domingo, 26 de septiembre de 2010

Cómo tratar a los de fuera

Las autoridades británicas han editado una guía sobre cómo relacionarse con los extranjeros que asistan a los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres. Se trata, con ella, de que taxistas y hosteleros, sobre todo, no metan la pata con los visitantes de distintas culturas y que de ese modo éstos vuelvan a sus países respectivos con un buen sabor de boca.
El folleto (librito, más bien) es bastante detallado y explica, en el caso de los españoles, que aunque hablemos a gritos no quiere decir por ello que estemos cabreados o que seamos unos arrogantes. También da pautas de cómo evitar líos con árabes y chinos, portugueses o canadienses, porque cada uno es muy suyo y lo que en Londres significa una cosa en Hong Kong puede querer decir justamente todo lo contrario.
No sé si el contenido del manual en cuestión resulta muy fidedigno, ya que cuenta que “sólo uno de cada cuatro españoles es capaz de mantener una conversación en inglés”. ¡Qué más quisiéramos! En este país, entre los mayores de 50 años sólo saben inglés José María Aznar y media docena de personas más. En cualquier caso, sin embargo, hay que reconocerle sus dosis de buena intención a la guía de marras.
La idea de los británicos, con todo, no es nada novedosa. La Cámara de Comercio de Salamanca publicó hace años una guía con la pronunciación figurada de las frases más habituales al menos en inglés, francés y japonés. El amplio glosario iba desde cómo saludar a las personas en los distintos idiomas hasta la denominación del cochinillo o de las bragas de señora.
Se buscaba, con él, facilitar la labor de los comercios de nuestra ciudad en su trato con los visitantes. Pero, ya ven, me ha sido tan difícil dar con uno de estos manuales que eso quiere decir que deben estar arrumbados en las trastiendas si no han sido tirados a la papelera. En un caso sé que le han regalado la correspondiente guía a una cliente que estudia japonés, ya que a los dependientes no se les ocurría qué hacer con el librito. O sea, que sí somos amables con los turistas, aunque continuamos sin saber cómo diablos venderles, que es lo que se pretendía.

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