domingo, 29 de enero de 2012

Ediles, funcionarios y asesores

Un concejal de Izquierda Unida me dice impertérrito que, por supuesto, él necesita un asesor de pago para poder realizar su gestión municipal. ¿Cómo hacerla, si no?


¿Y los funcionarios, para que están? “Para resolver otras cosas — arguye—, pero no para aconsejarme políticamente”.


O sea, que hemos convertido la perversión administrativa en norma política: a los miles de funcionarios que en este país han superado unas oposiciones como Dios manda se les ignora y sólo sirven para que les rebajen el sueldo a cuenta de la crisis. En cambio, los concejales, que dicen presentarse al cargo como acto de servicio a sus conciudadanos, cobran por una tarea que no saben hacer y para la que necesitan asesores que no han pasado por ninguna oposición.

¿Cuántos miles de millones nos cuesta todo este tinglado?


No lo sé —me cuenta un amigo—, pero en mi pueblo de 37.000 habitantes cobran todos los concejales que hay, 21, tengan o no dedicación exclusiva”.


Pero, ¿a qué se dedican, si todo el trabajo lo hacen, al parecer, entre los funcionarios y los asesores?

En primer lugar, es discutible que los ediles de la mayoría de nuestras poblaciones deban cobrar un duro. Menos aún sus presuntos asesores, muchos de los cuales no saben hacer la o con un canuto y sólo son paniaguados y políticos reciclados que han fracasado en anteriores encomiendas.


Lo paradójico, insisto, es que mientras no se eliminan asesores ni se reduce el número de concejales de pago, a los únicos de verdad imprescindibles, que son los funcionarios, se les putea un día sí y otro también. ¿Es ésa nuestra manera de resolver la crisis?

No tenemos líderes

“Quiérase o no —me dice un alto cargo del PP valenciano—, Paco Camps es el último gran líder que ha tenido esta Comunidad. Después de él sólo queda el vacío”.

Según su análisis, el gran problema de Alberto Fabra no consiste en haber cambiado de raíz la política de su predecesor, sino haberlo hecho sin crear antes un equipo propio. “No sólo no ha sabido conectar con los pesos pesados del partido —Rita Barberá, Alfonso Rus, Rafael Blasco,…—, sino que los ha puesto en su contra, al ir por libre. De hecho, el presidente está totalmente solo”.

No se trata, por consiguiente, tanto del rumbo político que ha tomado —inevitable, por otra parte, dado el descalabro económico de la Comunidad Valenciana—, como de la falta de empatía, carácter, liderazgo o como quiera que se le llame a la capacidad de unir voluntades con un mismo objetivo.

Eso no quiere decir que la vuelta de Camps sea posible, por supuesto: sólo añade una dificultad más en el espinoso y largo camino de la recuperación económica y moral de nuestra sociedad.

La ausencia de un líder incontestado tampoco es exclusiva del PP. El todavía segundo partido de la Comunidad, el PSPV/PSOE, no es que no tenga un líder, sino que a la visible falta de autoridad del inédito Jorge Alarte, se suma la pléyade de outsiders que, más que a sucederle en su inanidad, parecen aspirar a trozos cada vez más menguantes de la otrora fecunda herencia socialista. ¿O es que inspiran algún entusiasmo las candidaturas de Ximo Puig, Francesc Romeu, Manolo Mata y ahora la del ex alcalde Gandía José Manuel Orengo?


Líder, lo que se dice un líder, no parece ser ninguno de ellos.


“Pero tampoco hay liderazgo alguno hoy día en la sociedad civil, los dirigentes empresariales, el mundo financiero,…”, comenta un experto analista de los grupos sociales, preocupado desde hace tiempo por la pérdida de influencia de la Comunidad en los asuntos españoles.

Para darle la razón, ahí tenemos el desmoronamiento de nuestras cajas y bancos, con un José Luis Olivas que no está ni se le espera, la falta de peso en la CEOE de la patronal valenciana que preside José Vicente González, el declive de instituciones como la Feria bajo la batuta de Alberto Catalá o la marcha de la Comunidad Valenciana de empresas clásicas como Air Nostrum, de Javier Serratosa.

A pesar de todo ello, ¿aún queda alguien en nuestro entorno que tenga ideas claras, influencia social y capacidad de motivar al personal?


Otro conocedor de los intríngulis del mundo empresarial se atreve a dar su opinión: “Ése sería, sin duda, Juan Roig, aunque al dueño de Mercadona le gusta hacer las cosas siempre de tapadillo, mediante personas interpuestas”.


De creer su explicación, el habría estado detrás del reciente nombramiento de Francisco Pons como vicepresidente de Bankia y de Máximo Buch como conseller de Economía en sustitución del inédito Enrique Verdeguer. Incluso, habría estado promocionando en los últimos tiempos al alcalde de Paterna, Lorenzo Agustí, en una operación a largo plazo aún por ver.

En cualquier caso, como dice el analista que destapa estas presuntas movidas, “la gente que no tiene la ratificación política de las urnas no puede ejercer legítimamente ninguna operación de liderazgo”.


En ésas estamos, por consiguiente: en una absoluta orfandad de líderes capaces de enseñarnos el rumbo correcto e inspirarnos la confianza suficiente para embarcarnos con ellos hacia un destino mejor.

miércoles, 25 de enero de 2012

Los que pagan la crisis y los que no

El consejero del Banco de Santander Francisco Luzón deja la empresa tras quince años, con una liquidación de 56 millones de euros. Exagerando un poco, con esa suma podría atenderse gran parte del ERE que se le viene encima a Canal Nou.


Esa escandalosa cifra está en consonancia con lo cobrado por Ángel Corcóstegui al dejar ese mismo banco hace nueve años o por José Ignacio Goirigolzarri al prescindir de él el BBVA. Por cierto, el presidente de este último, Francisco González, reconocía por aquellas fechas que los sueldos de los directivos de la banca podían ser “éticamente discutibles”.


Claro que entonces aún no había asomado la patita la dichosa crisis económica. Pero da igual. Está visto que esas cosas no afectan a los altos directivos.

Es que todo el mundo admite con la boca pequeña que las cosas están mal y que “hay que hacer sacrificios”. Ya, pero que los hagan otros.

Por eso, el gran recurso de las administraciones públicas es el de recortar sueldos a los funcionarios —y, eventualmente a los pensionistas y a otros colectivos que dependen de ellas—, al estar sus nóminas prácticamente secuestradas.


Lo hacen todos los políticos: Mariano Rajoy igual que Rodríguez Zapatero; pero también el griego Papademos, el italiano Monti o el portugués Passos Coelho. Y aquí pasa lo mismo con Artur Mas en Cataluña o Alberto Fabra en la Comunidad Valenciana.


Los que no tiene su sueldo intervenido, en cambio, se resisten como panteras a perder poder adquisitivo, aunque ello vaya en perjuicio de los cinco millones de parados existentes y de los que aún vayan a venir. Es lo que sucede con los sindicatos de Cándido Méndez y Fernández Toxo, que aún exigen subidas de sueldo en los convenios colectivos mientras que sus colegas de otros países aceptan ya la reducción de salarios a cambio de crear empleo.


Es que, como dice el refrán, una cosa es predicar y otra dar trigo. Pasa lo mismo con algunas declaraciones altisonantes, como la de Cristóbal Montoro de castigar con prisión a los políticos que incurran en déficit presupuestario, confundiendo lo deseable con posible o sabiendo, simplemente, que esa ley jamás se llegará a aprobar. Como dice sardónicamente Patxi López, ¿es que quiere meter en la cárcel a la mitad de los presidentes autonómicos del PP?


Lo que sí resulta factible, a cortísimo plazo, es despojar a la Administración de directivos inútiles, asesores y paniaguados varios. Ya. ¿Pero quién se atreve a meterse con lobos que son de su misma camada?


Ese problema se acaba de poner de manifiesto, una vez más, en el último pleno de Les Corts Valencianes, cuando Enric Morera, portavoz de Compromís, pidió que se elaborase una “lista de enchufados” que detallase cuántos y quién son, a qué se dedican y cuál es su nivel de productividad.


Se trata de una tarea imposible, ya que el del enchufismo es un vicio general en el que han incurrido todos los partidos políticos a fin de colocar a su gente excedente de otros cargos. ¿Para qué, si no, se han creado organismos perfectamente prescindibles, desde el Consejo Jurídico Consultivo al de RTVV, pasando por el de Cultura Valenciana y los de las extintas cajas de ahorros y otras empresas públicas?


La triste conclusión es que mientras muchísimos ciudadanos anónimos pagan los platos rotos de una crisis que no crearon, los políticos, en general, y los altos directivos de muchas empresas, en particular, siguen viviendo igual o mejor que antes.

lunes, 23 de enero de 2012

La perdida reputación de España

Hasta los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, muchos norteamericanos se preguntaban qué país de Sudamérica era España.

Tras el espectacular éxito de los Juegos, el rápido crecimiento económico de aquella época y la agresiva política internacional de José María Aznar, España se afianzó como un importante país emergente con personalidad propia.


Luego, claro, han venido los años del errático rumbo exterior de Rodríguez Zapatero que nos han resituado en el territorio diplomático de Evo Morales, Hugo Chávez y otros políticos de dudoso prestigio. Si a eso se añade el desplome de nuestra economía y su récord mundial de parados, el peso político de España ha caído en picado.

Sólo el éxito de los deportistas de este país —Nadal, Gasol, Alonso, Iniesta y compañía— y la masiva presencia de jubilados europeos en nuestras costas han evitado una mayor caída de la notoriedad de España.


Eso es lo que hay que remontar. Y hay que hacerlo, además, a pesar de la confusión generada por tantas embajadas regionales y tanta propaganda autonómica que, en competencia con la debilitada marca España, han liado a turistas y a posibles clientes de nuestros productos. De ahí la propuesta del ministro García Margallo de aunar legaciones y remar todos en la misma dirección.


Pero no resulta fácil, ya que hacerse una reputación cuesta toda una vida mientras que para perderla basta un minuto.


Hay que volver, pues, a ser los socios privilegiados de Merkel y Sarkozy, a potenciar nuestras empresas multinacionales, a no ocultar el nombre de España y, sobre todo, a generar noticias económicas positivas, que buena falta nos hace.

miércoles, 18 de enero de 2012

No somos tontos

Muchos políticos creen que a los ciudadanos se les puede engañar repetida e impunemente.

En cierta manera, lo reconoció alguien tan sobrevalorado como Enrique Tierno Galván, aquella “víbora con gafas”, en cruel retrato de su correligionario Alfonso Guerra. Según el fallecido alcalde de Madrid, “las promesas electorales están para incumplirse”.

Con esa premisa, en un país en el que nadie se arrepiente de nada, daría igual que el PP hubiese prometido rebajar los impuestos antes de las elecciones y ahora los suba. Total, hasta las próximas elecciones…

Pero, oh sorpresa, ha sucedido lo imprevisible: la aparición de políticos que piden disculpas. Hace poco lo hizo Alberto Fabra, apesadumbrado por el retraso de la Generalitat en pagar a sus creedores. En vez de negar la evidencia, con el desparpajo de que hacía gala su predecesor, Francisco Camps, el actual presidente cree que los contribuyentes son mayores de edad y merecen una explicación.

Es toda una novedad: creer que los electores no son tontos y que su habitual amnesia ante los siguientes comicios no es razón suficiente para no dar la cara.

Ahora, con intervalo de pocas horas, la han dado Mariano Rajoy, con respecto a la mayor presión fiscal en España, y el portavoz parlamentario del PP, Rafael Blasco, sobre los recortes presupuestarios en la Comunidad.

Todo esto tratará de razonarlo hoy en Les Corts Alberto Fabra.

Sus explicaciones resultarán convincentes o no. Pero, en cualquier caso, el considerar que los ciudadanos no somos tontos y que merecemos un enorme respeto resulta una novedad merecedora del mayor de los aprecios.

lunes, 16 de enero de 2012

Auge y declive de Rita Barberá

Ningún político, ni siquiera mi admirada Rita Barberá, consigue mantenerse permanentemente en la cresta de la ola, puesto que el poder desgasta. Y en plena crisis económica, mucho más.


Hace pocos meses, en cambio, la alcaldesa había alcanzado su cénit cuando se le propuso desde la calle Génova —sede nacional del PP— sustituir a Francisco Camps al frente de la Generalitat. Su negativa a consumar esa traición, según su código ético, marcaría el inicio de su declive.

La razón es que a Mariano Rajoy, como a cualquier líder, no le gusta recibir un no por parte de su gente. Para colmo, el lío que había dejado Camps en la Comunidad tras su imputación en la trama Gürtel y su calamitosa gestión económica era tan tremendo que exigía una respuesta drástica e inmediata.


Hasta aquel momento, el mayor quebradero de cabeza de un PP que aspiraba al Gobierno de la nación había sido Jaume Matas con su reguero de corrupción en Baleares. Para remediarlo, se puso al frente del partido en las islas a José Ramón Bauzá, quien no ha dejado títere con cabeza del equipo de su nefasto predecesor.


En la Comunidad, Rajoy hubo de echar mano de otro alcalde de trayectoria también impoluta, Alberto Fabra. Una vez designado éste para el cargo, se ha convertido —a veces a su pesar— en el único interlocutor de Génova y también de La Moncloa. Y Rita Barberá, sin comerlo ni beberlo, ha perdido su anterior capacidad de interlocución.


La culpa, claro está, radica en la deteriorada imagen de la Comunidad ante la opinión pública española. La región que hasta hace bien poco parecía modélica y de la que presumía el PP como ejemplo de su futura gestión a escala nacional, se presenta ahora como paradigma de derroche y de corruptelas, de deuda pública inasumible y de parálisis económica. Lo último que le conviene a Mariano Rajoy.


Se explica, entonces, que el presidente no haya echado mano de ningún político valenciano y que hasta un hombre tan próximo a él como Esteban González Pons haya desaparecido de la escena.
Con razón dice el refrán que cuando no hay harina, todo es mohína. Así, pues, con la economía hecha unos zorros y sin cargos de relumbrón en Madrid, se entiende que haya crecido el malestar de los políticos valencianos del PP y se produzcan “enredos dentro del partido”, en certera calificación de Rita Barberá.

Para más inri, Francisco Camps, anticipándose a una posible exculpación judicial por el caso Gürtel, se está moviendo para su eventual regreso a la política, sin prever las consecuencias de semejante tsunami dentro del partido.


Una de las cosas que el ex presidente ignora es que ya nada volverá a ser como antes. Si es verdad que la mayoría de los ciudadanos le votó repetidamente creyendo en su inocencia en el asunto de los trajes, ahora empieza a tener una pésima opinión de él al conocerse su desastrosa gestión presidencial.


De estas cuestiones y de muchas otras probablemente no tiene la culpa Rita Barberá. El desaguisado económico municipal —con las duplicidades del Palau dels Arts y el de la Música y de la Fira y el Palacio de Congresos, el derroche de la F-1 y el deterioro de los abandonados tinglados de la Copa América— se debe en gran parte a la propia megalomanía del campsismo.

De todo esto habrá que volver a hablar. Y también de los líos internos del PP, de cómo poner límite al mandato de los políticos y de otros asuntos de no menor interés.

¿Un/a catalán/a en La Moncloa?

La aspiración de Carmen Chacón a dirigir el PSOE vuelve a plantear una cuestión aparentemente obvia: ¿puede un catalán presidir el Gobierno español?



En algún momento, esa idea la tuvo Felipe González, al querer que le sucediera su entonces vicepresidente Narcís Serra. Por desgracia, éste se vio obligado a dimitir en 1995, tras las escuchas ilegales del Cesid a varios personajes públicos.


Nueve años antes, Miquel Roca ya había lanzado su candidatura a la Presidencia mediante la llamada operación reformista. El batacazo electoral fue estrepitoso: no obtuvo ni un solo escaño. La conclusión desde el nacionalismo de CiU fue rotunda: “A los catalanes no nos quieren en España”. La razón del descalabro, sin embargo, fue otra mucho más lógica: ¿cómo es que pretendía gobernar España alguien perteneciente a un partido nacionalista, fuese éste catalán o de cualquier otro sitio?



Ese problema le afecta ahora, en parte, a Carme/n Chacón.



Resulta que su partido, el PSC, es una formación distinta del PSOE, aunque asociada a él, y con deseo de tener grupo propio en Las Cortes. El PSC también reclama un voto diferenciado del socialismo español en asuntos catalanes, mientras que ya ha gobernado Cataluña en coalición con los independentistas de Esquerra Republicana.



Con semejantes precedentes, no son de extrañar las suspicacias que levanta la candidatura de Chacón, lo que limita sus posibilidades no ya de llegar a La Moncloa sino de dirigir el PSOE.



Pienso que, pese a todo, sería una lástima ya que, dada la deriva secesionista del Principado, un catalán al frente de España o, al menos, de un partido nacional, facilitaría su difícil pero imprescindible integración.

lunes, 9 de enero de 2012

El "año Unamuno"

Espero que este año Unamuno que ha comenzado no sirva para la apropiación de su persona “por los hunos y por los otros”, como diría el propio don Miguel, ya que nuestro cainismo ancestral suele utilizar su figura como arma arrojadiza contra los adversarios políticos.


Eso sucede ahora, claro está, porque en vida “fue el único intelectual represaliado por los dos bandos” enfrentados en nuestra guerra civil, como recuerda Luciano G. Egido.

Ese hecho lo define con precisión Andrés Trapiello en su magnífica y ecuánime obra Las armas y las letras, que trata del papel de los escritores en aquella contienda: “Unamuno, que creía en la justicia de las dos Españas, se quedó sin ninguna”. Y es que, en palabras del antiguo rector de Salamanca, optar entre “los unos con sus rebaños, y los otros, con sus hordas” no era más que un triste dilema de incivilidad.


Todo esto, por fortuna, sucedió hace 75 años, pero hay quien se obstina en perpetuarlo en el presente. Por eso hemos tenido, cómo no, ofrendas por separado a Don Miguel y polémicas tan anacrónicas como la de devolver al difunto su acta de concejal.


En esa línea de mantener en plena vigencia los motivos de enfrentamiento entre españoles, algunos le buscan las vueltas a la llamada memoria histórica, hurgan en afrentas periclitadas y actualizan odios prescritos. En cambio, otros países con desgarros internos más recientes han conseguido mirar hacia adelante en vez de hacerlo por el retrovisor de la historia.


Peor, si cabe, es lo que le sucede a Unamuno en su País Vasco natal. Él, que tanto hizo por el vascuence y tanto orgullo mostró de sus orígenes, casi está proscrito en su tierra, donde apenas quedan huellas de su persona, como no sean aquellas periódicas pintadas de “cabrón españolista” en la fachada de su casa bilbaína.


Razón de más para este nuevo homenaje de la Salamanca que tanto amó Don Miguel y que tanto le debe a la inmensa talla intelectual de su rector. Y es que, al final de tanta ingrata peripecia, Salamanca es de Unamuno y Unamuno pertenece a Salamanca.


Por eso creo, además, que este año Unamuno puede ser un espléndido reclamo para que sus admiradores —que los tiene, y muchos, dada la permanente actualidad de su obra— se acerquen a la capital salmantina, como prevé su alcalde, Fernández Mañueco.


Sólo faltaría, para acabar, que con la disculpa de este aniversario la gente relea al autor de Niebla, Del sentimiento trágico de la vida y muchas otras obras igual de vigentes.

domingo, 8 de enero de 2012

Urdangarín y los demás

Si usted y yo tuviésemos una tienda en la que entrase Iñaki Urdangarín queriéndose llevar un producto por la cara, seguramente se lo regalaríamos. ¿Quién osaría enemistarse con alguien de la Casa Real? ¿Y quién sabe, si además, eso no nos traería consecuencias algún día?

Por eso, entiendo bien a aquellos empresarios esquilmados por el Duque de Palma. A diferencia de los casos de soborno, en que tan responsable es el sobornador como el sobornado, aquí el único culpable sería el aristócrata llegado a tal por su casorio con la infanta Cristina.

También comprendo el lógico cabreo de alguno de los afectados por haberle estafado más dinero que a otros con más recursos que él: es el caso del presidente del club de fútbol Villarreal, Fernando Roig, frente a su homólogo del Valencia, Juan Bautista Soler.

Por lo demás, el truco de hacer facturas falsas por trabajos no realizados es casi tan viejo como andar a pie. Recuerden, si no, el asunto de Filesa y la financiación ilegal del PSOE en tiempos de Felipe González.

Lo que sucede ahora es que, con Internet, fusilar estudios hechos por otros está al alcance de cualquiera. Es una tentación a la que no han podido sustraerse ni personas tan relevantes como el ex ministro alemán K.T. Guttenberg, quien hubo de dimitir tras saberse que había copiado su tesis doctoral.

La madre del cordero del caso Urdangarín no está, por consiguiente, en aquellos individuos particulares sableados por el duque, sino en que administradores públicos, como Jaume Matas o Francisco Camps, le han regalado alegremente al saqueador un dinero que no les pertenecía a ellos sino al conjunto de los ciudadanos.

sábado, 7 de enero de 2012

La irrelevancia del PSPV-PSOE

Nunca un partido lo ha tenido tan a huevo para hacer una oposición fecunda como el PSPV-PSOE durante los últimos cuatro años de gobierno de Francisco Camps y, en cambio, ya lo ven: ha obtenido, en las elecciones autonómicas y en las generales los peores resultados de su historia.


De nada vale, por otra parte, echar la culpa de ese descalabro al descrédito de la política seguida en España por Rodríguez Zapatero, ya que el fracaso socialista en la Comunidad ha sido más acentuado que en el conjunto del país.

Eso, a pesar de la trama Gürtel, del caso Brugal, de los procesos contra Carlos Fabra, de la quiebra de la Ciudad de la Luz, de los sobrecostes del Palau dels Arts, del fiasco del aeropuerto de Castellón y del hundimiento generalizado de nuestra economía.

¿Qué rentabilidad política —y sobre todo, qué beneficios para los ciudadanos— se ha obtenido de la monótona cantinela de Ángel Luna, portavoz socialista en Les Corts? Sorprendentemente, ninguna.

Éste es el mayor ejemplo de la irrelevancia política actual del PSPV-PSOE cuando, precisamente, la Comunidad necesita más que nunca un partido opositor que ilumine a los ciudadanos sobre un camino alternativo a seguir.

No parece, por consiguiente, que ese partido pueda ser el mismo que durante el ya lejanísimo gobierno autonómico de Joan Lerma alcanzó su máximo esplendor. Ahora, por el contrario, se ha “convertido en una UTE de intereses orgánicos puntuales”, según afirmaba en un reciente y durísimo artículo la dirigente socialista oriolana Antonia Moreno. En consecuencia, la articulista pedía a Jorge Alarte y a Leire Pajín que no decepcionasen a los militantes y que, simplemente, se fuesen a casa.

¿Tan sencilla es la solución?

Me temo que no, ya que las voces que se aprestan a tomar el relevo dentro del partido no ofrecen, paradójicamente, una imagen de modernidad.


El candidato Manuel Mata propugna una política más a la izquierda que la actual, mientras que el otro aspirante, Francesc Romeu, presenta el currículum del típico profesional orgánico del partido cuando lo que se precisa es justamente lo contrario: una renovación de ideas y de conceptos y el acercamiento del PSPV-PSOE a la realidad social, desprendiéndose incluso de unas siglas anticuadas y equívocas que evocan un sumiso pancatalanismo y el anclaje en tiempos de la transición política del franquismo.

Sin esa evolución —que intentó realizar, sin éxito, Jorge Alarte antes de quedar preso en las perennes intrigas de su partido—, el socialismo autóctono está perdido.

En la época de Joan Ignasi Pla al frente del PSPV-PSOE, éste aún era el referente que pretendía encabezar un sedicente frente de progreso para así arrebatar el poder al PP.

Ahora, ni eso.

Ahora ha vuelto a levantar cabeza EU, bajo la dirección de Marga Sanz y con la política antisocialista de Cayo Lara en Madrid. Ahora gana enteros cada día el renovado Compromís de Enric Morera y Mónica Oltra. Y ahora hasta ha aparecido en el escenario político regional UPyD, que con Toni Cantó ha obtenido un diputado nacional y que podría entrar en Les Corts Valencianes en las próximas elecciones autonómicas.

Así que, o espabila pronto el PSPV —con o sin Jorge Alarte al frente—, cambiando su programa y adaptándolo a las necesidades reales de los ciudadanos, o, como decían en mi pueblo, se quedará para vestir santos, acentuando así su insoportable levedad actual.

lunes, 2 de enero de 2012

Tareas para (el temible) 2012

Soraya Sáenz de Santamaría acaba de decir que, puesto que el déficit público es dos puntos superior al esperado, hay que recortar más gastos y subir los impuestos. Justo lo contrario de lo prometido en campaña electoral. Si entonces se decía que bajar los impuestos incentivaba la actividad económica, ¿qué va a pasar ahora, que aumentará la recesión?

Éste es el peor escenario posible para un Alberto Fabra que se las prometía muy felices con Mariano Rajoy en La Moncloa. Según sus previsiones, el presidente le abonaría los 8.300 millones de deuda histórica de la Comunidad y aumentaría la financiación autonómica, al reconocer que existe un millón más de valencianos censados a la hora de transferir fondos del Estado.

De todo eso, de momento, nanay. El Estado no solo no tiene ni un euro, sino que ha de apretar más las clavijas para adecuar el déficit a lo prometido a Merkel y Sarkozy. Además, en palabras del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la culpa del desfase actual es de las comunidades autónomas. Toma ya.

Y es que si el Estado no tiene fondos, peor es el caso de nuestra Comunidad. Del informe anual del Síndic de Comptes, Rafael Vicente Queralt, se desprende que ni vendiendo todo su patrimonio la Generalitat podría responder ante sus acreedores.

¿Cómo hacer frente, pues, a las previsiones para 2012, al pago de la deuda y de los proveedores, a los gastos sociales comprometidos y a las inversiones imprescindibles?

Lo primero que peligra es el corredor mediterráneo, tan vital para nuestra economía y que sin la participación de la iniciativa privada parece hoy por hoy irrealizable.

En parecida dirección, en la de que sean los usuarios quienes paguen las infraestructuras, se encamina nuestro vecino Portugal, donde se ha establecido el peaje en autovías hasta ahora gratuitas.

Aquí, ¿cuándo y cómo podrá concluirse, por ejemplo, la llegada del AVE a Alicante y Castellón? Esa línea ferroviaria se ha mostrado muy útil en su itinerario entre Madrid y Valencia, pero no es todavía rentable, pese a sus tarifas elevadas, habiendo tenido menos pasajeros de los previstos y debiendo reducir el número de trenes.

En este temible 2012 que acaba de iniciarse no sólo peligran, por consiguiente, las inversiones a realizar sino que los recortes presupuestarios anunciados en su día por el Consell tendrán que ser aumentados, según muchos expertos.

“Es que el nivel de gasto público existente resulta tan insostenible —explica uno de ellos— que no sabes lo aliviado que me sentiría si cerrando los ojos desapareciese, por ejemplo, Canal Nou, ya que, por muchos ERE que se haga, la radiotelevisión pública seguirá siendo un pozo sin fondo”.

Y no es el único. “La Generalitat debería privatizar, si pudiese, casi todos sus proyectos faraónicos, y no sólo la Ciudad de la Luz, pero quizás ya sea tarde y todo ello resulte insuficiente para poder cumplir los presupuestos”.

Si esto no puede hacerse, ¿qué nos queda? Hay quien apunta que, por doloroso que sea, habría que adoptar medidas como las del catalán Artur Mas: pago por receta, tasa turística, céntimo sanitario,…

“Pues peor van a ser las subidas de impuestos del Gobierno central y peor aún el recortar prestaciones sociales imprescindibles, pero es que el horno no está para bollos”.

Y es que tras creernos durante años que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, como decía hasta hace sólo unos meses Francisco Camps, el recién nacido 2012 va a ser el primero de varios años seguidos en someternos a una ducha de fría realidad.

domingo, 1 de enero de 2012

Cuba, un inmenso penal

Más que alborozarme, me inquieta el anuncio hecho por Raúl Castro de indultar a 2.900 presos por delitos menores ante la visita de Benedicto XVI. ¿Cuántos miles más, incluidos presos políticos y de conciencia, debe haber en la isla?


Para hacernos una idea, semejante cifra de indultados equivaldría, en proporción a sus poblaciones respectivas, a que en España se liberase de golpe a unos 12.000 reclusos, uno de cada seis confinados en la actualidad.


Eso evidencia el carácter punitivo de un régimen que, no sólo no creó aquel utópico hombre nuevo que preconizaba el Ché Guevara, sino que ha ideado nuevos tipos de delitos con los que someter a sus súbditos.


Este 1 de enero se cumplen 53 años desde el triunfo de aquella revolución armada que llevó a Fidel Castro al poder. Y durante este tiempo su mayor éxito ha sido convertir Cuba en un inmenso penal.


Cuando episódicamente ha abierto sus puertas, como en el embarque por el puerto de Mariel en 1980, cientos de miles de ciudadanos han huido del presunto paraíso castrista hasta totalizar tres millones de exiliados frente a los once millones de residentes en la isla.


Precisamente es el carácter insular del país el que ha permitido la pervivencia de la dictadura. No deja de ser sintomático que las cárceles de máxima seguridad se hayan situado siempre en islas, como las ya clausuradas de El Frontón, en Perú, o Alcatraz, en Estados Unidos.


Cabe desear que, al igual que ha sucedido con esta última, los penales de Cuba se conviertan en pocos años en una simple atracción turística que recuerde el fracaso de un régimen que empobreció al país y privó a todos sus ciudadanos del mínimo derecho a la libertad.