domingo, 18 de marzo de 2012

Mónica Oltra y Les Corts o viceversa

Ella es mi heroína, mi ídolo”, me dice arrobada una veinteañera refiriéndose a Mónica Oltra.

Lo curioso es que mi interlocutora no conoce a ningún otro miembro de Les Corts ni le importa. La diputada de Compromís, sin embargo, ha conseguido ella sola un espacio mediático personal con sus desplantes, sus camisetas, sus querellas,… utilizando el Parlamento autonómico como caja de resonancia de una actitud justiciera propia de la protagonista de un cómic progresista. Su última acción llamativa: la insólita acusación a Rita Barberá de “furtar els diners dels valencians i les valencianes”.

Con esa insistente actitud, Mónica Oltra desmiente lo que me vaticinaba un dirigente del PP hace pocas semanas: “Con la desaparición política de Paco Camps, su auténtica bestia negra, esa chica se ha quedado sin argumentos para seguir acaparando la atención pública”.

Pues no. De todos los diputados, Oltra es quien mejor sabe manejar sus movimientos de cara a la repercusión mediática. Por ejemplo: utilizadora siempre del valenciano en sus intervenciones parlamentarias, usa luego sin el menor rubor el castellano para las tomas audiovisuales en los pasillos de Les Corts.

Es que es allí, en los pasillos del Palacio de Benicarló, donde realmente se hacen las declaraciones que salen luego en los telediarios. Y quien mejor maneja los pasillos es quien mejor se labra su futuro político.

Por eso, mi joven amiga del principio, al igual que la mayoría de los valencianos, no conoce a casi ningún parlamentario, aunque lo hayan votado en la lista de algún partido. Por eso, también, la vida de nuestros diputados autonómicos es cualquier cosa menos excitante. Asisten a plenos y comisiones con una asiduidad laboral menor que la de otros trabajadores, votan disciplinadamente y sanseacabó.

Durante algún tiempo, los diputados del PP vieron sacudido su sopor por la energía de su portavoz, Rafael Blasco, que les impuso tareas y una especie de evaluación continua. Estando ahora el portavoz en horas bajas, los parlamentarios populares han vuelto a su relajado papel de miembros del grupo mayoritario.

Tan escasa dedicación en tiempo tiene, paradójicamente, unos resultados legislativos prolíficos. Hace dos años, por ejemplo, nuestras Corts presumían de ser el Parlamento autonómico que más leyes llevaba aprobadas ese año, aunque muchas de ellas, en temas de urbanismo, familia, fiscalidad o empleo, luego no se cumplan o sean contradichas por leyes sucesivas.

Menos mal que Mariano Rajoy ha reconocido en público, por primera vez durante nuestra democracia, que lo importante no es legislar profusamente, sino hacer sólo las leyes precisas y, sobre todo, lograr que se cumplan: ¿se acuerdan de la ley que obligaba a la Administración a pagar en 55 días cuando lo sigue haciendo con más de 200 días de retraso?

La función real de los parlamentarios no es, pues, tanto legislar como utilizar Les Corts como instrumento partidista o como trampolín personal para un futuro en consejos de administración, órganos consultivos, tribunales varios y otras encomiendas.

Para eso, la verdad, no hacía falta que hace cinco años se pasase de 89 a 99 diputados, ni que los ciudadanos sigamos votando unas listas cuyos componentes prácticamente desconocemos. Mientras todo eso suceda, lo importante en les Corts seguirán siendo los desplantes, las camisetas, las querellas… y todo aquello que tenga repercusión mediática.

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