jueves, 5 de mayo de 2011

Blasco, Amadeu Sanchis y Sonia Castedo


Rafael Blasco

Es el Pérez Rubalcaba valenciano, lo cual supone un halago para el vicepresidente del Gobierno español.

Ha hecho de todo en política y si hay alguna salsa en la que no haya estado metido es que aún no se ha inventado. A eso se le llama capacidad de trabajo, pero para muchos de sus subordinados y de los diputados del PP a los que pastorea es como una plaga bíblica, porque no les permite relajarse en ningún momento.

Gracias a eso y a una habilidad política fraguada en sucesivas y diferentes militancias, sabe crear estrategias irrebatibles y fijar la atención del personal, si se lo propone, hasta en lo más irrelevante; por ejemplo, en la tortuga mediterránea, cuando era conseller de Territorio.

Llamado por el presidente Camps para paliar los daños del caso Gürtel cuando el escándalo estaba ya en todo su apogeo, ha conseguido realizar maniobras de distracción dignas del mismísimo mago Houdini. Claro que de haberle sido encomendada mucho antes la labor, Rafa Blasco habría sabido encontrar alguna nueva tortuga con la que poder encubrirlo.

Por esa pericia, y porque seguramente conoce al PSPV-PSOE mejor que sus propios militantes, es el político más aborrecido por el partido socialista. Y es que, como dice el refrán, no hay peor cuña que la que procede de la misma madera.

Amadeu Sanchis

En aquellas grotescas fichas policiales de la época de Franco que uno conoce, habrían podido escribir sobre él: “A pesar de ser comunista, se trata de una persona educada y aparentemente nada peligrosa”.

El candidato a la alcaldía de Valencia se habría ganado, pues, hasta a la ominosa policía secreta de la dictadura gracias a su carácter afable. También hoy día, en un mundo político en el que se van imponiendo el griterío y la descalificación del adversario, él prefiere la argumentación pausada y el lenguaje con pocos decibelios: eso que podrán agradecerle los otorrinos.

Pese a los avatares de su organización política, Amadeu Sanchis se mantiene fiel a sus ideas y a sus siglas, mientras que otros más impacientes se transmutan en ecologistas, socialistas, izquierdistas o lo que sea con tal de conseguir más poder o debido a simples y tristes rencillas de política doméstica.

Si el hombre tuviese la proyección mediática que acapara el partido dominante, podría atraer a un electorado más a la derecha de su propio ideario, simplemente por el hecho de su moderación. Como decían las madres casaderas a sus hijas cuando aún no existía la igualdad de género: “Ese chico te conviene, Pili, que se le ve muy formal”.

Sólo le falta ahora que los electores valencianos se enteren.

Sonia Castedo

La imagen pública de Sonia Castedo estará ya siempre bajo el peso de su predecesor, Luis Díaz Alperi, y el peso físico de éste es mucho peso, tanto para la actual alcaldesa de Alicante como para cualquiera.

Todo se deriva del último plan urbanístico de la ciudad y de la subsiguiente acusación por parte del fiscal anticorrupción. Claro que la sospecha de corruptelas y similares se va extendiendo tanto entre la clase política que comienza ya a ser algo irrelevante o, lo que es peor, que a un político sin procesos judiciales pendientes se le acabará considerando un auténtico mindundi.

Lo cierto es que Sonia Castedo, apasionada y luchadora, es más joven, más atractiva y tiene más futuro que Díaz Alperi, quien desde hace bastante tiempo prefiere navegar en yate a dedicarse a los asuntos públicos.

Por todas esas virtudes, Paco Camps ha puesto a la alcaldesa de Alicante también a la cabeza de la lista autonómica provincial, con objeto de que pueda atraer el voto de algún elector que todavía estuviese indeciso. Lo malo es que, una vez captado, a los alcaldes pluriempleados como diputados apenas si les queda tiempo para ir corriendo desde su alcaldía hasta Les Corts a apretar el botón del voto. Y ésa es una manera de desperdigar su talento y desaprovechar sus cualidades.

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