis antifranquista. Ignoran, los que tal hacen, que PSOE y PCE liquidaron la lucha guerrillera en 1948 y que muchos de sus continuadores, como Facerías y tantos otros, fueron meros delincuentes.


Ojo, pues, dónde situar el rencor. En los últimos tiempos hemos visto pacíficas manifestaciones de masas, como la concentración por la visita del Papa, que han sido insultadas por vociferantes energúmenos de izquierdas, con banderas republicanas incluidas.


Y es que, concluyo, malas personas las hay en todas partes, pero si de algo no puede presumir nuestra izquierda radical es de ser progresista ni de amar a sus semejantes.