viernes, 8 de abril de 2011

Qué hacer tras el 22-M


Uno de los que más saben sobre la brutal situación de las finanzas valencianas me cuenta: “Gane quien gane las elecciones del 22-M va a tener que hacer un ajuste económico de caballo”.


La razón es que los datos son peores de lo que se dice, que ya no queda un euro para afrontar las deudas pendientes de la Generalitat y que las posibilidades de endeudamiento público resultan cada vez más escasas y más caras.


Con algo parecido es con lo que se encontró en Cataluña Artur Mas al sustituir a José Montilla al frente del Govern. La terapia de caballo propuesta, en su caso, ha consistido en rebajar los presupuestos un 10%, aunque eso conlleve quitar 950 millones a los recursos para sanidad o dejar en la calle a 5.000 maestros interinos. Tal cual.


Lo curioso es que, según todos los pronósticos, en nuestra Comunidad será Francisco Camps quien se suceda a sí mismo, con lo que el hombre ya debería estar curado de espanto de lo que se va a encontrar bajo las alfombras del Palau. Pues parece ser que no. Cada vez que se le oye hablar, saca pecho diciendo que “vamos a la cabeza de España” y que la suya es la Administración más austera y más transparente de todas.


Claro que esa prédica de interesado optimismo es la que, un día sí y otro también, hacen casi todas las autoridades del país. Sin ir más lejos, Rodríguez Zapatero, al conocerse que ha vuelto a aumentar el paro, ha afirmado que “el mes que viene se creará empleo”. Es la misma monótona y falsa cantinela de todos los meses, justificada porque, según el amortizado presidente, “la peor crisis de todas es la del pesimismo”. Por eso mismo —o más bien porque decir la verdad resta votos— en este país no hay quien se atreva a llamar a las cosas por su nombre.


La semana pasada hizo un tímido intento de ello el presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, al aludir al copago sanitario y ya ven la que se armó, incluida la propia retractación del interesado. Así que no nos engañemos: a partir del 23-M, comenzará a funcionar la podadera del gasto, aunque a nadie le guste aplicarla. Antes, todavía se producirá un último amago de distracción con la presentación del nuevo Estatut de Autonomía que permite mayor financiación por parte del Estado y la esperanza de que un Mariano Rajoy en La Moncloa suavice las exigencias a la Generalitat.


Quia. La década de la austeridad ya ha comenzado y el PP nacional, si llega al poder, será su máximo ejecutor. Lo malo es que aquí tenemos el 80% del presupuesto comprometido en rígidos gastos sociales, que ya no nos quedan las esquilmadas arcas de la CAM y de Bancaixa que permitían financiar faraónicos caprichos y que la venta de edificios públicos planeada por Gerardo Camps es una quimera, tal como está el mercado inmobiliario.


Por todo ello, “situaciones como las de RTVV o la Ciudad de la Luz van a ser dramáticas, ante su real quiebra técnica —me dice el experto citado—. Cualquier traumática decisión que se tome al respecto va a dejar al aire las miserias ocultas tras repetidas proclamas oficiales de glamour, éxito y triunfalismo”.

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