lunes, 27 de septiembre de 2010

De la meca a la ceca

No me atrevo a usar el dicho musulmán “ir de la Ceca (casa de la moneda) a La Meca” (ciudad santa) para que no me pase como a los dueños de la discoteca murciana que han tenido que cambiar su nombre por el de La Isla. Tal como se las gasta el fundamentalismo islámico no me extraña su acojono.
¡A quién se le ocurre denominar La Meca a un centro de bailoteo! Haber hecho como los demás, que llaman a sus pubs Abadía, Basílica, Ermita, Convento, Catedral,… sin que nadie se rasgue las vestiduras o, lo que es peor, les amenace con poner una bomba.
Así que olvidémonos ya de La Meca. Es más: propongo eliminar la entrada de nuestro diccionario que, por extensión, tipifica como meca a un “lugar que atrae por ser centro donde una actividad determinada tiene su mayor o menor cultivo”. ¡Que banal impiedad entraña semejante definición! A partir de ahora, en vez de la meca del cine, de la industria chacinera o del surf, hablemos del vaticano del prêt-à-porter, de la industria automovilística o de las competiciones de bolos, aunque nos suene más cursi.
Se impone, pues, acabar con el diccionario de la RAE y hasta con ese refranero obsceno que nos alerta cuando “hay moros en la costa” o se burla de nuestro falso valor ironizando con que “a moro muerto, gran lanzada”. El nuestro, como todos los del mundo, es un diccionario hecho a lo largo de la historia y que acumula infamias lingüísticas sobre todo hijo de vecino: moros y judíos, chinos y gitanos… Pero entre esa maldad lingüística y el dedicarse a poner bombas hay todo un abismo que las simples palabras son incapaces de traspasar.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Cómo tratar a los de fuera

Las autoridades británicas han editado una guía sobre cómo relacionarse con los extranjeros que asistan a los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres. Se trata, con ella, de que taxistas y hosteleros, sobre todo, no metan la pata con los visitantes de distintas culturas y que de ese modo éstos vuelvan a sus países respectivos con un buen sabor de boca.
El folleto (librito, más bien) es bastante detallado y explica, en el caso de los españoles, que aunque hablemos a gritos no quiere decir por ello que estemos cabreados o que seamos unos arrogantes. También da pautas de cómo evitar líos con árabes y chinos, portugueses o canadienses, porque cada uno es muy suyo y lo que en Londres significa una cosa en Hong Kong puede querer decir justamente todo lo contrario.
No sé si el contenido del manual en cuestión resulta muy fidedigno, ya que cuenta que “sólo uno de cada cuatro españoles es capaz de mantener una conversación en inglés”. ¡Qué más quisiéramos! En este país, entre los mayores de 50 años sólo saben inglés José María Aznar y media docena de personas más. En cualquier caso, sin embargo, hay que reconocerle sus dosis de buena intención a la guía de marras.
La idea de los británicos, con todo, no es nada novedosa. La Cámara de Comercio de Salamanca publicó hace años una guía con la pronunciación figurada de las frases más habituales al menos en inglés, francés y japonés. El amplio glosario iba desde cómo saludar a las personas en los distintos idiomas hasta la denominación del cochinillo o de las bragas de señora.
Se buscaba, con él, facilitar la labor de los comercios de nuestra ciudad en su trato con los visitantes. Pero, ya ven, me ha sido tan difícil dar con uno de estos manuales que eso quiere decir que deben estar arrumbados en las trastiendas si no han sido tirados a la papelera. En un caso sé que le han regalado la correspondiente guía a una cliente que estudia japonés, ya que a los dependientes no se les ocurría qué hacer con el librito. O sea, que sí somos amables con los turistas, aunque continuamos sin saber cómo diablos venderles, que es lo que se pretendía.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Zarra y los manotazos de ahogado

El lío sobre el cementerio nuclear de Zarra constituye la última de las dubitaciones, incoherencias y contradicciones en las que incurre cada día Rodríguez Zapatero. Menos piadoso con él que este articulista se muestra su correligionario Joaquín Leguina, quien en un reciente artículo tilda de “caprichosa” la apuesta del presidente por Trinidad Jiménez frente a Tomás Gómez.

Ejemplos actuales de los aspavientos con los que el líder del PSOE cambia constantemente de criterio los tenemos a montones: sobre recortes presupuestarios, reforma laboral, endeudamiento municipal, pensiones… Hasta en la expulsión de rumanos por Nicolas Sarkozy Zapatero ha apoyado a su homólogo francés mientras que el grupo parlamentario socialista pedía su condena.

Si el desconcierto por esta errática política llega, pues, hasta al propio PSOE, ¿cómo no va a influir en las decisiones de los empresarios españoles, en las instituciones internacionales —ayer nuestro presidente intentaba convencer en Wall Street a los tiburones de las finanzas de que aquí todo va como la seda— y hasta en los mismos ministros, enfrentados unos con otros?

El desencuentro ministerial más obvio ha sido el de José Blanco y Elena Salgado, con la marcha atrás en el recorte de inversiones públicas, por un lado, y, por otro, el inconcluso vaivén sobre la capacidad de los ayuntamientos para pedir créditos, que tanto ha hecho enfadar a Rita Barberá, alcaldesa del segundo municipio más endeudado de España y que no sabe muy bien cómo podrá afrontar los pagos que se avecinan.

Con todo, la eventual localización en Zarra del almacén de residuos nucleares ha evidenciado el enfrentamiento más sonoro: el de Miguel Sebastián y María Teresa Fernández de la Vega. Para el ministro de Industria sólo han sido criterios técnicos los que han aconsejado su emplazamiento en la Vall d’Aiora, cuando todo el mundo sabe que se ha debido a que los demás gobiernos autonómicos, con el socialista de Castilla-La Mancha a la cabeza, se han opuesto como panteras. La tibieza de nuestro Consell, por más que Juan Cotino se rasgue ahora las vestiduras, propició que se decidiese traer a nuestra Comunidad aquello que ninguna otra quería.

Pero el dar así una nueva baza de víctima del Gobierno central a un Francisco Camps acosado por sus propios problemas —financiación insuficiente, demora en el abono de las obras públicas, atonía industrial, procesos judiciales,…— era algo que la vicepresidente primera no podía permitir. O sea, que donde dije digo, digo Diego y, mientras tanto, a seguir pagándole a Francia 40.000 euros diarios por endosarle nuestros desechos atómicos.

Estas incongruencias de Zapatero y de todo su equipo no deberían alegrar demasiado sin embargo al PP, tanto al valenciano como al nacional, ya que los convulsos y torpes movimientos de Rodríguez Zapatero —lo del silo de Zarra incluido— sólo son, efectivamente, manotazos de ahogado, es decir, angustiados espasmos de quien sabe que se está hundiendo y que por esa misma agónica ansiedad puede arrastrar con él a cualquiera que se le acerque.

martes, 21 de septiembre de 2010

El lío de las primarias

Dice Felipe González que a él no le gustan las elecciones primarias porque sólo sirven para debilitar al partido que las lleva a cabo. Eso es lo que también cree el PP por lo que, sin alardear de ello, practica el método digital de designación desde arriba.


No sucede lo mismo en una democracia tan transparente como la norteamericana. En Estados Unidos, hace menos de dos años Barack Obama y Hillary (Rodham) Clinton se ponían a parir en público y ahora, ya ven, trabajan tan codo con codo que no se sabe muy quién de los dos dirige la política exterior del país. España, digo, no tiene nada que ver con esos hábitos y los enfrentamientos políticos suelen derivar en odios permanentes e irreversibles.


Lo más curioso de todo este proceso es que, mientras en la Comunidad Valenciana surgen dentro del PSOE distintos candidatos a presidir la Generalitat o a encabezar las listas municipales, en otros pagos ocurre justamente todo lo contrario: la crisis económica inhibe a posibles aspirantes a alcalde o a concejal, aterrados de tener que lidiar próximamente con previsibles deudas, ineludibles déficits presupuestarios y más que probables impagos a proveedores y funcionarios. Lo reconocía esta misma semana el presidente de los ayuntamientos catalanes, Salvador Esteve, del partido de Artur Mas: “Hay dificultades para encontrar gente que quiera ir en las listas municipales”.


Dentro del propio PSOE ocurre otro tanto. El pasado miércoles, por ejemplo, aún seguía sin tener candidato a la alcaldía de Salamanca y el secretario provincial del partido, Fernando Pablos, reiterado perdedor en elecciones anteriores, hubo de amenazar con volver a presentarse para que, por fin, alguien —en este caso el catedrático Enrique Cabero— se atreviera a dar un paso al frente.


En la Comunidad Valenciana, con un PSPV encaminado probablemente a una nueva derrota electoral, a tenor de las encuestas, la emergencia de aspirantes alternativos a los oficiales —Manuel Mata frente a Joan Calabuig, Fernández Valenzuela frente a Elena Martín y Toni Asunción frente al propio Jorge Alarte— sólo parece evidenciar el descontento de muchos militantes con su secretario general.


Lo que sucede aquí es que Alarte obtuvo hace dos años la dirección del partido con unas propuestas de regeneración ideológica que fueron rechazadas de inmediato en el programa político que aprobó ese mismo congreso. Igual le ocurrió a Felipe González en 1979 y, para asombro de todo el mundo dimitió, forzando de ese modo un nuevo congreso que acabaría por darle todo el poder dentro del PSOE. Claro que González era mucho Felipe y Alarte, en cambio, sólo venció por los pelos a Ximo Puig y a todo el aparato partidista que aún sigue controlando Joan Lerma, ante quienes se ha ido rindiendo poco a poco, desvaneciéndose así cualquier rastro de la necesaria modernización del partido que había propuesto en su día.


Por eso, el ejercicio democrático de las elecciones primarias, en principio tan estimulante y esclarecedor, en vez de una prístina manifestación de libertad dentro del partido acaba por convertirse casi siempre en un ajuste de cuentas público. Sucedió así en la confrontación de Borrell con Almunia y en otras ha propiciado clamorosas salidas del partido, como la de Rosa Díaz tras haber aspirado a la secretaría general del PSOE.


Aquí, al margen del más que improbable éxito de Asunción, Mata o Fernández Valenzuela, las próximas elecciones primarias servirán para ahondar aún más las diferencias dentro del socialismo valenciano. Si no, al tiempo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Los "profesionales"

Me trae sin cuidado el número de liberados sindicales. Lo que me preocupa es el mero hecho de que existan, es decir, que haya profesionales del sindicalismo, como si ésta se tratase de una especialidad laboral más, diferenciada de la del resto de los trabajadores.

Pero igual me perturban los representantes empresariales que no tienen empresas, como ha ocurrido tan frecuentemente. O aquéllos otros que pareciendo empresarios de verdad incurren en quiebras sospechosas, morosidad reiterada e impago a sus empleados. ¿A quién demonios representan semejantes individuos?

Finalmente, me molestan, también, los políticos profesionales, o sea, aquéllos que en su vida han tenido ninguna otra actividad conocida y que además se perpetúan sin ningún límite a su mandato. ¿Por qué no reducir, por ejemplo, a dos legislaturas el tiempo en que un presidente, alcalde o diputado pueda disfrutar de su cargo? No se hace, seguramente, porque muchos de ellos no sabrían cómo ganarse la vida en un trabajo normal.

Ésa es, para mí, la mayor lacra de nuestra democracia: que estamos representados, en el trabajo, en la empresa, en la política,… por personas que han dejado de ser como nosotros, que al hacer de su representación pública un simple oficio y no un servicio anteponen así su propio puesto al interés general de quienes les han elegido.

Claro que debe haber sindicalistas, políticos, delegados patronales,… pero con viaje de ida y vuelta, sin apalancarse en cargos cuyas tareas, de verdad, de verdad, las suelen hacer unos eficientes funcionarios públicos casi siempre ninguneados por ellos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Gracias a los extranjeros

Se dice que Europa no la han edificado las instituciones de Bruselas, sino la Champion’s League y las becas Erasmus (u orgasmus, según los entendidos en ardores juveniles).

Es verdad. Ambos acontecimientos han creado un tráfago de estudiantes y de futbolistas, un acervo cultural común (¿quién no conoce a Cristiano Ronaldo, Ribéry, Rooney o Sneijder?) y una mayor competencia en idiomas de los menores de 25 años.

En esto, mírese por dónde, nuestra modesta Salamanca ha tenido suerte. No en lo del fútbol, obviamente, porque seguimos donde estábamos, sino en la atracción de universitarios. Si no fuese por los extranjeros, la Universidad de Salamanca se iría despoblando poco a poco. Pero, a Dios gracias, nuestra ciudad les parece a los foráneos un lugar estupendo donde estudiar: no sólo es la que más alumnos extranjeros recibe de las de Castilla y León, sino que también es la que tiene mayor proporción de entradas que de salidas de nuestros jóvenes al exterior.

O sea, que de no ser por los venidos allende nuestras fronteras nos quedaríamos, académicamente hablando, para vestir santos.

No resulta un tema baladí ya que, si queremos progresar por ese camino (y no parece haber ningún otro), Salamanca debería internacionalizarse: no sólo ser la capital del castellano, puesto para el que padece una feroz competencia de otros lares, sino también la capital del inglés en España. ¿Cómo es que en una ciudad con tantos estudiantes guiris por la calle nuestros paisanos no son capaces de hablar con ellos en inglés? ¿O es que somos todos como Rodríguez Zapatero, el único presidente europeo que precisa un pinganillo de traducción para enterarse de lo que dicen sus colegas?

Vengo de un viaje a Frankfurt donde en el Banco Central Europeo, la Agencia Espacial y otras instituciones todo quisque habla en inglés. También en la calle una mayoría de personas te entiende en ese idioma. ¿Y por qué no aquí? Si pretendemos convertirnos en una ciudad de referencia en cultura, servicios y ocio, no nos quedará otra que darles facilidades a los foráneos.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Comerse el marrón

Los más cínicos —en esto de la política el cinismo, más que un defecto, se considera una rara habilidad o una virtud— podrían pensar que el miedo a llegar a alcaldesa de uno de los municipios más endeudados de España, con un saldo vivo de 834 millones de euros, ha espantado a alguien tan curtido como Carmen Alborch.

Otros, en cambio, se asombran justamente de todo lo contrario, de que la líder municipal del PSOE en Valencia haya aguantado haciendo oposición toda la legislatura, en vez de haberse apoltronado inmediatamente en su escaño del Senado en Madrid.

El tercer y más nutrido grupo de comentaristas, apelando a criterios estrictamente convencionales, piensa que ante la imbatible Rita Barberá la senadora socialista ha preferido hacer mutis por el foro. Lo cierto es que a la actual y sempiterna alcaldesa ni le ha salpicado el caso Gürtel —incluso se pensó en ella como eventual recambio de Francisco Camps al frente de la Generalitat— ni le ha hecho mella la cruenta batalla de El Cabanyal, en la que una activa oposición se ha empleado con denuedo y hasta con excesiva contundencia en ocasiones.

Además, en este particular momento en el que las siglas del PSOE, merced a la fallida y errática política de Rodríguez Zapatero, constituyen un lastre más que un estímulo electoral, resulta difícil obtener con ellas más votos en los tradicionales viveros de la izquierda, en los que ahora pretende pescar los suyos un político tan fajado y bien fajado como Joan Ribó —apartado de Esquerra Unida y candidato esta vez por Compromís junto a los nacionalistas de Enric Morera—, quien incluso podría robar algún concejal al PSPV-PSOE y dejarlo así en una minoría todavía más exigua.

Dado semejante escenario, ir de aspirante socialista a la alcaldía de Valencia puede ser considerado como comerse un marrón, es decir, según el diccionario de la RAE, “apechugar o cargar con alguna obligación ingrata” o, lo que sería aun más grave y doloroso, “cargar con la culpa de un delito, se haya cometido o no”.

Al parecer, el delito de ser candidato del PSPV a la alcaldía del cap i casal podría recaer en esta ocasión en Joan Calabuig, lo que sería tanto como dar por perdido el partido electoral frente al PP antes de haberlo comenzado a jugar. Porque, ya me dirán, si se arguye que Tomás Gómez es un perfecto desconocido para disputar la presidencia de Madrid a Esperanza Aguirre y que por ello se debe acudir a la rubicunda Trinidad Jiménez, ¿quién conoce a Joan Calabuig fuera de sus amigos de Facebook?

Rita Barberá ha podido consecutivamente, entre 1991 y hoy, con Clementina Ródenas, Aurelio Martínez, Ana Noguera, Rafa Rubio y Carmen Alborch. Ya ven si enfrentarse a ella supone o no todo un marrón. Y lo peor con todo para el PSOE es que para combatirla no se presentan denostados outsiders de la talla de Toni Asunción o Fernández Valenzuela, quienes, aunque molesten a su propia organización política, aportan un saludable aire fresco que revitaliza las obsoletas estructuras de un partido muy venido a menos desde aquél que un día llegó a ser.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dinero seguro

¿Quiénes se verían más perjudicados si, de golpe, desapareciesen las monedas y los billetes y sólo quedase el dinero electrónico, o sea, las tarjetas de crédito y demás transacciones por Internet?


No seríamos ni usted ni yo. Ni siquiera el pequeño comercio, al que tanto agobian las comisiones bancarias. Los más afectados serían los narcotraficantes y otros delincuentes, los explotadores de la economía sumergida y demás manipuladores de dinero negro.


Todos ellos, ahora, no precisan de paraísos fiscales con cuentas cifradas ni la opacidad con que los blinda la banca suiza. Les basta con llevar un maletín repleto de billetes a la entidad financiera más próxima y abrir un depósito bancario. Así, el dinero de la procedencia más turbia se convierte en algo transparente e inmaculado.


El mayor problema de las transacciones informáticas es que siempre dejan un rastro cibernético que se puede investigar. De ahí la prevención que le tienen los criminales. De ahí, también, el peligro para la privacidad de cualquier usuario. Pero, ¿no existen leyes cada vez más rigurosas para garantizar la intimidad de los clientes? Claro que sí, por lo que a mí, en principio, más me preocupa la impunidad de los delincuentes que manejan miles de millones a nuestra costa, que el mínimo riesgo de recibir un span electrónico.


Este debate aún nos es ajeno porque aquí, a diferencia de Japón, de Escandinavia o de EEUU, nos aferramos como posesos al viejo papel moneda y los bancos, por su parte, cobran una pasta a los usuarios de las tarjetas y a quienes las aceptan.


Pero si queremos un mundo más seguro éste es un camino inevitable e irreversible.

martes, 14 de septiembre de 2010

¿Las urnas lo legitiman todo?

La principal razón para que Francisco Camps repita como candidato a presidir la Generalitat es la ventaja demoscópica de su partido de 20 puntos sobre los socialistas, punto más, punto menos.


Ése, de no haber el dichoso caso Gürtel de por medio, sería un argumento irrebatible.

Pero, con dos procesos judiciales pendiendo sobre la cabeza del líder del Partido Popular, éste se amuniciona también con otros criterios digamos que más telúricos: “No hay quien mueva —arguye— a alguien que tiene las raíces totalmente asentadas en esta tierra”, como si ése fuera un silogismo irrebatible. De alguna manera, viene a decir que cualquier otro candidato que pusiese el partido en su lugar sería menos representativo de la Comunidad que él mismo.


Puede que ello sea cierto. Puede, además, que Paco Camps gane con toda lógica las elecciones. Puede, sobre todo, que el presidente sea absolutamente inocente de aquellos cargos que se le imputan. Lo que no resulta tan claro, sin embargo, es el corolario de su anterior afirmación: como no me voy a mover de mi sitio y como los ciudadanos van a respaldarme con su voto, cualquier actuación mía en el pasado queda por ello totalmente legitimada.


Pues va a ser que no. Una cosa es la ley y otra la política. El ejemplo perfecto de ello lo ofrece el ex alcalde de Washington Marion Berry, condenado a seis meses de prisión por consumo de drogas y al que cinco años después reeligieron sus conciudadanos. Pero en España estas cosas no suceden porque cualquier mancha judicial permanece indeleble. Tenemos, si no, el caso de Mario Conde quien, tras haber sido el paradigma del éxito y la popularidad durante una década, tras pasar por la cárcel no obtuvo ni un voto al frente del CDS que había creado muchos años antes con otras intenciones Adolfo Suárez.


En España, digo, los ciudadanos no sabemos separar tan sutilmente las responsabilidades políticas de las penales como hacen los norteamericanos y como evidenció, por ejemplo, el affaire de Bill Clinton con la becaria Monica Lewinsky. Aquí, para tomar medidas, muchas veces no se espera a que se pronuncien los tribunales. Es lo que hizo José María Aznar, obligando a dimitir irreversiblemente a Gabriel Cañellas, entonces presidente de Baleares, por el caso Sóller que, paradójicamente, acabó por desestimar la justicia.


Lo más parecido con la actual situación valenciana, para quienes gustan de comparaciones, es la imputación del presidente de Cataluña Jordi Pujol en 1984 por la quiebra de Banca Catalana. Pero Pujol no se hallaba en vísperas de unas elecciones, como es el caso que ahora nos ocupa y nos preocupa, sino que acababa de ganarlas y tenía cuatro años por delante. Finalmente, además, los jueces decidieron que no había lugar a su imputación. Así que entonces paz y después gloria, como suele decirse en estos casos.


Aquí, suponiendo, como supongo, la prístina inocencia de Francisco Camps y su más que probable victoria electoral de mantenerse como candidato, el triunfo que logre en las urnas puede ir seguido de un incesante vía crucis político. En la hipótesis, insisto, de que su eventual procesamiento quedase en agua de borrajas, no por ello el tema Gürtel dejaría de ser utilizado por la oposición todos y cada uno de los días, entorpeciendo así su labor de gobierno.


Dado este panorama, cabe dudar, incluso en la situación más favorable para nuestro presidente, que un triunfo aplastante en las urnas consiga hacer tabla rasa de todo lo que ha pasado.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Cajas, incompatibilidad y otras vergüenzas

Pues qué bien que Santos Llamas no pueda presidir la nueva Caja Duero-España.

No lo digo porque uno tenga nada contra ese señor, a diferencia de lo que le sucede al PP, que le ha puesto la cruz y la raya. Lo que me parece de cajón es que nadie que deba dinero a una caja de ahorros pueda presidirla, ya que siempre quedaría la sospecha de que si Santos Llamas no hubiese mandado en Caja España a lo mejor ésta no le habría prestado 80 millones.

Y es que las cajas, que siempre han estado politizadas hasta las cachas, han manejado alegremente un dinero que no era de sus directivos, sino de sus impositores.

En primer lugar, y eso que es pecata minuta, han mostrado una espléndida largueza con sus consejeros y demás directivos, incluso hasta llevar a las entidades a la bancarrota, como ocurrió con Caja Sur. El presidente de una de ellas, quien llegó al cargo sin tener un duro, gracias al préstamo de un millón de euros y a la información privilegiada obtenida en su nuevo puesto, pudo luego operar en la bolsa y ahora es multimillonario.

Hay otros casos bien visibles y notorios de incompetencia cuando no de irresponsabilidad al frente de estas entidades, como son los créditos concedidos por Caja Castilla-La Mancha al quebrado aeropuerto de Ciudad Real. Algo similar podría decirse de Bancaja, con unos dineros invertidos en Terra Mítica y unos préstamos otorgados al Valencia C.F. de muy difícil cobro.

Todo eso, sin embargo, no es nada en comparación con el impago de 26,5 millones por el presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, a Caja Madrid, entidad de la que era consejero cuando el generoso crédito. Aun tiene menos pase la condonación por La Caixa de 8 millones al partido socialista catalán de José Montilla.

Como se ve, es mucha la suciedad acumulada bajo las mullidas alfombras de nuestras entidades de ahorros. Así que, al margen de que la incompatibilidad establecida por la Junta sea para beneficiar a unos en perjuicio de otros, bienvenida sea ésta.

Y sólo deseo que haya más leyes parecidas con las que poder limpiar, por fin, las cajas de ahorros.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El síntoma de Asunción

Posiblemente no llegue a prosperar la propuesta de Antoni Asunción como candidato socialista a la Generalitat por falta de avales. Menos aun la de Fernández Valenzuela a la alcaldía de Alicante. Pero el solo hecho de que ambas se hayan formulado evidencia cierto hartazgo de los militantes ante la perenne inanidad política de su partido.

Se lo explicaba el ex ministro de Felipe González a Amparo Tórtola en una entrevista publicada en este mismo periódico: “En mi partido hay más preocupación por mantenerse en los cargos que por ganar al adversario”.

Ése es el quid de la cuestión: que los políticos de oficio se han convertido en unos profesionales del empleo público más dedicados a preservar su puesto —de diputado, concejal, cargo orgánico, asesor, lo que sea— que a aportar propuestas, sugerencias, ideas… y asumir riesgos en beneficio del interés general de los ciudadanos.

En cambio, la mayoría de los militantes de base —del PSOE y de cualquier otro partido— conservan un espíritu idealista, naif, cabría decir, al que los cabildeos y componendas de sus dirigentes acaban por fatigar. De ahí que cuando se producen esporádicas elecciones internas —las dichosas primarias— suelan castigar a los representantes del aparato partidario. Sucedió en su día cuando Josep Borrell ganó efímeramente contra pronóstico a Joaquín Almunia. Puede darse ahora en Madrid con Tomás Gómez frente a Trinidad Jiménez y cabría explicar en la misma clave política la victoria de un desconocido Rodríguez Zapatero ante José Bono y, a escala más doméstica, la de Joan Ignasi Pla sobre el entonces favorito José Luis Ábalos.

Lo malo es que los ganadores reprodujeron luego los defectos de sus antecesores, presos todos ellos en la diabólica dinámica partidista de intrigas, transacciones y acuerdos. A esa maldición no ha podido sustraerse tampoco Jorge Alarte, última y frustrada esperanza de la regeneración del socialismo valenciano.

Claro que la intrínseca perversión de esta voraz y creciente partitocracia no es patrimonio exclusivo del PSOE. ¡Qué más quisieran algunos! También la padece el PP, enfermo del mismo mal, sólo que para no evidenciarlo sustituye cualquier debate electoral interno por el dedazo impuesto desde arriba.

El común denominador de la habitual ausencia de democracia interna es la profesionalización de los políticos, que han convertido la legítima vocación hacia la cosa pública en un oficio bien retribuido. ¿Qué podrían hacer muchos de ellos en la empresa privada sino engrosar las listas del paro, a falta de una nítida capacitación laboral?

¡Cuántos dirigentes tenemos que habiendo surgido de las juventudes socialistas o de las nuevas generaciones del PP y que, sin haberse mojado nunca en la vida laboral real, siguen viviendo del partido 10 ó 20 años después! Un ejemplo bien significativo podría ser la número tres socialista, Leire Pajín, sin oficio conocido y cuya última actividad recogida en una foto oficial es estar riéndole las gracias al dictador cubano Raúl Castro.

Por el enorme contraste que supone con ese asfixiante mundo habitual de políticos alicortos y acomodaticios, el que aparezca gente con la vida profesional resuelta, como Asunción y Fernández Valenzuela —o, en su día, Rodrigo Rato y Manuel Pizarro en el PP— supone abrir una ventana de aire fresco que los aparatchik de los partidos se aprestan a cerrar a toda prisa no vaya a alterarse su statu quo y acabe por ponerse en riesgo la sopa boba que toman todos los días a cargo de los contribuyentes.

Presidentes y ex presidentes

Los ex presidentes europeos se aplican ávidamente a ganar dinero, como el alemán Gerhard Schröder, al servicio de la multinacional rusa Gazprom, o Tony Blair, quien aprovecha su lucrativo libro de memorias para poner a caldo a su sucesor y correligionario Gordon Brown.

En el mejor de los casos, estos jubilados de postín se dedican a un discreto y placentero retiro, como Helmut Köhl o Jacques Chirac, y en peor, como sucede con José María Aznar, a crear problemas políticos a compatriotas suyos: no sólo a Rodríguez Zapatero, rival ideológico al fin y al cabo, sino también a su propio ungido y discípulo, Mariano Rajoy.

A diferencia de los norteamericanos, casi ningún ex presidente europeo consagra su tiempo a altruistas misiones al servicio de su país y, si cabe, de la humanidad entera. Ahí tenemos, si no, a Jimmy Carter, rescatando a un compatriota preso en Corea del Norte tras haber realizado docenas de acciones más o menos discutibles.

Lo mismo podría decirse de Bill Clinton, enviado especial de la ONU para coordinar la ayuda internacional a Haití, como lo fue hace cinco años a los países asiáticos asolados por el tsunami.

Por ese acusado sentido de la solidaridad y de la corresponsabilidad, no es extraño que al anunciar la retirada norteamericana de Irak Barak Obama haya ponderado públicamente los esfuerzos y el patriotismo de George Bush en esa guerra.

Y es que, al margen de lo que cada uno piense, todos ellos creen que reman en el mismo barco y que lo importante es que éste vaya siempre hacia delante.

Eso es justo, justo, lo contrario de lo que ocurre aquí.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Manual para ligar

En su ignorancia, uno creía que ligar, hoy en día, estaba chupado y que las parejas con mirarse ya tenían suficiente, sin necesidad de perder el tiempo en protocolarios y retorcidos galanteos y cortejos, como en la remota época de mi juventud.

¡Vaya!, pues parece que no es así.

Lo digo porque me acabo de tropezar en un directorio informático donde suelo publicar mis artículos con uno, de autor anónimo, que lleva por título Técnicas para ligar chicas. Lo he leído al observar que había recibido ¡21.000 visitas! Mi primera reacción, lo confieso, ha sido de insana envidia, no por lo que ustedes maliciosamente piensan, sino porque si algún texto mío llega a los 200 lectores ya puedo darme con un canto entre los dientes. Quiero dejar esto bien claro puesto que, a mi edad y estando felizmente casado, uno no busca por ahí emociones más fuertes que las del Mundial de baloncesto. Por ejemplo.

El autor del susodicho manual para ligar ofrece cuatro consejos a los varones que, por si a alguien le interesan, transcribo a continuación. El primero es que “no le hagas cumplidos” a la chica, por muy buena que esté. O sea, que hay que ir de duro con ella para no convertirse a sus ojos en “uno más de la manada”. Tal cual.

El segundo consejo —“técnica”, lo denomina el articulista—es mostrarse a la vez “arrogante y divertido”, dando una confusa explicación sobre cómo se pueden combinar actitudes tan dispares. A continuación, añade que hay provocar una “tensión sexual” desde el primer momento, no vaya a pensarse la otra que uno va simplemente de amigo y acabemos sin comernos un rosco. La última recomendación es la de practicar el contacto físico. Por ejemplo: “Toca sus codos de forma confiada” o “empújala sutilmente de la espalda”. Ya ven qué cosas.

Después de leer estos consejos no me extraña que el autor del texto no se atreva a dar la cara. Lo que sí me deja intrigado, en cambio, es que 21.000 personas hayan acudido a él en busca de ayuda para poder ligar. Debe ser que hoy día la gente sigue tan desesperada como antaño para relacionarse sin problemas.