jueves, 12 de mayo de 2011

González Pons, Alarte y Sánchez de León


Esteban González Pons

Francisco Camps y él han sido íntimos amigos, pero de los de verdad. Ahora lo son solo de boquilla, entre otras razones, por el famoso caso Gürtel. Para el primero, se trata de un burdo montaje, y para nuestro hombre, por encima de cualquier otra consideración, de un enorme dolor de cabeza para su partido.

Existen más motivos de distanciamiento, y no solo físico, tras el paso de González Pons por el Consell. Camps lo debe considerar demasiado frívolo y superficial —“ésas son cosas de Esteban”, se le ha oído decir con desapego en alguna ocasión—, mientras que el otro tampoco oculta su decepción con todo el affaire de los trajes.

Por todo eso, seguro que en el fondo de su corazón no descarta llegar algún día a presidir la Generalitat.

A diferencia de su viejo amigo, Esteban conserva una buena imagen y mejores contactos en Madrid desde hace 12 años, cuando era portavoz del PP en el Senado. Además, es de los que cultivan el trato con los periodistas y menudea en el off the record que a éstos tanto les gusta.

Interesado desde hace tiempo en el mundo cibernético, ello le ha permitido ampliar exponencialmente sus relaciones a miles de usuarios mediante Twenty, Facebook y demás redes sociales que él maneja a su antojo como el más quinceañero de todos los internautas.

Jorge Alarte

Gana en las distancias cortas, donde despliega esa charme que debe poseer todo político con aspiraciones. En los mítines, en cambio, se le pone un semblante trascendente y enfático que lo aleja del personal.

Por eso, precisa la proximidad del ciudadano. En su pueblo natal, Alaquàs, lo tenía claro, porque se encontraba a la gente por la calle y ésta acababa votándole por mayoría absoluta. Lo malo es que no puede hacer lo mismo para llegar a presidente de la Generalitat. En un cálculo generoso, para conseguir que los electores de la Comunidad le conociesen uno a uno, necesitaría al menos cien años; y ya se sabe: dentro de cien años, como decía Keynes, todos calvos.

Lo tiene, pues, más que difícil. Por eso echa la culpa de su desconocimiento popular a Canal Nou, ocupado éste, como es lógico, en ensalzar los logros de Paco Camps. Claro que dentro del PSPV-PSOE hay quienes le echan la culpa a Jorge Alarte porque su único logro ha sido desaprovechar la veta del caso Gürtel.

Y es que en su partido, si el jefe es blando, sus correligionarios se lo comen por los pies y si, por el contrario, enseña las garras, lo acusan de pucherazos internos como hace Antonio Asunción.

En estas circunstancias, ganarle a Camps no es que sea difícil, sino que constituiría todo un milagro.

Paula Sánchez de León

No necesita, a diferencia de Bibiana Aído y otras miembras de la clase política, ninguna ley de paridad que la ampare, pues para eso se basta y se sobra ella sola, con una formación y una valía, dicen, superiores a la mayoría de sus compañeros masculinos.

Y eso que le ha tocado lidiar con un toro complicado en esta hora del caso Gürtel y demás líos procesales: ser portavoz del Consell. Ese puesto, en la hora de vacas gordas, fastos rentables y otros éxitos mediáticos era una perita en dulce. Ahora, cuando la crisis ha provocado todo tipo de impagos y de broncas políticas, exige mostrar más temple que un torero ante una corrida de miuras.

Paula, al parecer, lo tiene, ya que atiende en las ruedas de prensa a los medios sin descomponer el gesto, justo al contrario que José Mourinho. Además, como por moda y por conveniencia sus colegas eluden cada vez más las preguntas de los periodistas, ella debe responder de lo suyo y de lo de los demás.

Bien valorada, pues, tanto por compañeros como por adversarios, le queda un largo recorrido político por delante. Incluso hay quien cree que, de venirle mal dadas con la Justicia al presidente Camps, su partido tiene en ella un espléndido relevo. Pero, por fidelidad, ella debe rezar cada noche para que eso nunca llegue a suceder.

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