lunes, 21 de marzo de 2011

Salamanca, capital... ¿de qué?

A veces parece que la capital charra, como algunos adolescentes granujientos, aún anda buscando su lugar en el mundo. Pero resulta que Salamanca ya es demasiado mayorcita para perderse en estas vacilaciones: ¿somos rurales o urbanos?, ¿apostamos por la tradición o la modernidad?, ¿nos refugiamos en la Universidad o buscamos ampliar nuestros horizontes?

Así, en esta duda existencial, pasamos los días sin acabar de definir el rumbo.

En cambio, otras ciudades europeas de tamaño similar o aun menor, como la alemana Darmstadt, lo tienen claro y podrían servirnos como ejemplo.

Próxima a la pujante Frankfurt, capital financiera del país, Darmstad, sin haber perdido el carácter modernista de su época jugendstil, alberga hoy día una equipadísima universidad técnica y es sede tanto de Meteosat como de la Agencia Espacial Europea, donde conviven profesionales de una decena de países, en un ambiente políglota y de alto nivel tecnológico.

¿No sería posible algo similar en Salamanca, ciudad próxima a Madrid, con un cómodo y bello entorno urbano, una universidad de prestigio, estudiantes extranjeros y un incipiente parque científico en Villamayor?

Desde luego, lo suyo, por razones obvias, no es instalar industrias metalúrgicas o atraer turistas de sol y playa. En cambio, la interacción de la investigación, de la enseñanza y de la difusión del idioma español no sólo es posible, sino que resulta del todo deseable.

El último movimiento en esta dirección de futuro ha sido la reciente visita de la ministra Garmendia al Centro Nacional de Láser, con renovados recursos para dedicarlos a esa I+D+i que tanto necesita este país si no quiere quedarse para vestir santos.

Pero la ciencia y la cultura, en nuestro caso, han de ir de la mano de una mayor presencia de estudiantes extranjeros para conseguir así ser la capital de la cultura y del idioma español.

Por una parte, hay que seguir atrayendo foráneos, en la línea de lo que ya sucede con el Centro Hispano-Japonés, y que debería ampliarse al Instituto Confucio de China, como ya vienen haciendo con diligencia otras ciudades españolas.

Por otra, hay que evitar la dispersión de esfuerzos y absurdas competencias como la de Valladolid, ciudad con muchas posibilidades y muchos méritos, pero no el de ser la capital de la lengua castellana.

En esta época de especialización y de escasez de recursos, hay que elegir. Y Salamanca debe ser la capital del saber. Todo lo demás supone perder el tiempo e hipotecar nuestro futuro.

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