sábado, 30 de abril de 2011

Mou y otras desgracias


Para José Mourinho, parafraseando a Clausewitz, “la guerra es la continuación del fútbol por otros medios”. Así, pues, lo que no consigue por méritos deportivos intenta lograrlo mediante la tensión, la confrontación y el conflicto, aunque sea enfrentando a entidades, aficiones y hasta regiones.


También es mala suerte. Ahora que los directivos del fútbol habían recuperado cierta cordura y que los hinchas de los clubes estaban apaciguados, vienen personajes extemporáneos a excitar las más bajas pasiones del personal.


En esto gozan de la colaboración inestimable de unos profesionales del balón que, para mantener su estatus de millonarios privilegiados, igual recurren a la patada al rival que a la simulación de faltas achacables al adversario. En el deporte, como en la guerra, parecen decir, todo vale.


Pues no. En esta sociedad mediática, los héroes deportivos marcan pautas de conducta a seguir por los jóvenes, quienes aprenden que la violencia y la trampa son tan legítimas como la habilidad y la destreza con tal de ganar y que el oponente, llegado el caso, no es más que un simple enemigo a abatir.


Además, en nuestro mundo globalizado, ésa es la lección que un Madrid-Barça puede llevar a millones de adolescentes, desde Darfur hasta Gaza y desde Kabul a Guayaquil, absortos todos ellos ante el televisor.


A esos menores, y también a sus padres, les llega el mensaje añadido de que España, aparte de ser un país solidario y cooperante con el desarrollo, se enreda asimismo en pasiones tribales que pueden afectar a su propia cohesión y no sólo desde el punto de vista deportivo.


Semejante asunto no es, pues, para tomárselo a la ligera.

jueves, 28 de abril de 2011

Carlos Fabra, Rita Barberá y Gerardo Camps


Carlos Fabra

Es tan incombustible que ocho largos años de procesos judiciales no han podido acabar con él. Su única y voluntaria concesión ha sido dejar la presidencia de la Diputación de Castellón la próxima legislatura. Ese cargo, de forzosa elección democrática, parece en su caso un derecho hereditario, pues también lo ostentaron su padre, su abuelo y otros ancestros.

Bueno: para que todo el mundo sepa quién sigue mandando en la provincia, Carlos Fabra dispuso que su sucesor en el puesto fuese su actual segundo, Javier Moliner. Y es que los Fabra son tan consustanciales a La Plana como la Romería de les Canyes o la reina Violante de Hungría, por usar referencias históricas.

Quizás por eso, el hombre consigue casi todo lo que se propone, como el insólito aeropuerto de Castellón, inaugurado sin aviones y sin visos de que aterricen a corto plazo. Pero si Ciudad Real tiene un aeropuerto, aunque sea fantasmagórico, ¿por qué no iba a tenerlo la localidad natal de Carlos Fabra?

Eso es poder y lo demás son gárgaras. Por ello, por su capacidad de trabajo y por la perseverancia en sus objetivos, tanto en Valencia como en Madrid los dirigentes del PP siempre han tenido que contar con él. Y, por lo que se presume, habrán de seguir haciéndolo con los continuadores de su saga familiar.



Rita Barberá

No tiene fecha de caducidad. Podría, como en la leyenda de El Cid, seguir ganando elecciones después de muerta. Es más, su capacidad de generar adhesiones le permite arropar hasta a Paco Camps, que sólo sería la mitad de lo que es sin el amoroso apoyo maternal de la alcaldesa.


Rita Barberá, digámoslo ya, es como esas gallinas cluecas siempre pendientes de sus poyuelos: porque ella, a diferencia de otros ediles pusilánimes que propenden a escudarse en sus concejales, ayudantes y asesores para atribuirles sus propios errores, siempre da la cara por los suyos cuando éstos tienen problemas, llámense Félix Crespo, Vicente Igual o Jorge Bellver.

Es que posee la energía de un tsunami, pero sin sus efectos devastadores. La suya es una energía positiva, proactiva, que prefiere pecar por exceso que por defecto, y que ha conseguido proyectar una imagen espléndida de Valencia y de sí misma en un matrimonio difícilmente separable.

Así como a otros alcaldes suelen caerles los chuzos de punta, Rita ha logrado ser sólo Rita y que su nombre y el de Valencia pasen indisolublemente unidos a la posteridad, como los de Joselito y Belmonte o Lagartijo y Frascuelo, incluso cuando la fiesta de los toros no sea sino un vagaroso recuerdo en una futura sociedad de nuevas prohibiciones.


Gerardo Camps

Es de los optimistas patológicos, perdón, "antropológicos" que, como Rodríguez Zapatero, ven la botella medio llena cuando todos los demás observamos perplejos que está casi vacía.


La culpa no es suya, sino de la puñetera época que le ha tocado vivir y de que su margen de maniobra está condicionado por los presupuestos generales del Estado, que ya se sabe que son restrictivos para que no nos pase lo que a Portugal, Grecia e Irlanda.


Por eso añora su época de Madrid, donde vivía tan ricamente, nunca mejor dicho, sin tantos sobresaltos. Volvió a Valencia tras la llamada de Francisco Camps, porque él es hombre disciplinado y amigo de sus amigos; también, todo hay que decirlo, porque no se imaginaba el sombrío panorama económico que se le venía encima.


Es un brillante parlamentario, un piquito de oro, que se decía antes, y, siendo el hombre de las cuentas del Consell, es de los pocos a quienes el caso Gürtel no les ha afectado ni de lejos, lo cual dice muy mucho de su carácter y demás prendas personales.


Por esas consideraciones, entre otras varias, hay quienes no comprenden que un hombre como él ande metido en política en vez de dedicarse a la empresa privada, que sería lo más lógico y, sobre todo, lo más cómodo.

miércoles, 27 de abril de 2011

¿Quién dice que hay corrupción?



He llegado a la conclusión de que no hay corrupción política y que todo son calumnias de los adversarios e infundios de la prensa para vender más ejemplares.

Es lo que se desprende de las declaraciones de todos los partidos respecto a sus propios cargos públicos imputados. El último caso me pilló en Barcelona cuando Daniel Osácar, ex tesorero del partido de Artur Mas, hubo de declarar ante el juez, arropado por sus dirigentes. Éstos le calificaron de “hombre honrado” y “patriota que ha prestado importantes servicios a Cataluña”. ¿Incluyen entre ellos el haber cobrado comisiones de Ferrovial para financiar a su partido por medio de Félix Millet y del Palau de la Música?

Esa misma cantinela de los míos son honestos y los corruptos son los otros la repiten todas las formaciones políticas. ¿Cómo se explica, entonces, que los tribunales estén abarrotados de querellas contra los políticos, en perjuicio de los pleitos de los ciudadanos de a pie? ¿Cómo se entiende, asimismo, que en las listas para el 22-M haya más de cien candidatos implicados en causas judiciales?

La sombra de corrupción planea sobre todos los partidos. De ella no se salva ni Dios, como en los conocidos versos de Blas de Otero. El mismo día en que IU presumía de firmar su Compromiso Ético, el aspirante comunista a la alcaldía de Sevilla, Antonio Rodrigo, era imputado por el caso Mercasevilla, el mismo cuya trama ha acabado por salpicar indirectamente a Manuel Chaves. Y que no se diga que se trata de una excepción, ya que la malagueña alcaldesa de Manilva, Antonia Muñoz, está siendo investigada por contratar irregularmente a 17 cargos de IU y a 57 familiares de éstos.

Tampoco queda un palmo de geografía española exento de esta lacra: desde las tragaperras vascas en su día a Jaume Matas y María Antònia Munar en Baleares, desde Juan Hormaechea cuando era presidente de Cantabria al caso Pretoria en Cataluña, en todas partes cuecen las habas de la corrupción.

Si no se han sustanciado muchos más casos se debe a falta de medios o de diligencia policial o judicial. Así se tuvieron que archivar en su época asuntos como de los de Rosendo Naseiro por haberse obtenido pruebas por medios ilegales o del ex presidente balear Gabriel Cañellas por haber prescrito, amén de muchos otros que no se han llegado a conocer.

Pero, insisto, todo esto se debe solamente a confabulaciones contra “patriotas”, como en el caso aludido del partido de Pujol. Aquí, en esta tierra, donde tenemos hasta once candidatos implicados en mayor o menor grado en asuntos varios de corruptelas y prevaricación, nos hallamos ante una campaña contra La Comunidad Valenciana. Tal cual. También en época de Franco cuando había críticas a su régimen se achacaban éstas a turbias maniobras de los enemigos de España.

De todas formas, para ser solo un invento todo lo de la corrupción, aquí estamos batiendo un récord en cantidad y calidad de incursos en el tema. Tener a la vez, aunque sea por distintos casos y en diverso grado, a un presidente autonómico, Francisco Camps, un vicepresidente, Vicente Rambla, una presidenta de Las Corts, Milagrosa Martínez, presidentes de diputación, como Carlos Fabra y José Joaquín Ripoll, y alcaldes y ex alcaldes varios es un récord difícil de igualar.

Por eso, y dado que como decimos la corrupción solo es una fabulación sin base real alguna, mucha debe ser la manía que le tienen a nuestra Comunidad quienes con pérfida habilidad urden estas campañas de desprestigio. Menos mal que pronto llegarán las elecciones para poner las cosas en su sitio y deslegitimar a los jueces, a las pruebas, a los testigos y a quien sea preciso. ¡Faltaría más!

lunes, 25 de abril de 2011

Por qué ganará Paco Camps


Francisco Camps ganará de calle las elecciones del 22-M pese al caso Gürtel, aunque cueste entenderlo fuera de su feudo territorial.


En él ha germinado la percepción de que existe una corrupción política generalizada, desde Andalucía hasta Cataluña, pasando por Galicia o Madrid. “Total, ¿qué serían tres trajes frente a todo eso?” es la idea inoculada en la opinión pública valenciana, alimentada por los agravios reales o ficticios de Rodríguez Zapatero a esa Comunidad.


De ello se beneficia un PP que presume de todos los logros habidos en la región durante los últimos años, mientras que los males de la crisis económica se le imputan a un PSOE desnortado, contradictorio y vacilante.


Además, y sobre todo, el partido socialista valenciano ha quedado anclado en los años 70, incapaz hasta de adecuar su denominación a la realidad, y en vez de una ilusión de mejora social y económica ofrece la incertidumbre de un regreso al pasado. Frente a él, si el PP fuese encabezado por el caballo de Calígula obtendría el mismo éxito electoral.


De ello se beneficia Paco Camps, quien ha convertido su partido casi en una secta de estricta obediencia al líder, laminando los últimos vestigios zaplanistas y cualquier otra disidencia.


Sus problemas solo comenzarán con el calvario procesal posterior al 22-M, el cual también puede convertirse en un vía crucis para Mariano Rajoy en su camino hacia La Moncloa.


Entonces los electores descubrirán atónitos que las arcas públicas no tienen un duro ni visos de lograrlo. Y Camps, a diferencia de Artur Mas, no podrá escudarse en la herencia recibida, porque toda la basura que se encuentre bajo la alfombra la habrá dejado él.

domingo, 24 de abril de 2011

Juan Cotino, Calabuig y Gema Amor

Juan Cotino

Una de las pocas veces en que no ha tenido cargo público, Juan Cotino estuvo a punto de meterse en un vehículo oficial que creyó había acudido a recibirle. Se disculpó enseguida: “Es que me olvido de que ahora no estoy en ningún puesto institucional”.

Es verdad. Por fas o por nefas, en Madrid o en la Comunidad, Juan Cotino lleva más de veinte años sin bajarse del coche oficial. A él, en cambio, le gusta presumir de agricultor; con posibles, sí, pero agricultor al fin y al cabo.

A escala valenciana, muchos le comparan con Jaime Mayor Oreja, debido a su confesionalidad. Lo cierto es que él nunca ha ocultado su doble militancia, política y religiosa. Ello le sitúa, inevitablemente, en el sector más conservador del PP, corriente que lidera y que ejerce una notable influencia, se murmura, en muchas de las decisiones de Paco Camps. Las mismas lenguas añaden que, con Rita Barberá, es uno de los mayores confortadores del presidente en los amargos momentos de su andadura procesal.

Por eso, sin su presencia la actitud ideológica del Partido Popular sería diferente. En cualquier caso, Cotino está en la política como sacrificado acto de servicio, ya que él es rico de por casa, que decían los antiguos, y no precisa de ningún partido, como muchos otros, para salir de pobre.


Joan Calabuig

Es el típico apparatchick, el profesional del partido que decían los viejos bolcheviques de antaño, dicho sea con todos los respetos. Desde que entró en las juventudes socialistas a los 16 años siempre ha ido de un puesto orgánico a otro llevando en la boca el carnet del PSOE.

Aun así, tuvo que ganarle unas primarias al extrovertido Manuel Mata para lograr ser el candidato socialista a la alcaldía de Valencia. Con eso se comprueba que su partido, como todos, al final apuesta por gente convencional y previsible antes que por otra más divertida e impredecible y que, para mayor peligro interno, sea capaz de ganarse la vida por sí misma, al margen de la política.

Quienes le conocen, dicen de nuestro hombre que es tenaz y meticuloso, y que no se corta un pelo en criticar a un periodista si considera impreciso o tendencioso aquello que publica sobre sus compañeros.

Con tan escuetas credenciales y con un partido que lo acepta pero al que definitivamente no entusiasma, seguro que Calabuig sabrá hacer una oposición concienzuda y sistemática en la alcaldía. Pero lo de aspirar solo a convertirse en perdedor, por digno que sea, no supone más que una ambición funcionarial y modesta aunque aporte, eso sí, estabilidad laboral en tiempos de incertidumbre y recortes de empleo.


Gema Amor

Si Rodríguez Zapatero es el pato cojo del PSOE, ella ha sido durante mucho tiempo el patito feo del PP: no por ninguna imperfección física, que no la tiene, sino porque los más próximos a Francisco Camps no pueden verla ni en pintura.

Es lógico. En un partido de afinidades absolutas y de lealtad ciega al líder, ella se permitió incluso no aplaudirle durante algunas intervenciones en Les Corts. Eso es lo mismo que no reír los chistes del jefe en la oficina: terrible. Claro que para ella su verdadero jefe ha sido siempre Eduardo Zaplana y al otro lo ha considerado un simple advenedizo.

No puede quejarse, en consecuencia, de que el PP no la haya presentado como candidata a la alcaldía de Benidorm, como sí querían en cambio los militantes de la localidad. Si la intentó repescar a última hora como número dos de la lista electoral, no fue por compasión, sino por miedo a que ella se largara y montase un chiringuito por su cuenta, como al final ha sucedido en ese municipio con tantos tránsfugas políticos, casi, como turistas ingleses.

Así, entre el PP y ella se lo han puesto a huevo al socialista camuflado Agustín Navarro. Y es que lo de Benidorm es un caso de manual de ese axioma que dice que las elecciones no las gana nadie, sino que es el contrario el que las pierde.

miércoles, 20 de abril de 2011

La imagen de los políticos

Todos los políticos están preocupados por chupar cámara siempre que pueden, pero ni hemos visto ni veremos la imagen de Francisco Camps anestesiado y en camilla.

Y es que no todas las imágenes son iguales. Para triunfar, un político puede ser gordo o flaco, guapo o feo, hombre o mujer, que da lo mismo. Lo único que se requiere es que provoque la empatía del elector. Y, claro, un candidato exánime y postrado, como mostraría esa foto del presidente, puede suscitar piedad, solidaridad y hasta simpatía, pero inconscientemente se le asocia a la derrota. Y, eso, jamás de los jamases.

Existe, sin embargo, un animal político singular, Esperanza Aguirre, a la que gusta agarrar el toro por los cuernos. En cuanto oyó hablar del caso Gürtel cogió a su consejero López Viejo y demás implicados y los puso de patitas en la calle. Con igual entereza, dijo hace poco “tengo cáncer” y se fue a operar como si tal cosa. No es lo mismo, por supuesto, decir “tengo un traje”, que es el mayor mal que aqueja a nuestro presidente desde hace dos años, aunque lo haya pagado de su bolsillo, con lo que el silencio oficial sobre ese asunto resulta clamoroso.

Eso también es imagen, evidentemente. Y los políticos y sus asesores cuidan hasta el menor detalle. Por ejemplo, el difunto François Mitterrand perdió dos elecciones a la presidencia de Francia antes de que limaran sus vampíricos colmillos: “Jamás ganará alguien a quien sus compatriotas crean que les va a chupar la sangre”, dijo uno de sus asesores.

Parecer malo tampoco es lo mismo que ser feo. Hay feos que caen bien al personal, desde Jordi Pujol a Pérez Rubalcaba, pasando por el invicto Carlos Fabra. Tampoco las mujeres precisan poseer una belleza estándar. Ahí tenemos a Rita Barberá, que ha ganado todas sus contiendas, en contraste con Trinidad Jiménez, que ha perdido todas las elecciones.

Puestos a buscar defectos a los derrotados, siempre a toro pasado, claro, los sedicentes expertos pueden argumentar que a Amadeu Sanchis se le ve demasiado pálido, a Jorge Alarte demasiado cetrino o a Joan Calabuig demasiado moreno. Paparruchas. En Estados Unidos no ha habido candidato más oscuro que Barack Obama y ahí le tienen de presidente del país.

El verdadero handicap, en esta sociedad entregada al culto a la juventud, es la edad. A diferencia de otros lugares, aquí, en cuanto un político llega a los 50 mejor que se dedique a vestir santos: que se lo pregunten, si no, a Joan Lerma, presidente de la Generalitat a los 31 años y en la reserva desde los 46.

Para lo único en que la edad no parece tener importancia, mírese por dónde, es para dirigir las juventudes de un partido. El paradigma lo ofrecen las nuevas generaciones del PP, dirigidas a escala nacional por Nacho Uriarte, con 30 años, y en la Comunidad por la activa e inteligente Verónica Marcos, de 34.

Pero no nos engañemos: no todo lo que cuenta es la imagen. En nuestro país, aunque se crease en el laboratorio un candidato perfecto, sin unas siglas vencedoras detrás lo tendría crudo. Por eso, según un politicólogo, “el PP ganará las elecciones aunque ponga al frente de sus listas al caballo de Calígula”.

Y puede que tenga razón.


lunes, 18 de abril de 2011

Internet, un auténtico hogar


Escribo este artículo para LA GACETA desde Valencia, donde vivo habitualmente. Otras veces lo he hecho desde Frankfurt, Lisboa o Montevideo. Ya ven qué poco importa hoy día dónde se ubique el articulista. A escala muchísimo más modesta, es lo mismo que hacen las empresas transnacionales, que fabrican sus productos en un sitio y luego los venden en otro.

El mes que viene me sucederá al revés: debo cubrir la campaña electoral autonómica valenciana y, a causa de mis desplazamientos, la mayor parte de ella la realizaré desde Palma y desde Salamanca. Y no se crean que me voy a perder nada; al contrario: gracias a las páginas web de los distintos partidos políticos sabré más sobre sus programas, sus candidatos y sus mítines que si hubiese acudido a los lugares donde se celebran, con megafonía deficiente muchas veces y oliendo además el sudor del personal.

Para los periodistas, lo reconozco, Internet es un auténtico chollo y casi he olvidado cómo se hacía la información antes del invento.

Les explicaré muy brevemente cómo funciona en mi caso. Tras un par de horas de navegación por las páginas de LA GACETA y otros medios digitales, sé cada mañana todo lo que ocurre en Salamanca aunque yo me encuentre, pongo por caso, en Nueva York. De hecho, me entero de más cosas que cuando paseo por la Rúa o por la Plaza.

Luego, sin uno pretenderlo, le llega la avalancha de un frondoso correo electrónico compuesto de blogs variopintos, comunicados de partidos, instituciones, asociaciones de inmigrantes, grupos culturales, fundaciones, colegios profesionales, etcétera, etcétera. Con decirles que apenas me queda tiempo para ir a la calle…

A veces, lo confieso, cuando me despierto por la mañana no sé muy bien en qué ciudad estoy porque las noticias en este mundo global son las mismas en todas partes y porque la falta de fronteras cibernéticas difumina el espacio físico en el que uno se halla.

También, no se crean, salgo en ocasiones de mi casa, mi hotel o lo que sea la habitación desde la que escribo. Por ejemplo, para acudir a alguna tertulia televisiva. Y gracias a Internet nunca he ido tan preparado como ahora, sabiendo las noticias del último minuto y la vida entera de mis contertulios y de los invitados al programa de ese día.

Así, pues, cuando alguien me pregunta dónde vivo, vacilo antes de responder, y no por mi dicotomía actual entre Salamanca y Valencia, sino porque mi hogar, dulce hogar, como el de tantísima gente hoy día, en realidad se llama Internet.

sábado, 16 de abril de 2011

¿Adiós a Cataluña?

No entiendo a esos comentaristas madrileños que se congratulan de que solo votase un 20% de barceloneses en el referéndum por la independencia de Cataluña. A mí me parece un porcentaje apabullante que hace pocos años habría resultado impensable. A este ritmo, en esta misma década la opción independentista sería mayoritaria.

Lo explicaba muy bien el otro día un articulista del diario digital catalán El Singular: estas consultas solo pretenden, por ahora, crear un estado de opinión favorable a la escisión. Es lo mismo que admitió el portavoz de CiU al abstenerse su grupo en la subsiguiente moción independentista del Parlament: se trata de algo “inoportuno”, dijo, “en este momento”.

Y es que Artur Mas no es Francesc Macià, quien en 1934 proclamó el Estat Català y acabó en la cárcel. Como Macià, Mas ha votado “sí” a la independencia, aunque para él ésta llegaría tras un proceso que debe ser prudente, aunque a ritmo acelerado y de un final ineluctable.


Como argumentan algunos separatistas: si Dinamarca, con menos habitantes que nosotros, es un Estado dentro de la UE, ¿por qué no Cataluña, que es autosuficiente, con un sector agropecuario moderno, una industria desarrollada, un sector de servicios diversificado e intercambios internacionales crecientes?


No sé si tienen razón, aunque lo cierto es que, hoy día, de llegar a aprobarse dicha tesis en una consulta popular, por fortuna ya no habría tanques que tratasen de impedirlo.


En cualquier caso, ignorar la posibilidad de esa ruptura, como hacen muchos comentaristas recalcitrantes y miopes, no sólo me parece imbécil sino, sobre todo, suicida.

jueves, 14 de abril de 2011

Cuatro adjetivos para el PP


Lo más irrelevante que le ha sucedido esta semana al PP es recibir de manos de José Manuel Miralles los últimos restos del naufragio de Unio Valenciana. Sumar cero a una ecuación sigue dando el mismo resultado que antes de efectuar la adición.


Si algo caracteriza, en cambio, al Partido Popular en estas vísperas electorales son cuatro adjetivos. Veamos.


ACUSADO.- Aunque ya se haya dicho hasta la saciedad, lo que aún nos quedará por oír a cuenta de la decena de candidatos incursos en casos de corrupción, tráfico de influencias y similares.


Lo más curioso es que de ello se habla más fuera de la Comunidad que dentro de ella. Aquí existe una especie de caparazón mediático que aísla a los ciudadanos de ese clamor. No ocurre lo mismo allende el Cabriel, donde la erosión de la imagen del PP es constante y, en cierta medida, mitiga el desprestigio del PSOE por la errática gestión económica de Zapatero. Ojo, pues, al efecto creciente de ese fenómeno.


ENFRENTADO.- En otras ocasiones, el dudoso honor de los enfrentamientos internos le pasaba factura al PSPV-PSOE, experto en luchas fratricidas.


Ahora, quienes están que trinan con la dirección regional son los alicantinos Joaquín Ripoll, Mónica Lorente y compañía por el ninguneo de los suyos. Y, por primera vez, ya lo dicen en voz alta y a la cara.


ELÍPTICO.- Su largo y complejo programa electoral está lleno de repeticiones y omisiones, como si se supiese que los electores tienen decidido su voto de antemano y los programas no los leen ni quienes los redactan.


Más sintomático que la reiteración programática de lo incumplido en legislaturas anteriores es la elusión de temas como el trasvase del Ebro. En contraste, el vicepresidente Juan Cotino va de canal en canal de televisión afirmando que cuando Rajoy esté en La Moncloa el trasvase se hará. Pero él y cualquiera saben de sobra que ése es ya un tema muerto y que nadie en su sano juicio reabriría un asunto que hoy concita la oposición mayoritaria del propio PP fuera de la Comunidad.


ESQUIVO.- Ante las dificultades de aumento de la deuda, falta de financiación, impago a proveedores y demás, la mejor política viene siendo la de la negación, o sea, escurrir el bulto.


El paradigma de esa situación lo ofrece el conocido deseo del responsable económico del Consell, el vicepresidente Gerardo Camps, de volver a Madrid, donde antaño se encontraba el hombre tan a gusto.


Pese a esos cuatro adjetivos, lo sustantivo es que el Partido Popular de la Comunidad volverá a ganar las elecciones de calle, ya que la alternativa de Jorge Alarte y sus adláteres —Esquerra Unida de Marga Sanz y el Bloc de Enric Morera— pone los pelos de punta a muchos valencianos.



Aun así, el PP debe andarse con cuidado: 1) porque la previsible abstención y un creciente voto en blanco pueden hacer disminuir su número absoluto de votos; 2) porque, aunque las urnas parezcan legitimar posibles escándalos pasados, la Justicia puede acabar condenándolos y 3) porque tras el 22-M empezará el vía crucis nacional de Mariano Rajoy con el fardo del caso Gürtel todo el día a sus espaldas. Y eso, ni él ni nadie puede que se lo perdone a Paco Camps.

lunes, 11 de abril de 2011

Las listas y los "listos"


La actividad más importante de muchos políticos es aparecer en las listas de su partido como candidato a concejal o a diputado nacional o autonómico. Luego, lo que haga en su cargo resulta bastante irrelevante, ya que sus decisiones y el sentido su voto le vienen impuestos por el partido político en el que milita.


Es aquello que Felipe González, una vez que dejó la presidencia del Gobierno, calificó como mero acto de “apretar un botón” en las votaciones y que reconoció que a él, que había tenido tanto poder, no le resultaba “nada estimulante”.


Por eso lo dejó. Pero, claro, no todos los políticos tienen la capacidad de ganarse la vida por su cuenta que posee González y por eso se conforman con asentir al partido y dejar su conciencia y su criterio personal colgados fuera del hemiciclo respectivo.


Lo más curioso de lo que ya se sabe o se intuye de las listas para las elecciones del 22 de mayo es la mayor presencia en ellas en esta ocasión de personas imputadas, acusadas o implicadas en corrupciones o corruptelas diversas. En esto, mírese por dónde, sí que se produce la ansiada transversalidad, puesto que tiene lugar de norte a sur de la Península y en todo tipo de partidos.


Por esta clase de actuaciones es por lo que los políticos han perdido casi todo su crédito, convirtiéndose en el tercer problema del país para los ciudadanos —y con clarísima tendencia al alza—, según el barómetro del CIS publicado este miércoles. Y es que el personal de a pie no es tonto, ni aquí ni en ninguna parte. Estuve en Portugal un mes antes de la petición de rescate económico a la UE por José Sócrates y ya entonces la gente estaba que trinaba: y eso que su paro del 11,2% es la mitad que el de España. Así que mucho ojo, porque aquí cualquier día los ciudadanos pueden acabar hasta el gorro.


La última prueba de que la clase política se ha convertido en un mal extendido la tenemos en la marimorena producida tras negarse los más que bien remunerados europarlamentarios a hacer recortes presupuestarios, entre ellos viajar en clase turista. El follón ha sido tan gordo que han tenido que envainársela, aunque Aleix Vidal-Quadras argumente que “es lógico que personas que pasan tantas horas en el aire viajen con comodidad”. ¡Toma ya!


Lo cierto es que las listas electorales —de donde también han salido los parlamentarios europeos, por cierto— son una muestra de apaños partidistas donde no se coloca a los mejores gestores sino a gente obsecuente y muchas veces mediocre. Y cuando alguien pretende ir por libre, como el aspirante socialista a la alcaldía de Sagunto, Manolo Carbó, es defenestrado sin contemplaciones por su jefe de filas, Jorge Alarte.


No es de extrañar entonces que, por conveniencia de sus partidos, las listas electorales estén plagadas de imputados por asuntos diversos y en todos los ámbitos: desde Paco Camps en el PP hasta Ángel Luna en el PSP-PSOE; desde Vicente Rambla en el listado autonómico hasta Jorge Bellver en el municipal. El Partido Popular, además, parece utilizar las candidaturas autonómicas para aforar, o sea, proteger, a los implicados en los casos Gürtel o Brugal —llámense éstos Ricardo Costa, Sonia Castedo o David Serra—, más que para elegir a nuestros mejores representantes.


El argumento de que eso es legal y que se hace en todas partes, más que una justificación aceptable supone la consumación de una práctica perversa que envilece a la democracia y acabará por perjudicar a los mismos listos que pretenden beneficiarse de ella.

domingo, 10 de abril de 2011

Irresponsables de la crisis


Nadie, en el fondo, se muestra culpable de la crisis económica actual. Ni siquiera el presidente de Lehman Brothers, Richard Fuld, quien el año de la quiebra origen de todo el lío ganó 45 millones de dólares. Tampoco Bernard Madoff, cuya avaricia delictiva arruinó a miles de ciudadanos.

Y es que nadie se siente responsable de su comportamiento durante este período, como les ocurre los directivos de nuestras cajas de ahorro quienes, mientras dejaban en la calle sin pestañear a miles de empleados, sólo se preocupaban de mantener sus bien remunerados puestos e incluso de incrementar sus sueldos.

De momento, presidentes de cajas fallidas, como Hernández Moltó, Julio Fermoso o Modesto Crespo, entre otros, se han salido de rositas, con cuantiosos préstamos por la cara y con el riñón forrado.

Los mayores paganos de la crisis hasta ahora han sido los millones de ciudadanos obligados al paro y los pequeños emprendedores abocados a cerrar sus empresas por falta de crédito. Sin embargo, directivos de grandes firmas en bancarrota, desde Wall Street hasta Singapur y desde Kuala Lumpur hasta Madrid, han visto aumentar sus bonus y prebendas sufragadas por otros con su pérdida del puesto de trabajo.

Aun así no nos escandalizamos. Se habla de una nueva gobernanza económica y de reglas de juego más estrictas, pero lo cierto es que miles de directivos de empresas españolas continúan pagándose a sí mismos varios millones de euros al año como si tal cosa.

Ninguno de ellos es responsable directo de la crisis, por supuesto. Pero lo que también es cierto es que todos ellos son unos irresponsables de tomo y lomo.

viernes, 8 de abril de 2011

Qué hacer tras el 22-M


Uno de los que más saben sobre la brutal situación de las finanzas valencianas me cuenta: “Gane quien gane las elecciones del 22-M va a tener que hacer un ajuste económico de caballo”.


La razón es que los datos son peores de lo que se dice, que ya no queda un euro para afrontar las deudas pendientes de la Generalitat y que las posibilidades de endeudamiento público resultan cada vez más escasas y más caras.


Con algo parecido es con lo que se encontró en Cataluña Artur Mas al sustituir a José Montilla al frente del Govern. La terapia de caballo propuesta, en su caso, ha consistido en rebajar los presupuestos un 10%, aunque eso conlleve quitar 950 millones a los recursos para sanidad o dejar en la calle a 5.000 maestros interinos. Tal cual.


Lo curioso es que, según todos los pronósticos, en nuestra Comunidad será Francisco Camps quien se suceda a sí mismo, con lo que el hombre ya debería estar curado de espanto de lo que se va a encontrar bajo las alfombras del Palau. Pues parece ser que no. Cada vez que se le oye hablar, saca pecho diciendo que “vamos a la cabeza de España” y que la suya es la Administración más austera y más transparente de todas.


Claro que esa prédica de interesado optimismo es la que, un día sí y otro también, hacen casi todas las autoridades del país. Sin ir más lejos, Rodríguez Zapatero, al conocerse que ha vuelto a aumentar el paro, ha afirmado que “el mes que viene se creará empleo”. Es la misma monótona y falsa cantinela de todos los meses, justificada porque, según el amortizado presidente, “la peor crisis de todas es la del pesimismo”. Por eso mismo —o más bien porque decir la verdad resta votos— en este país no hay quien se atreva a llamar a las cosas por su nombre.


La semana pasada hizo un tímido intento de ello el presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, al aludir al copago sanitario y ya ven la que se armó, incluida la propia retractación del interesado. Así que no nos engañemos: a partir del 23-M, comenzará a funcionar la podadera del gasto, aunque a nadie le guste aplicarla. Antes, todavía se producirá un último amago de distracción con la presentación del nuevo Estatut de Autonomía que permite mayor financiación por parte del Estado y la esperanza de que un Mariano Rajoy en La Moncloa suavice las exigencias a la Generalitat.


Quia. La década de la austeridad ya ha comenzado y el PP nacional, si llega al poder, será su máximo ejecutor. Lo malo es que aquí tenemos el 80% del presupuesto comprometido en rígidos gastos sociales, que ya no nos quedan las esquilmadas arcas de la CAM y de Bancaixa que permitían financiar faraónicos caprichos y que la venta de edificios públicos planeada por Gerardo Camps es una quimera, tal como está el mercado inmobiliario.


Por todo ello, “situaciones como las de RTVV o la Ciudad de la Luz van a ser dramáticas, ante su real quiebra técnica —me dice el experto citado—. Cualquier traumática decisión que se tome al respecto va a dejar al aire las miserias ocultas tras repetidas proclamas oficiales de glamour, éxito y triunfalismo”.

miércoles, 6 de abril de 2011

El "NO-DO" de Francisco Camps


Al principio, lo confieso, me pareció una burrada. Fue cuando una vieja amiga, viendo en casa los informativos de Canal Nou, dijo: “Me recuerda al NO-DO de la época de Franco”.


Se refería la mujer a aquel noticiario cinematográfico, anterior a era de la televisión, que proyectaban obligatoriamente todas las salas de cine antes del pase de las películas. Ofrecía una imagen almibarada y entusiasta del régimen político y la mayoría de los espectadores se la ahorraba llegando justo antes de los títulos de crédito del filme que iba a ver.


“Eso es una barbaridad” iba a responderle a mi amiga cuando me percaté de que el presidente Camps salía por tercera vez en el Telenotícies en un tema tan intrascendente como los dos anteriores. Ya sé que la valenciana no es la única televisión pública obsecuente con el poder. Al fin y al cabo, y aunque la ley que las creó dijese otra cosa, ésa parece ser su misión en todas partes. Entre otras razones, porque sus cuantiosos déficits son sufragados por las respectivas administraciones públicas, es decir, por los ciudadanos mediante nuestros impuestos.


Si eso ocurre en cualquier momento del año, se hace todavía más evidente cuando se aproxima el período electoral. Este año, al haberse adelantado la fecha límite para promocionarse los políticos a golpe de ceremonias oficiales, hemos padecido la semana pasada una auténtica hemorragia de inauguraciones públicas a cuál más peregrina, recogidas puntualmente todas ellas en los diversos espacios informativos.


No sé, lo reconozco, si alguien se dedica sistemáticamente a realizar un minutaje sobre la aparición de los distintos políticos en Canal Nou. Durante el breve período en que me dediqué a la enseñanza del periodismo en Barcelona, los alumnos debían cronometrar la cobertura televisiva de algunos acontecimientos para extraer luego sus conclusiones.


Sin necesidad, no obstante, de ninguna medición cuantitativa, sí que se puede apreciar a simple vista —nunca mejor dicho— la abrumadora presencia en pantalla de Francisco Camps y, en lógica menor medida, de sus consellers. En cambio, el líder socialista Jorge Alarte apenas si aparece como mero figurante. Y no digamos nada de los otros políticos de la oposición, personajes prácticamente clandestinos todos ellos en nuestra televisión pública.


Lo mismo podría aplicarse a aquellos asuntos críticos habitualmente ausentes en los noticiarios de RTVV, aunque muchos de ellos sean similares, también hay que decirlo, a lo que sucede en otras regiones españolas. Pero lo más paradigmático es que algo que tanto atañe a nuestra Comunidad como el caso Gürtel haya sido menos tratado aquí que en otras televisiones; y en las raras ocasiones en que se ha hecho siempre lo ha sido en clave exculpatoria de las autoridades imputadas.


No vale la pena insistir en ello para no ser tachado de sectario, aunque uno posea las claves de porqué las cosas son así y no de otra manera. Esta misma semana, a solo mes y medio de las próximas elecciones, RTVV ha tenido que pedir un nuevo préstamo a largo plazo de 32,5 millones para pagar créditos anteriores que vencen ahora. ¿Quién apoyará al ente público para afrontar este nuevo endeudamiento?: pues un Consell que, aunque abrumado por su necesidad de recortar gastos, como la madrastra de Blancanieves le pregunta todos los días a Canal Nou: “Espejito, espejito, ¿hay alguien más bella que yo?”


El espejito televisivo conoce perfectamente que si algún día llega a decirle que sí, lo harán añicos, y con las cosas de comer, ya se sabe, no se juega.

domingo, 3 de abril de 2011

Aprendiendo a delinquir

La vida real no tiene nada que ver con las series de C.S.I. ni con esas otras películas tan de moda sobre medicina legal.


Por fas o por nefas, una gran parte de los delitos cometidos queda impune, sin que haya medios materiales y humanos suficientes para investigarlos; y eso, en el supuesto de que muchas veces llegue a descubrirse la mera comisión del crimen.

El penúltimo caso: la inconclusa investigación del asesinato de Marta del Castillo. La única persona juzgada hasta la fecha, El Cuco, lo ha sido sólo por encubrimiento, sembrando dudas sobre cómo poder imputar luego a los demás participantes en el abominable crimen.

Las contradictorias declaraciones de los implicados, sus falsas pistas sobre dónde hallar el cadáver y la habilidad con que han toreado a policías, jueces y fiscales ha sido como haber realizado un master acelerado en delincuencia. Por desgracia, tanto las series de ficción como los reality shows y demás panoplia televisiva de hoy día enseñan más a los criminales a borrar sus trazos que a los agentes de la ley a descubrirlos.

Luego, la lenidad de algunas condenas parece que incitase a la reincidencia. Es lo sucedido con Ramón Laso, quien sólo pasó nueve años en la cárcel por los homicidios de su mujer y de su hijo. Precio tan bajo le ha llevado, 18 años más tarde, a asesinar a su nueva cónyuge y a su cuñado.

Y es que en esta sociedad de una banalidad hipertrofiada, donde se confunden la realidad con el espectáculo, resulta mucho más fácil aprender a delinquir que a impedir la comisión de crímenes.

sábado, 2 de abril de 2011

¡Ay, la UDS!

Vengo de Albacete, donde la gente está que trina con su equipo de fútbol; tanto, que ya llevan tres entrenadores esta temporada.

Lo digo no sólo porque esta tarde el cuadro local y nuestra UDS dirimirán cuál de ellos es peor en su esforzado empeño por caer en el abismo de la 2ª B. Lo cuento, sobre todo, por el diferente talante que existe entre las respectivas aficiones. Mientras que allí echan las muelas por esa situación, aquí mostramos una resignada indiferencia entre estar en la elite o abismarnos en la mediocridad.

Lo peor de esta conformidad, con todo, es negar la evidencia. Si eso le ocurre a Rodríguez Zapatero con el estado económico del país, le sucede lo mismo a Juan José Pascual con la situación de la Unión Deportiva. Para el primero, mañana mismo comenzará la creación de empleo. Para el presidente salmantino, la salvación está al alcance de la mano.

Dichosos ellos si se engañan y desventurados nosotros si nos engañan.

Al llegar a este punto, debo decir que uno no es un apasionado del fútbol ni ya de casi nada, a estas alturas de la vida. Pero recuerda cuando el 1997 la UDS le ganó 4-0 al mismísimo Barça en el Camp Nou, de la mano de Chechu Rojo. Si lo traigo a colación, no es por ningún absurdo e inútil orgullo deportivo, sino por lo que resultados como aquél aportaban a nuestra capital: notoriedad, reconocimiento, afluencia de seguidores de los equipos punteros de 1ª División,…

Ya lo he dicho en otras ocasiones: tener o no un equipo de fútbol en la máxima categoría supone una importante diferencia económica. Permite situar a la población en el mapa, acceder a retransmisiones televisivas y gozar de mayor exposición publicitaria, mueve más dinero, activa sectores como la hostelería, el transporte y el comercio y logra otras gabelas de menor cuantía.

Claro que a nosotros esas y otras consideraciones parecen traernos al fresco, pues vivimos en una sociedad como adormecida y con un pequeño comercio resignado a extinguirse por inacción.

También es probable, sin embargo, que todo lo del fútbol se haya desorbitado y que la burbuja deportiva acabe por estallar un día de éstos con peores efectos que la inmobiliaria.

Entonces ya no habrá de qué preocuparse, pues si existe una entidad en quiebra técnica —aparte del Rayo Vallecano y otra docena de equipos del máximo nivel— es la UDS. Entonces, insisto, para nuestra desgracia dejaríamos de preocuparnos ya que, como dice el refrán, muerto el perro se acabó la rabia.