lunes, 28 de febrero de 2011

En defensa (?) de TV3

No defiendo la existencia de televisiones públicas, al menos en el sentido de las que tenemos en España, que son unos instrumentos de propaganda política en vez de prestadoras de un servicio que no aportan las empresas privadas.

Pero, ya que están ahí, ¿por qué se priva de la posibilidad de verlas a las personas interesadas en ellas? Por razones políticas, obviamente. Y no entro aquí en la legalidad del cierre de TV3 en la Comunidad ni en las razones técnicas que lo amparan, puesto que una y otras son perfectamente subsanables.

Ya he explicado en otras ocasiones que algunos estados federales, como Alemania, no tienen canales autonómicos, sino desconexiones de las televisiones públicas estatales, con el ahorro presupuestario que ello supone. En otros, como Estados Unidos, la PBS, única cadena pública existente, agrupa a organizaciones comunitarias, educativas o locales que permiten la emisión de programas no rentables de interés social que de otra forma no tendrían cabida en las ondas. Por eso, precisamente, su porcentaje de teleespectadores apenas llega al 2%.

La razón de ser de TV3 —así como de la decana de las televisiones autonómicas, la vasca ETB— fue la proyección de la lengua vernácula y ése es también el motivo por el que su emisión en la Comunidad altera al PP, inquieto por la sutil frontera lingüística entre el valenciano y el catalán que difusamente mantiene la Academia de la Lengua que preside Ascensió Figueras.

Ésa es una preocupación que viene de lejos, desde los mismos albores de Canal Nou. Para evitar la contaminación idiomática, ya en su primera etapa, dirigida por Amadeu Frabegat, se optaba porque gente de habla catalana entrevistada en nuestra cadena autonómica, como le ocurrió a Angel Casas, se expresasen en castellano en vez de en catalán.

Además, el que detrás de la emisión de TV3 en la Comunidad se encuentre Eliseu Climent, el animador cultural pancatalanista patrocinado por los sucesivos gobernantes del Principado, desde Jordi Pujol a Artur Mas, pasando por Maragall y Montilla, parece justificar los recelos del Consell.

Con todo, en defensa de TV3, por decirlo de alguna manera, quiero hacer algunas consideraciones.

Ese canal autonómico supuso en sus inicios, bajo la dirección de Alfons Quintá, una renovación respecto a la anquilosada televisión estatal, tanto en su libro de estilo redaccional como en la agilidad técnica y profesional de sus reporteros. En seguida, a partir de la llegada de su sucesor, Enric Canals, cayó en los mismos defectos que la hipertrofiada TVE.

Aun así, TV3 continúa aportando un aire fresco al viciado ambiente de las televisiones públicas. De ella surgió, por ejemplo, Andreu Buenafuente, el mejor conductor español de late night shows. En ella se emite diariamente el informativo de Josep Cuní, el más plural y objetivo de los de su estilo. Y en ella, también, Toni Soler presenta el programa de sátira política Polònia, en la estela del ingenioso Vaya semanita, que emite la vasca ETB. ¿Alguien es capaz de imaginar que Canal Nou proyectase algo semejante, ironizando en su caso sobre la figura de Paco Camps, a imagen y semejanza de lo que ocurre en las otras televisiones con sus presidentes respectivos?

Éstas son las razones, menores, si se quiere, por las que me perturba la desaparición de TVE del espectro televisivo valenciano, más allá de las razones técnicas, legales y hasta políticas que puedan justificarla.

Para mí, pues, como amante de la calidad televisiva, es una auténtica pena.

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