jueves, 31 de mayo de 2012

Cataluña y Escocia



Estoy en Escocia, donde aparte del inglés apenas si se habla el gaélico escocés. Y es que una cosa es la oficialidad y otra muy distinta la realidad. También el gaélico y el maltés son dos de las 23 lenguas oficiales de la UE y, sin embargo, las cabinas de interpretación de esos idiomas están vacías en el Parlamento Europeo ante la inutilidad de la traducción simultánea a dichas lenguas.

Debido seguramente a esa inconcreción lingüística no parece que Escocia vaya segregarse del Reino Unido en el referéndum del próximo otoño. Eso, a pesar de que la región ha tenido una larga historia como país independiente, en constante beligerancia con su vecina Inglaterra.

Es justo lo contrario de lo que sucede en Cataluña, que nunca ha tenido una andadura como nación específica, sino dentro de uno u otro de los reinos de España, pero donde el sentimiento independentista crece día a día.

La razón de esta tendencia separatista la halla un amigo filólogo en la lengua: “La patria es el idioma”, me dice, “y cuando se impone un idioma diferente se crea una sentimentalidad distinta y la necesidad de una organización política propia”. “Por eso”, añade, “no hay tensiones secesionistas en EEUU, pese a las diferencias entre Hawaii y Texas o entre Alaska y Florida”.

Cataluña, en cambio, puede llegar a ser más independentista que Escocia gracias al monolingüismo catalán. Se entiende así la política educativa de la Generalitat, la falta de recortes en TV-3 y las multas por rotular en castellano.

Si la patria es el idioma, la ausencia de la lengua española llevará, más pronto que tarde, ya sea ello justo o no, a la independencia de Cataluña.

Al tiempo.


domingo, 27 de mayo de 2012

Alberto Fabra y el futuro


Alfonso Rus se ha equivocado al retar a Alberto Fabra porque el PP es un partido de liderazgo, que no deja lugar para grupitos ni para familias, al contrario de lo que sucede en el PSOE”.

         Esto me lo decía al acabar el congreso de Alicante alguien que conoce muy bien los entresijos del partido en el que lleva militando treinta años. Ese mismo fin de semana se celebraban otros tres congresos regionales del PP, todos ellos con candidato único. En Canarias ganó José Manuel Soria, con el 97,1% de votos; en Murcia, Ramón Luis Valcárcel, con el 98,1%, y en Castilla y León, Juan Vicente Herrera, con el 97,1%.

Ya ven que no queda margen para la disidencia. El castigo a Fabra por parte de los afines a Alfonso Rus —y, en menor medida, de Rita Barberá— redujo el porcentaje de votos del presidente al 83,1%. Aun así, una aplastante mayoría.

        “He recibido presiones para dejar mi papeleta en blanco —me comentaba el alcalde de un municipio de Valencia antes de las votaciones— y basta eso para que ahora vote en negro”.

         En el congreso del pasado fin de semana no sólo se produjeron presiones —“brutales”, me llegó a decir un diputado provincial por Valencia—, sino que por primera vez los delegados se permitieron hablar de ello sin tapujos delante de los periodistas. “Me alegra el que por fin llegue la democracia interna a un partido de derechas”, ironizó conmigo un veterano militante, de vuelta ya de muchas batallas internas.

         No sé si es que hay o no mayor democracia, porque episodios complejos los ha vivido también el PP durante los mandatos de Eduardo Zaplana y de Francisco Camps. Pero en todos los casos, el líder del partido en cada momento acabó disponiendo de un poder absoluto, como le va a suceder ahora a Alberto Fabra con la inestimable ayuda del eficaz y correoso Serafín Castellano al frente de la Secretaría general del partido.

         Además, en esta hora de tribulación económica y de una deteriorada imagen de la Comunidad, por los casos de corrupción y por el fracaso en la gestión política de Camps, Mariano Rajoy no quiere más interlocutor en esta tierra que Alberto Fabra, persona de trayectoria impoluta y que fue elegido por él mismo para presidir la Generalitat.

         Por eso, tampoco han de temer por su futuro quienes han apostado por el presidente sin plegarse a presuntas fidelidades debidas a Rus en el pulso que el presidente de la Diputación de Valencia ha echado a Alberto Fabra. En ese partido sólo hay lugar para un líder y ése es el actual presidente regional del PP.

         Otra cosa muy distinta es que el futuro del partido y el de la Comunidad estén escritos. “Lo más probable —me comenta un experto en sondeos electorales— es que el Partido Popular no gane las próximas elecciones: no digo que pierda, sino que los partidos de la oposición sacarán entre todos más votos que él”.

         La culpable de ese diagnóstico es la crisis económica, claro está, pero también la incapacidad del PP para solucionarla, tanto a nivel regional como nacional, según este experto. “No tiene nada que ver con el liderazgo de Fabra, sino con cuestiones externas a él. Por lo mismo, tampoco puede permitirse el lujo de prescindir de auténticos purasangres de la política, como Rafael Blasco. Ante la que se avecina, por mucho talento del que se rodee éste aún será poco”.  





  










domingo, 20 de mayo de 2012

¡Devolved la pasta!


El presidente gallego, Núñez Feijóo, tan responsable como el que más en el desastre de las cajas de ahorro, es el único que ha pedido que los directivos de éstas devuelvan sus indemnizaciones millonarias.

Pero no sólo ellos. Todos los ejecutivos y consejeros que se han llevado una pasta gansa mientras concedían créditos incobrables a sus amigos y de paso arruinaban a los ciudadanos deberían hacer lo mismo. Con efecto retroactivo. Hablamos de miles de millones.

Otro tanto cabe decir de los políticos corruptos, desde Jaume Matas al ex alcalde comunista Juan Sánchez, hayan sido imputados o estén aún por imputar, pertenezcan a un partido u otro. Y seguimos hablando de muchísimos millones.

Dinero mal habido, que se decía antaño, es también el de todos los golfos que han esquilmado las arcas públicas al socaire de su nombre, su cargo o sus amistades, desde Iñaki Urdangarín hasta Esteban Cuesta, gerente de la empresa depuradora de las aguas de Valencia.

Ya ven que nos referimos a un montón de gente. A la lista habría que añadir todos los asesores y demás cargos de confianza nombrados por los políticos y que ni saben hacer la o con un canuto ni mucho menos eran aptos para desempeñar los trabajos por los que cobraban.

Aquí tampoco acaba la lista de defraudadores. Aún hoy permanecen emboscados cientos y cientos de directivos de empresas públicas, consejeros consultivos, miembros de tribunales de cuentas, académicos oficiales de diversas autonomías,… que se llevan un pastón mientras gente de bien está en el paro.

Si todos ellos devolviesen lo indecentemente percibido en estos años se recuperarían decenas de miles de millones. Y merced a ellos, muchos de los recortes sociales anunciados ni siquiera serían precisos. 


sábado, 12 de mayo de 2012

Tipos con testosterona

Unas declaraciones del bueno de Xavier Trías, alcalde de Barcelona, cuestionando el AVE a Extremadura, han soliviantado al presidente extremeño: “Si tienes collons, dímelo a la cara”, le ha espetado, en una colegial jactancia de tener más atributos sexuales que él.
Si en vez de derrochar testosterona, José Antonio Monago hubiese tenido más perspicacia, se habría percatado de que su consejero de Sanidad, Fernández Perianes, se pluriempleaba como oftalmólogo en Portugal, anunciándolo sin disimulo en la prensa del país vecino.
Lo que ocurre es que a nuestros personajes públicos les puede la chulería, acompañada a veces de la desfachatez. Es el caso de Modesto Crespo, el hombre que ha llevado a la bancarrota a la CAM, quien se ha exculpado diciendo que, por supuesto “no tenía conocimientos financieros suficientes” para presidir la entidad de ahorro y que lo hizo por simple “representación institucional”. O sea, para llevarse una pasta por la cara.
Más conocimientos financieros que él debe tener Rodrigo Rato. Eso no le ha impedido, sin embargo, dejar a Bankia hecha unos zorros, aunque confiesa que su paso por ella le ha dado “grandes satisfacciones personales y profesionales”, refiriéndose seguramente a los 8 millones que se ha llevado en estos dos años.
Más dinero obtuvo en su día José Ignacio Goirigolzarri, nombrado ahora sucesor suyo, cuando hubo de abandonar el BBVA: 56 millones del ala se llevó el angelito en aquella prejubilación dorada. Ahora que vuelve a la actividad no se sabe que piense devolverlos o, al menos, que vaya a trabajar sin costarnos un duro a los contribuyentes.
Y es que aquí, por desgracia, sobra bastante testosterona y falta, en cambio, mucho sentido de la solidaridad.

     


lunes, 7 de mayo de 2012

2015


La principal preocupación de nuestros políticos —más allá de servir a los ciudadanos y lidiar con la crisis económica— es conseguir el poder, mantenerlo luego y recuperarlo en el caso de haberlo perdido.

Por eso están siempre pendientes de la próxima cita electoral. Es lo que explicaba Alfonso Guerra cuando ostentaba el máximo poder dentro del PSOE: “Las elecciones se empiezan a preparar al día siguiente de haberse celebrado las anteriores”.

No es de extrañar, por consiguiente, que unos y otros estén pensando ya en los comicios autonómicos de 2015 y en las elecciones generales que vendrán a continuación. No se trata, además, de una fecha muy lejana, ya que según algún analista “lo más probable es que se adelanten ambas convocatorias, porque con el agravamiento de la crisis no hay Gobierno que resista”.

         Los hechos le dan la razón. Casi todos los partidos en el poder, del signo que sean, han venido perdiendo el Gobierno durante los últimos años: Gran Bretaña, Irlanda, Portugal, España…

         Ni siquiera alguien tan carismático como Barak Obama tiene asegurada la reelección frente al errático candidato republicano Mitt Romney. Según el especialista demoscópico Robert Kuttner, las secuelas de la crisis económica norteamericana —más leve que la que padece Europa— podrían acabar pasándole factura.

         Con estas consideraciones de por medio, llega el congreso del PP de la Comunidad, en el que Alberto Fabra debe afianzar su precario liderazgo y preparar el camino para su reelección al frente del Consell. En ese proceso resulta clave el nombre del próximo secretario general del partido y se explican, entonces, las guerras para que sea uno u otro el designado.   

         Todos los interesados coinciden en que la persona deseada por Fabra es el conseller Serafín Castellano, pese a la oposición de Rita Barberá, con su propio candidato, Jorge Bellver, y de Alfonso Rus, con el suyo, Vicente Betoret.

         Esos rifirrafes evidencian la importancia de un cargo en el que Castellano haría bascular el poder que hoy ostentan la alcaldesa de Valencia y el presidente de la Diputación en favor del inquilino del Palau.

         De no acceder al cargo el conseller de Gobernació, hay quien cree que éste iría a parar al vicepresidente José Ciscar, “quien podría compatibilizarlo con su puesto en el Consell, como hizo en su día José Luis Olivas”. Otra hipótesis posible, para evitar la guerra cruzada entre los pesos pesados del PP es que siguiese Antonio Clemente, “aunque eso supondría una frustración para el Presidente, que quiere a una persona de su confianza y que sea batalladora para encarar los duros tiempos que se avecinan”, me dice alguien que conoce bien los entresijos del partido.

         En éstas está, pues, el PP, pensando ya en la batalla electoral de 2015 cuando aún debe resolver los graves problemas financieros de la Comunidad.

         Pero lo mismo le sucede al PSPV-PSOE, donde al menos tres nombres se han postulado como candidatos presidenciales de aquí a tres años: Ximo Puig, secretario general, Francesc Romeu, portavoz de la Ejecutiva, y Manuel Mata. Por otra parte, los afines a Jorge Alarte, convencidos de que en 2015 el PP perderá las elecciones, pretenden rentabilizar su cuota de poder dentro de la organización.

         Ya ven cómo está el patio.

Si los políticos pusiesen tanto empeño en solucionar nuestros problemas como parecen ponerlo en resolver sus propias cuitas, otro gallo nos cantaría.

    


jueves, 3 de mayo de 2012

El debate Sarkozy-Hollande


A diferencia de España, los debates electorales en Francia sí que lo son, en vez de esos espacios televisivos encorsetados, con intervenciones tasadas y réplicas de cartón-piedra que gastamos entre nosotros.

Así que Hollande y Sarkozy no omitieron el otro día ningún tema, se interrumpieron a modo y manera, utilizaron el sarcasmo y la invectiva y no ahorraron explicaciones a sus compatriotas.

Bien distinto, pues, de lo que sucede aquí. Pero lo curioso del caso es que España estuvo recurrentemente presente en el debate: desde las cifras de paro hasta el voto de los inmigrantes en las elecciones municipales. También el nombre de Rodríguez Zapatero fue zarandeado como incómoda arma arrojadiza de uno a otro.

No es que este tipo de debates decidan el resultado electoral, por supuesto. Pero sí sirven para arañar unos cuantos votos, más que por lo que dicen los contendientes, que se supone conocido, por cómo lo dicen.

Ahí perdió claramente Sarkozy, ya que quiso mostrarse cercano a los televidentes, sonriendo en ocasiones y dirigiéndose a los moderadores como un alumno que buscase su aprobación.

Hollande, por el contrario, con la distante actitud de quien ya se imagina jefe del Estado, ni sonrió, ni descompuso el gesto, ni miró a nadie más que a su oponente. Conectó con sus compatriotas adoptando el elegante desdén que suele asociarse a la grandeur y que encarnaron desde De Gaulle a Chirac pasando por el arrogante socialista Mitterrand.

Y es que los ciudadanos, muchas veces, no queremos que nos representen personas como nosotros, sino tipos inalcanzables que, vaya a saberse por qué, suponemos que son mejores que nosotros mismos.