jueves, 16 de septiembre de 2010

Comerse el marrón

Los más cínicos —en esto de la política el cinismo, más que un defecto, se considera una rara habilidad o una virtud— podrían pensar que el miedo a llegar a alcaldesa de uno de los municipios más endeudados de España, con un saldo vivo de 834 millones de euros, ha espantado a alguien tan curtido como Carmen Alborch.

Otros, en cambio, se asombran justamente de todo lo contrario, de que la líder municipal del PSOE en Valencia haya aguantado haciendo oposición toda la legislatura, en vez de haberse apoltronado inmediatamente en su escaño del Senado en Madrid.

El tercer y más nutrido grupo de comentaristas, apelando a criterios estrictamente convencionales, piensa que ante la imbatible Rita Barberá la senadora socialista ha preferido hacer mutis por el foro. Lo cierto es que a la actual y sempiterna alcaldesa ni le ha salpicado el caso Gürtel —incluso se pensó en ella como eventual recambio de Francisco Camps al frente de la Generalitat— ni le ha hecho mella la cruenta batalla de El Cabanyal, en la que una activa oposición se ha empleado con denuedo y hasta con excesiva contundencia en ocasiones.

Además, en este particular momento en el que las siglas del PSOE, merced a la fallida y errática política de Rodríguez Zapatero, constituyen un lastre más que un estímulo electoral, resulta difícil obtener con ellas más votos en los tradicionales viveros de la izquierda, en los que ahora pretende pescar los suyos un político tan fajado y bien fajado como Joan Ribó —apartado de Esquerra Unida y candidato esta vez por Compromís junto a los nacionalistas de Enric Morera—, quien incluso podría robar algún concejal al PSPV-PSOE y dejarlo así en una minoría todavía más exigua.

Dado semejante escenario, ir de aspirante socialista a la alcaldía de Valencia puede ser considerado como comerse un marrón, es decir, según el diccionario de la RAE, “apechugar o cargar con alguna obligación ingrata” o, lo que sería aun más grave y doloroso, “cargar con la culpa de un delito, se haya cometido o no”.

Al parecer, el delito de ser candidato del PSPV a la alcaldía del cap i casal podría recaer en esta ocasión en Joan Calabuig, lo que sería tanto como dar por perdido el partido electoral frente al PP antes de haberlo comenzado a jugar. Porque, ya me dirán, si se arguye que Tomás Gómez es un perfecto desconocido para disputar la presidencia de Madrid a Esperanza Aguirre y que por ello se debe acudir a la rubicunda Trinidad Jiménez, ¿quién conoce a Joan Calabuig fuera de sus amigos de Facebook?

Rita Barberá ha podido consecutivamente, entre 1991 y hoy, con Clementina Ródenas, Aurelio Martínez, Ana Noguera, Rafa Rubio y Carmen Alborch. Ya ven si enfrentarse a ella supone o no todo un marrón. Y lo peor con todo para el PSOE es que para combatirla no se presentan denostados outsiders de la talla de Toni Asunción o Fernández Valenzuela, quienes, aunque molesten a su propia organización política, aportan un saludable aire fresco que revitaliza las obsoletas estructuras de un partido muy venido a menos desde aquél que un día llegó a ser.

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