viernes, 22 de octubre de 2010

La "guerra" de la corrupción

Parto de que todos los políticos son honorables mientras no se pruebe lo contrario.

Claro que ellos son los primeros en hacer cosas tan raras que nos llevan al desconcierto. Por ejemplo: ¿desde cuándo se le da un homenaje a un político al volver a su trabajo tras una intervención quirúrgica? Pues eso, que ha sucedido este sábado en Castellón con Carlos Fabra, no se habría producido de no estar el dirigente provincial del PP imputado en varias causas judiciales.

Semejante práctica es igual que la manía de acompañar al juzgado a nuestros líderes para arroparles ante la justicia. Eso, que no le ocurre a ningún ciudadano del común, es lo que antaño se les criticaba a Ibarretxe y a otros dirigentes nacionalistas vascos. Pues bien, hace año y medio al presidente Francisco Camps le sucedió lo propio cuando fue a declarar ante el magistrado José Flors, instructor del caso Gürtel, y resulta que los críticos de antes ese día aplaudieron.

Por si no bastase con este tipo de exhibiciones, Partido Popular y PSOE han entrado ahora en una guerra de imputaciones, dossiers y descalificaciones cuyo común denominador nada edificante es el de “tan corrupto eres tú como yo”.


Veamos. Ante el contumaz y sistemático ataque de Ángel Luna a la honorabilidad de Camps, un día sí y otro también, el PP ha exhumado favores recibidos hace once años por el hoy portavoz parlamentario socialista cuando trabajaba para Enrique Ortiz, constructor imputado por el caso Brugal.


Al margen de la veracidad de las acusaciones y de lo dudoso y hasta antiestético de la acción de Luna, lo cierto es que lo sucedido pertenece a la esfera privada de su actividad mercantil, que no política, y que nadie le ha imputado hasta el presente delito alguno.


No importa. En el subsiguiente movimiento de ficha, le toca recibir los palos socialistas al conseller Rafael Blasco por la presunta desviación de fondos públicos de su destino original. ¡Ah!, pero entonces es Alicia de Miguel la que se revuelve de nuevo contra Luna por haber mostrado en sede parlamentaria documentos del caso Gürtel sometidos a secreto de sumario.


Me temo, sin embargo, que ese secreto obliga a los partícipes en el proceso penal y no a terceros. En mi modesta experiencia profesional, siendo director de El Periódico de Cataluña publicamos en 1986 el sumario del caso Banca Catalana, para insigne cabreo del principal imputado, Jordi Pujol. Pero ni a mí ni a Mercé Conesa, brillante autora de la exclusiva, nadie nos acusó de nada.


Se equivocan, pues, de medio a medio los políticos si creen que echándose barro unos a otros va a salir ganando alguno de ellos cuando en realidad pierden todos. Con actitudes como éstas, son ellos mismos quienes extienden la sombra de corrupción, probablemente injusta, que daña a nuestra democracia y que nos ha llevado a considerar a la clase política como el tercer problema más grave de este país.


De ser cierto la mitad lo que se reprochan unos a otros, que no se sorprendan luego de que la ciudadanía acabe por darles la espalda y que, en consecuencia, el partido más votado sea el de la abstención.




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