miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dinero seguro

¿Quiénes se verían más perjudicados si, de golpe, desapareciesen las monedas y los billetes y sólo quedase el dinero electrónico, o sea, las tarjetas de crédito y demás transacciones por Internet?


No seríamos ni usted ni yo. Ni siquiera el pequeño comercio, al que tanto agobian las comisiones bancarias. Los más afectados serían los narcotraficantes y otros delincuentes, los explotadores de la economía sumergida y demás manipuladores de dinero negro.


Todos ellos, ahora, no precisan de paraísos fiscales con cuentas cifradas ni la opacidad con que los blinda la banca suiza. Les basta con llevar un maletín repleto de billetes a la entidad financiera más próxima y abrir un depósito bancario. Así, el dinero de la procedencia más turbia se convierte en algo transparente e inmaculado.


El mayor problema de las transacciones informáticas es que siempre dejan un rastro cibernético que se puede investigar. De ahí la prevención que le tienen los criminales. De ahí, también, el peligro para la privacidad de cualquier usuario. Pero, ¿no existen leyes cada vez más rigurosas para garantizar la intimidad de los clientes? Claro que sí, por lo que a mí, en principio, más me preocupa la impunidad de los delincuentes que manejan miles de millones a nuestra costa, que el mínimo riesgo de recibir un span electrónico.


Este debate aún nos es ajeno porque aquí, a diferencia de Japón, de Escandinavia o de EEUU, nos aferramos como posesos al viejo papel moneda y los bancos, por su parte, cobran una pasta a los usuarios de las tarjetas y a quienes las aceptan.


Pero si queremos un mundo más seguro éste es un camino inevitable e irreversible.

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