domingo, 3 de abril de 2011

Aprendiendo a delinquir

La vida real no tiene nada que ver con las series de C.S.I. ni con esas otras películas tan de moda sobre medicina legal.


Por fas o por nefas, una gran parte de los delitos cometidos queda impune, sin que haya medios materiales y humanos suficientes para investigarlos; y eso, en el supuesto de que muchas veces llegue a descubrirse la mera comisión del crimen.

El penúltimo caso: la inconclusa investigación del asesinato de Marta del Castillo. La única persona juzgada hasta la fecha, El Cuco, lo ha sido sólo por encubrimiento, sembrando dudas sobre cómo poder imputar luego a los demás participantes en el abominable crimen.

Las contradictorias declaraciones de los implicados, sus falsas pistas sobre dónde hallar el cadáver y la habilidad con que han toreado a policías, jueces y fiscales ha sido como haber realizado un master acelerado en delincuencia. Por desgracia, tanto las series de ficción como los reality shows y demás panoplia televisiva de hoy día enseñan más a los criminales a borrar sus trazos que a los agentes de la ley a descubrirlos.

Luego, la lenidad de algunas condenas parece que incitase a la reincidencia. Es lo sucedido con Ramón Laso, quien sólo pasó nueve años en la cárcel por los homicidios de su mujer y de su hijo. Precio tan bajo le ha llevado, 18 años más tarde, a asesinar a su nueva cónyuge y a su cuñado.

Y es que en esta sociedad de una banalidad hipertrofiada, donde se confunden la realidad con el espectáculo, resulta mucho más fácil aprender a delinquir que a impedir la comisión de crímenes.

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