sábado, 10 de julio de 2010

El éxito del deporte español

Ya habría querido el general Franco los éxitos deportivos de ahora para anestesiar políticamente con ellos a los súbditos de su dictadura. Pero en sus casi 40 años de régimen de penuria apenas si se dieron las hazañas de Bahamontes, Santana y pocos más.

Sólo el fútbol dispuso de suficiente dinero con el que contratar (y naturalizar) a profesionales foráneos como Di Stéfano o Kubala. Ese dispendio futbolístico continuó en la era democrática atrayendo jugadores de todas partes que han hecho de la española la mejor (y la más cara) Liga del mundo.

Hubo que esperar a 1986, cuando Samaranch otorgó los Juegos Olímpicos a Barcelona, para que cambiasen las cosas. Se inventaron entonces las becas ADO, las empresas incluyeron el deporte en su política de marketing y el Estado gastó dinero a espuertas para así conseguir medallas.

Con esa generosa política económica hemos llegado a ser una potencia mundial en fútbol y en baloncesto, en tenis y en ciclismo, y hasta en deportes de motor. Todo el mundo conoce ahora los nombres de Torres y Gasol, Nadal y Contador, Sete Gibernau y Fernando Alonso. Menos gente, en cambio, sabe que nuestro gasto en deporte es desproporcionado al PIB nacional. Y no me refiero, que conste, a la abrumadora prima a nuestros futbolistas por ganar el mundial.
Ésa, y no otra, es la explicación del éxito del deporte español. Si semejante inversión la hubiésemos dedicado al I+D+i, por ejemplo, hoy día la competitividad de nuestra maltrecha economía sería muy otra y nos hallaríamos en cabeza de la tecnología mundial. Pero, claro, entonces nuestra vida cotidiana resultaría más aburrida que ahora.

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