sábado, 31 de diciembre de 2011

Alberto Fabra: un hombre solo

Alberto Fabra sigue estando solo.

Está solo porque el Consell con el que gobierna la Comunidad lo heredó tal cual de Francisco Camps.

Está solo porque los miembros del grupo parlamentario de su partido en Les Corts también fueron elegidos, uno a uno, por su predecesor.

Está solo porque tampoco puede mover un pelo de la estructura orgánica del PP regional que confeccionó a su medida Francisco Camps.

Tanta soledad se debe, claro está, a que Alberto Fabra nunca soñó con ser presidente de la Generalitat y, lógicamente, ni creó un equipo para ello, ni concitó voluntades, ni maniobró en las entrañas partidistas para colocar a gente afín a su persona.

Esta inmensa soledad podía haberla quebrado ayer, cuando por fin fue autorizado a hacerlo, tras la espera a que Mariano Rajoy nombrase los miembros de su Gobierno de España.

Ni por ésas. El nuevo vicepresidente de la Generalitat, José Ciscar, es más veterano que el propio Fabra en el Consell, y la mínima sustitución de Paula Sánchez de León por María José Catalá se asemeja más a un ejercicio de cosmética que a un ánimo real de cambio.

Es más: si algo manifiesta este relevo es que los políticos cesantes jamás se quedan a la intemperie. Si en su día Francisco Camps pasó de delegado del Gobierno en la Comunidad a Presidente, ahora su vicepresidenta hace el camino inverso para acabar sentándose en el Palau del Temple.

Entre tanta soledad, Alberto Fabra sí tiene un amigo que vale un tesoro: Mariano Rajoy, que fue quien le designó para ese puesto.

Pero, ¿puede bastar su apoyo cuando el déficit de España es un 2% superior al previsto, cuando el Gobierno del PP se ve obligado a subir impuestos, contra lo prometido en campaña, y cuando no hay un euro con el que poder beneficiar a la Comunidad?

La última baza que le queda a Fabra es la de confeccionar un partido a su medida de aquí al Congreso regional del PP la próxima primavera. Sin embargo, con tanta penuria a cuestas, tantos frentes políticos abiertos y tantas guerras de guerrillas dentro del partido, la esperanza de quebrar su soledad resulta bastante problemática.

lunes, 26 de diciembre de 2011

¿Delenda est Monarchia?

La Corona ha pasado en poco tiempo, de ser la institución más valorada por los españoles, a resultar una de las más cuestionadas.


Hace cuatro años, la monarquía parlamentaria era preferida por el 69% de los ciudadanos frente al 22% que optaban por la república. Esa tremenda diferencia ha quedado reducida hoy día a sólo 22 puntos. Y la tendencia continúa a la baja.


Es que el sentimiento monárquico, como el del amor, tiene que ejercitarse día a día; si no, obviamente, desaparece. En consonancia con ello, se atribuye a Don Juan Carlos esta frase dirigida al príncipe Felipe en 1981: “Yo ya he justificado mi puesto; tú aún deberás ganarte el tuyo”.

Se refería al decisivo papel del monarca en defensa de la democracia cuando el golpe de Tejero, Armada y Milans del Bosch. La actitud y el talante del rey en aquel y en otros trances explica lo que de él dijo el entonces presidente de Italia Sandro Pertini, socialista y antiguo resistente antifascista: “Es el monarca más parecido a un presidente de república que conozco”.


Al margen de otras consideraciones y de las preferencias políticas de cada cual, es innegable el papel moderador ejercido por la Corona en estos años y que ha servido para limar, en el interior y en el exterior, no pocas asperezas, incluida la deriva secesionista de algunas regiones.


Por eso, los enemigos de la institución no saben cómo agradecer a Iñaki Urdangarín el daño que la ha causado con sus trapisondas. Sólo un esclarecimiento total de su conducta, con posibles responsabilidades penales añadidas, puede frenar el que, si no, parece ya un irreversible deterioro de la Corona.

domingo, 25 de diciembre de 2011

El laberinto socialista

Después de perdido el Gobierno, ¿puede el PSOE dejar de ser el principal partido de la oposición?
Esta hipótesis, impensable hace sólo cuatro años, la manejan hoy día en privado gentes tan distintas como Cayo Lara o Mariano Rajoy.


El dirigente comunista, por ejemplo, ha mostrado una amable condescendencia con el nuevo presidente durante el debate de investidura. Rajoy, por su parte, enfatizó varias veces su acuerdo con Lara en varios asuntos.


Y es que para Izquierda Unida —la nueva Izquierda Plural, incluyendo en ella al despechado Gaspar Llamazares— éste puede ser el comienzo de una nueva etapa tras el desconcierto provocado por Rodríguez Zapatero en las huestes socialistas.


De creer esta hipótesis, en IU están pensado ya, como en la época de Julio Anguita, en un posible sorpasso a la italiana, cuando el descalabro del malhadado Bettino Craxi convirtió a los comunistas de aquel país en alternativa a la extinta Democracia Cristiana.


Dentro del PSOE, ya se ve, comienza a gestarse un tsunami de imprevisibles consecuencias. De momento, sólo es la carta de Chacón, Borrell, López Aguilar y otros notables socialistas pidiendo casi la refundación del partido. Pero el movimiento resulta aún más profundo en las agrupaciones territoriales, donde se está cuestionando todo el aparato partidista. En Salamanca, sin ir más lejos, se viene a pedir la cabeza de Fernando Pablos con todo su equipo.


En este escenario de descomposición acelerada del PSOE es en el que incuban sus esperanzas los terceros partidos que hasta hace bien poco ni levantaban cabeza.


Ahí tenemos, si no, el caso de la ascendente UPyD. Con quien estuvo más duro Rajoy en su debate de investidura fue, curiosamente, con Rosa Díez, a propósito del sistema electoral. Si en tema tan nimio el líder del PP adoptó semejante postura, ¿quién nos dice que no lo hizo para otorgar a UPyD un papel protagonista a costa del PSOE?


Puede ser. Ese protagonismo, precisamente, es el que en muchas partes de España pretenden robar a los socialistas partidos regionalistas que aspiran a ser la alternativa al PP en lugar del PSOE: la Chunta en Aragón, Compromís en la Comunidad Valenciana,…


En cualquier caso, un partido socialista desnortado, perdidos sus referentes ideológicos y el respaldo popular, dubitativo sobre el camino a seguir y con un líder provisional y contestado —Pérez Rubalcaba—, tiene bastante complicado salir rápidamente del laberinto en el que él solo se ha metido.

El laberinto socialista

La (pésima) imagen de la Comunidad Valenciana

Cualquiera que viaje con frecuencia por España sabe que la imagen que en ella se tiene de la Comunidad es la peor de estas dos últimas décadas.


En contraste, Baleares ha logrado salir indemne del expolio sistemático al que la han sometido Jaume Matas y María Antònia Munar, con o sin ayuda de Iñaki Urdangarín.

Nuestra Comunidad, en cambio, permanecerá unida durante mucho tiempo al caso de los trajes por el que se le juzga a Francisco Camps, aunque se trate de un tema mucho menor.


Y es que su repercusión mediática no ha tenido parangón con ningún otro asunto de corrupción política. Claro que, sumado a los juicios pendientes de Carlos Fabra, al caso Brugal de Alicante, en el que están implicados José Joaquín Ripoll y Susana Castedo, y a otros más como el de la empresa pública Emarsa, el caso Gürtel produce la equívoca sensación de que aquí se han cometido todo tipo de tropelías con absoluta impunidad.


También los propios valencianos hemos ido divulgando esa especie que nada nos favorece. Ahí tenemos si no la intervención parlamentaria del diputado de Compromís, Joan Baldoví, al que hubo de replicar el propio Mariano Rajoy, quien no aceptó “de ninguna manera el panorama que ha pintado aquí de la Comunidad valenciana”.


Pero lo peor, con todo, es la situación económica que nos ha dejado la política de derroche sin control de Francisco Camps.


Las últimas consecuencias de ese despilfarro generalizado y de la subsiguiente falta de confianza de todos los agentes sociales han sido los impagos a las farmacias y la huelga de ese sector, la escasa colocación de los bonos de la Generalitat en el tramo minorista —menos del 60 por ciento de lo previsto— y la rebaja de calificación de nuestra deuda al nivel de los bonos basura, como las emisiones de CACSA, de las universidades públicas y de Feria Valencia.


Todo eso, sin contar con la evaporación del sistema financiero valenciano, tras el final de la CAM, la quiebra de Banco de Valencia y la entrega de Bancaixa a Caja Madrid por José Luis Olivas.


En este escenario tan desolador, ¿cómo se puede recuperar la confianza perdida del resto de España?


No parece que vayan a hacerlo los políticos. A diferencia de otras comunidades autónomas donde se han puesto a la labor de profundas modificaciones presupuestarias —como las realizadas por Mas, De Cospedal, Monago y otros—, aquí no hemos pasado de la fase de maquillaje de las cuentas, confiando en que una imposible prodigalidad de Mariano Rajoy nos solucione el problema.


Pero es que, además, nuestra clase política ofrece a su vez la imagen de una triste provisionalidad, con un presidente, Alberto Fabra, contestado por aquellos nostálgicos de Camps, como Juan Cotino o Rita Barberá, y un líder de la oposición, Jorge Alarte, sin anclajes en Madrid y al que le mueven todos los días la silla desde Francesc Romeu a Manuel Mata, pasando por Ximo Puig.


¡Menudo panorama!


La única esperanza de revertir las cosas, de regenerar nuestro tejido productivo, de inspirar confianza y de cambiar la imagen de la Comunidad la ofrecen los escasos emprendedores que han sabido capear el temporal sin penosas componendas con la Administración.


Es, pues, la hora en que los Juan Roig, Vicente Boluda, Francisco Pons y pocos más tomen las riendas y muestren el camino para que la Comunidad vuelva a ser aquella tierra de promisión que la torpe megalomanía de algunos impidió que diese los frutos que merecía.

domingo, 18 de diciembre de 2011

¿Pero hay justicia?

No sé la millonada que habrá costado el proceso de todos estos años contra Alfredo Sáenz para que al final lo indulte el Gobierno. Tampoco sé la millonada que nos va a costar a los contribuyentes el juicio de Francisco Camps para acabar, todo lo más, con una multa de 41.250 euros.


Mientras tanto, en los juzgados se demoran durante años cientos de miles de expedientes. Además, los incipientes sistemas informáticos de los distintos tribunales son diferentes e incompatibles entre sí, los procedimientos judiciales resultan lentos y farragosos y apenas se acude a la mediación y al arbitraje para agilizar los procesos.


Una ruina, vamos. Pensemos que el coste medio de un proceso es de 1.300 euros, entre atestado policial, trámites judiciales, acusación de la fiscalía, secretario del juzgado, abogado defensor, juez, ejecución de sentencia, posible trámite de embargo… Todo ello, muchas veces, por una simple pelea de vecinos o por una presunta difamación.


Si multiplicamos el coste unitario por los casi 10 millones de asuntos que llegan cada año a los juzgados, nos hacemos una idea de la magnitud del problema.


Para mayor inri, esa cantidad de trabajo recae en 4.500 jueces y magistrados. La imposible cifra de 200 casos anuales por barba explica la sima en la que ha caído la administración de la justicia.

No es de extrañar que los decanos de la judicatura pidiesen hace un mes la simplificación y agilización de los procesos, la limitación del recurso de casación y hasta el establecimiento de tasas disuasorias.Si no, la justicia en España seguirá siendo una entelequia y los juzgados continuarán llenos de asuntos que no llegarán a ninguna parte.

sábado, 17 de diciembre de 2011

¿Quién arregla esto?

Francisco Camps está siendo juzgado por un asunto tan nimio que, de resultar culpable, su condena sólo sería de 41.250 euros de multa.


Pues bien. A cualquier observador desapasionado le llama la atención el contraste entre el despliegue mediático por el juicio de los trajes y la indiferencia ante el hundimiento económico de nuestra Comunidad durante el mandato del mismo Camps.


Con mucho menor agujero en las cuentas de Castilla-La Mancha, Dolores de Cospedal montó el cirio contra su predecesor, José María Barreda, apaciblemente incorporado al Congreso de los Diputados.


Lo mismo podría decirse del caso catalán, donde Artur Mas está lidiando con la catástrofe heredada de José Montilla, apartado éste ya de cualquier cargo orgánico y vegetando en el cementerio de elefantes del Senado, donde compadrea con otros ex presidentes autonómicos como Marcelino Iglesias, Joan Lerma, Álvarez Areces, Juan José Lucas, Francesc Antich…

En cambio, muy pocos parecen escandalizarse por el saqueo sistemático de nuestra Comunidad efectuado por cualquiera que pasase por aquí, desde Calatrava a Eclestone, y desde Correa y El Bigotes a Urdangarín. Total, debían pensar, qué más da unos cuantos millones de más en los presupuestos sufragados por todos los ciudadanos. Aquéllos eran tiempos de bonanza, claro está, en los que el dinero parecía surgir de debajo de las piedras.


Lo más grave del marrón al que se enfrenta ahora Alberto Fabra es que él no puede achacárselo al anterior Consell, ya que no sólo gobierna el mismo partido de entonces, sino que todos los miembros actuales son los mismos que puso allí Francisco Camps.


Y es que la gestión económica de la Generalitat ha sido suicida. Como le gusta razonar a un economista al que frecuento, “Camps es el Bernie Madoff español, practicando el mismo sistema piramidal de irse endeudando de forma creciente para pagar las deudas anteriores con nuevos créditos”.

Pero, claro, el sistema siempre acaba por estallar. La última emisión de bonos patrióticos, con la que el conseller Enrique Verdeguer pensaba pagar los emitidos hace un año —y, de paso, a los pobres farmacéuticos, en quiebra ante los reiterados impagos de la Administración—, ha resultado un fiasco, no vendiéndose ni el 70%.


Y menos mal que la ministra saliente Elena Salgado ha adelantado 480 millones de la próxima liquidación del Estado, con el fin de evitar la quiebra.

Aun así, seguimos donde estábamos, con una deuda de 20.469 millones, el 19,9% de nuestro PIB, aunque las recientes medidas de contención del gasto sí que han servido para frenar el endeudamiento autonómico y para que el optimista conseller de Hacienda, José Manuel Vela, afirme que se cumplirán los objetivos previstos para fin de año.


¿Y luego, qué? ¿Cómo atender a los próximos vencimientos? ¿De dónde obtener un dinero que no llega al haberse llegado al final de la pirámide?


Ya no podrá argüirse que la culpa es de Rodríguez Zapatero, pues nadie más empeñado que el nuevo presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, en hacer un alarde de austeridad que satisfaga a Merkel, Sarkozy y compañía. Así que no habrá otra que realizar grandes recortes por la brava, ante la ingente cantidad de dinero sin retorno enterrada en absurdas obras elefantiásicas.

Aprestémonos, pues, para resistir a tiempos difíciles en los que medidas como las tomadas hasta ahora por el catalán Artur Mas son sólo una nimiedad comparadas con todo lo que nos espera.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Si los corruptos devolviesen el dinero...

Hace 22 años, un hermano del entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, se aprovechaba del parentesco para lograr sus buenas comisiones. A mayor escala, es lo que ha hecho ahora el yerno del Rey, Iñaki Urdangarín.


Es que no hay nada nuevo bajo el sol, salvo el tamaño de las fechorías, que ha crecido al ritmo de la economía española.


Quizás estemos hablando solo del modesto chocolate del loro, probablemente, pero se trata de una suma y sigue. Si no, ¿cuántos miles y miles de tarjetas VISA oro han sido usadas estos años por senadores, diputados, concejales, gerentes de empresas públicas, consejeros… para pantagruélicas comilonas, regalos fastuosos, exóticos viajes sin motivo y hasta el pago de servicios en prostíbulos?


Claro que hay casos y casos. El mismo año en que se descubrió el asunto de Juan Guerra fue el del caso Filesa, la empresa con la que se financiaba el PSOE al margen de la ley mediante el soborno en contratas públicas. Pero eso también fue una minucia al lado de las comisiones ilegales que cobraron los intermediarios en las gigantescas infraestructuras del AVE.


Desde entonces a acá, sólo hemos conocido la punta del iceberg de la corrupción, con episódicas noticias sobre deudas de todos los partidos políticos condonadas por las entidades de crédito, encubiertas ayudas públicas a amigos del poder político de turno, falsas peonadas del PER, uso ilegítimo de subvenciones oficiales, etcétera, etcétera.


No se trata de un problema ideológico, sino de actitud, pues la corrupción ha afectado a administraciones de todos los colores políticos. En Baleares, por ejemplo, el entonces líder del PP, Jaume Matas, y la regionalista María Antonia Munar compitieron en ver quién se lo llevaba más crudo.


En algunos casos, a los amaños contractuales, a los sobrecostes y al simple latrocinio hay que añadir la megalomanía de nuestros representantes para derrochar a manos llenas unos dineros que no eran suyos sino de quienes les votamos.


¿De cuánto dinero malversado durante estos años estamos hablando? Un amigo economista aventura que “por lo bajo, se trataría de más de 15.000 millones de euros”.


¿Y qué pasaría si, por un milagro, los corruptos devolviesen de golpe todo lo robado?: “Pues que el Estado no necesitaría entonces recortar gastos sociales imprescindibles para enjuagar su déficit”.


Ya ven pues, la brutal magnitud de lo que estamos hablando.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Sin Merkel y Sarkozy no hay futuro

No me perturba, a diferencia de otros, la visión de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy hablando con una sola voz. Por el contrario, me parece el mayor logro de la Unión Europea.


Precisamente, su tratado fundacional tuvo como objeto acabar con las periódicas guerras entre Francia y Alemania que asolaban a Europa. Más allá de este objetivo conseguido, todo lo demás es discutible, hasta la existencia misma del euro.


En un reciente viaje a Estocolmo, pude comprobar la satisfacción de los suecos con su vieja corona, la cual les ha permitido un crecimiento económico desconocido en gran parte de Europa. Poco antes, en Lituania, vi cómo el país remolonea para cambiar su moneda por el euro, operación que debía haber realizado hace dos años.


Y es que no todo han sido días de vino y rosas en la UE. Escribo este artículo en Portugal, donde la crisis ha abocado al copago en la sanidad y a nuevos peajes en las autovías, para desconcierto de viajeros y retracción de turistas. Pues bien: desde hace años, anticipándose a los problemas monetarios, muchas empresas lusas vienen colocando sus beneficios en Polonia y otros países fuera de la zona euro.


Portugal, por cierto, ejemplifica algunos de los problemas de la Europa periférica. Gastó ayudas comunitarias en un consumo desaforado, en vez de invertirlas en infraestructuras necesarias. Ahora, no le queda otra que apretarse el cinturón y no tiene ni para hacer el imprescindible trazado del AVE con España.


Por eso, insisto, el acuerdo polifónico Merkel-Sarkozy, en vez de una ominosa imposición, me parece el único camino posible para mantener todo lo logrado hasta la fecha.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Si Camps resultase absuelto...

Aunque suene fatal lo que voy a decir, a los dirigentes del Partido Popular les perturba más que Francisco Camps sea declarado inocente en el juicio que comienza mañana que el que lo condenen.


Entiéndaseme bien. Todos ellos desean la exculpación del ex presidente, por supuesto. La absoluta mayoría cree, además, en su inocencia. Y, por si fuera poco, considera que es prácticamente imposible demostrar otra cosa.


Aun así… Aun así resulta que “el daño causado por el caso Gürtel ya está completamente amortizado”, me dice un alto cargo del PP, “por lo que una hipotética condena no supondría ningún coste político añadido para el partido”.


“Al contrario —añade, bajando el tono de voz—, ¿te imaginas a Paco volviendo por la puerta grande a su escaño en Les Corts? ¿Dónde se colocaría? ¿Cuál sería su papel? ¿Qué deberían hacer en ese caso desde Alberto Fabra hasta el último parlamentario?


Lo cierto es que hace tiempo que Paco Camps ha desaparecido de la vida pública, plegándose, más que a las exigencias de su defensa jurídica, a la conveniencia de Mariano Rajoy, quien no desea más problemas colaterales ante el gran reto que tiene de enderezar la economía española.

En cambio, el ex presidente se ha visto en privado con alguna asiduidad con partidarios suyos, haciéndoles confidencias sobre su intención de volver al primer plano de la política.


¿Cómo se compaginaría eso con la pacificación lograda dentro del partido, donde hasta en Alicante conviven ya campsistas y ripollistas en la ejecutiva que preside Miguel Ortiz? ¿No resultaría perturbador agitar las tranquilas aguas de esta nueva convivencia? ¿Y cómo hacer compatible la anterior política de Camps con la radical estrategia de cambios realizada por su sucesor?


Por eso, insisten con el mayor secretismo algunos cargos del PP, “lo mejor para el propio Paco, una vez demostrada su inocencia, sería marcharse con la cabeza bien alta y dejar su escaño en Las Corts a otro compañero de partido”.


“Lo contrario es un lío —reconoce esta misma fuente—, ya que todos los consellers, desde la vicepresidenta Sánchez de León, hasta los novatos, como Isabel Bonig, deben su cargo al anterior presidente y, como dice el refrán, de bien nacidos es ser agradecidos…”


Ésa sería la última razón para una amplia remodelación del Consell, en la que coinciden todas las fuentes consultadas. Con bastante probabilidad, un veredicto de inocencia de Camps solo serviría para acelerarla. En cualquier caso, su horizonte está en el próximo congreso regional del partido, en abril, que debe refrendar el poder orgánico de Alberto Fabra.


Y es que, aunque el interesado parezca ignorarlo, Francisco Camps es ya historia en la Comunidad; sobre todo, para el PP nacional: “Entre lo descubierto ya de su fantasiosa gestión política y lo que aún pueda aparecer —comenta otro miembro de la dirección—, el suyo no es el mejor ejemplo de lo que pretende realizar Mariano al frente de España”.


Sin mencionarlos expresamente, es obvio que mi interlocutor se refiere a los contratos con Urdangarín, a los sobrecostes de las obras de Calatrava, a los grandes eventos de discutible rentabilidad y a las infraestructuras ruinosas, desde el aeropuerto de Castellón a la Ciudad de la Luz.


Por todo eso, nadie hay más interesado que el propio PP en pasar página cuanto antes a la era Camps. Como me suele preguntar irónicamente un amigo, “¿Camps? ¿Y quién es Camps?”

domingo, 4 de diciembre de 2011

Sobornos y otras conductas

Me deja perplejo que haya que recordar cosas de lo más obvias. El Parlamento Europeo, por ejemplo, va a prohibir a sus diputados “aceptar sobornos o regalos valorados en más de 150 euros”.


¿Quiere decirse que hasta ahora estaba bien vista la golfería de sus señorías?


Algo parecido ha pasado en la empresa depuradora de aguas de Valencia, saqueada por sus directivos con comilonas, viajes fastuosos, joyas, pagos a presuntas traductoras rumanas,… por más de 20 millones.


¿Nadie se daba cuenta de lo que sucedía con el dinero que pagaban los pobres usuarios en su factura de agua?


Me temo que no es cuestión de códigos éticos ni otras prédicas morales por lo demás evidentes. Una estricta aplicación del sentido común y del código penal basta para poner a cada uno en su sitio. Veamos: ¿cómo ha sido posible que un alcalde onubense gastara en putas 4.000 euros del presupuesto municipal? ¿Quién le concedió una VISA oro para semejante dispendio?


Por eso, me parece ingenua y hasta redundante la nueva norma del Parlamento Europeo.


Es lo mismo que aquella bienintencionada asignatura de La moral en la vida de los negocios, que impartía el benemérito padre Uriarte en la Universidad de Deusto. Toda la ética allí explicada no ha impedido que uno de sus mejores alumnos, Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco de Santander, fuera condenado por un delito de acusación falsa contra unos inocentes proveedores.


Por eso, en lo que respecta a nuestros políticos, démosles, pues, menos inoperantes códigos de buena conducta y, en cambio, más palo y tentetieso cuando pretendan levantarnos la cartera con alevosa reiteración.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Emarsa, Bancaja y otros casos

El que el alcalde de Valverde del Camino gaste 4.000 euros en un burdel es un asunto privado. El que lo haya hecho con una tarjeta de crédito municipal constituye, en cambio, un escándalo público.


Pero lo que más me perturba es que ediles de pueblos de 12.000 habitantes puedan tirar de tarjeta oro como si tal cosa. ¿Cuántos centenares, o miles, de concejales españoles tienen esas tarjetas con cargo a los contribuyentes, tanto si las usan para ir de putas como para otros menesteres más honestos?


La sencilla explicación de este dislate es que en los años de bonanza económica se creía que el maná del dinero público era ilimitado y eterno. Por eso, en una tenebrosa confusión de lo público y lo privado, nuestros políticos y el personal asimilado a ellos han dilapidado fondos que ahora no llegan para gastos sociales absolutamente imprescindibles.


Eso ha sucedido también con Emarsa, la depuradora de los residuos del área metropolitana de Valencia, durante el mandato de Enrique Crespo y su gerente, Esteban Cuesta. La empresa ha sido saqueada sistemáticamente en un derroche de lujos extravagantes, desde joyas hasta viajes a Johannesburgo, pasando por mariscadas y hoteles para presuntas traductoras rumanas.

Todo ello ha sido financiado por los vecinos de los pueblos afectados mediante la factura del agua. Y cuando ese dinero no ha bastado ahí estaba la Generalitat para subvencionar a la depuradora. Aun así, se estima que el agujero patrimonial resultante supera los 20 millones.


Esa alegría monetaria, sin necesidad de llegar a lo delictivo, como en este caso, se ha prodigado asimismo durante años en las cajas de ahorro. Sus gestores, una vez más, no han sido eficaces profesionales de las finanzas, sino gente puesta allí por el poder político. ¿Quién, si no, colocó a Hernández Moltó en Caja Castilla-La Mancha, a Modesto Crespo en la CAM o a José Luis Olivas en Bancaja?


Esos mismos políticos y sus amigos son los que luego han concedido préstamos sin avales, con periodos de carencia o a coste cero a los consejeros de las cajas y bancos participados por ellas. Hay, incluso, quien llegó a su puesto con una mano delante y otra detrás y ahora, tras esos enjuagues y con la información privilegiada que le proporcionaba su cargo, se va con el riñón bien cubierto.


Pero, ¿por qué demonios los políticos han de ser diferentes a los demás mortales? ¿Qué ciencia innata garantiza que presidentes de diputación cesantes, como Joaquín Ripoll o Carlos Fabra, vayan a ser por ello mejores presidentes de puertos o aeropuertos que otros contrastados gestores de empresas privadas?


Sin poner en cuestión sus cualidades, la omnipresencia de políticos expertos en gastos, pero que nunca han tenido que generar los ingresos correspondientes, explica la prodigalidad de muchísimas facturas.


Por eso, hay que agradecer al presidente Alberto Fabra que, frente a la pasiva autocomplacencia de su predecesor, cree ahora un cuerpo de interventores que fiscalicen los gastos de empresas y fundaciones públicas y limite el dinero de las comidas y los viajes de altos cargos.


Aun así, éste es un tímido paso para combatir la crisis no solo económica, sino sobre todo moral, que ha propiciado una extraña y morbosa coyunda de políticos y banqueros. Para corroborarlo, Rodríguez Zapatero deja el Gobierno indultando a Alfredo Sáenz, convicto él de un grave delito contra la libertad de las personas.


Ya me dirán si no es todo un síntoma.

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Tiene recorrido UCyD?

En una tertulia gastronómica de profesionales liberales discutimos sobre UPyD, el partido de Rosa Díez, y sobre si su éxito electoral es solo flor de un día o tiene ante sí un futuro político importante.


La mayoría de los contertulios se mostró escéptica al respecto. Hubo, incluso, quien equiparó la reciente formación política con el fenecido Centro Democrático y Social con el que un Adolfo Suárez venido a menos pretendió reengancharse sin fortuna en la vida pública.


Mi posición, viendo la evolución del jovencísimo partido, es justamente la contraria.


Fundado hace solo cuatro años, en 2008 consiguió 306.078 votos y un acta de diputado nacional, la de su presidenta. En las últimas elecciones, 1.140.242 sufragios y 5 escaños, convirtiéndose así en el cuarto partido más votado en el conjunto de España.


Pero hay mucho más que eso en su brevísima historia. En 2009 obtuvo un diputado en el Parlamento Vasco, con Gorka Maneiro. Es verdad que desde entonces ha perdido muchísima influencia en Euskadi, en parte por la destemplada marcha de Mikel Buesa, ex presidente del Foro de Ermua. Pero ése sería el único borrón hasta ahora en la corta vida del partido.


Ese mismo año logró un escaño en el Parlamento Europeo, el del profesor Sosa Wagner, 8 diputados en la Asamblea de Madrid y 152 concejales en toda España. ¿Hay quien pueda pedir más en menos tiempo?


Motivo de especial satisfacción para el partido lo ha supuesto su éxito inesperado en la Comunidad, donde Toni Cantó ha conseguido escaño y ha superado en número de votos a Compromís. Si esos resultados se extrapolasen a las futuras elecciones autonómicas, UPyD podría obtener 5 diputados en Les Corts, en detrimento precisamente de la coalición nacionalista.


Claro que ésa es una hipótesis altamente improbable, ya se sabe, dado que la coalición propiciada por el Bloc siempre consigue mejores resultados en los comicios autonómicos que en las elecciones generales.


Aun así, ojo con el futuro de UPyD en la Comunidad. Sus mensajes sobre la homogeneización de competencias entre las distintas regiones y la crítica al despilfarro y a la corrupción de las instituciones encuentran particular eco en una región tan castigada como la nuestra por esas lacras. Por lo mismo, su mensaje centralizador cala bien poco en regiones de mayor o menor nacionalismo, como Cataluña, Galicia y Euskadi.


Todo eso lo ha obtenido el partido de Rosa Díez pese a su escasa proyección mediática. Pero, ¿qué pasaría si también lograse representación parlamentaria en las próximas elecciones andaluzas? Y, sobre todo, ¿si consiguiese en Las Cortes ese grupo propio que la aritmética electoral le niega?


En este último caso gozaría de una poderosísima plataforma de proyección pública y, merced a la eficaz oratoria de Toni Cantó, ofrecería una pluralidad de voces en vez del monopolio actual de palabra por parte de su presidenta.


Pero eso, claro, dependerá de un Partido Popular que hará su cálculo de a quién perjudica más una mayor presencia de UPyD en el Congreso, al margen de que ésta pueda hacerle el trabajo sucio de enfrentarse a los radicales independentistas de Amaiur sin necesidad de que el PP se manche las manos.


Solo si cree que los perjudicados serán los socialistas, dará toda clase de facilidades al partido de Rosa Díez. Si, en cambio, piensa que su futuro crecimiento sería a costa del propio PP, no le dará ni agua.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El estilo de Ryanair

Las compañías aéreas low cost seguramente cuestan menos a sus usuarios que las otras, pero en cambio nos salen más caras al conjunto de los ciudadanos, tanto si volamos en ellas como si no.

El truco es que ingresan en concepto de subvenciones públicas y otros apaños fiscales cantidades que financiamos todos los contribuyentes con nuestros impuestos.

Es el caso de Ryanair, pionera en estos enjuagues, que coacciona permanentemente a las autoridades autonómicas con la amenaza de no operar en su territorio si no percibe de ellas una pasta gansa.

Uno de los elementos de chantaje es la existencia en España de la friolera de 50 aeropuertos, la mayor parte de ellos claramente deficitarios y que necesitan imperiosamente vuelos para no evidenciar su fracaso.

Así, la citada Ryanair va a recibir 40 millones durante los próximos cinco años por continuar operando en Reus y Gerona, aunque no es la única compañía, claro, en buscar este tipo de prebendas. Por ejemplo, la valenciana Air Nostrum sopesa trasladar su sede social de esa Comunidad al País Vasco, a cambio de sustanciosas ventajas fiscales.

La financiación institucional del sector aéreo otras veces resulta más sutil, como sucede con Spanair, que en menos de tres años ha aumentado su capital en 422 millones provenientes de empresas públicas.

La razón de este estado de cosas radica en el nefasto hábito de las subvenciones oficiales, consideradas como una generosa aportación por parte de la Administración y como un derecho de quienes las reciben, cuando en realidad se trata solo de una práctica arbitraria y abusiva que, eso sí, nos cuesta un riñón a los ciudadanos.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La locura del deporte

Si uno ve los sueldos de nuestros futbolistas y los presupuestos de algunos clubes, parece como si el fútbol, en particular, y el deporte, en general, viviesen al margen de la crisis económica.


Pues no hay tal, sino que se ha creado una burbuja que, como la inmobiliaria, estallará un mal día y acabará afectando también a todos aquellos a quienes el deporte les trae absolutamente sin cuidado.


Lo acaba de predecir el que fuera gran futbolista de la selección alemana Karl-Heinz Rummenigge, para quien la política de gasto de los equipos europeos es “irracional” y les ha conducido a que el 80% de ellos estén entrampados hasta las cejas.


Ignoro si la cifra es exacta, más allá de que el Manchester City, líder de la Liga inglesa, acaba de reconocer unas pérdidas de 228 millones de euros. Lo que sí me consta es que el fútbol español lleva años bailando al borde de la quiebra, con una deuda acumulada próxima a los 4.000 millones. Una bagatela, como se ve.


Esa irracionalidad del balompié se ha contagiado al baloncesto, afectando ya a todas las extremidades corporales y, sobre todo, a la cabeza de nuestros dirigentes deportivos.


Resulta que este año ha dejado de jugarse parte de la liga profesional de Estados Unidos, la NBA, porque los clubes no accedieron a las pretensiones salariales de los jugadores. Pero, ¡oh sorpresa!, los equipos de una Europa sumida en la crisis económica más profunda de los últimos 60 años acudieron a toda prisa para fichar a los jugadores en paro al otro lado del Atlántico. Y los más rumbosos, para que no se diga, fueron como siempre los clubes españoles.


Ya me dirán cómo pueden cuadrar las cuentas en un deporte que tenía los presupuestos de cada equipo cerrados hace unos meses y no precisamente con superávit. Ahora, sin haber reducido sus gastos ni en un duro, los ha aumentado vertiginosamente con fichajes costosísimos aunque fuera solo por unos meses.


El despropósito, la locura y el despilfarro.

¿De dónde saldrá el dinero para tapar ese agujero?


Hasta ahora, mucho de él provenía de generosas subvenciones públicas más o menos encubiertas: patrocinio de diputaciones y ayuntamientos, financiación de cajas de ahorros, contratos con televisiones públicas deficitarias,… Pero ahora, que no queda efectivo para atender a las personas dependientes ni para otras prestaciones sociales, ¿a quién se lo vamos a quitar para que se lo lleven crudo deportistas, directivos y demás fauna de ese negocio?


Aún habrá que verlo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Derechos,... ¿qué derechos?

Hemos perdido el oremus.


Un joven de 27 años arguye “objeción de conciencia” para no actuar como vocal en una mesa electoral.


Argumento tan peregrino podría aplicarse, por extensión, a no querer circular por la derecha en automóvil, no pagar impuestos y otras ocurrencias a cuál más extravagante.


Al parecer, hemos olvidado las limitaciones de vivir en sociedad, es decir, el tácito contrato social que explicaba el viejo Rousseau.


Eso se debe, seguramente, a una hipertrofiada ampliación de derechos sin ninguna contrapartida de correspondientes deberes.


En la formulación clásica, los derechos inherentes al ser humano son los de la vida, la libertad, la igualdad,… O sea, justo los que permitimos que se conculquen diariamente, sin pestañear, en muchísimas partes del mundo.


Sin embargo, han bastado dos décadas de aparente bienestar económico para que nos creamos con derecho propio a polideportivos con piscinas olímpicas en cada pueblo, AVE a la puerta de casa, aeropuertos en cada esquina, universidades sin rigor académico pero, eso sí, con botellón, etcétera, etcétera.


Todo esto, a nivel colectivo. A nivel personal aun es peor: que nos paguen indefinidamente sin trabajar, que nos hagan un TAC si nos duele el dedo pulgar, que nos subvencionen el transporte, los espectáculos, los masters en business administration…


Ya sé que estoy haciendo una caricatura. No lo es tanto, en cambio, el que nadie hable de deberes. Como si no existieran. Por eso ponemos el grito en el cielo al hablar de “recortes sociales”, como si tantas cosas que tenemos no sean solo privilegios que disfrutamos sin habernos esforzado en merecerlos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Solo de violín del PP

Votantes tradicionales socialistas han salido huyendo, en desbandada, a derecha e izquierda, en todas direcciones; más aun en la Comunidad Valenciana que en el resto de España.

Quién le ha visto y quién le ve, pues, a un PSPV-PSOE que fue referencia nacional en tiempos de Joan Lerma y que aún presumía de ser una posible alternativa al PP en la época de Joan Ignasi Pla.

Ahora, con un Partido Popular que le dobla en número de votos y de escaños y habiendo entrado en el Congreso los partidos minoritarios valencianos, el PSPV-PSOE de Jorge Alarte se hunde en la irrelevancia de convertirse simplemente en un partido más.

Para colmo, el mejor parado del desastre ha sido su último rival dentro del partido, el castellonense Ximo Puig. Las campanas socialistas parecen doblar a muerto, pues, por el actual secretario del PSPV-PSOE.

El PP, con más votos que todos los demás partidos juntos, ha batido de largo su récord del año 2000 y así Alberto Fabra ha conseguido sepultar en el olvido a Francisco Camps. Si a alguien debe mirar con respeto es a Esteban González Pons, convertido, él sí, en el auténtico referente de la Comunidad Valenciana en Madrid.

Con sus correligionarios situados en el Gobierno de España, ya no le quedarán al PP de la Comunidad Valenciana argumentos para el victimismo. Ahora es la hora de hacer política con mayúsculas y ver la talla real de nuestros dirigentes para enderezar una economía regional que hace aguas por todos y cada uno de sus poros.

Lo que se juega la Comunidad Valenciana

Me llega por correo electrónico una ingeniosa argumentación de por qué los valencianos no debemos votar al PP: 1) su ideología no se corresponde con la percepción que tienen de sí mismos los ciudadanos, 2) no mejora nuestra calidad de vida (con una renta por persona en descenso desde 2002), 3) su gestión ni es honesta ni refuerza la calidad democrática y 4) no se puede simpatizar con su discurso emocional.


Este texto es un ejemplo de la propaganda política actual, que no pretende que votemos en favor de unas propuestas concretas, sino en contra de las del adversario.


Con el mismo razonamiento, se podría apelar a no votar al PSOE porque 1) su política es errática, imprevisible y contradictoria, 2) ha enfrentado entre sí a ciudadanos, territorios e ideologías, 3) ha destruido el empleo y hasta la posibilidad de crearlo y 4) ha despreciado valores éticos como la responsabilidad y el deber.


Ya ven qué fácil resultar denigrar en vez de elogiar.


En cualquier caso, el futuro de los valencianos no depende del mayor o menor acierto del Consell, maniatado por un presupuesto con todos sus gastos ya comprometidos, ni siquiera del Gobierno español que salga hoy de las urnas. Con una crisis generalizada en Europa y la necesidad del dinero de la UE, nuestro futuro se juega sobre todo en Bruselas.


La Comunidad, además, llega exhausta a estas elecciones, con una deuda galopante que, como pescadilla que se muerde la cola, crece exponencialmente para pagar los vencimientos de la deuda anterior. Así no es de extrañar el impago generalizado a los proveedores de la Administración.

Para mayor inri, ingentes cantidades de recursos permanecen enterrados en estructuras de imposible rentabilidad, desde Terra Mítica y la Ciudad de la Luz, al aeropuerto de Castellón, pasando por el Ágora o los restos funerarios de la Copa América.


Todo eso, además, en una Comunidad que ha perdido su escaso músculo financiero con la evaporación de la CAM, Bancaixa y Banco de Valencia.


Se comprende, entonces, que el Consell espere el triunfo de Mariano Rajoy para paliar tanto desaguisado: confía en que modifique la ley de financiación autonómica y compute el millón de valencianos que ahora no figuran en ella, con lo que mejorarían ostensiblemente nuestras finanzas.


En la misma línea, Alfonso Rus ha manifestado su creencia en que una previsible moratoria en el pago de los impuestos atrasados dará un poco de árnica a la maltrecha economía de los ayuntamientos.


Muchas otras cosas se juegan, sin embargo, en la letra menuda de las elecciones de hoy.


Alberto Fabra, por ejemplo, intentará superar los 1,4 millones de votos que aportó Paco Camps al PP en los anteriores comicios y enterrar así el fantasma de su predecesor, mientras que Jorge Alarte se conformaría con sobrevivir frente a una Leire Pajín que aprovecharía su descalabro electoral para decapitarle.


Compromís, por su parte, pretende abrir brecha en Madrid con Joan Baldoví y reeditar así pasados logros de González Lizondo, mientras que EU se aferrará a seguir siendo la tercera fuerza política de la Comunidad y Toni Cantó tratará de que Rosa Díez pueda formar grupo parlamentario en Madrid, con un ojo puesto, eso sí, en las próximas elecciones autonómicas.


¿Y a los ciudadanos, qué nos espera?


Según un economista amigo, “lo que nos espera es una legislatura horrible, porque esto está tan mal que no lo arregla ni San Rajoy, ni la mismísima Virgen de Lourdes”.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El racismo de Tintín

Buena se ha liado en Bélgica sobre si hay que retirar o no —dicho de otra manera, si hay que censurar— el cómic Tintín en el Congo, realizado por Hergé en 1931, debido a su presunto carácter racista.

Evidentemente, la historieta no es “políticamente correcta” al uso de hoy día, ya que este término es de reciente invención. Tampoco lo eran los tebeos de El guerrero del antifaz o Hazañas bélicas, que uno leía en su remota infancia, y no por eso uno se ha dedicado a ir dando en su vida mandobles a diestro y a siniestro.

Y es que las personas y sus obras son producto de su momento histórico. Lo único que cabe pedirles es que sean honestas; y el autor de Tintín lo es.

Puestos a rebuscar en el pasado de la gente, hay episodios mucho más infamantes aunque, también, hijos de su tiempo, que diría el otro. Pablo Neruda, por ejemplo, junto a su excelsa obra poética, escribió un homenaje a Stalin en 1953 y que en aquel momento debió parecerle de lo más fetén. Lo mismo cabe decir de la oda a Franco en 1966 del cantautor Víctor Manuel, cuando el dictador aún estaba vivito y coleando.

Muchos otros —Laín, Alberti, Machado, Torrente Ballester…— han tenido sus episódicos momentos de debilidad ideológica en los que han cantado a Hitler, José Antonio, Líster, Mussolini,… para su rubor y oprobio retrospectivos.

El bueno del dibujante belga Hergé, en cambio, ni eso: solo un entretenido y bienintencionado tebeo de 1931 en el que, obviamente, las cosas se narran como sucedían entonces y no como ocurren ahora, 80 años más tarde.

El mismo reproche que al autor de la historieta cabría hacerle a Ptolomeo por afirmar que la tierra era plana trece siglos antes, claro está, del primer viaje de Cristóbal Colón. Y es que ni siquiera los genios tienen un poder de adivinación tan anacrónico que les permita hablar del ADN cuando aún no se había descubierto ni fabular historias de mujeres jefes de Gobierno en épocas en las que ni siquiera se las permitía votar.

Uno le sugeriría al universitario congoleño autor de la demanda contra Tintín que cambie de destinatario de sus disparos. Podría dirigirse contra aquellos magnates cuyos antepasados se lucraron con el repugnante tráfico de esclavos y hasta consiguieron títulos nobiliarios por su ignominia.

Pero también ellos, como algunos de los poetas antes citados, han tratado de borrar las huellas de su oprobioso pasado, a diferencia del bueno y honesto de Tintín

domingo, 13 de noviembre de 2011

El legado de Miguel Hernández

Un efecto colateral de la crisis económica es la supresión de muchas subvenciones culturales perfectamente prescindibles.


Claro que los afectados pueden coger un rebote considerable. Es el caso de la nuera de Miguel Hernández, que se ha llevado los recuerdos del apasionado poeta oriolano a la caja fuerte de un banco. Todo, porque la alcaldesa de Elche ha dejado de pagarle 3 millones de euros.


Esta pelea pecuniaria supongo que le resultaría incomprensible al trágico autor de Nanas de la cebolla y otros de los versos más emotivos de nuestro reciente pasado.


Y es que el legado de los artistas es algo de lo que debe beneficiarse el público en general y no constituir el modus vivendi de familiares políticos que ni conocieron al poeta fallecido hace 70 años.


Uno, que ha estado en docenas de casas-museos de escritores, desde la de la Premio Nobel Grazia Deledda en Cerdeña hasta la de Miguel de Unamuno en Salamanca, no ha visto nunca este fúnebre tráfico mercantil. Es más, cuando un editor pretendió lucrarse con unas cartas de don Miguel, en seguida se armó la marimorena.


Bien distinta es la caridad disimulada con artistas económicamente venidos a menos, como le ocurrió al eximio Rafael Alberti, a quien se le compró más que generosamente su biblioteca, la cual pudo conservar hasta su muerte.


Lo otro, en cambio, no tiene pase.


Sin embargo, han sido demasiados años de financiar con dinero público exposiciones absurdas y libros mediocres, películas inéditas y montajes grotescos. Y así se ha creado el triste hábito de que gente sin mérito propio quiera beneficiarse del talento ajeno.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Impagos, pagos, impagos...

Los presupuestos que se discuten estos días en Les Corts Valencianes son cualquier cosa menos reales.

En primer lugar, porque ni siquiera se sabe cuál va a ser la aportación del Estado, clave para que puedan cuadrar o no los números. Por eso, algunas Comunidades Autónomas, como Aragón o Extremadura, ni siquiera han redactado sus respectivos presupuestos. El presidente de esta última, José Antonio Monago, ha sido rotundo al respecto: “Necesitamos saber con certeza los ingresos para presentar las cuentas de 2012”.

Así, pues, las previsiones para el próximo ejercicio solo son, de momento, un esforzado ejercicio de voluntarismo.


¿Cómo se garantiza, entonces, el que se atiendan los compromisos que figuran en las distintas partidas presupuestarias? Pues no puede hacerse, como evidencian los sucesivos impagos de la administración autonómica a sus proveedores, a quienes Alberto Fabra, a diferencia de su impertérrito antecesor, Paco Camps, acaba de pedir disculpas por los reiterados retrasos.


Aunque, en un esfuerzo de puesta al día, el Consell lograse reducir su morosidad, las malas perspectivas económicas auguran que los impagos volverán a producirse: la UE acaba de pronosticar que la economía española caerá un 0,1% durante el último trimestre del año y que se mantendrá estancada en los primeros meses de 2012. Para más inri, España incumplirá su compromiso de reducir el déficit público al 6% a fin de año.


La primera medida tomada por el conseller Enrique Verdeguer para salir del apuro ha sido la emisión de 1.800 millones de bonos patrióticos, eso sí, a mayor interés que el tramo anterior de deuda autonómica, ya que la vecina comunidad de Murcia ha encarecido su precio hasta un 5,5%.


Todo esto, ya se sabe, es pan para hoy y hambre para mañana, pues lo primero en que se van a utilizar los nuevos ingresos es en pagar la deuda anterior, que vence de aquí a fin de año. Por eso, el Consell confía en que la previsible llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa le beneficie mediante una mayor financiación autonómica, por un lado, y, la autorización de nuevos endeudamientos, por otro.


Hay quien considera que esta política no es más que una huida hacia adelante y que solo consigue aumentar el grosor de la bola de nieve.


Semejantes decisiones, además, contradicen la filosofía de la vicepresidente Elena Salgado al limitar al 3,1% el interés de los depósitos bancarios. ¿Cómo se compadece esa cifra con el coste de la deuda de la Generalitat, de un 5 ó un 5,25%, más otro 3% que se llevan los intermediarios financieros?

Con tales números no es de extrañar la previsión de la UE de que la deuda pública española pasará —debido a “desviaciones de los gobiernos regionales y del sistema de Seguridad Social”— del 69,6% del PIB este año al 78% en 2012.


Además, el voraz uso por parte de las administraciones públicas del escaso crédito existente va en detrimento de la necesaria financiación de las empresas con la que reactivar nuestra maltrecha economía.


Así que la perversa espiral de impagos, pagos, impagos… del Consell corre el riesgo de reproducirse. ¿Cómo cortar, pues, este nudo gordiano?, ¿de dónde lograr nuevos recursos?, ¿cómo reducir gastos cuando el 80% del presupuesto está comprometido en temas sociales?, ¿a quién colocar esas faraónicas inversiones públicas —Terra Mítica, Ciudad de la Luz, Canal Nou, Aeropuerto de Castellón, Ágora…— que tienen un horizonte ruinoso?


Son demasiadas preguntas y aún no hay ninguna respuesta.

domingo, 6 de noviembre de 2011

De vacaciones al Senado

De todas las instituciones inútiles que tenemos —empresas públicas, consejos consultivos, defensores del pueblo, tribunales de cuentas,…— quizá la más prescindible, y por fortuna también la más inocua, sea el Senado.


Su papel de Cámara de segunda lectura sin competencias específicas lo único que le permite es demorar la aprobación de algunas leyes. Ya ven qué tarea más excusable y hasta innecesaria. Por eso, circula últimamente por Internet un correo proponiendo el voto en blanco en las elecciones al Senado del 20-N.


Los defensores de la institución —entre ellos, varios senadores que conozco— arguyen que, a diferencia de la elección de diputados, donde sólo hay listas cerradas y que, como las lentejas, si quieres las tomas y si no las dejas, para el Senado se elige a personas concretas con nombre y apellido.


A mí, como a muchos ciudadanos, me da absolutamente igual, pues me consta que bastantes candidatos a senador acceden al apetecible cargo para sestear, tras haber perdido sus anteriores puestos públicos.


¿Queremos ejemplos? Los hay para dar y regalar.


Al Senado llegaron en su día el ex presidente valenciano Joan Lerma y el de Castilla y León Juan José Lucas, al igual que lo van a hacer ahora sus homólogos Francesc Antich, Álvarez Areces y Marcelino Iglesias.


Existen muchos más casos y más hirientes todavía de prejubilados con sueldo público, pero tampoco es cosa de señalarlos a todos con el dedo.


Lo único que cabe, a dos semanas de las elecciones, es preguntarse: ¿para qué tanta pamema cuando en el fondo solo se trata de mantener el salario de unos señores a costa de los contribuyentes?

sábado, 5 de noviembre de 2011

Los planes de Rajoy y Rubalcaba

La frase más impactante de estos días ha sido pronunciada por Alfredo Pérez Rubalcaba en Radio Marca: “Es más fácil que el Madrid gane al Barça que remontar a Rajoy”.

Este reconocimiento implícito de la próxima derrota electoral del PSOE no es nada nuevo. Sí lo es, en cambio, su formulación tan expresa y tan didáctica.

A tenor de algunas filtraciones desde la sede socialista de la madrileña calle Ferraz, ya me atreví escribir el pasado 16 de julio en el diario Última Hora, de Palma de Mallorca, y en otra docena de periódicos españoles: “¿Por qué la candidatura izquierdista —llamémosla así— del ex ministro y no otra más realista y centrada?: probablemente porque no está hecha para ganar, sino para convertirse en un incordio permanente para Mariano Rajoy desde la oposición”.

Resultaba tan evidente lo que se estaba cocinando entonces en los sótanos del PSOE que me permito concluir la autocita: “Según esta hipótesis, la evolución de la economía empeorará en los próximos años y se evidenciará entonces que el PP no posee mejores recetas que el fracasado Zapatero. Se trataría, pues, de evitar la mayoría absoluta de Rajoy y, una vez logrado ese objetivo, fustigarle desde el Congreso. Y nadie mejor que Alfredo P. para ello”.

Ni por ésas: la encuesta del CIS publicada anteayer revela que el batacazo socialista puede ser muchísimo mayor de lo que temían sus protagonistas.

¿Y qué puede ocurrir en la Comunidad Valenciana?

Probablemente, las cosas le resulten aún peor. A diferencia del PP, cuyo cabeza de lista por Valencia, Esteban González Pons, posee un evidente grado de notoriedad y supone un gran refuerzo para Rajoy, los principales candidatos socialistas ahondan el caos de su partido.

La número 1 por Valencia, Inmaculada Rodríguez-Piñero, resulta una gran desconocida para el gran público. No así los otros dos cabezas de lista; pero al de Castellón, Ximo Puig, se le recuerda por haber sido el rival de Jorge Alarte para dirigir el PSPV-PSOE, y a la de Alicante, Leire Pajín, se le asocia al más que desprestigiado Rodríguez Zapatero. ¡Menudo cartel!

Sus homólogos catalanes, en cambio, se han olvidado de Zapatero, Rubalcaba y otros zombis políticos, y apuestan en sus carteles electorales casi en exclusiva por Carme Chacón, llegando a aparecer en un vídeo hasta su hijo Miguelito: o sea, el futuro.

Ante su evidente ventaja en el marcador, por usar el símil deportivo, no es de extrañar que Mariano Rajoy apenas si arriesgue y formule propuestas lo menos concretas posibles. En el caso de nuestra Comunidad, resulta notoria la ausencia programática de temas delicados como el agua, la financiación autonómica o el AVE a Castellón.

El espejo donde se mira el candidato del PP es el británico David Cameron. El líder conservador tuvo un desliz de sinceridad al anunciar futuros recortes al comienzo de su campaña electoral y, debido a ello, no consiguió la mayoría absoluta que vaticinaban las encuestas.

Como Rajoy no quiere que le pase lo mismo, deja la iniciativa a un Rubalcaba a la desesperada, que va cambiando de discurso a medida que pasan los días y que ha concentrado sus esperanzas en el debate televisivo que mañana moderará Manuel Campo Vidal.

Mientras que probablemente el candidato socialista se lance a la yugular de su adversario —de forma metafórica, claro—, Rajoy intentará mostrarse como un hombre de Estado cuya serenidad logrará sacarnos de la crisis.

Habrá que verlo.

lunes, 31 de octubre de 2011

Fdez. Mañueco y la sensatez

Ser alcalde en tiempos de crisis no es un chollo. Y en ésas está el salmantino Fernández Mañueco.


Cuando uno dice que, a pesar de la negra coyuntura, el hombre no lo está haciendo nada mal, siempre surge algún aguafiestas: “Claro, pero es que si se compara su gestión con la de su nefasto antecesor, cualquiera parece hasta más guapo de lo que es”.


Por supuesto que Julián Lanzarote nunca fue un dechado de simpatía y que su última deriva en el cargo estuvo plagada de mayúsculos desatinos, aunque debo decir en su descargo que los barrios de Salamanca no tienen nada que ver hoy día, por fortuna, con cómo estaban antes de su mandato municipal.


Pero hablaba de Fernández Mañueco, quien en cuatro meses ha dado la vuelta como a un calcetín a los errores de su predecesor: desde devolver a los ciudadanos el IBI injustamente cobrado, hasta restaurar el doble sentido del tráfico en María Auxiliadora; desde darle juego en el Ayuntamiento a la menguada oposición socialista, hasta participar activamente en la Casa Lis.


Si no estuviese tan gastado —y desprestigiado, por culpa de Rodríguez Zapatero— el término “talante”, uno diría que lo mejor del nuevo alcalde es precisamente su talante, su actitud, su estilo de hacer las cosas, sin estridencias ni imposiciones, sin prepotencia ni malos modos.


Claro que, todo hay que decirlo, su rival político, Enrique Cabero, es persona de similares prendas, por lo que el diálogo municipal resulta constructivo, muy alejado de las estériles broncas a que nos tenían acostumbrados quienes les precedieron.


En la política, como en la vida, está visto que lo mejor para caer bien al personal es hacer lo contrario de lo que se venía realizando hasta la fecha. Eso sucede, por ejemplo, en Valencia, donde Alberto Fabra practica la austeridad frente a los estrambóticos dispendios de Francisco Camps y la transparencia informativa frente al la sistemática ocultación por parte de éste.


Con similar hoja de ruta, Fernández Mañueco va a lograr que los cuidadanos colaboremos con él en los tiempos difíciles que tenemos encima. Y si algo lamento, y lo digo con sinceridad, es que alguien de su valía haya dejado la Junta regional, donde menudean los insensatos, visto lo visto en el funesto desenlace de nuestra caja de ahorros y por otras ocurrencias.

Claro que, por suerte, nuestro alcalde tiene mano con Mariano Rajoy y, aunque sea desde la distancia, será beneficioso ese predicamento ya que, si algo necesita también el próximo Gobierno de España, son grandes dosis de sensatez.

sábado, 29 de octubre de 2011

Los terceros partidos

Hace un par de semanas estuvo mitineando en Valencia la presidenta de UPyD, Rosa Díez, sin que los distintos medios de comunicación anunciasen el evento.

Así no hay manera de que los pequeños partidos salgan del ostracismo político. Máxime, cuando en las anteriores elecciones generales fueron precisos 78.000 votos para obtener un diputado nacional por la circunscripción de Valencia.

Es éste el esquema que aquí y en toda España propicia el bipartidismo imperfecto, es decir, el reparto de poder entre PP y PSOE matizado en las llamadas comunidades históricas por el peso desproporcionado de los partidos nacionalistas.

¿Qué perspectivas tienen, por consiguiente, los considerados como terceros partidos en nuestra Comunidad?

Su previsible crecimiento, a tenor de las encuestas, sólo será posible a costa de un PSOE tan desprestigiado por el errático rumbo político de Rodríguez Zapatero que hasta los artistas de la ceja han abandonado la candidatura de Pérez Rubalcaba por la del comunista Gaspar Llamazares. A escala de la Comunidad, ésa es la posibilidad de que aumente sensiblemente el número de votos de la lista que encabeza Ricardo Sixto, aunque no el de escaños.

El gran beneficiado de un descalabro socialista sería sin duda Compromís, esa inteligente mixtura de nacionalismo, izquierdismo y ecologismo fraguada por el hábil líder del Bloc, Enric Morera. Si no a más —que es posible que sí—, al menos llevará a Las Cortes al ex alcalde de Sueca, Joan Baldobí.

Pero el fenómeno del Bloc y de Compromís merece punto y aparte.

Desaparecidos los vestigios del otrora poderoso regionalismo de la Unio Valenciana de González Lizondo, todo el espacio del valencianismo político lo ocupa ahora el Bloc, estructurado cada vez más al modo y manera de su homónimo gallego, el cual en la época de Anxo Quintana llegó al Gobierno de aquella región y casi arrebató a los socialistas la hegemonía de la izquierda.

Aquí, aparte de reforzar ese flanco merced a las batalladoras diputadas autonómicas de Iniciativa del Poble Valencià Mónica Oltra y Mireia Mollà, abarca mucho más espacio político. Según el analista electoral Jorge Feo —uno de los asesores políticos más brillantes de nuestro entorno—, “Compromís ha logrado capitalizar en nuestra Comunidad el descontento ciudadano del 15-M que en otros sitios beneficia a Izquierda Unida y a UPyD, razón por la que el partido de Rosa Díez apenas si tiene posibilidades entre nosotros”.

Habría que añadir a ese handicap el ya indicado de la escasa visibilidad mediática de UPyD. Salvo El Mundo y Televisión Popular del Mediterráneo, casi nadie se hace eco de sus mensajes.

En su favor tiene la elección del conocido actor Toni Cantó como cabeza de cartel por Valencia. El aspirante a diputado lidió esta semana con fortuna, por cierto, en el programa de Xavier Carrau, La Tertulia, en Canal Nou, ahora que hay más pluralismo en la televisión pública tras el relevo en el Palau de la Generalitat de Paco Camps por Alberto Fabra.

Aun así, insisto, las posibilidades del candidato de UPyD son escasas.

Harían mal, sin embargo Jorge Alarte y el PSPV-PSOE en creer que su único rival electoral es el PP. Si se descuida, entre la bajada de votos propios y la probable ascensión de los terceros partidos, corre el riesgo de no ser ya en un futuro la alternativa política en la Comunidad, sino de depender de otros —como el Bloc— que pueden acabar por quedarse a la vez con el santo y la limosna.

viernes, 28 de octubre de 2011

¡Jobar con Halloween!

Cada día que pasa hay menos trabajo pero más fiesta.

Ahora le toca el turno a Halloween, festejo que no tiene nada que ver con nuestra tradición, que muchos ignoran de qué va y que hasta hace pocos años ni siquiera sabían que existía.


Eso no obsta para que ahora los colegios interrumpan su jornada lectiva y que niños y no tan niños compitan con disfraces a cuál más extravagante.


Es que no dejamos pasar ni una sola fiesta. Y, por si no hubiera bastantes, seguimos inventándolas. Ya ven: la Tomatina de Buñol es un jolgorio colectivo que apenas si cuenta con 50 años de historia y ya se ha convertido en todo un clásico, con más tradición que muchas de las antañonas romerías populares.


Puestos a inventar, la localidad alpujarreña de Bérchules celebra el fin de año en pleno mes de agosto y concita a juerguistas de todas partes que están a la que salta, sea donde fuere.


Hay quien piensa que esta propensión española a la fiesta está impresa en nuestro ADN, como ahora se dice. Así se explicaría que, pese a tantas hipócritas normas contra el maltrato de los animales, continúen los toros embolados y demás festejos bárbaros y primitivos que jalonan nuestro país.


Lo peor de todo es que no hay quien le ponga el cascabel a ese gato, ni siquiera en estos tiempos de crisis económica. Porque mucho quejarnos de los posibles recortes sociales, sí, pero si se redujese drásticamente el presupuesto de las fiestas patronales es cuando la gente se lanzaría a la calle en una estruendosa protesta.


Al menos, en favor de Halloween, hay que decir que no le cuesta un duro a las arcas públicas. Algo es algo.

domingo, 23 de octubre de 2011

El padre de Steve Jobs

Se han publicado estos días varios reportajes sobre el desconocido padre biológico de Steve Jobs, tras el fallecimiento del fundador de Apple.


Más allá de la rocambolesca peripecia vital de John Jandali, que así se llama el aludido, lo que me ha llamado la atención es que el hombre sigue en activo a los 80 años: es director general de un casino en Reno y ¡con 78 años! fue ascendido a ese puesto desde el de jefe de recepción.

¿Alguien se imagina algo semejante en España? Imposible. Aquí se considera amortizable al personal de poco más de 50 años y, hasta hace dos días, como quien dice, nuestras autoridades han estado propiciando su prejubilación, eso sí, con el dinero de todos los españoles.


Sin llegar, por supuesto, a las indecentes retribuciones de López Abad, José Luis Pego y demás caraduras que han malversado los fondos de nuestras cajas de ahorros, el estar manteniendo ociosas a personas con plena capacidad productiva supone un brutal despilfarro que así nos ha llevado al precipicio.


Eso no sucede en Estados Unidos, como hemos visto, por lo que su productividad es más alta que la nuestra, su mercado de trabajo resulta más adaptable y la salida de la crisis económica se produce con más rapidez.


Aquí, en cambio, nos hemos instalado en un lamentable “estado de derroche”, como decía el empresario Juan Roig esta misma semana. Según el dinámico presidente de Mercadona, es preciso que pasemos inmediatamente de la “cultura del maná a la del esfuerzo y del trabajo”.


Si no lo hacemos, nos quedaremos en el hoyo cuando otros países remonten el vuelo.

¿Sobran políticos?

Mariano Rajoy está ponderando, según propia confesión, el reducir de 350 a 300 el número de diputados de las Cortes Generales.

El suyo es un reconocimiento implícito de que en esta hora de obligada austeridad sobran políticos en ejercicio. Si eso es así, ¿qué decir de los 1.218 miembros que toman asiento en los 17 parlamentos autonómicos españoles? Eso, sin contar con los 48 concejales de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.

En la Comunidad Valenciana vamos contra corriente, pues la última modificación estatutaria no fue para aminorar la cantidad de diputados en el Palacio de Benicarló, sino para pasar su número de 89 a 99. Claro que no somos los únicos que remamos en esa dirección: así, la Asamblea de la comunidad que preside Esperanza Aguirre ha pasado de 120 a 129 integrantes tras las últimas elecciones.

El asunto no resultaría tan grave si ésos fuesen los únicos políticos en nómina. Pero hay que añadir a decenas de miles más, desde concejales hasta miembros de los distintos ejecutivos regionales, desde asesores de libre designación hasta cargos consultivos institucionales, desde consejeros de empresas públicas hasta representantes en organismos de variadísimo pelaje.

Pero es que, además de ser tantos, apenas si sabemos nada de los políticos a quienes pagamos con nuestros impuestos. Por no conocerlos, hasta ignoramos los nombres de aquéllos a quienes hemos elegido nosotros mismos. Si no, ¿cuántos diputados somos capaces de recordar de la lista que votamos en las lecciones del 22 de mayo pasado?

Dada esa invisibilidad de la mayoría de los representantes públicos, es de agradecer la publicación esta semana por parte de Esteban González Pons de su libro Camisa blanca. En él, el diputado nacional del PP, si no llega a realizar un streep-tease integral de su personalidad, sí que se exhibe en un ceñido tanga biográfico e intelectual para que sus posibles electores le juzguen, le critiquen o, al menos, sepan a qué atenerse.

¿Cuántos políticos, del signo que sea, se atreverían a mostrarse de esa guisa frente a los ciudadanos?

Esto, que en los países latinos parece una excentricidad cuando no un ejercicio de exhibicionismo, resulta algo habitual en los países anglosajones.

Cuando hace cuatro años se convirtió al catolicismo Tony Blair, leí en The Times un artículo de Matheu Parris titulado ¿Creen en Dios nuestros líderes? Deberíamos saberlo. El periodista argumentaba que, ante la cantidad de importantes decisiones morales que toman cada día, desde la manipulación genética hasta el envío de tropas al exterior, los ciudadanos tenemos derecho a conocer cada pliegue de su conciencia.

Claro que eso resulta trascendente en aquellos países de sistema electoral mayoritario, en que cada parlamentario es elegido por sí mismo y debe responder personalmente ante sus electores.

Aquí, con nuestra sistema de listas cerradas y bloqueadas, es irrelevante en qué cree cada diputado, pues éstos votan disciplinada y anónimamente lo que les manda el partido. Así que da lo mismo que elijamos a menganito o perenganito.

Esta irrelevancia se acentúa con las mayorías absolutas, como la del PP en Las Corts, que hace innecesaria la presencia de un evaporado Francisco Camps, para reproche del síndico de Compromís, Enric Morera, en cada sesión parlamentaria.

Pero, paradójicamente, el de Camps es un magnífico ejemplo de su prescindibilidad y de que, efectivamente, sobran bastantes más políticos de los que creemos.


domingo, 16 de octubre de 2011

Salteadores de bancos (y de sus clientes)

Escandalizada por los sueldos estratosféricos de nuestros financieros, me pregunta una amiga: “¿Por qué los pequeños accionistas les damos cada año el voto a los consejeros de los bancos a cambio de un paraguas o de una toalla de mal gusto?”.


No se refiere solo a los millones que se han llevado Modesto Crespo, José Luis Pego, López Abad y otros saqueadores de las cajas de ahorro. Su protesta incluye también las cuantiosas retribuciones de nuestros principales banqueros: Emilio Botín, Alfredo Sáez, Paco González y compañía.


Todos esos sueldos son legales, por supuesto, y los pequeños accionistas, como mi amiga, ni pinchan ni cortan porque esas corporaciones financieras las controla un puñado de individuos que funcionan como un sindicato de intereses.


Lo peor es que sus indecentes emolumentos no salen ya de un tradicional beneficio financiero venido a menos por la concentración de riesgos, la falta de liquidez, la dificultad del crédito, el límite a los intereses de los depósitos y la competencia de las instituciones públicas (con sus bonos patrióticos) a la hora de captar dinero.


Así que ya lo vemos: para que ese puñado de individuos puedan llevárselo crudo, nos suben el coste de las tarjetas de crédito, se inventan comisiones por operaciones de chichinabo y hasta nos cobran por transferir dinero entre cuentas de la propia entidad bancaria.


De seguir así, acabaremos pagando por el mero hecho de entrar en un banco y tendremos que hacer las operaciones nosotros mismos por falta de personal mientras que consejeros y ex consejeros vivirán como marajás en la más absoluta impunidad.

sábado, 15 de octubre de 2011

Compartir y no competir

Hasta hace dos días, como quien dice, la moda era segregar municipios. Concretamente, los barrios residenciales de algunas localidades exigían tener ayuntamiento propio, hartos de pagar más que el resto y no recibir, en cambio, las mismas prestaciones que sus vecinos.

Ahora es al revés: unos ayuntamientos buscan apoyarse en otros para así ahorrar costes y evitar la quiebra.

Movimiento significativo en esa dirección ha sido la reciente reunión del alcalde de Paterna, Lorenzo Agustí (del PP), con su homólogo de Burjassot, Jordi Sebastià (de Compromís), munícipes, ambos, de los dos ayuntamientos más endeudados de la Comunidad (10 millones en conjunto), según el demoledor informe de la Sindicatura de Cuentas que preside Vicente Queralt.

Como por algún sitio hay que empezar, éste podría ser la utilización conjunta de un mini ecoparque, así como del sistema de bicicletas municipales de alquiler.

En el mismo sentido se han manifestado los alcaldes de Alzira (Elena Bastidas), Carcaixent (Lola Botella) y Algemesí (Vicent García), con el punto de mira puesto en el ahorro compartido de luz y de basura.

Muy poca cosa parece, todavía, ante la magnitud del agujero económico de algunos ayuntamientos, que no podrán cumplir sus compromisos de pago de aquí a fin de año. Es más: 22 municipios de la Comunidad no han presentado ni siquiera la liquidación de sus presupuestos de 2010, por lo que la ministra Elena Salgado ya les ha dicho que hasta que no lo hagan les retendrá el dinero de los impuestos correspondientes al mes de octubre.

Todo un problemón, éste, ya que no se trata solo de pequeñas poblaciones, sino que el impago afecta a localidades como Cullera, Sueca o Xirivella.

O sea, que de una u otra manera hay que ahorrar, compartiendo servicios en vez de compitiendo por ver quién tiene el polideportivo más grande o gasta más en las fiestas patronales.

Sin embargo, nadie se atreve a ponerle de verdad el cascabel al gato, como sí ha tenido que hacer Grecia, obligada por ley a cerrar dos tercios de sus ayuntamientos. Aquí, la única promesa electoral de Mariano Rajoy es la de fusionar o disolver aquellos consistorios con menos de 1.000 habitantes (en nuestra Comunidad eso afectaría a 217 de los 542 existentes), y la de Pérez Rubalcaba, de sustituir las diputaciones provinciales por consejos de alcaldes.

¿Por qué tanta timidez a la hora de suprimir organismos, coordinar esfuerzos y conseguir el ahorro necesario? Pues porque todos esos entes, así como las mancomunidades, confederaciones hidrográficas, áreas metropolitanas y demás— son plataformas de poder que los partidos políticos no quieren perder sin más ni más.

Para comprobarlo, tenemos el caso de las diputaciones, de las que ahora el PSOE está dispuesto a prescindir porque ya no pastorea casi ninguna de ellas.

Justo lo contrario que el PP. Por eso, cuando Rafael Blasco, portavoz de este partido en Les Corts, abogó hace un año por suprimirlas, nadie quiso recoger el guante. Al revés: ahora, con Alfonso Rus a la cabeza, todo el partido se deshace en ponderar el magnífico papel que cumplen esas instituciones y las defiende con uñas y dientes.

Como se ve, las buenas intenciones de austeridad y de salir de la crisis chocan una vez más con intereses partidistas ajenos al interés general.

Estamos aún muy lejos de sucedido en Grecia, por supuesto, pero también allí vieron venir el lobo desde hace tiempo y no hicieron nada hasta que ya fue demasiado tarde.

viernes, 14 de octubre de 2011

Tontos de caja

Hay muchas clases de tontos, según el repertorio popular: tonto de capirote, de baba, del culo,… sin necesidad de acudir a aquel “tontos de los cojones”, como calificaba el alcalde de Getafe, el socialista Pedro Castro, a los votantes del PP.


Ahora habría que añadir una nueva categoría, “tonto de caja”, por la manera tan estúpida como han malversado el caudal de las cajas de ahorros sus últimos gestores.


Claro que si vemos cómo se lo han llevado crudo los directores generales de Caixanova, José Luis Pego, y de la CAM, María Dolores Amorós, más que tontos son unos listos del carajo de la vela.


Éste no es el caso del último presidente de Caja Duero, Julio Fermoso, por supuesto. Pero la pasiva actitud con la que asistió a los estertores de la antigua caja salmantina le han convertido, si no en un paria, sí en un ejemplo de pésima gestión.


La culpa no fue suya, sin embargo. Quien forzó la unión contra natura —y contra la opinión de todos los expertos— de Caja Duero y Caja España fue el vicepresidente de la Junta Tomás Villanueva, que no debe ser tan listo como él se cree.


Su objetivo era crear una poderosa entidad financiera al servicio del poder político y, como al aprendiz de brujo, le salió el tiro por la culata: el monstruo económico que parió la absurda coyunda ha acabado en manos de Unicaja para poder subsistir. O sea, que nuestra entidad ahora es andaluza y socialista. ¡Toma ya!


Otro que tal es el gallego Núñez Feijóo. En su empeño en tener una potente caja en sus manos forzó la fusión de la viable Novacaixa con la infectada Caixa Galicia, con lo que ésta ha contagiado a la primera, yendo ambas a parar a la UVI.


Estas cosas ocurren por no dejar hacer los políticos a aquéllos que sí saben lo que se traen entre manos. Aquí sucedió con el añorado Sebastián Battaner. Anticipándose muchos años a la jugada, propuso en su día una alianza transversal de Caja Duero, de sur a norte, con Unicaja, Ibercaja y Cajastur, justamente tres de las entidades más saneadas de España, como se ha visto a posteriori.


Si tal operación se hubiese realizado, Caja Duero seguiría existiendo y siendo rentable y salmantina. Claro que a los políticos, cegados por su afán de protagonismo y de constante intromisión en la sociedad civil en beneficio propio, nada de eso les importa.


Y es que, a lo mejor, además del nuevo término “tonto de caja”, habría que añadir otro más: el de “tonto político”, que viene como anillo al dedo a todo lo que ahora está pasando.

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Por qué nadie se fía de España?

Con este provocador título, los periodistas Gilles Tremlett (The Economist) y Raphael Minder (The New York Times) iniciaron este fin de semana en Salamanca unas jornadas internacionales sobre la crisis económica.


La conclusión es que España ofrece muchas estadísticas, pero contradictorias, según cuál sea la fuente, y sobre todo, opacas, en cuanto a sus conceptos y a su metodología. “Lo peor es la falta de transparencia”, dijo Tremlett, quien recordó la doble promesa incumplida de Rodríguez Zapatero de aprobar una ley que la garantizase: “España es uno de los tres o cuatro países europeos que carecen de esa ley”.


A partir de ahí, las autoridades —y las empresas y todo quisque— consideran la información como un patrimonio propio, que no deben compartir con el común de los ciudadanos. Doy fe personal de esa contradicción con la mayoría de países democráticos porque siendo corresponsal en Nueva York obtuve allí facilísimamente informaciones que en España no habría conseguido ni con fórceps.


Pero no nos creen solo los de fuera, sino que nosotros mismos consideramos viciada cualquier información según cuál sea su procedencia. Minder aludió a que aquí no se valora una opinión por sí misma, sino por el medio de comunicación que la recoge: “Ésa es la ventaja de los corresponsales extranjeros —dijo—, que todo el mundo puede citarnos sin que resultemos sospechosos”.


Habrá que concluir, pues, que, si ni siquiera nos fiamos de nosotros mismos, ¿cómo van a hacerlo los demás? Como dijo Luis Garicano, moderador del debate: “Ni hay conjura contra España, ni leyenda negra ni otras envidias”.

sábado, 8 de octubre de 2011

El sonrojo de las listas

“Yo soy simpatizante del PP y votaría encantada a González Pons en las elecciones generales, pero “¿por qué mi voto tiene que ir asimismo a Nacho Uriarte, dado que éste también figura en la lista del partido por Valencia?”.

Es la pregunta que me hace una amiga, indignada con el ex presidente de las Nuevas Generaciones del Partido Popular, que fue inculpado hace un año de un delito contra la seguridad vial por conducir ebrio. “¿Por qué voy a dejar que me represente en Las Cortes un borracho?”, sigue erre que erre mi amiga.

Ésta es una de las muchas cuestiones que incomodan a los partidos cuando confeccionan las listas electorales. “Uriarte dimitió como vocal de la Comisión de Seguridad Vial del Congreso”, me explica, como exculpándolo, un alto cargo nacional del partido, “aunque yo también creo que no debería figurar como candidato a diputado”.

Cada vez son más los ciudadanos que miran más allá de las meras siglas partidistas para ver quiénes aspiran a representarlos. “Si yo viviese en Alicante —sigue diciendo mi peleona amiga— tampoco me gustaría tener que votar a Federico Trillo, que sólo aparece por allí durante las elecciones”.

La aparición de cuneros, es decir, de candidatos caídos como paracaidistas en provincias ajenas a su trayectoria política, no es patrimonio exclusivo de ningún partido. Al PSPV-PSOE le pasó con la ya olvidada María Teresa Fernández de la Vega y ha estado a punto de repetirlo con el ministro Ángel Gabilondo, ante un disciplinado y aquiescente Jorge Alarte.

La confección de las listas electorales no responde, pues, al interés de los ciudadanos que las votan, sino al de los partidos que las elaboran. De ahí el servilismo de los aspirantes a un puesto de salida y su sometimiento a cualquier dictado del partido.

“Es que, como me reconocía en privado un dirigente del PP, ‘el funcionamiento de mi partido resulta estalinista’”. La frase no es mía, por supuesto, sino que se la oí este jueves en Salamanca a Raphael Minder, el corresponsal de The New York Times, en unas jornadas sobre la crisis económica internacional.

Se comprende, entonces, la arbitrariedad de los partidos al confeccionar las listas de candidatos.

Por ejemplo: el PP decide que, en principio, ningún alcalde puede simultanear su cargo con el de diputado, por lo que no van al Congreso políticos de la talla de Rita Barberá, Lorenzo Agustí o Adela Pedrosa. En cambio, permite a María Dolores de Cospedal compaginar dos cargos tan incompatibles como el de secretaria general del partido y presidenta de una comunidad autónoma.

Si el PSOE no critica esta contradicción es porque fue el primero en ponerla en práctica, colocando al presidente aragonés Marcelino Iglesias al frente del partido.

La otra característica sonrojante de las listas, más allá de los intentos infructuosos de Carlos Fabra de poner a su hija Andrea por delante de Manuel Cervera en Castellón, es su utilización como alternativa a otros cargos institucionales o partidistas.

Así, por ejemplo, Alarte manda a Madrid a Ximo Puig, su rival en el último Congreso del partido, y Fabra agradece con un puesto de diputada la dedicación de Ascensió Figueres a la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

¿Qué tienen que ver todas estas movidas con los intereses de los ciudadanos?

Muy poco, por supuesto. ¿Pero es que alguien aún cree a estas alturas que el sistema de listas cerradas y circunscripciones amplias garantiza el funcionamiento democrático?

A eso se le llama ser iluso.


martes, 4 de octubre de 2011

Los saqueadores de las Cajas

Muchas de las extintas cajas de ahorros han sido saqueadas por sus gestores con la misma determinación que ponía en sus atracos el difunto bandolero Luis Candelas.

¿Cómo se justifica, entonces, la aparente impunidad de quienes han malversado los ahorros de millones de impositores y llevado esas entidades financieras a la ruina?

La explicación más plausible radica en la utilización partidista de las cajas, donde han metido baza muchos políticos que, por impericia, ambición o intereses espurios, han producido en ellas un descalabro económico colosal.

Hay responsables directos de todo esto, claro. El presidente de la primera caja fallida, la de Castilla-La Mancha, era Juan Pedro Hernández Moltó, quien fuera portavoz del partido socialista en el Congreso de Diputados. Otro de los gestores más desastrosos ha sido, en Catalunya Caixa, Narcís Serra, aquel ex vicepresidente de Felipe González que hubo de salir del Gobierno por la puerta de atrás a cuenta del escándalo de las escuchas ilegales del CIS.

No resulta difícil adivinar, en estos casos y en otros parecidos, la connivencia con intereses políticos, dispuestos siempre a echar un capote a los implicados.

Pero tampoco es una cuestión de simple ideología, no vayamos a creerlo, pues en el desvalijamiento de las cajas han participado todo tipo de personajes. El responsable de la quiebra de Caja Sur, por ejemplo ha sido en cabildo catedralicio de Córdoba. Tanto era el poder de su penúltimo presidente, el sacerdote Miguel Castillejo, que la sola mención de El Cura, como se le conocía popularmente, hacía temblar a la correosa alcaldesa de entonces, Rosa Aguilar, como pude comprobar en persona.

Responsable indirecto de todo este desastre económico, aunque tan culpable como el que más, ha sido el gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, por negar hasta el último minuto la evidencia de la sangría patrimonial de las cajas que él conocía por los informes de sus inspectores.

Pero hay más responsables, como el presidente gallego, Núñez Feijóo, tan empeñado en tener una caja regional a su servicio que forzó la unión de la desahuciada Caixa Galicia con Caixa Nova, provocando la quiebra del monstruo económico resultante.

No tan lastimosa, pero igual de paradójica, ha sido la forzada unión de Caja España y Caja Duero, a mayor gloria del gobierno popular de Castilla y León. La entidad resultante ha sido tan ruinosa que ha caído finalmente en manos de la malagueña Unicaja, presidida por el socialista Braulio Medel, para mayor inri.

¿Se imaginan qué habría pasado aquí de haberse consumado la fusión de la CAM y Bancaixa, como pretendían tanto Eduardo Zaplana como Paco Camps?

Por fortuna no llegó a realizarse, aunque tanto uno como otro son corresponsables históricos del debilitamiento económico de ambas entidades por forzarlas a hacer inversiones contra natura y permitir el expolio continuado de algunos de sus directivos. Bancaixa tuvo la suerte de que apareciese en su camino Rodrigo Rato con su proyecto bancario y que la rescatase del hondo pozo de la insolvencia.

¿Será posible que, pese a todo este entramado de intereses políticos y financieros, se haga justicia con quienes han malversado miles de millones y perjudicado irreversiblemente a nuestro país?

No parece muy probable. De momento, salvo poner en la picota de la opinión pública a personajes como María Dolores Amorós, nada se ha hecho al respecto para escándalo de la ciudadanía.

domingo, 2 de octubre de 2011

¿Por qué han de cobrar los políticos?

No creo que los políticos cobren demasiado. Lo que sí creo que hay demasiados políticos que cobran. Por ejemplo, ¿por qué han de tener dedicación exclusiva alcaldes de municipios que no llegan a 5.000 habitantes?


En nuestro país existe demasiada gente que se dedica a la política. Y no como acto de servicio, que sería lo loable, sino como oficio y beneficio con exclusión de cualquier otro.

Veamos. Desde eurodiputados a concejales, pasando por senadores, parlamentarios nacionales y autonómicos, diputados y otros cargos en entes menores son varios miles los ciudadanos que han hecho de la política una profesión retribuida, y a veces única, con derecho incluso a la jubilación. ¿Hay razón alguna para ello?


No lo parece, ya que ¿para qué están los miles de funcionarios y empleados públicos que hacen marchar la Administración? ¿Y para qué, amén de ellos, se contrata como asesores a familiares y paniaguados? ¿Tan malos son los políticos que necesitan toda esa parafernalia?


En Gran Bretaña o Francia, hay muchísimos menos políticos que cobran del Presupuesto, ya que los altos cargos de la Administración son funcionarios que no cambian según cuál sea el partido en el Gobierno.


Aquí no solo sucede al contrario, sino que los políticos excedentes encuentran acomodo en mil inútiles consejos de empresas públicas, órganos consultivos y de defensa de las causas más peregrinas. ¿Cómo se explica, por ejemplo, que el dimitido presidente valenciano Camps sea ahora miembro del Consejo Jurídico Consultivo de esa Comunidad?


Y es que en este país sí que hay un oficio vitalicio, sin riesgo alguno de desempleo, que es el de político.

sábado, 1 de octubre de 2011

¿Un futuro para Canal Nou?

La solución probable que está pergeñando en secreto el Consell valenciano para acabar con la hemorragia económica de Canal Nou sería un ERE que pondría en la calle a 800 trabajadores y hacerse cargo la Generalitat de la cuantiosa deuda del ente, para que así éste pueda partir de cero.

Lo siento, pero eso no sería una solución, sino una vuelta a empezar, porque el problema no es de números, sino de un modelo que en pocos años volvería a llevarle a la ciénaga donde chapotea ahora.

Y es que si las televisiones autonómicas pudieron tener algún sentido cuando su creación, en el lejano 1983, en que solo había dos canales de TVE, han perdido su razón de ser en 2011, cuando en España existen 25 televisiones públicas y un montón de cadenas privadas, locales, temáticas, de pago, por cable y por satélite, y se pueden ver hasta 200 canales en cualquier televisor.

Ahora bien: ni por ésas se atreven a ponerles coto las respetivas administraciones autonómicas. En Cataluña, Artur Mas prefiere no pagar a las residencias de ancianos a dejar de hacerlo a la inmersión lingüística, a sus embajadas en el exterior y, por supuesto, a TV-3.

Semejante actitud no es cuestión de ideología. También María Dolores de Cospedal —quien compagina, ¡oh milagro!, su cargo en el PP de Madrid con la presidencia de Castilla-La Mancha en Toledo— antepone nuevos dispendios en la televisión autonómica, con el nombramiento del costoso equipo del periodista Nacho Villa, a pagar a las farmacias de la región. Inaudito y casi delictivo.

¿No están las Comunidades autónomas —y la valenciana tanto como la que más— sin un duro? ¿Y aun así prefieren reducir las prestaciones a la sanidad o a la dependencia, por ejemplo, antes que una televisión prescindible que solo sirve para propaganda de sus gobernantes?

Lo malo es que, llegados a este punto, ya no es posible su venta, dada la situación de un sector audiovisual con graves pérdidas generalizadas. Tampoco parece de aplicación la externalización que propuso en su día Eduardo Zaplana, ya que no impediría la reducción del personal ni el incremento de los costes.

Esa situación singular de empresa privada con contrato-programa con la Administración solo se produce en Castilla y León, donde el Gobierno de Juan Vicente Herrera promovió la fusión de las dos televisiones privadas de ámbito autonómico, ahorrándose así una pasta y un montón de líos.

Pero eso ya no es posible en las televisiones públicas ahora existentes y tampoco parece probable su abrupto cierre, dado el gravísimo problema social que acarrearía.

Ante todo ello, José Miguel Contreras, presidente de la Unión de televisiones privadas —tan perjudicadas como las que más ante la crisis actual—, ha propuesto que las autonómicas se unan en un único canal, con desconexiones regionales horarias tan amplias como ellas quieran.

Eso, claro, ya está en inventado en otros países federales, como Alemania, donde la televisión pública ZDF otorga tres horas diarias de desconexión a los länders para que emitan información de su comunidades respectivas.

Mírese por donde, en semejante situación podría potenciarse la lengua valencia mejor que hoy día, en que su presencia escasea en Canal Nou: de recibirse toda la programación futura de la cadena en castellano, la producción propia podría hacerse íntegramente en valenciano y nadie podría quejarse por ello.

A lo mejor así podría hacerse de la necesidad virtud y sacar provecho de lo que es una limitación.