martes, 15 de junio de 2010

Sexo por Internet

La llamada fusión fría entre Bancaixa y Caja Madrid es como tener sexo por Internet. No se trata, en efecto, de una relación plena, pero, a falta de algo mejor, eso es lo que hay. Además, no sería ésta la primera vez que una pareja que se conoce en la red informática acaba luego en auténtico matrimonio rato —nunca mejor dicho— y consumado. Así que a esperar.

De momento, los dos partenaires habían mantenido en secreto hasta ahora sus escarceos y los acaban de hacer públicos in extremis: sólo cinco días antes de expirar el plazo para que la pareja pueda acceder a los 4.500 millones del FROB a los que aspiran.

Ahí radica el quid de su acuerdo: la pasta. ¿Qué mejor ocasión de conseguir crédito y a un precio más accesible que una fusión, aunque sea fría? Por otra parte, con una morosidad creciente y unos balances inflados por la depreciación inmobiliaria —como los de todo el sector—, ¿qué garantías tenía Bancaixa de no ser intervenida por el Banco de España después del día 15? Su caso no es el de Caja Castilla La Mancha (CCM) ni el de Caja Sur, por supuesto, pero el afán regulador de la autoridad monetaria no se va a parar en barras.

La otra ventaja de este tipo de fusión —también denominado Sistema Institucional de Protección— es la de obviar el mangoneo de los respectivos líderes autonómicos, lo que no es moco de pavo. ¿Quién dice que son mejores para los ciudadanos las fusiones calientes, de las que resulta una única caja regional? Pues no señor. La integración de Caja Duero y Caja España, por ejemplo, pondrá en la calle a 846 trabajadores; en cambio, a fin de que haya paridad de consejeros generales durante los dos próximos años, Caja Duero pasará de tener 120 miembros a 160. ¿A qué viene ese dispendio de dietas y de pluses para otros 40 enchufados más?

Por eso, para poder instrumentalizar a las cajas a su gusto y para su particular interés político, Núñez Feijóo ha logrado a la fuerza la fusión de Caixanova y Caixa Galicia, incluso contra los deseos de su propio partido en Madrid.

Y que no se hable en ese caso de que allí se ha mantenido la galleguidad de las cajas y que en el nuestro hemos perdido la valencianidad por culpa de la non nata fusión de Bancaixa con la CAM. ¿Es que una caja regional sirve mejor a los ciudadanos que otra foránea? Si la CCM ya hubiese estado en su día en manos de Cajastur, en vez de subordinada a los gobiernos de Bono y de Barreda, no se habría puesto seguramente a financiar el ilógico aeropuerto de Ciudad Real y habría evitado así el crack económico.

La ventaja de la fusión —ya sea fría, caliente, templada o como quiera— de Bancaixa y Caja Madrid es que la entidad financiera valenciana no volverá a meterse en el futuro en aventuras impuestas por los políticos para financiar sin retorno posible a proyectos como el de Terra Mítica, aeropuertos como el de Castellón o entidades deportivas deficitarias como el Valencia CF.

Nadie, con criterios de rentabilidad, que son los que ahora se van a exigir, lo habría permitido. Y precisamente esos recursos liberados de hipotecas políticas como las antedichas son los que, por fin, servirán para financiar a las empresas y a los ciudadanos de esta tierra. De eso se trata con las fusiones, aunque de momento las consideremos frías: en que haya más dinero y más barato para sanear a las cajas y permitir que circule por la economía real, que es la única que crea riqueza.




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