sábado, 30 de junio de 2012

Nada sale gratis


Aunque diga otra cosa Mariano Rajoy, el alivio financiero proporcionado por la UE a España e Italia no nos va a salir gratis.

         Ésa es la única certidumbre en un mundo económico en el que ningún gurú sabe lo que pasa. Prestigiosos Premios Nobel, como Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Finn Kydland o Thomas Sargent no sólo no coinciden en el diagnóstico ni en la terapia de la crisis económica, sino que sus análisis suelen ser contradictorios unos con otros.

         En cualquier caso, bienvenido sea por fin el parche crediticio concedido a los bancos y que no gravará aún más a la deuda pública y al maltrecho déficit del Estado español.

         Lo cierto, sin embargo, es que las instituciones europeas saben ya que España no cumplirá el objetivo del déficit para 2012, fijado en el 3,5%, cuando en los cinco primeros meses del año está ya en el 3,4%. Sólo los desmesurados intereses de la deuda pública y la cuantía de los fondos para paliar el galopante desempleo suponen un agujero imposible de tapar.

         Por eso, a pesar de sus buenas palabras, ni Angela Merkel, ni Mario Draghi ni Herman Van Rompuy creen que Mariano Rajoy sea capaz de controlar las cuentas públicas. Consideran que no ha realizado suficientes ajustes efectivos para conseguirlo y, creen, sobre todo, que muchas Comunidades Autónomas se pasan los planes de austeridad por el forro.

Así que, en lo sucesivo, quiérase o no, nuestros Presupuestos van a ser intervenidos por las autoridades comunitarias.

En anticipación a semejante suceso, sólo una Comunidad Autónoma, Cataluña, ha efectuado unos ajustes económicos de caballo. En todo, claro, menos en la promoción del país i de la llengua. Con ello, Artur Mas pretende mostrar a la UE la sobria autosuficiencia de una nación similar a Dinamarca, capaz desde una próxima y deseada independencia de cumplir con los objetivos europeos mejor que dentro de España.

Al tanto, pues, de lo que está ocurriendo ante nuestras mismísimas narices sin que nos demos cuenta.

¿Y qué pasa mientras tanto en la Comunidad Valenciana? Pues sucede que Alberto Fabra deja pasar el tiempo en espera de que Madrid encuentre bajo las piedras dinero con el que solucionar nuestros problemas. En el ínterin, la reforma de la administración autonómica avanza al tran tran y grandes problemas, como RTVV, se vienen posponiendo desde hace años. Cada mes que pasa, la corporación de Canal Nou nos cuesta a los contribuyentes tres millones, mientras que el ERE previsto no saldrá por menos de otros 30.

¿De dónde se obtendrá ese dinero imprescindible? ¿Cómo se atenderá el pago de las otras facturas pendientes? ¿Y de la deuda ya vencida?

Como nada sale gratis, aunque no se produzca ninguna reforma constitucional al respecto, al igual que las cuentas de España estarán intervenidas por Bruselas, también lo estarán las de nuestra Comunidad.

En esta hora de buscar culpables de nuestros males, otro que va a salir malparado es Francisco Camps. Pese a su absolución judicial, políticamente es un árbol caído del que todo el mundo va a hacer leña ante los sucesos judiciales que vienen, desde el caso Urdangarín hasta la posible financiación irregular del PP. Gentes tan conspicuas como González Pons y Alfonso Grau ya han anticipado que los convenios con el yerno del Rey los decidía el ex presidente de la Generalitat.

Y es que, una vez más, nada, lo que se dice nada, le sale gratis a nadie.            

sábado, 23 de junio de 2012

Benidorm y los británicos


La conclusión, tras tres semanas de viaje por Gran Bretaña, es muy simple: allí todo el mundo conoce Benidorm, pero casi nadie sabe qué demonios es eso de la Comunitat Valènciana.

         Tiene razón, pues, la patronal hotelera Hosbec en que han sido infructuosos los esfuerzos en promocionar la Comunidad y que los dineros mejor gastados lo son en vender los destinos turísticos concretos de Valencia y de Benidorm. A partir de ahí vendría todo lo demás.

         En esa línea, también parece razonable la propuesta del presidente de Hosbec, Antonio Mayor, de que la ciudad de la Marina Baixa albergue la Consellería de Turismo. Lo avala el que concentre el 40 por ciento de las pernoctaciones turísticas de la Comunidad.

         Entre los que veranean en ella están la familia Garvey y otros personajes de ficción de la exitosa serie televisiva Benidorm, creada por Derren Litten y que ya lleva en antena cinco años. Se trata de una sitcom casposa, como lo son sus protagonistas, quienes en clave de humor encarnan todos los tópicos de las clases populares británicas cuando van de vacaciones. Con semejante puesta en escena, ¿cómo no va a ser conocida, por consiguiente, nuestra ciudad costera?

         Aun así, y pese a nuestro pedigrí turístico, todavía tenemos mucho que aprender de la experiencia ajena. En el caso de Gran Bretaña, allí han conseguido enormes afluencias turísticas no sólo en la bellísima Edimburgo, o en la Stradford-upon-Avon natal de William Shakespeare, sino que ya no queda piedra histórica a la que los británicos no le saquen partido: desde las derruidas abadías de los Scottish Borders hasta los milenarios monolitos de Stonehenge —que, por cierto, pueden verse desde la carretera—, de todo ello obtienen un jugoso rendimiento económico, incluidos los minúsculos pueblecitos de las Cotswold Hills, desbordados ellos también de jubilados japoneses y de otras procedencias.

         En una envidiable conservación patrimonial a imitar, lo mismo se han reconvertido en museos y en centros comerciales antiguas fábricas inglesas, que se organizan recorridos turísticos por las abandonadas minas de carbón de Gales. Todo ello, eso sí, de pago y mucho pago.

         Valencia, en concreto, bien podría tomar ejemplo para sus desaprovechadas dársenas en la magnífica recuperación de los animados muelles de Liverpool o de la bella bahía de Cardiff.

         Y es que, por mucho que creamos saber, siempre se está a tiempo de aprender algo de los demás.

         Así lo ha hecho, por ejemplo, Alicante, que aumentará la extensión de su zona azul en el pleno municipal del próximo día 29. Eso es algo habitual en todas las poblaciones británicas, con costosísimos aparcamientos ciudadanos que permiten reducir el tráfico, facilitan el paseo de los peatones y fomentan el transporte público, sí, ese mismo que todos nosotros ponderamos pero al que aquí no solemos dar ningún tipo de facilidades.

         Volviendo, para acabar, al título de este artículo, valdría la pena convertir a Benidorm —además de Valencia— en la capital de derecho de nuestro turismo, porque ya lo es de hecho. Hay que aprovechar su nombradía, invertir en ella y convertirla en reclamo definitivo para paquetes combinados con otros destinos de nuestra Comunidad.

         Así lograríamos, entre otras cosas, sacar a la televisiva familia Garvey de su inclusivo resort de La Solana y hacer que los británicos conozcan de una vez el resto de nuestra rica y variada geografía.



  



  

lunes, 18 de junio de 2012

Ahora llega lo peor


El único que lo ha dicho alto y claro es el presidente de Cataluña, Artur Mas. “No hay dinero”, le ha espetado a Joaquim Nadal, portavoz de los socialistas en el Parlament. Y, por si no quedase suficientemente claro, le ha preguntado: “¿Cuál de estas palabras no entiende usted?”

         Ni Mariano Rajoy, a escala nacional, ni Alberto Fabra, en el ámbito de nuestra Comunidad, se han atrevido a pronunciar expresiones semejantes. Al contrario. En una aparente huida hacia adelante, el presidente español y su ministro Luis de Guindos han afirmado que el Gobierno aun va a ganar dinero con el préstamo/rescate europeo de 100.000 millones de euros.

         Tal cual.

         Por su parte, los consellers Máximo Buch y José Manuel Vela se frotan las manos calculando cuántos de esos fondos —destinados en exclusiva a sanear la maltrecha banca española— puede ser arañados por la Generalitat para pagar sus deudas. Un despropósito.

         Y es que la palabra clave sigue siendo ésa: deuda. La del Estado acabará subiendo en la cuantía del préstamo/rescate, si no más, a cuenta del creciente endeudamiento de unas autonomías que aún no han puesto coto a sus desmanes económicos: ¿cuántos años de retraso, por ejemplo, lleva acumulados la ineludible reforma de RTVV que, a buen seguro, se quedará corta cuando se presente el mes que viene?

         La desconfianza en la evolución del proceso de ajuste de España es notoria en todos los ámbitos. En Gran Bretaña, donde me encuentro, es algo en lo que coinciden colegas de las universidades de Oxford o Cardiff, pongo por caso.

         Para ellos, resulta inaudito el derroche en obras públicas faraónicas de estos últimos veinte años. Y eso que sólo hablan de lo que conocen y no se pierden en detalles más prosaicos, como la fantasiosa Ciudad del Circo de Alcorcón o la aun más pretenciosa de la Cultura, en Galicia. No comprenden tampoco que España tenga más kilómetros de autopistas que el Reino Unido —donde las carreteras nacionales siguen plagadas de semáforos— y muchos más de trenes de alta velocidad.

         Por esa falta de proporción y de eficiencia, creen que aún son inevitables muchísimos más recortes en la economía española.

Y tampoco entienden, al igual que Joaquín Almunia y la Comisión Europea, que haya que mantener entidades financieras —sin aludir necesariamente al Banco de Valencia— cuya desaparición beneficiaría al conjunto nacional. ¿Por qué, si están cerrando ferreterías, inmobiliarias o restaurantes —me pregunta un empresario británico—, no deben quebrar los bancos, que son instituciones más tóxicas?

Está visto que no sólo las agencias de ratings y los inversores foráneos son adversos al errático deambular económico del Gobierno español, sino que lo es también la opinión pública internacional.

Todo esto, en vísperas de acontecimientos que pueden precipitar aún más el descrédito, la urgencia de drásticas medidas y la necesidad de aplicar en España un cortafuegos para Europa: las elecciones griegas de hoy, con el futuro del euro en juego; las legislativas francesas, que pueden ratificar la ruptura existente en el frente europeo; las de Egipto, con la incertidumbre del islamismo y de su efecto en el precio del petróleo,… Y, finalmente, la reunión del G-20 y las decisiones que sus dirigentes puedan tomar al borde del abismo.

Ya ven si las cosas están feas o no. Y, mientas tanto, seguimos sin enterarnos, como dice Artur Mas, de que “no hay dinero”. ¿Cuál de esas palabras no entendemos?  










domingo, 17 de junio de 2012

Europa buena, Europa mala


Una gran parte de españoles ha pasado de ser europeístas convencidos a poner en cuestión todo lo que viene de la UE.

En los años gozosos de bonanza económica sólo había loas a las disposiciones comunitarias. De Europa recibíamos un montón de dinero vía fondos URBAN, FEDER, PAC y otras siglas que maldito lo que nos importaba su significado. Se trataba de buena pasta que ni siquiera se usaba para los fines para los que se concedía, sino para salir de pobres y vivir como Dios.

Fueron años espléndidos en los que muchos agricultores aparecieron conduciendo BMW y Mercedes, en lugar de invertir las subvenciones en modernizar sus explotaciones agrarias.

Si nosotros estábamos encantados con los europeos, éstos también parecían orgullosos de nosotros. Se hablaba del milagro español y, en lo personal, recuerdo la visita a media docena de periódicos franceses donde mis colegas apreciaban con admiración y hasta envidia los logros de España.

Pero, ¡ay!, dejamos de ser los más pobres de la Comunidad para tener que ayudar también nosotros a los nuevos y menesterosos países que se incorporaban a la Unión. ¿Y dónde estaba entonces el dinero que deberíamos haber invertido en nuestro desarrollo y no sólo en un desbocado consumo público y privado?

Aquellos polvos trajeron estos lodos. Ahora Europa ha fruncido el ceño y todo son reproches y exigencias ante cada euro que nos presta. Y, claro, la UE empieza a caernos mal.

Por otra parte, nosotros tampoco somos ya a sus ojos aquellos tipos simpáticos, siempre de juerga y cachondeo, sino unos irresponsables que gastan alegremente su dinero.

Hablamos de la misma Europa de antes. Pero todo ha cambiado y no precisamente por culpa ajena.

domingo, 10 de junio de 2012

Financiación de los partidos


Todo el mundo sabe que en el saqueo del Palau de la Música por parte de Félix Millet gran parte del dinero sustraído ha ido a las arcas de Convergència Democràtica. Por eso mismo, CiU y PP han impedido que Artur Mas tuviese que dar la cara en tan enojoso asunto.

En España, resulta frecuente que en grandes latrocinios, como los del caso Gürtel o el Instituto Noós, los partidos políticos saquen su gran tajada, más allá de las responsabilidades de Francisco Correa, Iñaki Urdangarín y otros autores de los trapicheos.

El último que ha declarado ante el juez por la presunta financiación irregular del PP valenciano es el ex vicepresidente de esa Comunidad, Vicente Rambla, y claro, como todos los demás declara no saber nada de nada.

Es mucha la ignorancia acumulada en este país. Durante más de 30 años de enjuagues de este tipo, sólo han acabado en la cárcel pececillos menores, como el senador socialista Josep Maria Sala, por el caso Filesa, o personajes muy secundarios del partido de Durán i Lleida. Para que hablemos luego de la omertà de los mafiosos sicilianos.

En todo este tinglado han tenido mucho que ver, por supuesto, las cajas de ahorro. No me refiero sólo a esos fantasiosos préstamos, como el de 6,7 millones de La Caixa al PSC cuando lo presidía Pepe Montilla, y a su condonación posterior. Otra manera de financiar a los partidos también ha sido colocar en sus consejos a políticos de uno y otro signo, dar generosos créditos a sus amigos o financiar proyectos inviables.

Por eso, mientras no haya una voluntad seria de erradicar la corrupción, las sucesivas leyes que se promulguen sobre la financiación de los partidos serán simple papel mojado. 


Los que pueden ir a la cárcel


Llevo algunos días fuera de España y no he podido asistir en directo a las chuscas declaraciones en Las Corts de algunos de los culpables de nuestro descalabro bancario. Aun así, me he quedado atónito al leer que María Dolores Amorós —quien se autoconcedió una pensión vitalicia de 350.000 euros como Directora General de la CAM— afirma que no tenía competencias sobre las auditorías, la contabilidad y la administración de la entidad.

Pero, ¿no era directora “general”? Nunca antes, a la hora de cobrar, había argüido que se trataba de una directoral “parcial” y que, en consecuencia, sólo debía cobrar como tal.

También tienen su guasa las manifestaciones del ex consejero José Enrique Garrigós, quien reconoce no saber leer un balance. ¿Qué hacía, pues, cobrando de una caja de ahorros si ignora hasta lo más elemental de las finanzas?

Podríamos seguir así todo el artículo revisando exculpaciones a cuál más peregrina, pero que al final resultan significativas todas ellas. Su común denominador: que las efectúan tipos incompetentes y corruptos que usaban su cargo para llevárselo crudo al amparo de la bonanza económica y que han quedado en evidencia al llegar las vacas flacas.

En general, la tónica exculpatoria es la de “yo no me enteraba de lo que estaba pasando”. Como última línea de defensa, en éstos y en otros casos de defraudación financiera, la culpa es del difunto, pues siempre hay algún muerto a quien achacarle el delito.

“¿Pero no hay nadie que vaya a la cárcel por todo esto?”, me preguntan estupefactos algunos amigos británicos con quienes converso estos días. “De momento, que yo recuerde, el único banquero que ha ido a la cárcel en España ha sido Mario Conde, hace un montón de años, y su desfalco fue mucho menor que el cometido últimamente por el conjunto de los gestores financieros”, les digo.

Por eso, a falta de la justicia penal, funciona la indignación ciudadana, como la de aquellos paisanos gallegos que han insultado en la calle a un ex director general de las cajas de ahorro cuando lo han reconocido. No sé ahora, de memoria, si se trata de José Luis Méndez, de Caixa Galicia, quien se ha llevado de 15 a 20 millones de pensión, o el de  NovaCaixa, José Luis Pego, que sólo ha pillado 10,8 en concepto de indemnización más pensión. Pero tanto da.

De todas formas, el cerco judicial se estrecha ya para algunos, como Domingo Parra, ex consejero delegado de Banco de Valencia, y José Luis Olivas, ex presidente de la entidad, por delitos de falsedad contable, administración desleal y otros de tipo societario.

Es lo que desean ver los ciudadanos, hartos de que mientras Olivas y Rodrigo Rato se disputaban el control de Bankia, la caja fusionada se hundía aunque ellos seguían cobrando sus buenos millones. Ahora, la fiscalía anticorrupción hace pender sobre la cabeza de ambos —y la de otros consejeros de la entidad—una pena de hasta seis años de cárcel por haber falseado el folleto con el que hace un año sacaron a Bolsa las acciones de la antigua caja.

No son éstos los únicos personajes que merecerían calificaciones penales semejantes tras años y años en los que muchos financieros han saqueado las entidades públicas, concedido préstamos irregulares y financiado actividades inverosímiles mientras que ellos y sus amigos se forraban de una forma totalmente indecorosa.  


domingo, 3 de junio de 2012

La posible derrota del PP


El mayor problema del PP no es saber si descabalga o no a Alfonso Rus de la jefatura del partido en Valencia. El problema real es si podrá acabar la legislatura y en qué condiciones lo hará.

Las proyecciones que tienen los diferentes partidos políticos de la Comunidad, así como las empresas demoscópicas, muestran un inexorable declive del Partido Popular que le llevaría a perder las próximas elecciones, ya sean éstas en 2015 o se celebren con anterioridad a dicha fecha.

Como se ve, nos hallamos ante un escenario que contrasta brutalmente con el poder absoluto del que ha venido gozando el PP en esta tierra. Como recordaba Alberto Fabra cuando su reelección al frente del partido el mes pasado, “gobernamos la Generalitat, las diputaciones de las tres provincias y 355 de los 542 municipios de la Comunidad”.

Una barbaridad. Pero aun así no debe dormirse en los laureles. Desde las elecciones islandesas de enero de 2009 hasta la reciente derrota de Sarkozy frente a Hollande, la crisis económica se ha llevado por delante a 16 Gobiernos europeos, ya sean de izquierdas o de derechas, y a una cantidad indeterminada de Gobiernos regionales. Así que al tanto.

Pero no son sólo los problemas económicos de índole general los que agobian al Consell —deuda pública, déficit, dificultades de financiación y de pago de las obligaciones vencidas…—, sino los más específicos derivados de la corrupción y de la subsiguiente mala imagen de nuestra región en los mercados y, sobre todo, entre los ciudadanos.

Bien es verdad que la corrupción no ha pasado hasta ahora factura electoral en este país. Pero es que la acumulación de casos en la Comunidad —propios o comunes a otros lugares, reales o supuestos— bate records: Gürtel, Emarsa, financiación del PP, procesos a Carlos Fabra, caso Nóos, sobrecostes de Calatrava, cooperación con el Tercer Mundo, quiebras de la CAM, Banco de Valencia y Bancaixa…

Le queda, pues, por delante a Alberto Fabra un durísimo recorrido esta legislatura como para distraerse en rifirrafes internos.

La única ventaja del PP ante este panorama es la falta de alternativa política que ofrecen sus adversarios, puesta de manifiesto una semana sí y otra también en los debates en Les Corts y en las sesiones de control al Consell.

Aun así, las encuestas que se manejan de tapadillo muestran una subida en las expectativas de voto de EU, con Marga Sanz al frente, y de Compromís, donde curiosamente resulta más conocida Mónica Oltra que su líder, Enric Morera. El innegable crecimiento de esta última coalición alcanza, sin embargo, un techo más bajo de lo que seguramente merece el trabajo político de sus dirigentes. Y es que el nacionalismo o el regionalismo tienen en esta tierra el recorrido que tienen y nada más.

El que sigue hasta ahora sin levantar cabeza es el PSPV-PSOE, donde el relevo de Jorge Alarte por Ximo Puig, en vez de elevar las expectativas ofrece una imagen de división y de carencia de proyecto.

Tampoco debería fiarse el PP de que la previsible entrada en Les Corts de UPyD —el partido de Rosa Díez— compense el crecimiento de sus adversarios tradicionales. El pacto de ésta en Asturias con el socialista Javier Fernández evidencia que el PP está más solo que la una. Así que, una vez más, o gana las próximas elecciones por mayoría absoluta o se quedará para vestir santos.