domingo, 28 de octubre de 2012

La injusticia del desahucio


Con lo lenta que es la Justicia española, sorprende la celeridad con que se ejecutan los desahucios. Como si éstos tuvieran otra vara de medir.

Lo cierto es que en nuestro país se efectúan 500 desahucios diarios. Es decir, medio millón desde 2008. Una auténtica barbaridad.

La tragedia social y personal que supone perder la vivienda y quedarse, en muchos casos, en la p… calle empieza a jalonarse de sucesos escalofriantes, como el creciente número de suicidios entre los afectados.

Sigo sin entender, además, que gran parte de esos incidentes no concluyan al entregarse el bien hipotecado —la famosa dación, que algunos tratan de imponer—, sino que la persona privada de su vivienda tiene que seguir pagando lo que queda del préstamo: o sea, que además de cornuda, apaleada.

El argumento del acreedor es que dio un crédito superior al precio del piso hipotecado. ¿Pero qué culpa tiene de ello el prestatario? ¿No era responsabilidad del prestador ajustarse al valor del inmueble dado en prenda?

Ésa fue en su día la intención de los juristas romanos al crear los préstamos hipotecarios, justo lo contrario de la avaricia de los banqueros actuales, unos inútiles en su oficio que nos han hundido en el abismo financiero.

Lo absurdo de la práctica indiscriminada del desahucio es que con ella salen perdiendo las entidades financieras, que acaban revendiendo los pisos a la mitad de su valor. ¿No les resultaría mejor dejárselos a sus propietarios, en espera de recuperar algún día el dinero prestado?

En vez de eso, prefieren tirar piedras contra su propio tejado y hundir el mercado inmobiliario con tal de seguir fastidiando al personal.   

 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Armstrong y los demás


Jacques Anquetil, ganador de cinco Tours entre 1957 y 1964, declaró poco antes de su muerte prematura: “En mi época, todos los ciclistas nos dopábamos”. A pesar de esa confesión tan explícita, Anquetil no fue privado jamás de los títulos conseguidos.

Justo, lo contrario que Lance Armstrong, quien nunca dio positivo en ningún control antidopaje y que siempre ha negado haberse drogado. Aun así, por la simple delación de terceras personas, Armstrong ha pasado de la gloria a la ignominia en un santiamén. Claro que Anquetil era francés y él no.

Lo paradójico del caso, es que los maillots amarillos quitados al norteamericano no van a ser asignados retrospectivamente a quienes quedaron segundos en aquellos Tours. Y es que en los últimos veinte años la mayoría de los ganadores de las grandes pruebas ciclistas han sido condenados por dopaje alguna vez, desde Jan Ullrich a Alberto Contador, pasando por Floyd Landis o Roberto Heras.

La conclusión, pues, no puede ser más demoledora: todos los corredores, en general, se drogan; unas veces son pillados haciendo trampas y otras no, pero la práctica del dopaje se ha generalizado ante la exigencia cada vez más brutal de unas carreras que requieren esfuerzos sobrehumanos.

Si esto es así, resulta hipócrita este castigo desproporcionado —y retrospectivo— al mejor ciclista de todos los tiempos, el cual ha corrido, probablemente, en las mismas condiciones artificiales que todos los demás.

Por esas razones, me temo que la sanción a Armstrong no resultará todo lo ejemplar que presumen sus dispensadores, sino que estimulará nuevas y más sutiles formas de dopaje que eviten su detección por los futuros controles.

Así, hasta la próxima sanción. Y vuelta a empezar.   

domingo, 21 de octubre de 2012

El "porno" Nacho Vidal


Cuando dejó de exhibirse en porretas, hace pocos años, Nacho Vidal estuvo a punto de que le dedicasen una calle en el pueblo de su infancia.

Ignoro por qué no cuajó la idea ni qué méritos encontraron en él sus promotores, aparte de los atributos viriles del profesional de la pornografía.

Que conste que no critico la actividad laboral del susodicho. Menos, incluso, en estos tiempos en los que uno se agarra a un trabajo como puede. Además, todos tenemos episodios oscuros en nuestras biografías. En la mía, el haber escrito pies de foto en la revista Private, fundada por el sueco Berth Milton, máximo exponente del sexo duro y explícito. Ya ven.

Aun así, sigo sin entender que un actor pornográfico se haya convertido en paradigma social como para que le dediquen una calle. ¡Con lo que les cuesta conseguirlo a científicos, investigadores, médicos y demás benefactores de la sociedad!

Claro que, según una encuesta, los españoles somos los ciudadanos que menos nombres conocen de gente dedicada a la ciencia y a otros menesteres igual de nobles. En cambio, sabemos todo de los participantes en Gran Hermano y demás bazofia televisiva.

Aun así, creía que tras su detención por la operación Emperador, de blanqueo de dinero, Nacho Vidal perdería su aureola de personaje mítico. “Quiá —me ha disuadido un amigo—. Para ser famoso y admirado en este país, cuanto más golfo, mejor. Desde chorizos como El Dioni o Luis Roldán en su día, hasta los actuales saqueadores de las cajas de ahorro, todos viven tan ricamente y con el riñón forrado”.

Pues qué bien.

 

 

domingo, 14 de octubre de 2012

Cada vez más insolidarios


Antes ni siquiera de ver un duro, seis comunidades autónomas ya se han repartido el 95% del fondo de liquidez creado por Luis de Guindos para que puedan pagar sus cuantiosas deudas. Y el que venga detrás, que arree.

Lo peor de esas comunidades es que, en vez de disculparse por haber sido manirrotas, echan la culpa de su derroche a los demás, como Paulino Rivero, quien arguye que Canarias “no tiene la financiación que le corresponde”.

Ésa es la constante de todos los presidentes autonómicos, desde Artur Mas a Alberto Fabra: decir que sus territorios reciben menos dinero que la media española y que, claro, así no hay manera de jugar. De hacerles caso, la suma de todos los fondos percibidos por ellos debería estar muy por encima del 100%.

Aparte de la notoria falta de justicia distributiva que esto supondría respecto a otras regiones más pobres, ¿cómo se puede cuadrar semejante aritmética que va contra la tabla de sumar y contra el simple sentido común?

Eso, al parecer, no perturba lo más mínimo a nuestros políticos, que se deslizan por una progresiva pendiente de insolidaridad. En ella cabría incluir, por cierto, la airada reacción de Elena Valenciano y de la mayoría de sus colegas ante el natural propósito del ministro Wert de españolizar a los estudiantes catalanes.

Así que, si tan poco nos queremos a nosotros mismos los españoles, si tan poco solidarios somos entre nosotros, si estamos dispuestos a romper España a la primera de cambio, ¿por qué van a tener que ayudarnos con sus impuestos los holandeses, los alemanes o los austríacos?

   

domingo, 7 de octubre de 2012

¿Adiós a Erasmus?


Sus críticos lo llaman Orgasmus, porque según ellos los becados con el programa europeo se pasan todo el día traveseando, en vez de estudiar.

Lo cierto, sin embargo, es que gracias a él tres millones de universitarios han conseguido desplazarse a otro país de esta Europa babélica, cada vez más necesitada de unión.

Ya ven si tiene importancia el programa de movilidad estudiantil. Y su baratura: sólo 450 millones anuales, poco más de lo que gastan en viajes los parlamentarios europeos.

Pues bien: la crisis económica ha reducido drásticamente este programa juvenil de integración europea, mientras que, en cambio, los eurodiputados se niegan a viajar en clase turista en vez de hacerlo en primera.

Y es que ni la manida crisis es igual para todos ni los parlamentarios europeos resultan mejor que los españoles: así, en plena moda de recortes presupuestarios, la Unión Europea ha dejado sin fondos a importantes partidas sociales; pero, eso sí, los gastos administrativos del propio Parlamento —en diputados, asesores, desplazamientos y otras gabelas— subirán el año que viene el 1,9 por ciento.

Por eso, reducir ahora unas modestísimas becas —133 euros mensuales de media que reciben los erasmus españoles—, en vez de hacerlo con las jugosas prebendas de los políticos, no sólo perjudica particularmente a España —el país que más estudiantes de Erasmus recibe y que más envía al extranjero—, sino que inexorablemente conducirá a esta Europa cada vez más insolidaria al aislacionismo cultural, a la fragmentación interna y a la irrelevancia internacional.