domingo, 22 de mayo de 2011

De Mayo del 68 a Mayo del 11

Las revueltas en los países árabes por un mínimo de democracia no tienen nada que ver con los espontáneos movimientos juveniles en España. Allá sólo pretenden respirar un poco de aire mientras los sátrapas locales nadan en la riqueza más ostentosa. Aquí se conforman con no ir a menos en su desahogado tren de vida tradicional.

En eso, al menos, existen cuarenta años de diferencia entre unos y otros.

Los jóvenes del mundo desarrollado ya exigieron “todo y ahora”, como decía algún eslogan, en Mayo de 1968. Las revueltas de la Sorbona parisina, el campus norteamericano de Berkeley o el Berlín de Rudi Dutschke pretendían que los beneficios del capitalismo llegasen a los jóvenes en forma de más participación política, permisividad de costumbres y mayor consumismo. Y a fe que lo consiguieron.

Cuarenta años después, aquellos jóvenes han gastado más de lo que podían y a sus hijos y nietos sólo les quedan las migajas: paro, precariedad laboral, mileurismo y falta de expectativas. De ahí su legítimo cabreo.

Por fortuna, aquí el malestar no se ha encauzado hacia partidos radicales, populistas o xenófobos, del signo que fuere, como en gran parte de Europa. Aquí, el apoyo familiar, el pasotismo, el botellón o las fiestas rave han servido de válvulas de escape. Hasta ahora.

Si a nuestra clase política este movimiento le ha cogido a contrapié es porque no se entera de nada, confortablemente situada en su Olimpo con todos los gastos pagados. Pero ya se le ha acabado el momio, porque estas revueltas nunca se sabe cómo empiezan pero menos aun cómo acaban.

Y esto no ha hecho más que comenzar.

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