domingo, 5 de diciembre de 2010

Un funámbulo en La Moncloa

No sé si Rodríguez Zapatero representa una “izquierda trasnochada y romántica”, como opinan los Estados Unidos, según los documentos filtrados por Wikileaks. Me consta, en cambio, que sí es un transformista ejecutando equilibrios sobre el alambre del oportunismo político.

Cuando conviene, nuestro hombre se transmuta, pasando de ser el amigo europeo de Hugo Chávez, Evo Morales y otros autócratas, al paladín de las reformas económicas liberales. Todo, con tal de mantenerse en el poder. Es decir, lo mismo que hace el funámbulo asido a su pértiga para no caer al vacío.

Semejante transformismo político, semejante falta de criterio y de proyecto, se está convirtiendo en paradigma del socialismo español. Le ocurrió a José Montilla, trasmutándose de ministro del Gobierno de España en adalid del nacionalismo catalán más exacerbado y dogmático. Luego, a la hora de las elecciones, intenta escudarse sin éxito tras el españolismo de Felipe González.

¿Y qué decir del socialismo valenciano? A pesar del caso Gürtel, sus propias encuestas le sitúan 26 puntos por debajo del PP. Ante tal desastre, y espoleados por José Blanco, ahora dicen digo donde antes decían diego en asuntos como el campo de Mestalla, el barrio del Cabañal, el parque de Ferrari y otros temas que jaleaban como intocables e irreversibles.

Vivimos, pues, en un escenario político donde las convicciones han sido sustituidas por las conveniencias. El maestro de este género político es el equilibrista que habita La Moncloa. Algunos, incluso, creen que además de funámbulo es sonámbulo.

Entonces, sí, entonces su batacazo político estaría más que garantizado.

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