Al principio, lo confieso, me pareció una burrada. Fue cuando una vieja amiga, viendo en casa los informativos de Canal Nou, dijo: “Me recuerda al NO-DO de la época de Franco”.
Se refería la mujer a aquel noticiario cinematográfico, anterior a era de la televisión, que proyectaban obligatoriamente todas las salas de cine antes del pase de las películas. Ofrecía una imagen almibarada y entusiasta del régimen político y la mayoría de los espectadores se la ahorraba llegando justo antes de los títulos de crédito del filme que iba a ver.
“Eso es una barbaridad” iba a responderle a mi amiga cuando me percaté de que el presidente Camps salía por tercera vez en el Telenotícies en un tema tan intrascendente como los dos anteriores. Ya sé que la valenciana no es la única televisión pública obsecuente con el poder. Al fin y al cabo, y aunque la ley que las creó dijese otra cosa, ésa parece ser su misión en todas partes. Entre otras razones, porque sus cuantiosos déficits son sufragados por las respectivas administraciones públicas, es decir, por los ciudadanos mediante nuestros impuestos.
Si eso ocurre en cualquier momento del año, se hace todavía más evidente cuando se aproxima el período electoral. Este año, al haberse adelantado la fecha límite para promocionarse los políticos a golpe de ceremonias oficiales, hemos padecido la semana pasada una auténtica hemorragia de inauguraciones públicas a cuál más peregrina, recogidas puntualmente todas ellas en los diversos espacios informativos.
No sé, lo reconozco, si alguien se dedica sistemáticamente a realizar un minutaje sobre la aparición de los distintos políticos en Canal Nou. Durante el breve período en que me dediqué a la enseñanza del periodismo en Barcelona, los alumnos debían cronometrar la cobertura televisiva de algunos acontecimientos para extraer luego sus conclusiones.
Sin necesidad, no obstante, de ninguna medición cuantitativa, sí que se puede apreciar a simple vista —nunca mejor dicho— la abrumadora presencia en pantalla de Francisco Camps y, en lógica menor medida, de sus consellers. En cambio, el líder socialista Jorge Alarte apenas si aparece como mero figurante. Y no digamos nada de los otros políticos de la oposición, personajes prácticamente clandestinos todos ellos en nuestra televisión pública.
Lo mismo podría aplicarse a aquellos asuntos críticos habitualmente ausentes en los noticiarios de RTVV, aunque muchos de ellos sean similares, también hay que decirlo, a lo que sucede en otras regiones españolas. Pero lo más paradigmático es que algo que tanto atañe a nuestra Comunidad como el caso Gürtel haya sido menos tratado aquí que en otras televisiones; y en las raras ocasiones en que se ha hecho siempre lo ha sido en clave exculpatoria de las autoridades imputadas.
No vale la pena insistir en ello para no ser tachado de sectario, aunque uno posea las claves de porqué las cosas son así y no de otra manera. Esta misma semana, a solo mes y medio de las próximas elecciones, RTVV ha tenido que pedir un nuevo préstamo a largo plazo de 32,5 millones para pagar créditos anteriores que vencen ahora. ¿Quién apoyará al ente público para afrontar este nuevo endeudamiento?: pues un Consell que, aunque abrumado por su necesidad de recortar gastos, como la madrastra de Blancanieves le pregunta todos los días a Canal Nou: “Espejito, espejito, ¿hay alguien más bella que yo?”
El espejito televisivo conoce perfectamente que si algún día llega a decirle que sí, lo harán añicos, y con las cosas de comer, ya se sabe, no se juega.
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