El descrédito del PP
por culpa de sus medidas contra la crisis económica y la falta de pulso del
PSOE elevan las expectativas electorales de los partidos minoritarios.
Una encuesta de Sigma Dos en este mismo periódico el
domingo pasado otorga al partido de Rosa
Díez el 7,8% de intención de voto. Extrapolando esos resultados a la
Comunidad, UPyD podría obtener hasta 6 diputados en Les Corts.
Semejante perspectiva
alimenta los intereses ocultos de unos y de otros y aviva las guerras internas
en una formación que en sus cinco años de vida ha vivido la estrepitosa salida
de uno de sus fundadores, Mikel Buesa,
y la marcha de Ana Falomir,
referente del partido en la Comunidad.
Si eso ha sucedido en
época de vacas flacas, podríamos decir, ahora que se avecina la bonanza
electoral las cosas podrían ir a peor.
Lo cierto es que en
cinco regiones UPyD está regida por gestoras nombradas por Madrid, ante los
líos de las respectivas coordinadoras territoriales, y que en las Comunidades
llamadas históricas no consigue
implantarse: en Cataluña, porque su espacio ya está ocupado por Ciutadans, de Albert Rivera, y en Euskadi porque la
labor de su único diputado autonómico, Gorka
Maneiro, es perfectamente mejorable.
Lo último con lo que
se han cebado algunos medios de comunicación es con que el diputado asturiano Ignacio Prendes tiene a su disposición
6 asesores nombrados a dedo. “¿Es ésta una actitud diferente a la de los
partidos tradicionales, como viene pregonando Rosa Díez?”, se pregunta, dolida,
una militante del partido.
La Comunidad tampoco
está exenta de líos, con la confrontación a cara de perro de las sucesivas
elecciones primarias. La última, en la que Eduardo
Gómez ganó a Pablo Serrador en
Valencia ha dejado heridas aún por cicatrizar.
A causa de estos
enredos, los dirigentes del PP no temen que UPyD pueda causarles un gran daño
electoral. “Además —me dice un alto cargo popular—,
no tiene suficientes militantes para organizar la estructura electoral en los
542 municipios de la Comunidad”.
En efecto, pero todo
eso es perfectamente subsanable y, por si acaso, otros miembros del PP se
aproximan al partido de Rosa Díez, como esos 40 militantes de Alicante que ya
han llamado a la puerta del concejal Fernando
Llopis.
¿Accederá, sin
embargo, UPyD, a lo que pudiera ser el desembarco masivo de gente de otros
partidos? La filosofía de la formación se opone al transfuguismo de políticos
de profesión, y hasta ahora sólo los ha admitido a cuentagotas, como es el caso
del ex alcalde socialista de Alcobendas, José
Caballero.
Aún falta mucho para
las próximas elecciones autonómicas, pero en seguida empezaremos a ver ataques
crecientes a UPyD desde la derecha, temerosa de que el nuevo partido de centro
les deje sin mayoría electoral, y desde la izquierda, que pretende evitar a
toda costa que los recién llegados se conviertan en gozne de una futura
coalición de gobierno.
Todo esto, por
cierto, sin haber mentado al fenómeno en alza de Toni Cantó, quien está realizando una brillantísima tarea
parlamentaria en Madrid. Sin él al frente de la candidatura autonómica,
reconocen sus rivales dentro del partido —que ya empieza a tenerlos—, las
expectativas de UPyD en la Comunidad son bastantes limitadas. Con él, en
cambio, las posibilidades electorales del partido se multiplican.
Así que al tanto con
lo que avecina.