lunes, 18 de abril de 2011

Internet, un auténtico hogar


Escribo este artículo para LA GACETA desde Valencia, donde vivo habitualmente. Otras veces lo he hecho desde Frankfurt, Lisboa o Montevideo. Ya ven qué poco importa hoy día dónde se ubique el articulista. A escala muchísimo más modesta, es lo mismo que hacen las empresas transnacionales, que fabrican sus productos en un sitio y luego los venden en otro.

El mes que viene me sucederá al revés: debo cubrir la campaña electoral autonómica valenciana y, a causa de mis desplazamientos, la mayor parte de ella la realizaré desde Palma y desde Salamanca. Y no se crean que me voy a perder nada; al contrario: gracias a las páginas web de los distintos partidos políticos sabré más sobre sus programas, sus candidatos y sus mítines que si hubiese acudido a los lugares donde se celebran, con megafonía deficiente muchas veces y oliendo además el sudor del personal.

Para los periodistas, lo reconozco, Internet es un auténtico chollo y casi he olvidado cómo se hacía la información antes del invento.

Les explicaré muy brevemente cómo funciona en mi caso. Tras un par de horas de navegación por las páginas de LA GACETA y otros medios digitales, sé cada mañana todo lo que ocurre en Salamanca aunque yo me encuentre, pongo por caso, en Nueva York. De hecho, me entero de más cosas que cuando paseo por la Rúa o por la Plaza.

Luego, sin uno pretenderlo, le llega la avalancha de un frondoso correo electrónico compuesto de blogs variopintos, comunicados de partidos, instituciones, asociaciones de inmigrantes, grupos culturales, fundaciones, colegios profesionales, etcétera, etcétera. Con decirles que apenas me queda tiempo para ir a la calle…

A veces, lo confieso, cuando me despierto por la mañana no sé muy bien en qué ciudad estoy porque las noticias en este mundo global son las mismas en todas partes y porque la falta de fronteras cibernéticas difumina el espacio físico en el que uno se halla.

También, no se crean, salgo en ocasiones de mi casa, mi hotel o lo que sea la habitación desde la que escribo. Por ejemplo, para acudir a alguna tertulia televisiva. Y gracias a Internet nunca he ido tan preparado como ahora, sabiendo las noticias del último minuto y la vida entera de mis contertulios y de los invitados al programa de ese día.

Así, pues, cuando alguien me pregunta dónde vivo, vacilo antes de responder, y no por mi dicotomía actual entre Salamanca y Valencia, sino porque mi hogar, dulce hogar, como el de tantísima gente hoy día, en realidad se llama Internet.

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