domingo, 1 de julio de 2012

Portugal y nosotros


Con la crisis, aumenta el número de portugueses partidarios de una federación con España. Al parecer, aún creen en el viejo adagio de que la unión hace la fuerza.

Aquí sucede todo lo contrario. Según las encuestas, lo que crece es el respaldo a los separatistas de Bildu en Euskadi y el auge del independentismo en Cataluña: hasta el 51%, según el Centre d’Estudis d’Opinió, llegando a afectar hasta a antiguos dirigentes del PP, como Montserrat Nebreda.

Anticipándose a este fenómeno, el profesor Gregorio Peces-Barba ironizó hace unos meses con que “mejor nos habría ido de habernos quedado con los portugueses y dejado a los catalanes”, refiriéndose a la política peninsular del conde-duque de Olivares en el siglo XVII.

¡Dios la que se armó! Pero, como dice otro lúcido y sardónico socialista, Javier Paniagua, rector de la UNED en Valencia, “Portugal es la autonomía peninsular que menos problemas le crea al Estado español”.

Entre la afección de unos y la creciente desafección de otros, valdría la pena el ir modificando criterios y opiniones sobre solidaridades y alianzas territoriales. Para ello, lanzo una idea a modo de provocación o que quizá no lo es tanto: propender a la federación entre Portugal y lo que quede de España.

Pero, como los portugueses están justamente escarmentados sobre las intenciones de España, además de hacer cooficiales el castellano y el portugués, deberíamos trasladar la capital federal a Lisboa, con lo que en eso también saldríamos ganando.

Sólo trato de realizar aquí un simple ejercicio de ironía. Pero la ironía, ya se sabe, encierra siempre grandes dosis de realismo.

    

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