Eso, digo, sucede en la mejor de las hipótesis debido a la ineficacia, la corrupción y el desorden connaturales a la condición humana. Aparte, claro, están los casos de fraude: hace tres años vivimos en España la apropiación de fondos por los responsables de las ONG Anesvad e Intervida y, en Francia, el repugnante secuestro y tráfico de niños africanos por parte de El Arca de Zoé.
Ahora, tras la liberación de Roque Pascual y Albert Vilalta, se ha reabierto el debate sobre la frivolidad de muchas ONG probablemente prescindibles. ¿Para qué ha servido la aventura de los dos cooperantes sino para enriquecer y rearmar a los terroristas que los secuestraron?
Hay ya bastantes organismos oficiales y organizaciones humanitarias serias como para crear otras cuyo objetivo, en muchos casos, sólo es la pesca de subvenciones. Apoyemos, pues, a ya las existentes para que puedan superar sus deficiencias; y quienes buscan exóticas experiencias que se queden en el país ayudando a personas dependientes, colaborando en extinguir incendios forestales, dando clases a inmigrantes y otras mil acciones solidarias más.