jueves, 30 de junio de 2011

El modelo lingüístico de EEUU

En Estados Unidos, país paradigma de las libertades civiles, cualquiera tiene derecho a ser educado en su lengua materna, por peculiar, exótica y extraña que ésta sea. Ello no obsta para que luego todo el mundo se exprese normalmente en inglés, vehículo habitual de las relaciones interpersonales, aunque en el país no exista idioma oficial alguno.


Esto viene a cuento de los constantes rifirrafes que se producen aquí al tratar de imponer unas lenguas vernáculas sobre el castellano, como si eso fuese algo positivo en sí mismo y no un torpe atentado a la libertad individual.


Pues ya ven: sin necesidad de subvenciones oficiales, inmersión lingüística y demás medidas coercitivas, en EEUU no sólo pervive el minoritario idioma español, sino que aquél es ya el segundo país del mundo en número de hispanohablantes, por encima de la propia España.


Y es que la gente habla la lengua que le interesa. Por eso, los mejores defensores de cualquier idioma son quienes lo practican y no las disposiciones obligatorias de las leyes respectivas.


No opinan lo mismo quienes en España —el Estado español, dicen ellos— tratan de imponer por la brava los idiomas autonómicos cooficiales en detrimento del castellano. Su máximo sinsentido es la babel lingüística de nuestro Senado, en cuyas sesiones plenarias se hablan cinco idiomas y se gasta un dinero público en intérpretes entre gentes que todas ellas conocen perfectamente el castellano.


Cuando, por el contrario, alguien con sentido común intenta no privilegiar una lengua sobre otra, en seguida se le lanzan al cuello los talibanes de las lenguas oprimidas. Le ha pasado a Núñez Feijóo, al quitar la preeminencia del gallego y equipararlo en la escuela al español y al inglés. Lo mismo ocurre en Valencia, donde la izquierda califica de “ataque a nuestra lengua” una medida similar a la de Galicia.


Pero, ¿es que estudiar en idiomas como el castellano y el inglés supone un ataque al valenciano o a cualquier otra lengua?


Para algunos parece ser que sí. En Estados Unidos, en cambio, sin necesidad de leyes, el personal tiene perfectamente claras sus prioridades. Hace años, algunos intelectuales progres pidieron que se subvencionase el argot del ghetto negro de Oakland. Fracasaron porque dirigentes afroamericanos como la poetisa Maya Angelou y el reverendo Jesse Jackson salieron al paso: “Después de luchar tantos años por la igualdad racial —dijeron—, no permitiremos que nos intente segregar una nueva jerga”.


Y es que en los idiomas, como en todo, no hay mejor pauta que respetar la libertad individual.

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