jueves, 19 de julio de 2012

Me voy de Telefónica


Soy usuario de Telefónica y no quiero que parte de lo que le pago vaya a Iñaki Urdangarín.

Como se trata de una empresa privada, tiene derecho a renovarle su contrato de 2,7 millones de euros anuales, por supuesto. Pero yo también tengo derecho a decirle que con mi dinero no; así que me doy de baja en la compañía.

No se trata de un tema menor, sino de una cuestión de principios. Mientras Telefónica y otras empresas realizan por cuatro duros ajustes de plantilla que afectan a honrados padres de familia, derrochar ese dinero con alguien sospechoso de un montón de delitos me parece algo inicuo.

Para ilustrarlo, les cuento una historia. Hace quince años, se conoció accidentalmente la conversación telefónica entre dos directivos de la empresa petrolera Texaco que se mofaban del personal de color de la compañía. Ésta consideró el hecho una nimiedad y se negó a castigar a los directivos en cuestión. La protesta inicial fue creciendo y las asociaciones afroamericanas acabaron por boicotear el consumo de gasolina de Texaco en todos los surtidores del país.

Pues bien: el pequeño incidente inicial a punto estuvo de hacer quebrar la empresa. Finalmente, Texaco no sólo despidió a los causantes del conflicto, sino que tuvo que cambiar su política de personal, subir retroactivamente el salario de las minorías raciales y efectuar costosas reformas laborales. La broma le costó miles de millones de dólares.

No digo que algo como eso pueda pasarle a Telefónica. Ni siquiera que deba pasarle. Sólo creo que si todos los cabreados por el caso Urdangarín se dieran de baja de sus servicios, otro gallo cantaría.

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