miércoles, 9 de junio de 2010

La soledad de Paco Camps... y la maldición del PSPV

La soledad de Paco Camps...
Ningún cargo, asesor, consejero o amigo de Paco Camps había previsto la que le venía encima al President. Y es que la obsecuencia y el halago de los mediocres son incapaces de un análisis preventivamente lógico y eficaz. Ahora, tras meses de asegurarle que “aquí no pasa nada”, empiezan poco a poco a hacer mutis por el foro.
Sólo la capacidad del incombustible portavoz parlamentario, Rafael Blasco, consigue que los diputados voten en bloque y con disciplina, aunque por los pasillos deambulen luego como esos zombis de las películas de terror, que ya están muertos aunque ellos lo ignoren.
Ésa es la terrible soledad de un líder rodeado de una masa de incompetentes. Hace aún pocas semanas, el President hubiese podido, en un golpe de audacia, autopostularse como candidato a la reelección y poner a Mariano Rajoy ante un hecho consumado e irreversible. Ahora, en cambio, como una marioneta mecánica espera que desde la dirección nacional del PP dejen de darle cuerda para entonces, y sólo entonces, dejar de funcionar.

...y la maldición del PSPV
En vez de dedicarse a los ciudadanos, el líder del PSPV-PSOE, Jorge Alarte, lleva 20 meses tratando de poner orden en el guirigay interno de su partido. Lo mismo le sucedió a su predecesor, Joan Ignasi Pla, y luego acabó estrellándose contra las urnas.
Es como una maldición bíblica: cualquier intento programático serio del partido sucumbe ante las banderías internas de lermistas, pajinistas y demás istas.
Nada de lo que hacen los socialistas valencianos trasciende a la opinión pública al haberse aferrado al monotema del caso Gürtel, olvidando otros intereses de los ciudadanos. Hasta el programa económico de Alarte se presentó casi en la clandestinidad, mientras toda la atención pública se proyectaba en Ángel Luna, azote parlamentario de Paco Camps.
Ya es desgracia, ya, la del PSPV. En tanto que su líder sigue siendo un gran desconocido, la imagen socialista en la Comunidad la monopoliza Rodríguez Zapatero. Y en los tiempos que corren ésa, precisamente, es la peor imagen posible.

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