domingo, 17 de octubre de 2010

Padres e hijos, a tortas

No me refiero a las tortas físicas, que también se suelen dar. Hablo de los culebrones económicos por el poder empresarial en muchas familias con pasta. El más reciente, el despido del peluquero Lluís Llongueras de la empresa que él fundó, efectuado por su hija Esther.

Pero hay muchísimos más. Los más sonoros entre los últimos son la lucha de David Álvarez, creador de la firma Eulen, para evitar el expolio empresarial por parte de sus rebeldes vástagos y la de María Teresa Rodríguez, viuda de José Manuel Gullón, por conservar la compañía que pretenden arrebatarle sus propios hijos.

Como se ve, no son historias ejemplares, al contrario que en el mundo de la política, donde no sólo los Kennedy se pasan el poder de unos a otros. Aquí, líos como la destitución del concejal Julio García-Luengo por parte del alcalde, o sea, de su retoño, son la excepción y no la regla. Lo habitual es que las sagas familiares traspasen todas las épocas y regímenes políticos, como la del presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, cuyo cargo han ocupado con anterioridad todos sus ancestros y cuya hija Andrea está ya de diputada en Madrid. Hay familias, incluso, como los Sotelo, que en un alarde de prudencia política han tenido miembros en todos los partidos del espectro ideológico. Por si acaso.

Pero hablaba del mundo empresarial, donde se materializa el drama español del individualismo. Cuando realicé mi tesis sobre la industrial textil, comprobé que los descendientes de los emprendedores fabriles trocearon su herencia.

Así no hay manera de mantener la productividad ni la eficiencia ni se puede competir con las grandes multinacionales.

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