La
resistencia a morir de Nelson Mandela
quizá se haya debido al propio empecinamiento de Madiba, convencido de que
sin él, el futuro de Sudáfrica resulta más que problemático.
Entre
los muchos méritos de Mandela, el mayor ha sido el evitar una confrontación
civil al final del apartheid. El país
multicolor que él siempre ha defendido lo plasmó en una Constitución de las más
liberales y democráticas del mundo. Aun así, el revanchismo de un sector de la
mayoría negra antes oprimida parece imposible de evitar por sus sucesores, como
el errático presidente Jacob Zuma, y
menos aun por jóvenes extremistas como Julius
Malema.
No
es de extrañar, por consiguiente, la huída del país de un millón de blancos, minoría
que ha quedado reducida a menos del 10% de la población. El antes floreciente
centro de Johannesburgo, ha sido abandonado por sus antiguos amos y señores y
en él se produce una violencia que multiplica por ocho el número de homicidios
de los Estados Unidos. También se ha vaciado de blancos la administración
pública de Pretoria, la capital, así como las calles que parten de la céntrica
y bella Plaza Kruger.
La
situación resulta más ominosa, si cabe, en las granjas del interior, donde los
antiguos colonos viven en una creciente amenaza, cuyas manifestaciones han sido
recogidas hasta en la obra de escritores progresistas, como el premio nobel J.M. Coetze.
Mandela
siempre se ha opuesto a cualquier devastador ajuste de cuentas con los antiguos
opresores, convencido no sólo de la injusticia de una confrontación racial sino
de sus efectos negativos en un país que ha conseguido tener el 25% del PIB del
continente.
Sin
él, sin su presencia moderadora —incluso en estos años de postración por la
enfermedad— va a resultar muy difícil contener las pasiones en un país con una
historia atormentada, pero con unas posibilidades inmensas. Si aquéllas se
desbordan, si se pretende quemar etapas, si resurgen las rivalidades étnicas soterradas
—más de una decena de etnias en el país—, el impagable legado de Mandela se
habrá tirado por la borda.