martes, 30 de marzo de 2010

¡Quién fuera funcionario!

Hace 20 años, cuando Mario Conde ejemplificaba el pelotazo financiero, los universitarios españoles querían de mayores ser empresarios. Ya con el banquero en la cárcel, prefirieron ser funcionarios. Y la Administración ha satisfecho cumplidamente sus deseos: mientras que en los 27 países de la UE ha disminuido un 1,4% el número de funcionarios en esta década, en España ha crecido un 32%.

Ahora, en plena crisis económica, teniendo el Estado que recortar el déficit público, en vez de adelgazar el coste de este colectivo, como sería de esperar, aumenta sus sueldos un 4%. ¡Menuda paradoja!

Para compensar el despropósito, la vicepresidente Elena Salgado anuncia que de cada diez funcionarios jubilados se amortizará el puesto de nueve de ellos. O sea, que en lugar de repartir el trabajo para no destruir más empleo, se vaticina un nuevo aumento de paro, esta vez por la vía funcionarial.

Y es que el Gobierno de Rodríguez Zapatero, con tal de no acometer reformas en profundidad —financieras, fiscales, laborales,…—, va creando un monstruo económico a golpe de parches, improvisaciones y ocurrencias varias. Ya en su momento, el entonces ministro Jordi Sevilla quiso reformar el estatuto de la función pública, introduciendo en él criterios de movilidad, eficacia y hasta de rescisión contractual y, en vez de conseguirlo, fue él mismo puesto de patitas en la calle por su jefe.

El exceso de acomodados funcionarios en España —magníficos profesionales muchos de ellos—, con duplicidad de funciones entre las distintas administraciones del Estado, evidencia finalmente la falta de criterio y de rigor a la hora de encauzar nuestro futuro económico colectivo.

domingo, 21 de marzo de 2010

El síndrome de Bibiana Aído

El mayor servicio que podría prestar Bibiana Aído a este país es retirarse y llevarse a casa, de paso, su prescindible ministerio entero.

Proponer que en la “formación troncal” de todos los universitarios se incluyan “la igualdad, los estudios de género y la tradición intelectual e histórica del feminismo” es la concluyente prueba del nueve de que ya no sabe qué hacer para justificar su innecesario cargo.

Puestos a sugerir conocimientos útiles para la vida cotidiana al margen de los estrictamente académicos, se me ocurren los financieros, los sanitarios o los musicales, tres ámbitos en los que los ciudadanos del común andamos absolutamente en cueros y así nos va como nos va, pero la Universidad, con todo, es para otra cosa. La Universidad está para aportar un saber superior que mejore la vida colectiva de la sociedad y ninguno de nuestros 69 centros docentes, dicho sea de paso, se halla entre los 100 mejores del mundo, lo que ya da que pensar.

La acción política del Gobierno de Rodríguez Zapatero está, pues, en contra no ya de la excelencia —la estrictamente académica y la otra— sino del sentido común: sobran ministros y ministerios, entes públicos y asesores nombrados a dedo que trufan su actividad con meras ocurrencias mientras la crisis económica nos sube pantalones arriba.

En esta hora, en lugar de proponer bufonadas habría que acrecentar el nivel técnico y cultural de nuestros alumnos, aumentar la productividad de nuestras empresas y, en vez de subsidios que perpetúen a la gente en el paro, gastar el dinero en crear empleos. Pero, claro, con Bibiana Aído y sus congéneres en el Gobierno, todo eso resulta pura quimera.

sábado, 20 de marzo de 2010

¿América fue de España?

En pleno bicentenario de su independencia, los habitantes de Hispanoamérica ignoran de quién se independizó ésta.
Lo recoge una sorprendente encuesta realizada en 19 países de la zona. Sólo el 43% de los consultados respondió correctamente. El resto, con grandes diferencias según el país de que se trate —71% de respuestas correctas en Chile y sólo 35% en Colombia—, no sabe de qué va el tema.
Todo esto, pese a la enseñanza de la Historia en la escuela, al uso de la lengua española, a la religión compartida mayoritariamente y hasta a una toponimia llena de referencias coloniales. La razón del desconocimiento quizá se halle en la ambigua y deliberadamente confusa denominación de América Latina al conjunto del subcontinente.
Como no hay mal que por bien no venga, esa ignorancia a lo mejor permite que se olviden también los tópicos de la leyenda negra sobre los excesos de la colonización y el presunto expolio de aquellas tierras, tan del gusto de Evo Morales, Hugo Chávez y otros caudillos de nuevo cuño. De momento, puestos a ignorar, tampoco se sabe que los indios fueron propietarios de tierras bajo la protección de la Iglesia y de la Corona y que en toda América subsiste una enorme población indígena —desde México a Perú— sólo donde hubo colonización española, a diferencia de allí por donde pasaron Inglaterra, Francia, Portugal u Holanda.
El único detalle consolador de la macroencuesta citada es la respuesta sobre la influencia de España en Iberoamérica después del Descubrimiento: una mayoría del 57% cree que ha resultado positiva o muy positiva.
Esa imagen es, pues, la semilla de una cooperación que debemos hacer fructificar en el futuro.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Maltratar a los padres

Las personas mayores son otras víctimas de la crisis económica actual cuando sus hijos desaprensivos quieren aprovecharse de ellos.

Por suerte, cada vez existen entre nosotros menos menores maltratados merced al celo de las leyes y a la vigilancia de los poderes públicos. La otra violencia familiar, la ejercida sobre las mujeres, también va ensanchando su rechazo, a Dios gracias, en una opinión pública cada vez más sensibilizada con ese drama. Pero, ¿y nuestros mayores?, ¿quién defiende a nuestros mayores?

El maltrato a los ancianos se trata de una “violencia invisible”, en palabras de la psicóloga chilena Ximena Santa Cruz, ya que ni ellos mismos se atreven o pueden protestar la mayoría de las veces.

Los expertos calculan que en España el 5 por ciento de los ancianos, o sea, unas 300.000 personas, son maltratados por su entorno familiar. Una barbaridad. Hace unos años, los periódicos dieron cuenta de la pelea de los miembros de una familia que se fueron pasando unos a otros la abuela en plena calle hasta dejarla abandonada en medio del tráfico. Aquel incidente se saldó con una minúscula multa de 240 euros. Semanas antes, como ominoso contraste, el abandono de un animal doméstico había sido multado con 20.000 euros.

Ya ven lo poco que nos importan nuestros mayores.

Ahora, por culpa de la dichosa crisis, los hijos más desalmados aumentan la explotación física, emocional y económica de sus padres hasta conseguir dejarlos exangües, incluso, de forma literal, es decir, matándolos. Tal como suena.

lunes, 1 de marzo de 2010

Pan para hoy... y hambre para mañana

Ha bastado el anuncio de un mínimo cambio en la edad de jubilación para sacar los sindicatos a la calle y provocar el cabreo de la mayoría de los ciudadanos. Lo más grave, con todo, es que un Gobierno pusilánime y acobardado se ha arrugado a la primera de cambio. ¿Es éste un Gobierno con temple para sacarnos de la crisis?

Tan poco dispuesto parece a agarrar el paro por los cuernos que, tras amagar con congelar el sueldo de los funcionarios, inmediatamente propone como forma de reducir el déficit el no reemplazar a nueve de cada diez funcionarios que se jubilen. O sea: más paro.

Tanto teme Rodríguez Zapatero la impopularidad, que prefiere mantenernos en la crisis a pedir sacrificios compartidos para superarla. Ya ha visto la marimorena que se ha armado en Grecia con las duras medidas anticrisis y a él nadie le va a pillar en algo ni remotamente parecido.

Lo malo es que para crear empleo hay que modificar el mercado laboral y, por supuesto, acabar con las prejubilaciones doradas y los sueldos e indemnizaciones millonarias de los ejecutivos. También, aunque sea duro, reducir prestaciones a corto plazo —incluyendo, incluso, el llamado copago de la sanidad— para poder preservarlas dentro de treinta años. Claro que a nuestros políticos lo único que les importa son las próximas elecciones: el problema de la siguiente generación les trae sin cuidado.

De no atarnos, pues, los machos, no podremos aguantar indefinidamente ese 22 ó 23 por ciento de población en paro al que algunos economistas, como el catedrático catalán Santiago Niño, prevén que por desgracia pronto habremos de llegar.