lunes, 19 de julio de 2010

Nadie manda aquí

La famosa ley de Murphy dice que “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Es lo que ha sucedido con la relación de 226 cargos que pudieron haber contratado con la trama Gürtel, remitida por la abogada de la Generalitat, Isabel Villalonga, al juez Pedreira. La lista fue elaborada por el Consell Consultiu ignorando su presidente, Vicente Garrido, el destino de la misma.

Pues bien: en vez de servir para enmarañar jurídicamente el asunto, como pretendía la defensa de Paco Camps, ha acabado por cabrear a todo el mundo. Al juez, por considerarla una tomadura de pelo; al Consell Consultivo, por sentirse utilizado, y a los citados en la lista porque nadie les ha avisado de que iban a dejarlos al pie de los caballos. “¡Pero si yo entonces no estaba en ese puesto!”, se me indigna un militante pata negra del PP que aparece en el listado.

El autor de la maniobra, el vicepresidente del Consell Vicente Rambla, ni siquiera está en Valencia, para arrostrar el desaguisado, sino que se encabeza una delegación económica en la expo de Shanghai. Más lejos, imposible.

Éste es sólo un ejemplo más de la actual descoordinación del gobierno de la Comunidad. Cuando la sentencia sobre el Estatut de Cataluña, el conseller Serafín Castellano advirtió que pediría en seguida la aplicación de la cláusula Camps, para ser desmentido al día siguiente por la portavoz del Consell, Paula Sánchez de León. Tres cuartos de lo mismo pasó con las contradicciones entre Mario Flores y Alfonso Rus sobre el cementerio nuclear de Zarra, al tiempo que el vicepresidente Cotino planeaba una terrible campaña antiaborto a espaldas del titular de Sanidad, Manuel Cervera.

Pero, ¿quién manda aquí?

“Aquí, las tres o cuatro personas que tienen criterio propio hacen la guerra por su cuenta —me dice un alto cargo del PP—, el resto continúan paralizadas, como en un pasmo”. Otro, también en privado, porque en público nadie suelta prenda, cree que ese vacío de poder —“que no sucedía en la época en que Ana Michavila lo controlaba todo”— lo está aprovechando Juan Cotino para que sus tesis democristianas ganen peso específico en el partido: “Por eso es el mayor defensor de la continuidad de Camps, lo mismo que Rita Barberá, que manda tanto como si fuese presidente de la Generalitat pero sin tener que asumir ese desgaste”.

Semejantes críticas habrían sido impensables hace sólo año y medio. Pero, ¿qué opina Mariano Rajoy de todo esto?

Mariano, o La Esfinge, dado su carácter impenetrable, “nunca ha tenido un plan B, convencido de la inocencia de Camps —me reconoce un miembro de la Ejecutiva nacional del PP—, pero si llegase a necesitarlo, ése lo encabezaría Rita, seguro, quiera ella o no lo quiera”.

Hasta ahora, el buen resultado que las encuestas otorgan al actual presidente de la Generalitat, caso de volverse a presentar, ha acallado al creciente grupo opositor a Camps en la calle Génova. Pero el temor es que el presidente valenciano deba sentarse en el banquillo dentro de año y medio, en vísperas de lanzarse Rajoy al asalto electoral de La Moncloa. “Si tal cosa llegase a suceder, sus efectos podrían resultar demoledores”, me dicen. Y añaden: “Ese temor lo comparte hasta Federico Trillo”, defensor de la estrategia jurídica llevada hasta ahora y eterno optimista sobre este proceso.

Así están las cosas a fecha de hoy, con un Francisco Camps convencido de repetir en el cargo y un PP nacional al que se le agota el plazo para designar sus candidatos.

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