jueves, 14 de octubre de 2010

Paga el paro, no la corrupción

Este Nou d’Octubre se ha visto un Francisco Camps más relajado que hace un año y hasta exultante en ocasiones. Acudió al acto institucional y al copetín posterior magníficamente arropado por sendos sondeos de opinión que le otorgan una mayoría absoluta más abrumadora que en las pasadas elecciones.

¿Qué más se puede pedir? ¿Qué importa, entonces, que por aquí no hayan aparecido para darle calor Esteban González Pons ni Federico Trillo, dirigentes nacionales de las listas valencianas? Para remate, la cuidada lista de invitados de la sociedad civil le proporcionaba un entorno cómodo y amable, donde pudo departir uno a uno con casi todos los asistentes.

En ese escenario, los políticos socialistas —Jorge Alarte, Ximo Puig, Joan Calabuig, Toni Such,…— se agrupaban casi a la defensiva en un fondo del patio de la Generalitat. “¿Qué es esto?, ¿el tendido de sombra?”, preguntó con ingenuidad el periodista al corrillo. “Quienes acabarán a la sombra son los del otro lado”, contestó rápidamente y con malévola ironía uno de los interpelados, aludiendo, obviamente, al caso Gürtel.

Ni por ésas. Los ciudadanos están ya tan anestesiados con la repetitiva cantinela sobre la presunta corrupción que pasan de ella mientras que, en cambio, les preocupa muy mucho su economía familiar y el futuro laboral, tanto personal como colectivo.

Por eso, y pese a que Camps habló de “renunciar a nuestras diferencias” en su discurso institucional del sábado, no son éstos tiempos proclives al pacto. No ayuda a ello el derrumbe estrepitoso del PSOE en las encuestas —ayer mismo, dos de ellas le daban al PP una ventaja demoscópica entre 13 y 14 puntos— y el creciente descrédito de Rodríguez Zapatero, quien ha pasado en sólo un año de ser el político español mejor valorado a hundirse en el fondo de la tabla clasificatoria.

Así, insisto, ¿para qué pactar? Se acabó la época en que Eduardo Zaplana y Joan Ignasi Pla acordaban a dúo la Acadèmia Valenciana de la Llengua y aquella otra en que los citados Camps y Pla presentaban al alimón un Estatuto de Autonomía perfectamente consensuado.

Ahora ya no hay actitudes transversales ni integradoras. Hoy día todo son descalificaciones y querellas. Y no sólo por aquellos casos que ya se ventilan en los tribunales —Carlos Fabra, José Joaquín Ripoll,…—, sino por las arremetidas contra personajes colaterales como Ángel Luna y Rafael Blasco, portavoces parlamentarios respectivos del PSPV-PSOE y del PP.

En este ambiente, mañana puede pasar cualquier cosa a la llegada a Valencia de José Blanco en el viaje de prueba del AVE. En la última semana, el ministro de Fomento lleva ya dos broncas con políticos del PP: el miércoles, en Valladolid, se las tuvo con el alcalde, León de la Riva, durante la inauguración de un túnel, y el viernes aprovechó la puesta en marcha de dos tramos de la A-8 para reprender públicamente a un consejero de la Xunta de Galicia.

¿Qué nos deparará mañana el estado de nervios de Blanco? ¡Quien lo sabe! Lo único evidente es que, pese a los esfuerzos del PSOE por obtener réditos electorales de las fechorías de Francisco Correa, lo que sí pasa factura política es el paro y no la corrupción.




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