sábado, 28 de agosto de 2010

Fraudes, frivolidad y ayuda humanitaria

Gran parte de la ingente ayuda internacional tras tragedias como el terremoto de Haití o las inundaciones de Pakistán jamás llega a su destino; incluso, la canalizada a través de las organizaciones más serias. Pude comprobarlo en 1993 en el campamento de la ONU en la localidad bosnia de Metkovic, donde vi pudrirse los enseres donados por la archidiócesis de Toledo. Como razonaba el ex presidente del Congreso, Manuel Marín, “el 40 por ciento de la ayuda actual al Tercer Mundo se queda por el camino”.

Eso, digo, sucede en la mejor de las hipótesis debido a la ineficacia, la corrupción y el desorden connaturales a la condición humana. Aparte, claro, están los casos de fraude: hace tres años vivimos en España la apropiación de fondos por los responsables de las ONG Anesvad e Intervida y, en Francia, el repugnante secuestro y tráfico de niños africanos por parte de El Arca de Zoé.

Ahora, tras la liberación de Roque Pascual y Albert Vilalta, se ha reabierto el debate sobre la frivolidad de muchas ONG probablemente prescindibles. ¿Para qué ha servido la aventura de los dos cooperantes sino para enriquecer y rearmar a los terroristas que los secuestraron?

Hay ya bastantes organismos oficiales y organizaciones humanitarias serias como para crear otras cuyo objetivo, en muchos casos, sólo es la pesca de subvenciones. Apoyemos, pues, a ya las existentes para que puedan superar sus deficiencias; y quienes buscan exóticas experiencias que se queden en el país ayudando a personas dependientes, colaborando en extinguir incendios forestales, dando clases a inmigrantes y otras mil acciones solidarias más.

miércoles, 25 de agosto de 2010

"La Gaceta" de Salamanca cumple 90 años

Nadie me ha pedido que escriba este artículo.
Lo digo porque en nuestra pintoresca época de banderías y consignas, fanatismos y obsecuencias varias, suelen proliferar los tiralevitas y paniaguados dispuestos a escribir al dictado de ideologías, partidos políticos o intereses empresariales.
En los siete largos años que llevo colaborando con LA GACETA, jamás nadie del periódico me ha hecho sugerencia alguna sobre lo que debo decir o aquello otro que debo callar. Por supuesto que eso es lo correcto y que si no hubiese sido así mi colaboración con esta casa habría durado un suspiro a partir de cualquier intento de imposición. Pero lo correcto no quiere decir que suela ser lo habitual. Al contrario: la censura más o menos encubierta, la defensa de afanes a veces inconfensables y la manipulación informativa han aumentado exponencialmente en España durante los últimos años.

Es verdad que la prensa europea nació hace casi cuatro siglos como medio de adoctrinamiento, más que de información. Pero en este país, donde hemos tenido algunos de los diarios más libres y mejor informados del continente durante la época de la transición política, la prensa ha derivado por desgracia hacia la apología de las posturas menos ecuánimes y esclarecedoras de la opinión pública. Como prueba de ello, los dos diarios nacionales más jóvenes son precisamente los más extremistas de uno y otro signo político.

En LA GACETA percibo justamente lo contrario. Y puedo decirlo sin ambages porque durante un tiempo fui su competidor leal sin haber logrado vencerla, dicho en términos deportivos. Y, paradojas o no de la vida, luego he sido mucho mejor tratado en este periódico que lo fui en su día por la empresa a la que entonces serví con toda mi dedicación y entrega.

Y es que, sin abdicar de aquellos principios conservadores de su fundación —¿por qué habría de hacerlo? —, LA GACETA demuestra un talante liberal que se manifiesta, entre otras cosas, en la pluralidad ideológica de sus columnistas. Por ello, en este mundo actual en que la prensa escrita tiene un futuro problemático, deseo que LA GACETA celebre muchísimos aniversarios más.

domingo, 22 de agosto de 2010

El Gobierno baila la "yenka"

A lo mejor tiene razón Rodríguez Zapatero y lo más importante, tanto en la economía como en la vida, no es que cuadren las cuentas, sino encararlas con optimismo.
En eso, el hombre es un maestro. No admitió la crisis económica en España hasta que Europa dijo “¡basta!” y la pobre Elena Salgado hubo de comprometerse un aciago domingo de mayo a reducir por la brava nuestra deuda pública. Le telefoneó luego el propio Barak Obama para apoyar el ajuste y ZP, como Saulo en su día, cayóse del caballo y él, hasta entonces campeón de las políticas sociales, se puso como loco a quitar el dinero a funcionarios y pensionistas. Al decirle la UE que no bastaba, en vez de eliminar prestaciones, subvenciones y gabelas perfectamente prescindibles de nuestro hipertrofiado aparato del Estado, liquidó de un plumazo 6.400 millones en obras públicas que bien podrían paliar el paro.
Es que, como en la letra de la yenka, aquel baile de los años 60 (“izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres…”), cada paso que da nuestro presidente resulta antagónico del anterior. El penúltimo, en un nuevo arrebato de optimismo por haberse abaratado la colocación de la deuda del Tesoro, ha sido volver a invertir 500 millones en obras públicas.
El siguiente y contradictorio movimiento —el ministro José Blanco lo ha anticipado ya— será aumentar los impuestos porque otra vez habrán vuelto a descuadrarse las cuentas y cuando la UE se percate de que no nos salen va a ponerse hecha un basilisco. Y con razón.
No nos apuremos, sin embargo, porque antes de fin de año, por desgracia, lo podremos comprobar.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Parejas de quita y pon

Me equivoqué hace algún tiempo cuando en otro artículo propuse que los matrimonios fuesen como los arrendamientos urbanos, que de no renovarse explícitamente el contrato matrimonial caducase por ley a los cinco años.
Reconozco que me pasé un buen trecho, ya que los últimos desposorios que conozco no duran ni de lejos tanto tiempo. Vean, si no. El otro día volvimos a la tienda en que habíamos comprado un mueble para efectuar algunos cambios. Mi mujer le recordó al vendedor: “Estuvimos aquí justo antes de su boda”. “¡Ah, sí! —le contestó el otro, tan tranquilo— Pues sepa que ya me he divorciado”.

Algunos casamientos son tan breves que no superan ni la noche de bodas. Y eso que éstas ya no son como las de antes, en que las parejas iban a ciegas; ahora ya están más vistas que los sobados magazines de la sala de espera de un dentista. Ironizaba sobre ello no hace mucho el programa televisivo de humor ¡Vaya semanita!, donde el propio cura de ficción que oficiaba la boda antes de despedir a los novios organizaba una porra entre los invitados apostando sobre cuánto iba a durar el enlace.

Esa fugacidad de las relaciones, esa caducidad de los afectos, esa brevedad de los vínculos… se adecua a una sociedad mudable y cambiante de satisfacción instantánea de las apetencias, de rápida sucesión de emociones superficiales, de difícil empatía y de incapacidad de sacrificio. No digo con esto que sea peor o mejor que las que la precedieron; simplemente que resulta distinta y que se mueve a la velocidad de los bits de información cibernéticos.

Se comprende, entonces, que uno no llegue a memorizar el nombre de los cónyuges de sus amigos. Mejor así, porque de esta manera se evita el dirigirse a la nueva pareja con el nombre de la anterior. Y se explica, también, lo reacio que uno se siente a conocer a sus coyunturales y efímeros consuegros de cada momento. Cuando uno ya se ha acostumbrado a ellos y les ha tomado cariño son sustituidos por otros padres igual de amables y de simpáticos que los anteriores. Un lío, un auténtico lío el que ocurre hoy día al ser ya todas las parejas de quita y pon.

domingo, 15 de agosto de 2010

"Memorias" de adolescentes

Nuestros ídolos deportivos, musicales, artísticos… no sobrepasan los veintitantos años. Algunos, incluso, parecen estar ya de vuelta de todo a edades bien tempranas: Paris Hilton a los 29, Amy Winehouse a los 26, Lady Gaga, a los 24…
¿Hay quién dé más? Pues sí. El cantante canadiense Justin Bieber, nuevo fenómeno musical de 16 años de edad, va a publicar sus Memorias el próximo mes de octubre. Pero, ¿de verdad alguien tiene una larga vida tras de sí para poder contarla con sólo 16 añitos?

Al parecer, hemos acelerado tanto el ritmo de la historia que el tiempo ya no se mide en décadas, como antes, sino en instantáneos bits de información que envejecen los acontecimientos a medida que se producen. Es más: tampoco valoramos los acontecimientos por sí mismos, sino por la expectativa que generan. Así, Barak Obama recibe el Premio Nobel de la Paz no por nada que haya hecho sino por lo que pueda llegar a hacer.
Antes, este tipo de galardones suponían el colofón a los méritos de toda una vida. Ahora, en cambio, al piloto Fernando Alonso se le da el Premio Príncipe de Asturias a los 24 años, cuando una persona todavía tiene toda la vida por delante.
Ya me dirán si no es una terrible paradoja que estas cosas sucedan cuando, gracias al alargamiento de la vida, hoy día aún existen personajes centenarios en plena lucidez creativa, como Manoel de Oliveira, Oscar Niemeyer o José Luis Sampedro.
Pero, claro, éstos sólo constituyen la excepción en una sociedad que prejubila a sus miembros con 50 años por considerarlos tan anacrónicos y prescindibles como aquellos desaparecidos dinosaurios de la Prehistoria.



jueves, 12 de agosto de 2010

Nos quedamos sin empresas

Leo que en Salamanca hemos perdido medio millar de empresas en dos años. Vaya por Dios. Claro que una apostilla pretendidamente optimista de la noticia añade que en el conjunto de España ha sido peor. Por supuesto: es que en todo el país la proporción de empresas es más alta que aquí.
O sea, que no se consuela el que no quiere. Lo cierto, sin embargo, es que en nuestra tierra el empresario es una especie exótica, como ya he dicho más de una vez. No sé si por falta de tradición, del llamado tejido industrial, de espíritu de riesgo o por otras razones no sólo tenemos pocos emprendedores, sino que la tendencia va a menos.
Tampoco es que las autoridades se deslomen por fomentar la iniciativa privada. Éste es un mal endémico de una sociedad como la nuestra, proclive al conformismo funcionarial. Mucho más, ya me dirán, si no, en una época de crisis como la actual, en que más vale el refugio de la función pública, aunque sea con recortes salariales, que exponerse a la inseguridad del mercado.
Las autoridades, digo, pese a legislar como unas posesas, no favorecen la creación de empresas, ni su mantenimiento, ni mucho menos su desarrollo. Con lo de legislar como posesas me refiero a que somos el país del mundo con más normas por centímetro cuadrado, donde en vez de presumir de hacer las mejores leyes, fardamos del número de disposiciones que se aprueban. Ejemplo: un diputado se jacta en su blog de haber presentado en dos años 2.650 iniciativas parlamentarias. ¿De verdad hay tantos asuntos en los que puede meter mano un político y quedarse luego tan fresco?
Así pasa lo que pasa: que en España cuesta mes y medio de trámites el crear una empresa, mientras en otros países se hace en un par de días. En el fondo es que no acaba de creer en la actividad privada ni el mismísimo Gobierno. Otro ejemplo: en plena crisis de exportaciones, con la urgente necesidad de reactivar el comercio exterior, se han suprimido las oposiciones a economistas del Estado en nuestras oficinas del exterior. O sea, que con ello se ahorrará media docena de nóminas, sí, pero en cambio ayudaremos a que se destruyan más empresas.

sábado, 7 de agosto de 2010

Vender más coches,... ¿para qué?

No contentos con las anteriores ayudas del Gobierno, los industriales del automóvil piden ahora más subvenciones para mantener la venta de coches. Pero, ¿por qué hay que primar a ese sector y no al de la óptica, los embutidos o la pasamanería, por ejemplo?
El Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha pasado media legislatura ponderando las virtudes de una nueva economía más sostenible que la actual y que aún está por ver. ¿Y qué sector no representa mejor la vituperada vieja economía que el automovilístico? Es el más contaminante, consume petróleo —combustible escaso y de importación— en vez de energía renovable, fomenta el individualismo frente a la solidaridad del transporte público, supone una sangría constante —y costosa— de vidas humanas y obliga a unas inversiones viarias siempre insuficientes: el parque de automóviles aumenta mucho más rápido que la red de carreteras.
No entiendo, pues, el empeño en desviar nuestros menguantes recursos hacia ese sector. Ya sé, por supuesto, el empleo que éste genera y sus efectos inducidos sobre otras actividades. Pero lo mismo ocurría en su momento con la construcción naval o los altos hornos y sus respectivas reconversiones dieron un importante empuje a la economía del país.
Por eso, primar aún más la venta de automóviles mientras se reducen las inversiones en el AVE y en otras infraestructuras colectivas, supondría una cruel paradoja: inducir al ciudadano a un mayor consumo —matriculación, seguro, revisiones, gasolina, peajes, ITV, reparaciones, circulación,…— mientras sus ingresos personales disminuyen por causa de la crisis económica.


jueves, 5 de agosto de 2010

La boda de las hijas

Más de tres millones ha costado la boda de Chelsea Clinton con su novio de toda la vida. Y es que a muchos padres los esponsales de sus hijas parecen perturbarles tanto que tiran la casa por la ventana hasta sobrepasar el sentido del ridículo.
Que conste que a mí no me extraña esta actitud cursi de nueva rica exhibida por Hillary, la madre de la desposada. Con el dinero que gana su marido, Bill, dando conferencias, hasta podría casar con el mismo boato a una compañía entera de regulares. Lo que me inquieta es su adaptabilidad camaleónica a cada papel que le toca representar en su vida, en este caso el de madre de la novia. Antes, cuando era una abogada progre y feminista, reivindicaba su apellido de soltera, Rodham, frente al de esposa del presidente de Estados Unidos. Luego, cuando inició su propia carrera política, pasó de ser una descreía a citar a Dios todos los días y a llamarse solamente Clinton, olvidando sus pasadas veleidades de feminista radical. Finalmente, ya la ven, comportándose como una Maruja de postín.
También a José Bono, presidente de nuestro Congreso, se le fue la olla cuando matrimonió a su hija Amelia con el vástago de Raphael y Natalia Figueroa. La munificente celebración del desposorio evidenció que el político manchego no era un hombre tan austero como presumía ser. Entonces aún se desconocía el cuantioso patrimonio que ha llegado a acumular y que hoy ya está en boca de todo el mundo. Y es que los políticos no pueden comportarse como los jeques del petróleo y ni siquiera como los millonarios de recalificaciones urbanísticas y ladrillo fácil.

Los ciudadanos esperamos de nuestros representantes, si no una vida de penuria, sí que se adecuen al sueldo que les pagamos con nuestros impuestos. Tampoco lo entendió en su día José María Aznar, otro que perdió la chaveta cuando la boda de su hija Ana con Alejandro Agag. Lo inmoderado y desmedido de la ceremonia quebró más su imagen política que la guerra de Irak y el atentado del 11-M juntos.

Vistos, pues, algunos desposorios, muchos padres deben creer que a mayores fastos nupciales mejores regalos para unos hijos que, cuando luego se divorcian, no los devuelven ni a tiros.