domingo, 6 de febrero de 2011

El cascabel autonómico

Digan lo que digan Rajoy, Aznar y compañía, y piensen lo que piensen muchos españolitos de a pie, nadie le va a poner el cascabel al gato de las comunidades autónomas, ya que se trata de un felino arisco y montaraz, capaz de clavarle las uñas al más pintado.

Los primeros en oponerse a que se toque ni una sola coma de sus competencias son los llamados barones autonómicos, es decir, los mandamases regionales, sean del partido que fueren. Ya hemos visto la rápida respuesta en ese sentido del gallego Núñez Feijóo, quien no es precisamente de los más beligerantes en este asunto.

La culpa —o la razón, según se mire— del creciente sentimiento autonómico regional es doble. Por un lado, mientras el Estado central se dedica a crujirnos a impuestos, las comunidades autónomas, al modo de una madre Teresa de Calcuta, son las que se gastan tan ricamente ese dinero en nuestro presunto beneficio. Por otro, la creación de más y más normas diferentes de una comunidad a otra —desde licencias de caza a la ITV de los coches, desde los programas escolares hasta las prestaciones sanitarias— fomentan la conciencia social de que existen 17 realidades nacionales en lugar de una sola.

La verdad es que el invento autonómico del “café para todos” —como lo bautizó en su día Adolfo Suárez— intentó precisamente todo lo contrario: embridar el sentimiento nacionalista de las comunidades llamadas históricas, como la vasca y la catalana, equiparándolas a otras de creación artificial, como puede ser la de Castilla y León, por ejemplo.

Ahí se produjo la paradoja: en vez de rebajarles los humos a las primeras, si se me permite la metáfora, se dio alas a las segundas, llevando su nivel de particularismo hasta el extremo de trocear incluso la competencia sobre las cuencas fluviales. En su fervor de conversos, los nuevos nacionalistas explican ahora una geografía y una historia propia y distinta en cada región y para robustecer la pertenencia a una realidad diferenciada de la de su vecino cuentan con unas televisiones públicas ruinosas, usadas exclusivamente como herramientas de propaganda política.

Ya ven si resulta o no difícil enderezar las cosas.

Por si fuera poco, la crisis económica y la impotencia de Europa en darle una respuesta colectiva propician el sálvese cada uno como pueda: desde la fractura entre flamencos y valones en una Bélgica sin Gobierno, hasta los escarceos secesionistas de Escocia o la Liga Norte en Italia.

Lo dicho, pues: ¿quién es el guapo que se atreve a ponerle el escabel al autonomismo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario