sábado, 20 de noviembre de 2010

Ferrari y otras fantasías

A lo mejor tiene razón la periodista especializada Izaskun García Azcárraga y un parque temático de Ferrari en Valencia podría resultar rentable. En una época en que muchas empresas pasan apuros o se ven obligadas a echar el cierre, tal hipótesis sería como una bendición.

Quizá por ello la patronal, o sea, Rafael Ferrando, le prestó en seguida su apoyo. Eso, claro, siempre y cuando lleguen inversores extranjeros, como apostilló en Las Corts Gerardo Camps. Porque aquí, ya se sabe, no queda un duro y si alguien lo tiene no es para semejantes fantasías.

El personal, por otra parte, ya está escarmentado de ver muchas promesas incumplidas. ¿Se acuerdan de cuando Joan Lerma iba a traernos Eurodisney y Euronews? Acabaron por irse a otra parte. ¿Y cuando Eduardo Zaplana auguró desde Seattle que la Boeing iba a instalarse entre nosotros? Nada de nada.

El último compromiso roto es el del parque castellonense de Mundo Ilusión, para monumental cabreo de un Carlos Fabra que ha vuelto a montarla por lo exiguo de los presupuestos para 2011. El fiasco de Mundo Ilusión se ha producido a pesar de que en los últimos años ya fueron unos cuantos millones los enterrados en un proyecto sin retorno.

Pero hablábamos de Ferrari. El parque previsto no es un simple museo como el de BMW en Munich, que es lo que corresponde, ya que se trata de una empresa alemana. No. Aquí, el equivalente sería un modesto museo de la Ford, por lo de la planta de Almussafes, ya que la única vinculación española con Ferrari la aportan Fernando Alonso y Emilio Botín, y eso mientras dure su relación con la marca italiana.

Además, se trata de un proyecto elefantiásico, como el realizado en Abu Dhabi, que ha costado el doble de lo invertido en Terra Mítica. Claro que a los Emiratos Árabes les sobra la pasta obtenida del petróleo. Ahí tenemos, si no, a su vecino Dubai, que ha inaugurado el rascacielos más alto del mundo con 192 plantas y acaba de crear los fastuosos cayos artificiales de Isla Palmera y World Island. ¿Acaso podemos compararnos con ellos?

Aquí llevamos enterrado demasiado dinero público como para no ser prudentes. Unas veces se ha hecho directamente, como en la siempre deficitaria Terra Mítica, y otras indirectamente, como en el fantasmagórico estadio del Nuevo Mestalla, herencia megalómana de Juan Soler.

Supongo que esa misma contención, obligada por las circunstancias, es la que le ha llevado esta vez a Rita Barberá —compañera de viaje, como siempre, de Francisco Camps— a rebajar las expectativas del proyecto. Recién escaldada por la marcha de la America´s Cup a San Francisco y con el balance de una sombría e inhóspita dársena degradándose día a día, no le ha parecido oportuno echar las campanas al vuelo.

Seguramente, a ella le pasa lo mismo que a los articulistas, en particular, y a los ciudadanos, en general. Lo digo porque el común denominador de la tinta y de las palabras gastadas estos días sobre el parque de Ferrari es el de la desconfianza. Tras tantas promesas vulneradas y tantas primeras piedras sin continuidad, los electores estamos profundamente decepcionados de unos políticos —todos— que no cumplen ni la mitad de lo que presumen.

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