lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Tiene recorrido UCyD?

En una tertulia gastronómica de profesionales liberales discutimos sobre UPyD, el partido de Rosa Díez, y sobre si su éxito electoral es solo flor de un día o tiene ante sí un futuro político importante.


La mayoría de los contertulios se mostró escéptica al respecto. Hubo, incluso, quien equiparó la reciente formación política con el fenecido Centro Democrático y Social con el que un Adolfo Suárez venido a menos pretendió reengancharse sin fortuna en la vida pública.


Mi posición, viendo la evolución del jovencísimo partido, es justamente la contraria.


Fundado hace solo cuatro años, en 2008 consiguió 306.078 votos y un acta de diputado nacional, la de su presidenta. En las últimas elecciones, 1.140.242 sufragios y 5 escaños, convirtiéndose así en el cuarto partido más votado en el conjunto de España.


Pero hay mucho más que eso en su brevísima historia. En 2009 obtuvo un diputado en el Parlamento Vasco, con Gorka Maneiro. Es verdad que desde entonces ha perdido muchísima influencia en Euskadi, en parte por la destemplada marcha de Mikel Buesa, ex presidente del Foro de Ermua. Pero ése sería el único borrón hasta ahora en la corta vida del partido.


Ese mismo año logró un escaño en el Parlamento Europeo, el del profesor Sosa Wagner, 8 diputados en la Asamblea de Madrid y 152 concejales en toda España. ¿Hay quien pueda pedir más en menos tiempo?


Motivo de especial satisfacción para el partido lo ha supuesto su éxito inesperado en la Comunidad, donde Toni Cantó ha conseguido escaño y ha superado en número de votos a Compromís. Si esos resultados se extrapolasen a las futuras elecciones autonómicas, UPyD podría obtener 5 diputados en Les Corts, en detrimento precisamente de la coalición nacionalista.


Claro que ésa es una hipótesis altamente improbable, ya se sabe, dado que la coalición propiciada por el Bloc siempre consigue mejores resultados en los comicios autonómicos que en las elecciones generales.


Aun así, ojo con el futuro de UPyD en la Comunidad. Sus mensajes sobre la homogeneización de competencias entre las distintas regiones y la crítica al despilfarro y a la corrupción de las instituciones encuentran particular eco en una región tan castigada como la nuestra por esas lacras. Por lo mismo, su mensaje centralizador cala bien poco en regiones de mayor o menor nacionalismo, como Cataluña, Galicia y Euskadi.


Todo eso lo ha obtenido el partido de Rosa Díez pese a su escasa proyección mediática. Pero, ¿qué pasaría si también lograse representación parlamentaria en las próximas elecciones andaluzas? Y, sobre todo, ¿si consiguiese en Las Cortes ese grupo propio que la aritmética electoral le niega?


En este último caso gozaría de una poderosísima plataforma de proyección pública y, merced a la eficaz oratoria de Toni Cantó, ofrecería una pluralidad de voces en vez del monopolio actual de palabra por parte de su presidenta.


Pero eso, claro, dependerá de un Partido Popular que hará su cálculo de a quién perjudica más una mayor presencia de UPyD en el Congreso, al margen de que ésta pueda hacerle el trabajo sucio de enfrentarse a los radicales independentistas de Amaiur sin necesidad de que el PP se manche las manos.


Solo si cree que los perjudicados serán los socialistas, dará toda clase de facilidades al partido de Rosa Díez. Si, en cambio, piensa que su futuro crecimiento sería a costa del propio PP, no le dará ni agua.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El estilo de Ryanair

Las compañías aéreas low cost seguramente cuestan menos a sus usuarios que las otras, pero en cambio nos salen más caras al conjunto de los ciudadanos, tanto si volamos en ellas como si no.

El truco es que ingresan en concepto de subvenciones públicas y otros apaños fiscales cantidades que financiamos todos los contribuyentes con nuestros impuestos.

Es el caso de Ryanair, pionera en estos enjuagues, que coacciona permanentemente a las autoridades autonómicas con la amenaza de no operar en su territorio si no percibe de ellas una pasta gansa.

Uno de los elementos de chantaje es la existencia en España de la friolera de 50 aeropuertos, la mayor parte de ellos claramente deficitarios y que necesitan imperiosamente vuelos para no evidenciar su fracaso.

Así, la citada Ryanair va a recibir 40 millones durante los próximos cinco años por continuar operando en Reus y Gerona, aunque no es la única compañía, claro, en buscar este tipo de prebendas. Por ejemplo, la valenciana Air Nostrum sopesa trasladar su sede social de esa Comunidad al País Vasco, a cambio de sustanciosas ventajas fiscales.

La financiación institucional del sector aéreo otras veces resulta más sutil, como sucede con Spanair, que en menos de tres años ha aumentado su capital en 422 millones provenientes de empresas públicas.

La razón de este estado de cosas radica en el nefasto hábito de las subvenciones oficiales, consideradas como una generosa aportación por parte de la Administración y como un derecho de quienes las reciben, cuando en realidad se trata solo de una práctica arbitraria y abusiva que, eso sí, nos cuesta un riñón a los ciudadanos.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La locura del deporte

Si uno ve los sueldos de nuestros futbolistas y los presupuestos de algunos clubes, parece como si el fútbol, en particular, y el deporte, en general, viviesen al margen de la crisis económica.


Pues no hay tal, sino que se ha creado una burbuja que, como la inmobiliaria, estallará un mal día y acabará afectando también a todos aquellos a quienes el deporte les trae absolutamente sin cuidado.


Lo acaba de predecir el que fuera gran futbolista de la selección alemana Karl-Heinz Rummenigge, para quien la política de gasto de los equipos europeos es “irracional” y les ha conducido a que el 80% de ellos estén entrampados hasta las cejas.


Ignoro si la cifra es exacta, más allá de que el Manchester City, líder de la Liga inglesa, acaba de reconocer unas pérdidas de 228 millones de euros. Lo que sí me consta es que el fútbol español lleva años bailando al borde de la quiebra, con una deuda acumulada próxima a los 4.000 millones. Una bagatela, como se ve.


Esa irracionalidad del balompié se ha contagiado al baloncesto, afectando ya a todas las extremidades corporales y, sobre todo, a la cabeza de nuestros dirigentes deportivos.


Resulta que este año ha dejado de jugarse parte de la liga profesional de Estados Unidos, la NBA, porque los clubes no accedieron a las pretensiones salariales de los jugadores. Pero, ¡oh sorpresa!, los equipos de una Europa sumida en la crisis económica más profunda de los últimos 60 años acudieron a toda prisa para fichar a los jugadores en paro al otro lado del Atlántico. Y los más rumbosos, para que no se diga, fueron como siempre los clubes españoles.


Ya me dirán cómo pueden cuadrar las cuentas en un deporte que tenía los presupuestos de cada equipo cerrados hace unos meses y no precisamente con superávit. Ahora, sin haber reducido sus gastos ni en un duro, los ha aumentado vertiginosamente con fichajes costosísimos aunque fuera solo por unos meses.


El despropósito, la locura y el despilfarro.

¿De dónde saldrá el dinero para tapar ese agujero?


Hasta ahora, mucho de él provenía de generosas subvenciones públicas más o menos encubiertas: patrocinio de diputaciones y ayuntamientos, financiación de cajas de ahorros, contratos con televisiones públicas deficitarias,… Pero ahora, que no queda efectivo para atender a las personas dependientes ni para otras prestaciones sociales, ¿a quién se lo vamos a quitar para que se lo lleven crudo deportistas, directivos y demás fauna de ese negocio?


Aún habrá que verlo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Derechos,... ¿qué derechos?

Hemos perdido el oremus.


Un joven de 27 años arguye “objeción de conciencia” para no actuar como vocal en una mesa electoral.


Argumento tan peregrino podría aplicarse, por extensión, a no querer circular por la derecha en automóvil, no pagar impuestos y otras ocurrencias a cuál más extravagante.


Al parecer, hemos olvidado las limitaciones de vivir en sociedad, es decir, el tácito contrato social que explicaba el viejo Rousseau.


Eso se debe, seguramente, a una hipertrofiada ampliación de derechos sin ninguna contrapartida de correspondientes deberes.


En la formulación clásica, los derechos inherentes al ser humano son los de la vida, la libertad, la igualdad,… O sea, justo los que permitimos que se conculquen diariamente, sin pestañear, en muchísimas partes del mundo.


Sin embargo, han bastado dos décadas de aparente bienestar económico para que nos creamos con derecho propio a polideportivos con piscinas olímpicas en cada pueblo, AVE a la puerta de casa, aeropuertos en cada esquina, universidades sin rigor académico pero, eso sí, con botellón, etcétera, etcétera.


Todo esto, a nivel colectivo. A nivel personal aun es peor: que nos paguen indefinidamente sin trabajar, que nos hagan un TAC si nos duele el dedo pulgar, que nos subvencionen el transporte, los espectáculos, los masters en business administration…


Ya sé que estoy haciendo una caricatura. No lo es tanto, en cambio, el que nadie hable de deberes. Como si no existieran. Por eso ponemos el grito en el cielo al hablar de “recortes sociales”, como si tantas cosas que tenemos no sean solo privilegios que disfrutamos sin habernos esforzado en merecerlos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Solo de violín del PP

Votantes tradicionales socialistas han salido huyendo, en desbandada, a derecha e izquierda, en todas direcciones; más aun en la Comunidad Valenciana que en el resto de España.

Quién le ha visto y quién le ve, pues, a un PSPV-PSOE que fue referencia nacional en tiempos de Joan Lerma y que aún presumía de ser una posible alternativa al PP en la época de Joan Ignasi Pla.

Ahora, con un Partido Popular que le dobla en número de votos y de escaños y habiendo entrado en el Congreso los partidos minoritarios valencianos, el PSPV-PSOE de Jorge Alarte se hunde en la irrelevancia de convertirse simplemente en un partido más.

Para colmo, el mejor parado del desastre ha sido su último rival dentro del partido, el castellonense Ximo Puig. Las campanas socialistas parecen doblar a muerto, pues, por el actual secretario del PSPV-PSOE.

El PP, con más votos que todos los demás partidos juntos, ha batido de largo su récord del año 2000 y así Alberto Fabra ha conseguido sepultar en el olvido a Francisco Camps. Si a alguien debe mirar con respeto es a Esteban González Pons, convertido, él sí, en el auténtico referente de la Comunidad Valenciana en Madrid.

Con sus correligionarios situados en el Gobierno de España, ya no le quedarán al PP de la Comunidad Valenciana argumentos para el victimismo. Ahora es la hora de hacer política con mayúsculas y ver la talla real de nuestros dirigentes para enderezar una economía regional que hace aguas por todos y cada uno de sus poros.

Lo que se juega la Comunidad Valenciana

Me llega por correo electrónico una ingeniosa argumentación de por qué los valencianos no debemos votar al PP: 1) su ideología no se corresponde con la percepción que tienen de sí mismos los ciudadanos, 2) no mejora nuestra calidad de vida (con una renta por persona en descenso desde 2002), 3) su gestión ni es honesta ni refuerza la calidad democrática y 4) no se puede simpatizar con su discurso emocional.


Este texto es un ejemplo de la propaganda política actual, que no pretende que votemos en favor de unas propuestas concretas, sino en contra de las del adversario.


Con el mismo razonamiento, se podría apelar a no votar al PSOE porque 1) su política es errática, imprevisible y contradictoria, 2) ha enfrentado entre sí a ciudadanos, territorios e ideologías, 3) ha destruido el empleo y hasta la posibilidad de crearlo y 4) ha despreciado valores éticos como la responsabilidad y el deber.


Ya ven qué fácil resultar denigrar en vez de elogiar.


En cualquier caso, el futuro de los valencianos no depende del mayor o menor acierto del Consell, maniatado por un presupuesto con todos sus gastos ya comprometidos, ni siquiera del Gobierno español que salga hoy de las urnas. Con una crisis generalizada en Europa y la necesidad del dinero de la UE, nuestro futuro se juega sobre todo en Bruselas.


La Comunidad, además, llega exhausta a estas elecciones, con una deuda galopante que, como pescadilla que se muerde la cola, crece exponencialmente para pagar los vencimientos de la deuda anterior. Así no es de extrañar el impago generalizado a los proveedores de la Administración.

Para mayor inri, ingentes cantidades de recursos permanecen enterrados en estructuras de imposible rentabilidad, desde Terra Mítica y la Ciudad de la Luz, al aeropuerto de Castellón, pasando por el Ágora o los restos funerarios de la Copa América.


Todo eso, además, en una Comunidad que ha perdido su escaso músculo financiero con la evaporación de la CAM, Bancaixa y Banco de Valencia.


Se comprende, entonces, que el Consell espere el triunfo de Mariano Rajoy para paliar tanto desaguisado: confía en que modifique la ley de financiación autonómica y compute el millón de valencianos que ahora no figuran en ella, con lo que mejorarían ostensiblemente nuestras finanzas.


En la misma línea, Alfonso Rus ha manifestado su creencia en que una previsible moratoria en el pago de los impuestos atrasados dará un poco de árnica a la maltrecha economía de los ayuntamientos.


Muchas otras cosas se juegan, sin embargo, en la letra menuda de las elecciones de hoy.


Alberto Fabra, por ejemplo, intentará superar los 1,4 millones de votos que aportó Paco Camps al PP en los anteriores comicios y enterrar así el fantasma de su predecesor, mientras que Jorge Alarte se conformaría con sobrevivir frente a una Leire Pajín que aprovecharía su descalabro electoral para decapitarle.


Compromís, por su parte, pretende abrir brecha en Madrid con Joan Baldoví y reeditar así pasados logros de González Lizondo, mientras que EU se aferrará a seguir siendo la tercera fuerza política de la Comunidad y Toni Cantó tratará de que Rosa Díez pueda formar grupo parlamentario en Madrid, con un ojo puesto, eso sí, en las próximas elecciones autonómicas.


¿Y a los ciudadanos, qué nos espera?


Según un economista amigo, “lo que nos espera es una legislatura horrible, porque esto está tan mal que no lo arregla ni San Rajoy, ni la mismísima Virgen de Lourdes”.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El racismo de Tintín

Buena se ha liado en Bélgica sobre si hay que retirar o no —dicho de otra manera, si hay que censurar— el cómic Tintín en el Congo, realizado por Hergé en 1931, debido a su presunto carácter racista.

Evidentemente, la historieta no es “políticamente correcta” al uso de hoy día, ya que este término es de reciente invención. Tampoco lo eran los tebeos de El guerrero del antifaz o Hazañas bélicas, que uno leía en su remota infancia, y no por eso uno se ha dedicado a ir dando en su vida mandobles a diestro y a siniestro.

Y es que las personas y sus obras son producto de su momento histórico. Lo único que cabe pedirles es que sean honestas; y el autor de Tintín lo es.

Puestos a rebuscar en el pasado de la gente, hay episodios mucho más infamantes aunque, también, hijos de su tiempo, que diría el otro. Pablo Neruda, por ejemplo, junto a su excelsa obra poética, escribió un homenaje a Stalin en 1953 y que en aquel momento debió parecerle de lo más fetén. Lo mismo cabe decir de la oda a Franco en 1966 del cantautor Víctor Manuel, cuando el dictador aún estaba vivito y coleando.

Muchos otros —Laín, Alberti, Machado, Torrente Ballester…— han tenido sus episódicos momentos de debilidad ideológica en los que han cantado a Hitler, José Antonio, Líster, Mussolini,… para su rubor y oprobio retrospectivos.

El bueno del dibujante belga Hergé, en cambio, ni eso: solo un entretenido y bienintencionado tebeo de 1931 en el que, obviamente, las cosas se narran como sucedían entonces y no como ocurren ahora, 80 años más tarde.

El mismo reproche que al autor de la historieta cabría hacerle a Ptolomeo por afirmar que la tierra era plana trece siglos antes, claro está, del primer viaje de Cristóbal Colón. Y es que ni siquiera los genios tienen un poder de adivinación tan anacrónico que les permita hablar del ADN cuando aún no se había descubierto ni fabular historias de mujeres jefes de Gobierno en épocas en las que ni siquiera se las permitía votar.

Uno le sugeriría al universitario congoleño autor de la demanda contra Tintín que cambie de destinatario de sus disparos. Podría dirigirse contra aquellos magnates cuyos antepasados se lucraron con el repugnante tráfico de esclavos y hasta consiguieron títulos nobiliarios por su ignominia.

Pero también ellos, como algunos de los poetas antes citados, han tratado de borrar las huellas de su oprobioso pasado, a diferencia del bueno y honesto de Tintín

domingo, 13 de noviembre de 2011

El legado de Miguel Hernández

Un efecto colateral de la crisis económica es la supresión de muchas subvenciones culturales perfectamente prescindibles.


Claro que los afectados pueden coger un rebote considerable. Es el caso de la nuera de Miguel Hernández, que se ha llevado los recuerdos del apasionado poeta oriolano a la caja fuerte de un banco. Todo, porque la alcaldesa de Elche ha dejado de pagarle 3 millones de euros.


Esta pelea pecuniaria supongo que le resultaría incomprensible al trágico autor de Nanas de la cebolla y otros de los versos más emotivos de nuestro reciente pasado.


Y es que el legado de los artistas es algo de lo que debe beneficiarse el público en general y no constituir el modus vivendi de familiares políticos que ni conocieron al poeta fallecido hace 70 años.


Uno, que ha estado en docenas de casas-museos de escritores, desde la de la Premio Nobel Grazia Deledda en Cerdeña hasta la de Miguel de Unamuno en Salamanca, no ha visto nunca este fúnebre tráfico mercantil. Es más, cuando un editor pretendió lucrarse con unas cartas de don Miguel, en seguida se armó la marimorena.


Bien distinta es la caridad disimulada con artistas económicamente venidos a menos, como le ocurrió al eximio Rafael Alberti, a quien se le compró más que generosamente su biblioteca, la cual pudo conservar hasta su muerte.


Lo otro, en cambio, no tiene pase.


Sin embargo, han sido demasiados años de financiar con dinero público exposiciones absurdas y libros mediocres, películas inéditas y montajes grotescos. Y así se ha creado el triste hábito de que gente sin mérito propio quiera beneficiarse del talento ajeno.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Impagos, pagos, impagos...

Los presupuestos que se discuten estos días en Les Corts Valencianes son cualquier cosa menos reales.

En primer lugar, porque ni siquiera se sabe cuál va a ser la aportación del Estado, clave para que puedan cuadrar o no los números. Por eso, algunas Comunidades Autónomas, como Aragón o Extremadura, ni siquiera han redactado sus respectivos presupuestos. El presidente de esta última, José Antonio Monago, ha sido rotundo al respecto: “Necesitamos saber con certeza los ingresos para presentar las cuentas de 2012”.

Así, pues, las previsiones para el próximo ejercicio solo son, de momento, un esforzado ejercicio de voluntarismo.


¿Cómo se garantiza, entonces, el que se atiendan los compromisos que figuran en las distintas partidas presupuestarias? Pues no puede hacerse, como evidencian los sucesivos impagos de la administración autonómica a sus proveedores, a quienes Alberto Fabra, a diferencia de su impertérrito antecesor, Paco Camps, acaba de pedir disculpas por los reiterados retrasos.


Aunque, en un esfuerzo de puesta al día, el Consell lograse reducir su morosidad, las malas perspectivas económicas auguran que los impagos volverán a producirse: la UE acaba de pronosticar que la economía española caerá un 0,1% durante el último trimestre del año y que se mantendrá estancada en los primeros meses de 2012. Para más inri, España incumplirá su compromiso de reducir el déficit público al 6% a fin de año.


La primera medida tomada por el conseller Enrique Verdeguer para salir del apuro ha sido la emisión de 1.800 millones de bonos patrióticos, eso sí, a mayor interés que el tramo anterior de deuda autonómica, ya que la vecina comunidad de Murcia ha encarecido su precio hasta un 5,5%.


Todo esto, ya se sabe, es pan para hoy y hambre para mañana, pues lo primero en que se van a utilizar los nuevos ingresos es en pagar la deuda anterior, que vence de aquí a fin de año. Por eso, el Consell confía en que la previsible llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa le beneficie mediante una mayor financiación autonómica, por un lado, y, la autorización de nuevos endeudamientos, por otro.


Hay quien considera que esta política no es más que una huida hacia adelante y que solo consigue aumentar el grosor de la bola de nieve.


Semejantes decisiones, además, contradicen la filosofía de la vicepresidente Elena Salgado al limitar al 3,1% el interés de los depósitos bancarios. ¿Cómo se compadece esa cifra con el coste de la deuda de la Generalitat, de un 5 ó un 5,25%, más otro 3% que se llevan los intermediarios financieros?

Con tales números no es de extrañar la previsión de la UE de que la deuda pública española pasará —debido a “desviaciones de los gobiernos regionales y del sistema de Seguridad Social”— del 69,6% del PIB este año al 78% en 2012.


Además, el voraz uso por parte de las administraciones públicas del escaso crédito existente va en detrimento de la necesaria financiación de las empresas con la que reactivar nuestra maltrecha economía.


Así que la perversa espiral de impagos, pagos, impagos… del Consell corre el riesgo de reproducirse. ¿Cómo cortar, pues, este nudo gordiano?, ¿de dónde lograr nuevos recursos?, ¿cómo reducir gastos cuando el 80% del presupuesto está comprometido en temas sociales?, ¿a quién colocar esas faraónicas inversiones públicas —Terra Mítica, Ciudad de la Luz, Canal Nou, Aeropuerto de Castellón, Ágora…— que tienen un horizonte ruinoso?


Son demasiadas preguntas y aún no hay ninguna respuesta.

domingo, 6 de noviembre de 2011

De vacaciones al Senado

De todas las instituciones inútiles que tenemos —empresas públicas, consejos consultivos, defensores del pueblo, tribunales de cuentas,…— quizá la más prescindible, y por fortuna también la más inocua, sea el Senado.


Su papel de Cámara de segunda lectura sin competencias específicas lo único que le permite es demorar la aprobación de algunas leyes. Ya ven qué tarea más excusable y hasta innecesaria. Por eso, circula últimamente por Internet un correo proponiendo el voto en blanco en las elecciones al Senado del 20-N.


Los defensores de la institución —entre ellos, varios senadores que conozco— arguyen que, a diferencia de la elección de diputados, donde sólo hay listas cerradas y que, como las lentejas, si quieres las tomas y si no las dejas, para el Senado se elige a personas concretas con nombre y apellido.


A mí, como a muchos ciudadanos, me da absolutamente igual, pues me consta que bastantes candidatos a senador acceden al apetecible cargo para sestear, tras haber perdido sus anteriores puestos públicos.


¿Queremos ejemplos? Los hay para dar y regalar.


Al Senado llegaron en su día el ex presidente valenciano Joan Lerma y el de Castilla y León Juan José Lucas, al igual que lo van a hacer ahora sus homólogos Francesc Antich, Álvarez Areces y Marcelino Iglesias.


Existen muchos más casos y más hirientes todavía de prejubilados con sueldo público, pero tampoco es cosa de señalarlos a todos con el dedo.


Lo único que cabe, a dos semanas de las elecciones, es preguntarse: ¿para qué tanta pamema cuando en el fondo solo se trata de mantener el salario de unos señores a costa de los contribuyentes?

sábado, 5 de noviembre de 2011

Los planes de Rajoy y Rubalcaba

La frase más impactante de estos días ha sido pronunciada por Alfredo Pérez Rubalcaba en Radio Marca: “Es más fácil que el Madrid gane al Barça que remontar a Rajoy”.

Este reconocimiento implícito de la próxima derrota electoral del PSOE no es nada nuevo. Sí lo es, en cambio, su formulación tan expresa y tan didáctica.

A tenor de algunas filtraciones desde la sede socialista de la madrileña calle Ferraz, ya me atreví escribir el pasado 16 de julio en el diario Última Hora, de Palma de Mallorca, y en otra docena de periódicos españoles: “¿Por qué la candidatura izquierdista —llamémosla así— del ex ministro y no otra más realista y centrada?: probablemente porque no está hecha para ganar, sino para convertirse en un incordio permanente para Mariano Rajoy desde la oposición”.

Resultaba tan evidente lo que se estaba cocinando entonces en los sótanos del PSOE que me permito concluir la autocita: “Según esta hipótesis, la evolución de la economía empeorará en los próximos años y se evidenciará entonces que el PP no posee mejores recetas que el fracasado Zapatero. Se trataría, pues, de evitar la mayoría absoluta de Rajoy y, una vez logrado ese objetivo, fustigarle desde el Congreso. Y nadie mejor que Alfredo P. para ello”.

Ni por ésas: la encuesta del CIS publicada anteayer revela que el batacazo socialista puede ser muchísimo mayor de lo que temían sus protagonistas.

¿Y qué puede ocurrir en la Comunidad Valenciana?

Probablemente, las cosas le resulten aún peor. A diferencia del PP, cuyo cabeza de lista por Valencia, Esteban González Pons, posee un evidente grado de notoriedad y supone un gran refuerzo para Rajoy, los principales candidatos socialistas ahondan el caos de su partido.

La número 1 por Valencia, Inmaculada Rodríguez-Piñero, resulta una gran desconocida para el gran público. No así los otros dos cabezas de lista; pero al de Castellón, Ximo Puig, se le recuerda por haber sido el rival de Jorge Alarte para dirigir el PSPV-PSOE, y a la de Alicante, Leire Pajín, se le asocia al más que desprestigiado Rodríguez Zapatero. ¡Menudo cartel!

Sus homólogos catalanes, en cambio, se han olvidado de Zapatero, Rubalcaba y otros zombis políticos, y apuestan en sus carteles electorales casi en exclusiva por Carme Chacón, llegando a aparecer en un vídeo hasta su hijo Miguelito: o sea, el futuro.

Ante su evidente ventaja en el marcador, por usar el símil deportivo, no es de extrañar que Mariano Rajoy apenas si arriesgue y formule propuestas lo menos concretas posibles. En el caso de nuestra Comunidad, resulta notoria la ausencia programática de temas delicados como el agua, la financiación autonómica o el AVE a Castellón.

El espejo donde se mira el candidato del PP es el británico David Cameron. El líder conservador tuvo un desliz de sinceridad al anunciar futuros recortes al comienzo de su campaña electoral y, debido a ello, no consiguió la mayoría absoluta que vaticinaban las encuestas.

Como Rajoy no quiere que le pase lo mismo, deja la iniciativa a un Rubalcaba a la desesperada, que va cambiando de discurso a medida que pasan los días y que ha concentrado sus esperanzas en el debate televisivo que mañana moderará Manuel Campo Vidal.

Mientras que probablemente el candidato socialista se lance a la yugular de su adversario —de forma metafórica, claro—, Rajoy intentará mostrarse como un hombre de Estado cuya serenidad logrará sacarnos de la crisis.

Habrá que verlo.