domingo, 25 de noviembre de 2012

Soy menor... ¿y qué?


Centenares de menores asistieron a la trágica fiesta de Halloween en el Madrid Arena sin que nadie les pidiese el DNI. En seguida, la hipocresía social ha puesto el grito en el cielo por semejante dejadez administrativa. Pero, ¿quién es el guapo que se atreve a exigir el carnet en la puerta de muchos de estos establecimientos?

Para empezar, se quedaría sin clientela. Lo más probable, además, es que se organizase un gatuperio de la leche.

En primer lugar, porque en este país las reglas nos las pasamos por la entrepierna. Lo mismo las leyes fiscales que las normas de tráfico. Y es que nos hemos acostumbrado tanto a tener sólo derechos que cualquier limitación la consideramos un atropello. Nuestra permisividad ante las transgresiones es una de las características que más asombran a los extranjeros y algunos de ellos —como los borrachos ingleses en Lloret de Mar— sólo vienen a España a saltarse todas las reglas.

Como contraste, recuerdo haber invitado a comer a una alumna mía en Estados Unidos y que el camarero, con su vaso de vino en la mano, no se lo sirvió hasta que ella hubo acreditado que tenía más de 21 años. Si un camarero hiciese algo similar aquí se le caería el pelo.

Además, ¿en qué consiste ser menor en España? Si a los 16 se puede trabajar, a los 15 conducir ciclomotores, a los 14 entrar en las redes sociales y a los 13 tener relaciones sociales consentidas, ¿a quién le importa que a los 17 vayan a una fiesta por cutre que ésta sea?

Lo cierto es que, entre una cosa y otra, con tanta permisividad y tanta leche, nuestros jóvenes son ya demasiado viejos y ya no hay nadie que pueda devolverles a una mojigata juventud como las de antaño.

 

domingo, 18 de noviembre de 2012

Acojonados y acojonadores


Comprendo al futbolista Markel Susaeta al haber manifestado su orgullo por representar “una cosa”, evitando así decir el nombre de España. Lo entiendo porque, una vez acabado el encuentro con Panamá, ha tenido que volver a su entorno abertzale, el cual, de haberse expresado de otra manera, le habría hecho la vida imposible.

En mucha menor medida, el internacional Xavi Hernández recibió un montón de críticas de los nacionalistas catalanes por su espontáneo “¡Viva España!” tras el campeonato de Europa de 2008. Escarmentado, el jugador no ha vuelto a cometer jamás tamaña imprudencia.

Debido a estos riesgos, resulta difícil que los personajes públicos españoles se pronuncien sobre cuestiones ideológicas, a diferencia de lo que sucede en otros países.

En todo caso, el personal suele someterse aquí al dictado del último acojonador de turno, como le sucedió al jugador del Athletic Fernando Llorente, que hubo de firmar a su pesar el manifiesto en pro de una selección para Euskal Herría cuando él ni siquiera es vasco. Aunque eso, ya ven, no le ha evitado la ira de parte de la afición bilbaína.

Se entiende, pues, que vivamos en un estado general de miedo o de estupor ante el matonismo ideológico imperante, del signo que sea. Muy pocos se atreven a enfrentarse a él, exhibiendo sin pudor sus ideas, aunque sean tan contrapuestas como las de Willy Toledo y Arturo Pérez Reverte, por poner dos ejemplos distintos del mundo de la cultura.

Lo general, insisto, es lo otro: plegarse al ambiente, para no meterse en líos, o ejecutar bellos ejercicios de ambigüedad, como el de Gerard Piqué al obligarle a elegir un entrevistador entre España y Cataluña.

Así, una vez y otra.

 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Mi derecho a decidir


Los vecinos del 5º A, el 1º E y el 2º B de mi escalera hemos decidido separarnos de la comunidad de vecinos, disconformes con las cuotas que tenemos que pagar. Y, claro, hay un cabreo monumental en la vecindad.

Éste es un ejemplo, grotesco, si se quiere, de la arbitrariedad del llamado derecho a decidir, con el que los independentistas justifican la separación de Cataluña del resto España.

Y es que el susodicho derecho tiene los efectos perversos de casi todos los plebiscitos. Uno de ellos: el de que quienes lo plantean, caso de ganar, jamás permitirían en un futuro una consulta en sentido contrario, para incorporarse a una soberanía más amplia.

Además: ¿quién tiene derecho a decidir?, ¿hasta qué escala o nivel puede ejercitarse ese derecho?, ¿hasta el de mis vecinos de comunidad?, ¿o el del barrio londinense que se declaraba independiente en la divertida película Pasaporte para Pimlico?

Todo ello es arbitrario, por supuesto. Por ello, el Estatuto de Euskadi de 1936 pudo imponerse a las tres provincias vascas aunque una de ellas, Álava, no lo hubiese aprobado en el referéndum previo.

La democracia, además, no puede funcionar a golpes de referéndum cuando existen cauces representativos para ejercerla. ¿O es que sería democrático consultar a los ciudadanos sobre la poligamia y la esclavitud? ¿Acaso podría abolirse la ley de la gravedad en un plebiscito?

La verdad es que si uno pudiese ejercer el derecho a decidir a lo mejor querría ser norteamericano. Es lo que acaban de hacer los habitantes de Puerto Rico. Mientras aquí vamos hacia el aldeanismo, ellos prefieren ser cola de león a cabeza de ratón. Y es que seguramente son más listos que nosotros.

 

 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Que paguen los partidos


Aunque parezca mentira, partidos políticos y sindicatos son las únicas empresas sin responsabilidad penal por los delitos cometidos por sus dirigentes. Ahora, por fin, el Gobierno parece decidido a acabar con semejante anomalía.

De haber existido la citada responsabilidad, hace más de 20 años que los partidos políticos españoles podrían haber sido disueltos. ¿O es que no nos acordamos de la financiación ilegal del PSOE mediante las empresas tapadera Filesa y Time-Export en 1990?

Otro tanto cabría decir del PP, con el caso Naseiro, por aquellas fechas, y que 20 años después se ha reproducido con el desvío de fondos hacia el partido durante los Gobiernos de Jaume Matas en Baleares y Paco Camps en Valencia.

Y es que aquí no se salva ni Dios, como decían los versos de Blas de Otero. La sombra de la corrupción persigue desde el PNV hasta el Bloque Nacionalista Gallego, incluyendo a los sindicatos. ¿Acaso hemos olvidado el desfalco de UGT a la cooperativa de viviendas PSV entre 1989 y 1993?

Donde la corrupción ha causado más estragos es en Cataluña, desde el caso Filesa al saqueo del Palau de la Música por parte de Félix Millet, pasando por el caso Pallerols, del partido de Durán i Lleida, y la denuncia de Pasqual Maragall de que CiU cobraba un 3% de comisión por las contratas públicas.

Y en un ejemplo máximo de transversalidad e interpartidismo tenemos el caso Bretonia, con la detención de políticos de Convèrgencia, como Macià Alavedra, y del PSC, como Bartomeu Muñoz.

Todo esto, para que luego digan que los políticos son unos vagos. A la hora de hacerse con nuestro dinero, está visto que no.