miércoles, 17 de noviembre de 2010

Presupuestos y vacaciones

Tantas ganas tiene Francisco Camps en perder de vista al portavoz socialista, Ángel Luna, que acabó la última sesión de control parlamentario afirmando que “la fase lunar toca a su fin”.


Semejante declaración pone en evidencia tres cosas. La primera, que Luna ha cumplido con creces la advertencia que le espetó al presidente durante su primera intervención en el hemiciclo, hace tres años: “No he venido a hacerle placentera su estancia en la Cámara”. Y tanto. Lo que nos lleva a la segunda consecuencia: que la mitad de esta legislatura se ha desperdiciado en una serie de inútiles mandobles dialécticos sobre el caso Gürtel y otras presuntas corrupciones, en vez de intentar solucionar los problemas de los ciudadanos, colmando de hastío con ello no sólo a los electores sino a los propios diputados. Y llegamos a la tercera y más pintoresca conclusión: la de que ya no habrá más plenos ordinarios de Las Corts hasta dentro de tres meses. Casi nada.


Claro que ahora vamos a estar un mes metidos hasta el cuello en el debate sobre los presupuestos del Consell.


Bueno: lo de debate solo es una mera presunción retórica, ya que la mayoría absoluta de que dispone el Partido Popular predetermina el resultado de la votación. Por mucha habilidad dialéctica que lleguen a utilizar los distintos intervinientes, sus argumentos acaban por ofrecer la misma tibia emoción que un partido de fútbol en diferido. Así es que los presupuestos elaborados por el vicepresidente Gerardo Camps saldrán de Las Corts casi tan impolutos como entraron.

Existe otra razón añadida para el exiguo margen de cabildeo presupuestario. Y es que la mayor parte de los ingresos, así como la asignación de los gastos autonómicos, vienen determinados por los presupuestos nacionales que presentó al Congreso la ministra Elena Salgado. Para mayor inri, en plena crisis económica, con el crónico endeudamiento de nuestra Comunidad y dado que Madrid ignora sistemáticamente la existencia de un millón de valencianos a la hora de fijar las transferencias de dinero, nuestras cuentas resultan tan utópicas e improbables de cumplir como las que confecciona Rodríguez Zapatero con más voluntarismo que acierto.

Por ello, tanto el Consell como el partido de Jorge Alarte saben que la discusión presupuestaria en curso es un trámite de obligado cumplimiento pero nada esclarecedor para los contribuyentes. Por eso, también, la atención de nuestros diputados está puesta sobre todo en el próximo febrero, cuando se reanudará la actividad parlamentaria tras el largo y anhelado mes y medio de vacaciones de que disfrutan en Las Corts.

Reconocerán ustedes que todos estos datos acumulados ofrecen una imagen más que mejorable del poder legislativo autonómico. Con pesadumbre y con su habitual franqueza, bastante inusual en la clase política, por otra parte, lo admitía el otro día el socialista Ximo Puig: “El papel de Las Corts está bastante devaluado”.

En efecto. A tenor de todas las encuestas, la valoración que los ciudadanos hacen de ellas —y de todos nuestros políticos, en general— cada vez es más deprimente. Y los interesados lo saben. Pero, en vez de tratar de corregirlo con una mejor preparación intelectual, las biografías profesionales de nuestros diputados resultan tan escuálidas como la de la ministra Leire Pajín. Se entiende así que muchos de ellos, a falta de mejores alternativas laborales, se aferren a su cargo público, aunque lamentablemente no suelan dar la talla en sus escasas intervenciones parlamentarias.

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