viernes, 23 de marzo de 2012

Moverse por el mundo

A falta de trabajo en casa, los titulados españoles comienzan a largarse al extranjero en busca de empleo. Oportunidades, haylas: las aerolíneas chinas, por ejemplo, ofrecen hasta 11.000 euros al mes a nuestros tripulantes en paro.

Pero la adaptación de los españoles a trabajar en el extranjero es más difícil que la de los ciudadanos de otros países.

En primer lugar, por nuestro acendrado provincianismo. Queremos estudiar y trabajar al lado de casa. Tan es así, que la propuesta laboral de aceptar empleos a 30 kilómetros del domicilio le costó una huelga general a José María Aznar.

Cualquier joven norteamericano, en cambio, estudia a miles de kilómetros de su familia y los veranos trabaja en la otra punta del país para pagarse los estudios. Tal es la movilidad geográfica de los estadounidenses, que la aparición del diario nacional USA Today lo fue porque un tercio de los ciudadanos se mueve constantemente de un Estado a otro.

¡Y no digamos nada de los asiáticos, que ocupan toda la costa oeste de América del Norte y parte de la del Sur!

Un problema añadido es el idiomático, porque seguimos sin aprender otras lenguas, a diferencia de holandeses, alemanes o suecos, que hablan fluidamente el inglés. Pero es que, además, tampoco sabemos hablar en público en ningún idioma. La mayor parte de nuestros estudiantes acaba la carrera sin haberlo hecho nunca. En cambio, cualquier finlandés, norteamericano o inglés ya ha tenido que hacer debates públicos antes de acabar la escuela.

O sea, que nuestro camino hacia el cosmopolitismo está lleno de obstáculos. Por eso, o cambiamos nuestros hábitos y nuestra mentalidad o seguiremos teniéndolo más crudo que otros.

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