martes, 6 de julio de 2010

Museos muertos

Bastantes museos están más muertos que los inquilinos de muchos cementerios. Por ejemplo, el de Nueva Orleáns —el cementerio, digo— recibe infinitamente más turistas que nuestro triste Museo del Comercio. Y no digamos nada del bonaerense de La Recoleta; allí, frente al nicho de Evita Perón siempre se agolpan visitantes dispuestos a llevarse una foto como souvenir.
Esto me viene a la memoria ante el cierre del Museo de Arte Oriental. En él estuve viendo en su día la muestra sobre Arte chino, del Neolítico a la Dinastía Ming, extasiado ante unos tesoros que probablemente eran más falsos que las promesas electorales de Rodríguez Zapatero.

Su cierre, no obstante, no se debe la creciente duda sobre la autenticidad de los fondos, sino a lo caro de su mantenimiento —1,3 millones en sólo tres años y medio— y a la escasez de visitantes. ¿Qué se creían, entonces, nuestros munícipes, que a los museos acude más gente que a los conciertos de rock?

Hasta el famosísimo MOMA de Nueva York constituye un remanso de paz y de sosiego ante tanto bullicio de aquella metrópoli. Tengo una amiga que a la mitad de su recorrido se dio cuenta de que el tipo que iba mirando cuadros a su lado, con un niño de la mano, era Harrison Ford, quien se encontraba allí al abrigo de las fans y hasta de mi amiga, la cual no se atrevió a decirle nada en medio del imponente silencio de la pinacoteca.

Por esa limitada afluencia de personal, siempre hay menos museos que bares, por ejemplo. Pese a ello, nuestro consistorio ha pretendido hacer de Salamanca una ciudad con más museos que visitantes. Y eso que aún faltan los de Arquitectura y de la Memoria Histórica. Lo ha hecho, además, sin criterio alguno, digamos que más por acumulación que por selección y, claro, así naufragan intentos tan interesantes como el de Historia de la Ciudad o el de la Automoción, por poner dos casos deficitarios que el Ayuntamiento no ha sabido encarar.

¿Para cuándo, pues, la discriminación entre lo bueno y lo mejor, entre lo deseable y lo posible? Éste es ya el quinto artículo que escribo sobre este asunto de los museos y me temo que, de seguir así, por desgracia no será el último que haga.

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