viernes, 25 de marzo de 2011

Candidatos y partidos

Aún no se le ha pasado el susto al PP de que Gema Amor pueda presentarse para alcaldesa de Benidorm al margen de su partido. Sin mencionarla expresamente, González Pons ha venido a decir que la suya sería una pataleta semejante a la protagonizada en Asturias por Álvarez Cascos.

Puede.

Pero los comicios municipales y autonómicos tienen un componente personal que va más allá de las siglas políticas, por mucho que el partido de Mariano Rajoy intente convertirlos en un plebiscito general contra Rodríguez Zapatero y contra el PSOE.

Así se explica que por razones varias —entre ellas, y no la menor, por ajustes de cuentas individuales— surjan candidaturas producidas por escisiones en los partidos tradicionales. Eso le ha pasado al PP, por ejemplo, en Calpe, Torrevieja o la Vila.

En sentido contrario, los grandes partidos también han tenido que apechar con candidatos tránsfugas, so pena de perder si no la alcaldía respectiva. En la citada Benidorm, es lo que le ha ocurrido a Jorge Alarte, quien después de haber despotricado muy mucho contra Agustín Navarro, situado fuera ya del PSPV-PSOE, lo ha ratificado finalmente como cabeza de lista electoral de su partido.

Que conste que no me parece mal esa pérdida de poder de las todopoderosas maquinarias partidistas. A mí, como a muchos ciudadanos, cada vez me cuesta más votar a cualquier sigla política en abstracto y menos a personas concretas y reconocibles con las que me siento identificado.

Siguiendo con este striptease político personal, y ustedes perdonen, reconozco mi admiración y mi afecto hacia mi alcaldesa, Rita Barberá, pero también hacia el candidato de Esquerra Unida, Amadeu Sanchis, merecedores cualquiera de ellos de mi próximo voto.

Qué quieren que les diga: así son las cosas del querer. Y no les cuento de la otra ciudad, además de Valencia, que ocupa en la actualidad parte de mi vida: Salamanca. Cuanto más pequeña es la población —en este caso hablamos de 160.000 habitantes—, más nos conocemos todos y, si estuviese empadronado en ella, más me costaría a mí tener que optar entre dos amigos y buenos gestores públicos: el político del PP Fernández Mañueco y el profesor Enrique Cabero, candidato independiente del PSOE.

Me permito contar estas intimidades como un síntoma más de la creciente desafección ciudadana hacia los partidos tradicionales, la cual puede ser comprobada por cualquiera en conversaciones de la calle, intervenciones públicas en programas de radio y televisión, escritos y comentarios en redes sociales, etcétera, etcétera.

Cada vez se producen más opiniones en favor de las listas abiertas de candidatos, de modificar el tamaño de los distritos electorales o de ir hacia un sistema mayoritario que acerque más los representantes públicos a sus representados.

De no hacerse algo en un sentido u otro, se corre el riesgo de que cada vez haya más abstención electoral, que aumente el voto en blanco o que, como comienzan a sugerir últimamente algunos blogs, se participe con el voto roto, sí, literalmente hecho pedazos, para mostrar de esa manera el desconcierto y el descontento de los ciudadanos.



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