domingo, 28 de noviembre de 2010

Fernández Mañueco

Me dicen que es menos querido en Valladolid que en el Madrid donde pastorean Mariano Rajoy y otros próceres del Partido Popular.

Si bien se mira, la cosa tiene su lógica. Fernández Mañueco preside el Comité de Derechos y Garantías del PP, una especie de órgano disciplinario cuya composición la aprobó el último Congreso Nacional del partido. Así que hasta el próximo evento congresual no hay quien le tosa.

Lo de Valladolid es diferente. La capital oficiosa de la región vive ahora la soterrada efervescencia política de los partidos en su periódica confección de listas electorales. O sea: cabildeos, zancadillas, alianzas y traiciones sin cuento. Luego, a la hora de la foto, todos sonrientes como si jamás hubiesen roto un plato.

En medio de todo este fregado se halla nuestro hombre. Todo, porque tiene sus esperanzas —y sus posibilidades— de seguir prosperando en su fecunda carrera política que, desde un puesto de concejal, le ha llevado a ser consejero de la Junta y secretario regional del PP.

Ante el que se presume será el último mandato de Juan Vicente Herrera como presidente de Castilla y León, sus posibles sucesores buscan estar bien situados en la línea de salida, lo mismo que hacen en la F-1 Wettel, Alonso, Webber y compañía. Según una de mis fuentes, Mañueco podría ser un buen candidato a esa sucesión: “Posee un carácter afable, es trabajador, conoce perfectamente el partido y goza de apoyos en la calle Génova” —sede nacional del PP—. En su contra tiene el no pertenecer a ninguna del las facciones del partido, que las hay, su carácter un tanto retraído —dicen— y el no prestar demasiada atención a algunos interlocutores, justo lo contrario de lo que hacen los políticos de raza, como González Pons o Rubalcaba, que se ponen al teléfono con el primer periodista.

En cualquier caso, para quitarlo de en medio, sus adversarios andan postulándolo para alcalde de Salamanca, en lugar de un Julián Lanzarote que ya dan por amortizado.

Como se ve, se trata de una manera fina, y hasta elegante, de decir adiós a un posible contrincante y despejar así el camino de quienes aspiran a presidir la Junta.

Uno, en su ignorancia, supone que el cargo de alcalde no lo desdeñaría Mañueco como premio de jubilación, digámoslo así, al igual que le sucedió a Juan Carlos Aparicio en Burgos una vez que Aznar lo defenestró del Ministerio de Trabajo. Pero a estas alturas de la película, por el contrario, Alfonso Fernández Mañueco aún tiene mucha carrera por delante como para que le saquen de la pole position a la primera de cambio.

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